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¿Por qué no pueden ser todos los virus falsos?

 

Jon Rappoport 27 de mayo de 2022 Blog

 

Como saben, llevo dos años presentando pruebas de que el descubrimiento del SARS-CoV-2 era falso.

Pero sigo presionando. Examino la máquina de la realidad para ver por qué la gente tiene tanto problema en reconocer que el virus, y por extensión, todos los virus, no son más que cuentos de hadas.

He encontrado una serie de explicaciones.

Por ejemplo: LOS MÉDICOS

Rechazar los virus es rechazar a los médicos. Los médicos son  los guardias de seguridad alrededor de la máquina de la realidad.

“Los médicos no pueden estar equivocados…”

“No puedo vivir en un mundo donde los médicos SE EQUIVOCAN TANTO”.

“Nunca podría dejar de llorar por los médicos que están tan equivocados”.

“Si le dijera a mi médico que no creo en los virus, me cortaría EL ROSTRO y no podría soportarlo”.

“Soy periodista y mis mejores fuentes son los médicos. Los buenos médicos. Y todos dicen que los virus son reales.  YO Necesito mis fuentes.

“Sin información de los médicos, el mundo se volvería un caos”.

“Mi mente me instruye a creer que los médicos solo son culpables de cometer errores hasta cierto límite. Más allá de eso, simplemente no pueden ser criticados”.

BIEN, eso RESUELVE la fijación CON LOS MÉDICOS Y LA MEDICINA. Pero luego tenemos lo que yo llamo la fijación de la visión del mundo:

“No quiero vivir en un mundo donde no haya virus. Me sentiría solo y con miedo”.

“Necesito la seguridad de que este mundo nuestro QUE está lleno de diminutos asesinos invisibles. Cuando acepto eso, puedo mantener el equilibrio. Ya sabes, su amenaza y nuestra respuesta. ES LO Que LE DA sentido."

“Me encanta la idea de los pequeños asesinos. Me consuela y reconforta

“Sé exactamente a qué hay que temer en este mundo. De lo contrario, volvería a ver fantasmas en los armarios y roperos por las noches. Los recuerdo desde la infancia. Esos bastardos eran PERSONALES. Venían por MÍ. 

Los virus son neutrales. Ellos no me conocen. Para ellos, solo soy células. Ellos no me PREFIEREN. Se llevarán a cualquiera. Me gusta eso."

“Incluso si los virus son una mierda, son una mierda sofisticada. Prefiero eso a alguna clase de mierda primitiva.

“Rechazar los virus equivaldría a rechazar mi educación universitaria.

Necesito esa educación para afirmar mi posición superior contra los bajos Ignorantes Inferiores”.

“La cadena ecológica de la vida incluye virus. Si los quitamos de la cadena, la Naturaleza no tiene sentido. Eso es lo que escucho.

"El mundo es un lugar peligroso. Esto es bueno, porque me ayuda a explicar mis problemas y falta de determinación. Sin virus, el factor de peligro se reduciría y no puedo tener eso”.

“La naturaleza de la realidad dicta que cuando tienes razón, debes ser psicóticamente desagradable por tener razón. Si no tengo razón sobre la existencia de virus, no puedo ser tan desagradable como quiero ser. Y eso sería una tragedia”.

“Mi padre es médico y es un gran hombre. Al menos tan grande como Al Capone”.

 

Respuestas proletarias contra el capital y su dictadura sanitaria

 

En junio del 2020, publicábamos un texto bajo el título “El contagio de la revuelta se extiende… luchas por doquier”. En él expresábamos cómo el proletariado estaba rompiendo las cadenas sanitarias que habían paralizado la oleada de luchas del 2019 y principios del 2020, y cómo por numerosos lugares del planeta el proletariado retomaba la lucha. La potencia y extensión del enfrentamiento parecían retomar esa confrontación internacional que había sido interrumpida con la declaración de la pandemia y la instauración del Estado de emergencia mundial. Pese a que subrayábamos toda una serie de límites que nuestras luchas siguen portando, la perspectiva de confrontación parecía retomarse y valorábamos la posibilidad de una agudización y centralización en la extensión de la revuelta.

Sin embargo, pocos meses después, la burguesía consigue de nuevo hacer retroceder al movimiento de nuestra clase. En lugares como EEUU, donde las luchas dejaron decenas de muertos de bala y conatos de enfrentamiento civil, el recambio de una facción de la burguesía por otra tranquilizó los ánimos. En otras regiones, las movilizaciones pudieron ser confinadas y aisladas. En general, la represión, los recambios de poder en diversos Estados, las canalizaciones, el agotamiento, etc., consiguieron que la situación se estancara obteniendo de nuevo cierta estabilidad.

 

Hoy podemos decir que, teniendo en cuenta la envergadura del ataque burgués, del empeoramiento de las condiciones materiales de vida, y el incremento del control estatal, la reacción del proletariado mundial ha reculado hasta presentarse por lo general limitada, dispar y, predominantemente, aislada. Siguen desarrollándose expresiones de lucha y resistencia, algunas radicales, contagiosas y de gran envergadura como las acontecidas en Colombia y Kazajistán, y hasta se han programado acciones internacionales para un mismo día. Sin embargo, la respuesta del proletariado no ha logrado abrir una brecha que desestabilice el sometimiento y sumisión ante la actual dictadura capitalista bajo el martillo sanitario.

A pesar de todo, la importancia de esas luchas en la coyuntura actual es indiscutible. Por eso queremos subrayar aquí algunas de las movilizaciones de nuestra clase y en ese sentido dar continuidad a nuestro texto de finales de junio 2020. Ante todo, queremos estimular la difusión de algunas de las rupturas y protestas que nos han parecido más destacadas del año 2021. Por supuesto que, como de costumbre, estos episodios de luchas se presentan contradictorios, con la revolución y la reforma presentes en su interior, tironeando cada cual para uno u otro lado de la barricada. Subrayamos también algunas movilizaciones y pequeñas protestas que, aunque tengan presencia el ciudadanismo proderechos u otras fuerzas del enemigo, nos parecen importantes destacar porque las alternativas democráticas y de perpetuación del capital fueron desbordadas por la radicalización de las acciones, las consignas y la autonomía con respecto a sindicatos y otros organismos del Estado.

Es crucial que nos informemos unos a otros de las luchas presentes, y sobre todo que realicemos balances de las actuales revueltas y movilizaciones, de sus fuerzas y debilidades, valorando las estructuras esporádicas y permanentes que se están desarrollando en las protestas proletarias. Nos conformamos por ahora con lo primero, con la difusión de algunos episodios de lucha, junto con algunas pequeñas valoraciones, para subrayar que nuestra clase sigue viva y reacciona ante la opresión y explotación. Ante el ninguneo y falsificación de la resistencia por parte de la burguesía, la difusión y explicación de su existencia se hace primordial.

2021 empezó con protestas contra el confinamiento en lugares donde la tradición de lucha proletaria se ha instalado, como en el Líbano, pero también en países donde hacía tiempo que no se generalizaban disturbios en las calles, como en Holanda. En febrero, los enfrentamientos entre policía y manifestantes se extendieron a España, de una ciudad a otra, como respuesta a diversos episodios represivos y de aumento de la miseria económica y social (desahucios, despidos, aislamiento…), y en lugares como Barcelona hubo cinco días de marchas con destrozos y saqueos.

En Estados Unidos, proletarios negros, blancos o mestizos, siguieron movilizándose contra la represión estatal, pero ya sin la fuerza y radicalidad de los meses anteriores, como la imponente reacción tras el asesinato de Floyd. El recambio electoral, los pedidos de justicia institucional y la ideología antirracista, fueron algunos de los factores que acabaron debilitando al movimiento.

En marzo se extendieron algaradas proletarias en Paraguay. Para calmar los ánimos el gobierno destituyó a varios ministros e inició una contundente represión. Ese mismo mes, en Yemen los manifestantes irrumpieron en el Parlamento. Hay que anotar que parte del proletariado de ese rincón del planeta lleva más de una década rompiendo los corsés religiosos y saliendo a la calle hastiado de la guerra y la pobreza.

En Colombia se desarrolló, probablemente, el movimiento más potente del año. Si bien ya había habido una confrontación en septiembre de 2020 en repudio al control social, fue en abril 2021 cuando se desencadenaron las protestas más importantes contra el “impuestazo” y el Estado en general. La subida de impuestos por el Estado colombiano responde a la necesidad de acumular y centralizar capital succionando partes del salario global del proletariado.

Nuestra clase comprendió que la burguesía buscaba sanear la economía a costa de su pellejo. Como dos años antes en Ecuador (algo que proletarios en Colombia afirman que sirvió de inspiración), el proletariado respondió iniciando una revuelta que recorrió distintas ciudades: Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga, Cúcuta y muchas otras. Se emplearon métodos de ataque y defensa eficaces e imaginativos, alternando la algarabía y acciones tranquilas y festivas (lo que facilita una amplia participación de proletarios de todas las edades y condiciones) con el uso de la violencia de clase. La combatividad y participación de personas de ambos sexos y múltiples edades recordaban la lucha en la primavera chilena de 2018. De hecho, así lo sentían sus protagonistas que manifestaban estar “conectados con el ciclo de luchas iniciado en 2019 en la región contra la desigualdad y el autoritarismo” y una continuidad con las huelgas estudiantiles de los años anteriores, las protestas juveniles contra la brutalidad policial, así como las resistencias en el trabajo, en el barrio y las rurales contra la crisis y la violencia (a pesar del tratado de paz) militar y paramilitar.

En mayo de 2021, debido a la formidable extensión de la revuelta por cientos de localidades, la lucha adquirió niveles de enfrentamiento importantes. El Estado declaró el toque de queda y al mismo tiempo decidió ceder (temporalmente), retirando la reforma tributaria y destituyendo al ministro de Hacienda, tratando así de estabilizar la situación. Sin embargo, el proletariado siguió desarrollando la lucha, expresando el hartazgo hacia el sistema social actual entero. Siguieron las barricadas, los cortes de carreteras, las manifestantes, los cócteles molotov y los ataques contra comisarías y edificios institucionales. Se produjeron bloqueos en las principales ciudades del país, con saqueos masivos de alimentos y destrucción de la infraestructura represiva policial y bancaria. Sólo en la ciudad de Cali, treinta y seis supermercados fueron saqueados; cincuenta y siete entidades bancarias destruidas y decenas de autobuses y comisarías de policía quemadas. El proletariado trataba de imponer sus necesidades a las de la economía.

Acompañando las acciones, o precisamente para extenderlas y mantenerlas en el tiempo, surgieron asambleas territoriales a la vez que se tendía a romper con las canalizaciones y sectorializaciones al interior del proletariado (indígenas, estudiantes, obreros, desempleados, hombres, mujeres) tan típica de épocas donde la socialdemocracia se impone. Es una lucha que tendió a afirmarse al unísono, donde los protagonistas comenzaban a sentir que pertenecen a un mismo cuerpo, a un mismo movimiento, donde comenzaba a ignorarse —con sus límites evidentemente— si los que luchaban provenían del ámbito universitario, fabril o rural, si eran hombres o mujeres, si eran adultos o menores.

“A estas alturas, las manifestaciones se estaban llevando a cabo en más de 500 ciudades de todo el país. Nuestro recuerdo de luchas difíciles de otros tiempos, transmitidas a nosotros por nuestros padres/madres y abuelos, nos recuerda que no hay poder más transformador que el del pueblo unido”, afirmaban algunos protagonistas, que a su vez comprendían lo trascendental que resulta que la lucha adquiera dimensiones internacionales: “Por esto los invitamos a movilizarse en solidaridad con la protesta en Colombia y a evidenciar la masacre”.

A finales de mayo, tras un mes de revuelta, el Estado se vio determinado a luchar a muerte contra un proletariado que se negaba a morir en paz. Se sucedieron las desapariciones, torturas y la violencia sexual contra las detenidas. Es la forma como el Estado extiende su terror. Además, diversas fuerzas de canalización de la lucha contribuyeron a sofocar las llamas de la revuelta. Uno de los protagonistas apuntaba a su manera a una de ellas: “La gran mayoría de fuerzas han apostado por la canalización electoral de la protesta en miras a las elecciones presidenciales de 2022 y la desmovilización parcial del movimiento. La izquierda leninista no considera en materia programática el anticapitalismo como una alternativa a desarrollar, sino que se enfoca en el ascenso y la eventual participación en gobiernos progresistas”.

La violencia policial dejó un saldo de más de treinta muertos y un millar de heridos. “Siempre recordaré cuando con rabia tiré una piedra y el gobierno represor respondió con metralla”. “Por nuestros muertos: un minuto de silencio y toda una vida de combate”.

En ese mismo mes de abril, en Venezuela, hubo movilizaciones contra la pobreza y la opresión gubernamental parecidas a las que se produjeron en Grecia (en esas y otras fechas posteriores) o las más salvajes producidas en Haití, directamente “contra el hambre y el autoritarismo gubernamental”.

En julio de 2021 explotó la situación en Cuba, produciéndose disturbios, saqueos en tiendas y destrozos de coches patrullas que fueron dados vuelta por los manifestantes. En más de 20 ciudades los proletarios salieron a las calles a expresar su rabia en la mayor protesta social desarrollada en Cuba en las últimas décadas. “Las protestas comenzaron fuera de La Habana, en zonas azotadas por la escasez de suministros, las cuarentenas excesivas y los apagones que duraron hasta doce horas. Sumado al descontento social acumulado por la crisis producida por la intensificación del embargo estadounidense y la mala gestión del gobierno, cuyo pico fue la implementación de una serie de medidas, a principios de año, que llevaron a una mayor inflación y al crecimiento mercado negro —esto significó que en un municipio como San Antonio, cientos de personas salieron a las calles para expresar su descontento—. Tras el impacto de esa manifestación en las redes sociales, se produjeron otras protestas en zonas que padecían problemas similares. Alrededor de las cuatro de la tarde, las manifestaciones se extendieron a nivel nacional.” (Testimonio de un participante en las protestas.)

Pese a sus límites, un grupo denominado Grupo Anarquista de Intervención expresa con su existencia, la necesidad de nuestra clase de estructurarse para luchar, de romper con el politicismo y las polarizaciones interburguesas.

Perú fue escenario de graves disturbios en noviembre de 2020 y junio de 2021 que trataron de ser encuadrados en pujas interburguesas. Un mes más tarde, en Irán hubieron protestas por la subida del agua y una represión en la que se declararon cuatro muertos oficiales. En Chile se mantienen algunas de las estructuras proletarias surgidas al calor de la revuelta de 2018, siendo la lucha mapuche la de mayor grado de confrontación actual. En Uruguay, a las organizaciones contra la impunidad y a las pocas agrupaciones clasistas existentes, se les han sumado fuerzas nuevas que resisten a la dictadura sanitaria. Durante meses se realizaron protestas, denunciando las mentiras y medidas implantadas tras la declaración pandémica.

En Irak, que junto a Francia son seguramente los lugares en los que la lucha proletaria ha tenido mayor continuidad en los últimos años, conservando las rupturas desarrolladas, hubo masivas movilizaciones en octubre de 2020 para conmemorar el aniversario de la imponente revuelta del 2019. Las luchas se reprodujeron con continuidad. En julio, los manifestantes inundaron las calles de ciudades como Bagdad y Nassiriya para exigir “el fin de la impunidad” y gritar “¡No a los partidos políticos! ¡No a las milicias!”. La necesidad de controlar la situación y castigar a los protagonistas del levantamiento de 2019 es algo cotidiano en todo el país. Decenas de proletarios en lucha y militantes han sido secuestrados y asesinados. Por esa razón, los manifestantes portaban retratos de los desaparecidos y cantaron canciones del joven Safaa Al Sarai, luchador que se convirtió en un símbolo de la resistencia después de morir por una granada de gas lacrimógeno que golpeó su cabeza.

En Francia, donde el movimiento de los chalecos amarillos se fue reduciendo con una represión cada vez más intensificada y brutal, mientras se dejaba que el tiempo hiciera mella en los ánimos de los participantes a través del desgaste, la resistencia en los suburbios a la represión policial y las masivas movilizaciones en contra de la vacunación y la dictadura sanitaria mantuvieron la combatividad del proletariado de dicha región, sobre todo durante la última primavera y verano. El 18 de septiembre, fecha en la que se sucedieron las marchas contra el control sanitario en muchos rincones del mundo, 137 ciudades y pequeñas localidades francesas vieron recorrer por sus calles protestas contra el ‘pass sanitaire’ y la vacunación forzada de los trabajadores de la salud.

Ese mismo 18 de septiembre de 2021 en Australia se producían enfrentamientos contundentes entre agentes del orden y proletarios contrarios al confinamiento. Un comandante, tras constatar el alto número de heridos entre sus subordinados, declaró: “No hemos visto a manifestantes que exigen más libertad, sino a un grupo que quiere luchar contra la policía”. Días después se repetían las protestas, esta vez apuntando a la vacunación obligatoria, produciéndose disturbios en Melbourne y cientos de detenidos. Eslovenia, Irlanda, Dinamarca, Austria, Bélgica, Holanda, España, Uruguay también fueron lugares en los que se salió a la calle ese mismo 18 de septiembre. Se pronunciaron discursos y consignas contra las restricciones, las farmacéuticas, las vacunas y la sociedad del capital, produciéndose cargas policiales y numerosas detenciones.

Días después, en Italia, se sucedieron huelgas de estibadores y bloqueo de puertos contra el pasaporte Covid que se generalizaron por todo el país entre diversos sectores del proletariado como los camioneros. Entre los bloqueos destacó el de los trabajadores portuarios de Génova y Trieste que bloquearon toda la circulación mercantil reivindicando el fin de la obligatoriedad del pase verde. Los estibadores de Trieste se pusieron a la vanguardia del movimiento dotándose de una organización, la Coordinación de trabajadores portuarios de Trieste, y afirmando una posición de clase: huelga hasta que se niegue la obligación del pasaporte Covid, no sólo para los trabajadores del puerto de Trieste, sino para todos los trabajadores. En general, Italia vivió un octubre caliente con protestas en las calles por la reunión del G20, huelga general, etc. En Trento, el 11 de octubre, la asamblea celebrada tras la huelga general reivindicaba bloquear todo contra “el pase verde, el Estado y su emergencia”.

La oposición a la vacunación obligatoria y el pasaporte covid hizo que se generalizasen las protestas a finales de 2021 en diversos países del mundo —siendo especialmente radicales en la isla de Guadalupe— con consignas como “Abajo la pandemia de la domesticación” o “Si la ley nos niega la vida viviremos fuera de la ley”.

Con el comienzo del año 2022 tuvo lugar una gran explosión social en Kazajistán. Semanas antes, las protestas con motivo del aumento de los precios ya se habían multiplicado. Sin embargo, fue la duplicación del precio del gas la gota que colmaron el vaso, haciendo salir a la calle en masa al proletariado. Las huelgas se extendieron a numerosos centros de trabajo, con especial relevancia en los sectores petroleros —incluyendo algunos lugares emblemáticos como Zhanaozen (Mangystau)— de gas y minería.

Mientras las huelgas se generalizaban, la toma de calles y el bloqueo de la circulación mercantil tomaron fuerza, impulsados por desempleados y otros sectores del proletariado, especialmente los provenientes de los suburbios. Hubieron ataques a edificios del Estado, comisarías, bancos, enfrentamientos contra la policía, expropiación en supermercados, etc. En algunas ciudades se tomaron edificios públicos, algunos de los cuales fueron usados de centros de reunión para organizar algunos aspectos del movimiento y trazar consignas y reivindicaciones.

Pese a los anuncios del gobierno de dar marcha atrás en la subida del gas, el movimiento no se detuvo, por lo que el ejército salió a las calles a reprimirlo. Sin embargo, el ejército vaciló y en algunos lugares hubo confraternización y se unieron al movimiento. El Estado anunció entonces una remodelación del gobierno, pero a esas alturas, 5 de enero, las protestas no solo se habían generalizado a todo el país, sino que se habían transformado en una revuelta social que ha desestructurado parte del ejército y comienza a crear estructuras para su organización. Algunas de ellas, como el Comité del Pueblo, levantaron reivindicaciones sociales como la reducción inmediata de los precios de los alimentos y de los carburantes, la reducción de la edad de jubilación, la liberación de los presos detenidos durante las protestas y el aumento general de salario. Mientras que estas reivindicaciones expresan necesidades materiales del proletariado, otras organizaciones emergidas en la protesta, como el Consejo de Aksakals, representan las tentativas burguesas de canalizar la protesta tratando de arrastrar al movimiento hacia el fango político con reformas politicistas de cambios de constitución, legalidad, etc.

Mientras cerramos el actual texto, el Estado de Kazajistán se encuentra totalmente desbordado, sin capacidad de hacer recular la revuelta ante la inestabilidad de su propio ejército. El presidente Tokayev ha hecho un llamado a las tropas rusas y bielorrusas para que lo ayuden a sofocar el movimiento y ha ordenado públicamente a los milicos y policías fieles que disparen a matar a los manifestantes. Las tropas de Rusia no tardarán en llegar y desplegarse contra la revuelta. Como siempre, si nuestra clase no consigue generalizar su lucha rompiendo las fronteras, la burguesía internacional los aplastará en el aislamiento.

El año 2021 con esta sucesión de luchas, más o menos importantes, muestra que nuestra clase sigue viva. Sin embargo, la falta de extensión de la confrontación en las explosiones sociales más fuertes, así como la presencia de un conglomerado de ideologías que neutralizan la ruptura de clase, muestra también la debilidad del proletariado y sus minorías revolucionarias. Muchas estructuras y grupos proletarios que en el pasado estaban activos y decididos, hoy en día están paralizados y desorientados por la situación actual sin saber qué hacer. Otros, desgraciadamente, se han sometido al discurso científico dominante. De ahí la importancia y la extensión de la crítica a la ciencia, como el texto que presentamos en la presente revista. No se trata simplemente de criticar a los gestores y portavoces científicos, a la forma de gestión pandémica de los gobiernos, sino denunciar a la ciencia en sí misma, como pilar, símbolo y paradigma de la sociedad capitalista, denunciar el Estado pandémico como guerra contra el proletariado, como escenario para imponer medidas económicas y sociales que sacrifican al proletariado para sanear la economía. La lucha contra el capital no puede sortear esta necesidad vital.

Hoy más que nunca es necesario desenmascarar las mentiras del discurso oficial y tener una actitud crítica ante los agoreros de la sumisión humana. La dictadura del capital necesita generar buenos ciudadanos, sumisos y obedientes para mantener su paz social. Su sociedad soñada, donde el proletariado es negado por ese ciudadano que siempre paga el transporte público, las mercancías de los supermercados, obedece a su patrón, al profesor, al jefe sindical o al Estado, que no protesta más que en los cauces legales por excesos cometidos…, nunca ha podido cristalizarse sin perturbaciones, de mayor o menor calado. Pero lo cierto es que ese sueño, imposibilitado por toda la catástrofe generada por el capital y la respuesta a la misma por parte del proletariado, busca un nuevo intento de materializarse a través de la declaración de la pandemia. Las medidas extremas de disciplinamiento, sumisión, empeoramiento de las condiciones de vida y exterminio contra el proletariado a nivel general, buscan llevarse hasta límites insospechados bajo este escenario. Por eso también hay que darle importancia no sólo a las luchas que hemos subrayado y otras que se han ido desarrollando, sino también a la resistencia proletaria más silenciosa y cotidiana: la que se baja o quita la mascarilla, la que no respeta la distancia social ni el silencio exigido en trenes y autobuses. La que no se somete a la presión por vacunarse ni a la policía, uniformada o ciudadana, la que impone aglomeraciones, fiestas y protestas en las calles, la que se resiste a atomizarse socialmente, la que cuestiona y se contrapone con actos cotidianos a las medidas que va implementando el Estado. También la que protagoniza motines carcelarios, desobediencia en residencias, psiquiátricas y escuelas. Actos de desobediencia y luchas que no hemos podido abordar en este pequeño texto, pero que expresan cómo la constitución del proletariado en fuerza revolucionaria es un proceso histórico que se nutre de toda una comunidad de lucha que trata de contraponerse de formas diversas al capital.

Cuando la socialdemocracia logra imponerse en las diversas formas de lucha, estas se sumergen en la democracia y las libertades, en los derechos y las reformas, en todo tipo de peticiones al Estado o aceptación de sus medios de integración y negociación. Se consigue marginar a las minorías combativas que se resisten a esa imposición para reprimirlas y neutralizarlas. Sin embargo, cuando la burguesía y sus consignas no logran abrirse paso entre las hordas proletarias, los medios de intoxicación de masas recurren a los mismos insultos contra los revoltosos que utilizaron en épocas pasadas y los mismos métodos de intoxicación para ocultar su profundo contenido social. Junto al martillo de la represión, la falsificación mediática tiene una fuerza notaria en la coyuntura actual. Claro que esta realidad de la lucha es posibilitada por nuestra propia debilidad, por los propios límites que contienen nuestras luchas.

Estos dos factores, la debilidad de nuestras luchas y los métodos de neutralización de la burguesía, se retroalimentan. Por eso, no sólo es importante denunciar la actuación de la burguesía, su represión o las diversas variantes socialdemócratas que permiten fagocitar la revuelta, sino denunciar que esos mecanismos, esas fuerzas, pueden materializarse por límites concretos y precisos de nuestra clase. Es necesaria la crítica profunda de nuestras debilidades, refugio desde el cual nuestro enemigo aniquila toda perspectiva revolucionaria. El proceso histórico de constitución de una fuerza unitaria capaz de cuestionar la sociedad actual y trazar una alternativa revolucionaria genera la necesidad de hacer un balance de sí mismo. En el periodo actual, de imposición brutal de la dictadura del capital, de desorientación y confusión en muchos de los sectores de nuestra clase, que pese a todo salen a defender sus necesidades humanas, el balance colectivo de la lucha que desarrollamos es imprescindible para superar la coyuntura de derrota en la que seguimos sumergidos y combatir las ideologías y fuerzas de canalización, reapropiándonos de nuestra praxis como clase y materializando directrices claras.

Hoy cobra una importancia vital que los sectores más combativos del proletariado tiendan a coordinar y centralizar internacionalmente su acción, que rompamos las divisiones que se nos imponen, que asumamos juntos el balance de nuestras luchas, la ruptura y contraposición a todas las fuerzas del capital, especialmente a las que se ocultan bajo un ropaje revolucionario. Claro que todo esto sólo puede desarrollarse precisamente desde las luchas de las que somos una expresión, luchas que tenderán de nuevo a agudizarse y en las que es fundamental que nuestra clase genere una brecha tan grande en el sistema de la que no sea capaz de recomponerse.

 

Proletarios internacionalistas – Revista Revolución Nº 1 – Abril 2022

 

 

Noam Chomsky, Miguel Fuentes y Guy McPherson debaten sobre el cataclismo ecológico

 

Una discusión urgente

Se ofrece a continuación la introducción a la primera parte del debate “Catástrofe climática, Colapso, Democracia y Socialismo”, llevado a cabo entre el destacado intelectual norteamericano Noam Chomsky, el científico estadounidense Guy McPherson (experto en problemáticas ecológicas y de cambio climático) y el investigador social chileno y referente de la corriente marxista-colapsista Miguel Fuentes. Esta introducción fue publicada en ruso hace algunos meses en la revista académica Latinskaya Amerika por el especialista en estudios latinoamericanos Víctor Jeifets, director de esta revista y académico de la Universidad de San Petersburgo de Rusia /1

 

Uno de los elementos más destacables de este debate, el cual cuenta como dijimos con la presencia de Noam Chomsky, uno de los pensadores más reconocidos del último siglo en la arena internacional, es el desarrollo de tres “marcos teórico-interpretativos” que, aunque presentando múltiples vasos comunicantes entre sí, ofrecerían como se plantea en el comienzo de este debate “tres aproximaciones teóricas y político-programáticas diferenciadas ante un mismo problema: la inminencia de un horizonte de cambio climático súper catastrófico y la posibilidad de un colapso civilizatorio cercano”. Otro aspecto clave de esta discusión radica, asimismo, a pesar de que todos estos autores se ubicarían en el ámbito de la izquierda y el progresismo, en los múltiples “retos interpretativos” y “tensionamientos discursivos” a los cuales se ven sometidas las posiciones de Chomsky por parte de los demás participantes del debate. Tal como se plantea también en los inicios de esta entrevista, la discusión entre Chomsky, Fuentes y McPherson llegaría así a adoptar el carácter de una verdadera “contienda ideológica” que, en última instancia, aludiría a “determinadas perspectivas de mundo que, aunque como decimos en muchos aspectos comunes, se presentarían como finalmente contrapuestas”.

 En definitiva, una candente (y necesaria) reflexión en torno a los múltiples problemas teóricos, estratégicos, políticos e incluso culturales que estarían asociados a la marcha (al parecer ya inexorable) del actual proceso de catástrofe ecológica y extinción masiva planetaria que se cierne sobre nuestro planeta y la humanidad completa. Un debate, por lo demás, ante el cual las ya añejas polémicas entre las llamadas izquierdas “reformistas” y “revolucionarias” del siglo pasado parecerían quedar definitivamente obsoletas, volviéndose necesario por lo tanto la elaboración de nuevos modelos de pensamiento y acción ecosocial y política ante los inéditos (y en no menor medida aterradores) peligros que plantea el colapso planetario inminente.

 

Camilo Betanzos

Sociólogo, Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Pensador de tendencia colapsista

 1/ El debate“Catástrofe climática, Colapso, Democracia y Socialismo” se encuentra disponible en la página de Latinskaya Amerika en el siguiente enlace: https://latamerica-journal.ru/s0044748x0018353-7-1/.


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