14.JUN.22 | PostaPorteña 2290

Aguafuertes Colombianas (VI-VII)

Por R.J.B.

 

“Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva…” (VI)

 

 

Empate técnico”, indican las encuestas. Como nunca, los analistas son cautos y se refugian en ese 3% de margen de error que les ampara y absuelve de hipotéticos resbalones. Los sesudos politólogos -en especial los europeos- adoptan posturas convenientemente distantes e intentan posicionarse en el territorio inocuo de la objetividad. Se sabe, se trata de aquellos que eligen ser pasivamente objetivos y que analizan desde su zona de confort sin comprometerse jamás.

Por el contrario, sostengo que acá, en Colombia, hace falta mucho compromiso. En especial, por parte de los intelectuales -sean de aquí o no- y de todos aquellos que son capaces de entender que este país necesita un cambio verdadero.

Con todas sus peculiaridades y extravagancias, el ingeniero Hernández no deja de ser una versión más del pernicioso continuismo que ha signado la Historia colombiana.

 Como Trump, es directo y arteramente locuaz, su campaña es simplista y promete erradicar la corrupción. Al igual que lo hiciera Mujica en Uruguay, a menudo recurre a un lenguaje soez y promete que, en caso de ser electo, habrá de donar su sueldo a los más necesitados.

Más allá de toda esa demagogia de poca monta y de carecer de un programa de gobierno serio, lo concreto es que todo el espectro político conservador ha cerrado filas para apoyar su candidatura.

Al otro lado de la calle, Gustavo Petro simboliza ese cambio que una inmensa mayoría de colombianos -lo entiendan o no- precisan.

 Un cambio que humanice y acerque más a un estado semi ausente para mitigar así las condiciones de extrema pobreza y desamparo en las que tantos se ven obligados a vivir.

Como en toda elección, hay votos positivos y otros que son de signo negativo, que se emiten para impedir que uno de los contendientes pueda vencer.

 

Los votos de Petro son consistentes -o positivos- y provienen de individuos comprometidos con sus postulados. Por el contrario, la enorme mayoría de los que voten a Rodolfo Hernández lo harán para impedir que su rival acceda a la presidencia -por lo que es válido clasificar a esos sufragios como negativos-.

De arranque, entonces, es posible constatar una gran diferencia:el voto para Petro es constructivo y persigue una esperanza; en los de Hernández, en cambio, predominan el temor y el rechazo a un nuevo status quo.

Hace un par de días le dije a una fervorosa partidaria de Petro:“lo más conveniente para que el Pacto Histórico se alce con el triunfo es que llueva en toda Colombia.”

 Dicha afirmación se relaciona con lo que antes expuse y fundamentalmente, toma en consideración que no es obligatorio votar.

Llueva o no, pase lo que pase, los petristas concurrirán a las urnas -se trata de un voto joven, comprometido y responsable- y en cambio, los otros -o sea, los votos mayores o veteranos, negativos y mucho menos sólidos de Hernández- pueden claudicar ante eventuales dificultades.

El que no habla ya te respondió”, reza un refrán de la Costa colombiana.

 El mismo aplica para todos los iluminados de siempre -aludo principalmente a muchos connotados periodistas de cadenas internacionales o importantes medios de comunicación occidentales-, que eligen la cómoda caparazón de la “objetividad” pasando por alto verdades incuestionables en aras de continuar -a paso de tortuga- haciéndole los mandados a quienes les garantizan el bienestar.

 

Ricardo J Benelli

 

 

Otros silencios…(VII)

 

Atravesar todo el país hasta llegar a Santa Marta y sus aguas caribeñas. Dieciocho horas de viaje por rutas estrechas y sinuosas, entre selvas y montañas, apenas sirven para tener un pantallazo de esta Colombia profunda que no cesa de sorprender. Que no deja de palpitar ni otorga respiro al que intenta descubrirla.

En la medida en que el bus avanza con cautelosa lentitud, las curvas se suceden para regalarle a los ojos un verde laberinto de naturaleza alucinante. Todo impresiona en este paisaje prodigioso e intenso. Ríos vigorosos, abismales pendientes, cascadas que descienden desde las cumbres, en tanto que las nubes y los pájaros se disputan el silencio de las alturas.

Pero hay otros silencios -o soledades- que, casi milagrosamente, habitan esta geografía montaraz y cuyos rostros asoman en el camino.

Viven en villorrios por los que el tiempo y los gobiernos casi no pasan o en casitas humildes y solitarias, que cuelgan de las laderas, o en pueblos que surgen de la nada y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.

A veces, la distancia no se mide en kilómetros sino en indefensión y abandonos.

Estoy convencido de que éste es un estado para pocos y que son demasiados los colombianos para quienes se encuentra tan remoto como la galaxia de Andrómeda.

Ante tanta lejanía, toda lucha individual se torna despareja por más voluntad que se tenga.

En tales circunstancias, no hay sacrificio que alcance y ni siquiera alcanza el talante más berraco para hacer frente a las dificultades.    

A escasos siete días de la segunda y definitiva contienda electoral, los habitantes de Colombia tendrán que decidir si continuar con este modelo de estado elitista, distante y para pocos o uno que, al menos, intente desterrar las inequidades y se acerque a tantos millones de postergados.

 

Ricardo J. Benelli  

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