19.JUL.22 | PostaPorteña 2298

“Todavía No Hemos Comenzado Nada Serio En Ucrania”

Por Augusto Zamora Rodríguez

 

Esta frase la pronunció el presidente de Rusia, Vladimir Putin, el pasado 7 de julio, en una reunión con los dirigentes de todos los partidos del arco parlamentario ruso.

 

Augusto Zamora Rodríguez (Exembajador de Nicaragua en España. Autor de 'De Ucrania al mar de la China' Akal)
LA REPÚBLICA DE PÚBLICO 15 julio 2022

 

 

Según el presidente Putin, "Rusia aún no ha comenzado a mostrar de lo que es capaz en la operación militar especial en Ucrania... Todos deberían saber que, en general, todavía no hemos comenzado nada".

Alguno –o muchos- dirán que es una fanfarronada, pero, en un pasado artículo, nos preguntábamos por qué Rusia, que posee un gran volumen de efectivos y armamentos, mantenía una guerra light, de mínimos, en Ucrania.

Porque, aunque la propaganda atlantista exagere hasta el ridículo el despliegue militar ruso, este despliegue es mínimo en el conjunto de su poder militar. Tan mínimo, que ni los satélites-espía de EEUU han podido captar concentraciones de soldados, blindados o armamento rusos. Como dijera el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, "El potencial militar de Rusia es tan grande que ahora sólo se está utilizando una pequeña parte".

Las fotos de la columna que se acercó a Kiev podían engañar a los legos, pero no a nadie con un poco de entendederas. Salvo un loco o un ignorante de la cosa militar podía pensar que una columna de dos centenares de blindados y 40.000 soldados (dando por ciertas las cifras, que son de la OTAN) era suficiente para asaltar una ciudad de cuatro millones de habitantes. Aquello habría sido, posiblemente, una maniobra de distracción, para paralizar tropas en Kiev, mientras Rusia movía las suyas en el Donbass.

A favor de esta idea –no nuestra, sino de sesudos analistas militares- está el hecho de que, si hay un ejército en el mundo que sepa de operaciones militares masivas y asalto de grandes urbes, ese es el ejército ruso, heredero –no lo olviden- del Ejército Rojo, aquel que destrozó el poder militar nazi y tomo por asalto Berlín, en mayo de 1945.

Asaltar ciudades es costoso, difícil y sangriento, como lo supieron los soldados soviéticos cuando tomaban las ciudades alemanas. Infinitamente peor fue para los alemanes. "El 2 de abril [de 1945], la artillería soviética comenzó una descarga destinada a debilitar las defensas del enemigo en el centro de Konigsberg... El teniente superior de artillería Inozemtsev menciona en la entrada de su diario dedicada al 4 de abril sesenta proyectiles procedentes de su batería que habían reducido cierta construcción fortificada a ‘un montón de piedras’", recoge Antony Beevor en su excelente libro Berlín.

En otra parte del mismo relata: "En total, había unas noventa piezas de artillería, incluidos obuses de 152 y 203 milímetros y lanzadores de cohetes Katiusha, disparando sin tregua al Reichstag". Noventa piezas de artillería para un único edificio.

Sabiendo estos ‘detalles’, carecía de total lógica militar atacar Kiev sin que el asalto fuera precedido por bombardeos masivos, que redujeran a polvo la ciudad. Que Rusia no lo hiciera es muestra de que, en Moscú, no se quiere la destrucción de Ucrania.

Aquí, los únicos que la están provocando militan en el bando atlantista, con su cínica política de extender la guerra "hasta el último ucraniano". Inmoralidad en extracto.

Si uno piensa que Rusia, además de poseer unos 47.000 tanques y vehículos blindados, dispone de 14.252 piezas de artillería, debe creer las palabras del presidente Putin, de que Rusia, en Ucrania, no ha empezado nada realmente serio.

El uso masivo de artillería y blindados fue demoledoramente efectivo en la II Guerra Mundial contra el ejército nazi, que estaba infinitamente mejor armado, entrenado y motivado que lo que queda del ejército ucraniano. Que, pese a su abrumadora superioridad, Rusia mantenga unos niveles bajos de recursos militares debería ser motivo de meditación, no de jolgorio.

Bajemos ahora al presente, a este mes de julio de 2022 y a las razones que pudieron mover al presidente Putin a convocar a todos los líderes de los partidos parlamentarios para hablar de Ucrania.

En las circunstancias actuales, se habrá tratado de todo, menos de una reunión social. En esas mismas circunstancias, puede que la reunión haya sido para informarles del fin de una etapa en la ‘operación especial’ en Ucrania y del inicio de otra, quizás más contundente y masiva. Una nueva etapa en la que Rusia podría decidir "comenzar algo serio", que acelere la operación y, de esa forma, fuerce una negociación para poner fin –por ahora- a la guerra en las condiciones que desea Moscú.

Veamos. En la reunión con los parlamentarios, Putin afirmó lo siguiente: "No nos negamos a las negociaciones de paz, pero los que se niegan deben saber que cuanto más lejos [lleguemos], más difícil será para ellos negociar con nosotros".

"Hoy escuchamos que nos quieren derrotar en el campo de batalla. Bueno, ¿qué puedo decir? Que lo intenten", desafió Putin.

Haciendo una versión en román paladino, Putin sostuvo, uno, que la OTAN no quiere negociar con Rusia, pues su apuesta es ‘derrotar’ a Rusia en el campo militar.

Dos, que, en esa situación, Rusia seguirá tomando territorio ucraniano y, cuanto más territorio conquiste, más difícil será para la OTAN alcanzar un acuerdo con Rusia.

Tres, que si la OTAN quiere derrotar a Rusia, que lo intente. En otras palabras, que Rusia acepta el reto y que decidirá según determinen sus intereses. ¿A alguien se le ha ocurrido pensar que el reto a Rusia pueda ser la condena a muerte de Ucrania?

Dato importante es que Putin celebró una reunión en privado con el secretario del Partido Comunista de Rusia, Guenadi Ziuganov, de largo el más organizado y numeroso del país, después del partido Rusia Unida del propio presidente.

A pesar de todos los pesares, el PCR es el segundo partido del país y eso pesa. El hecho de la reunión es, cuando menos, curioso, dada la poca simpatía que profesa Putin a los comunistas.

Por eso mismo, que se hayan reunido en privado es revelador, pues, pensando mal (o bien), podría ser indicativo de que Putin –quizás- habría solicitado a Ziuganov el apoyo del PCR para cohesionar Rusia en caso de pasar a una fase bélica más dura en Ucrania. Otro dato a anotar: se ha anunciado una reunión urgente de la Duma para el 15 de julio.

Estos movimientos políticos internos encajarían en la idea de un salto cuantitativo y cualitativo en la guerra en Ucrania

. Si uno asume que la estrategia EEUU/OTAN es financiar de cuantas formas sea posible una guerra de desgaste que agote a Rusia, la respuesta lógica de Rusia sería responder con un cambio radical de estrategia, pasando de la guerra de mínimos a una guerra de máximos, que abrevie de forma contundente el conflicto y se traduzca en una derrota sin paliativos del régimen de Kiev.

Seguir el juego del atlantismo y dejar que se prolongue la guerra no es bueno para Rusia. Mucho menos lo es para Ucrania, convertida en un muñeco de baratillo por la EEUU/OTAN.

 

Augusto Zamora

Ex embajador de Nicaragua en España, es profesor de Derecho internacional público y Relaciones internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Es, asimismo, profesor en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, además de profesor invitado en distintas universidades de Europa y América Latina. Fue director jurídico del Ministerio del Exterior y jefe de gabinete del ministro del Exterior de 1979 hasta 1990. Formó parte del equipo negociador de Nicaragua en los procesos de paz de Contadora y Esquipulas, desde su inicio hasta la derrota electoral del sandinismo. Abogado de Nicaragua en el caso contra EEUU en la Corte Internacional de Justicia, ha participado en numerosas misiones diplomáticas. Miembro de número de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, ha colaborado en el diario "El Mundo" y en otros medios de prensa en España e Iberoamérica desde hace más de una década. Entre sus obras cabe destacar "El futuro de Nicaragua" (1995; 2. ª Edición aumentada, 2001), "Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua2 (1999), "El derrumbamiento del Orden Mundial" (2002) y "La paz burlada. Los procesos de paz de Contadora y Esquipulas" (2006).


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