22.AGO.22 | PostaPorteña 2304

¿Casi no quedan obreros?

Por ASTARITA

 

En un artículo publicado en La Nación, el 19 de agosto, -“Sin plan de estabilización ni condiciones políticas para aplicarlo”- Sergio Berensztein afirmó que, dado “el avance de la revolución digital, la robotización y la inteligencia artificial”, en el capitalismo contemporáneo “casi no quedan obreros”.

 

Rolando Astarita 20 ago 2022

 

De manera que el cuerpo teórico, político y programático del socialismo “casi” no tendría más razón de ser. Y dirigentes sindicales o sociales (como Belliboni, del Polo Obrero, blanco del ataque de Berensztein en la nota citada) expresarían los intereses de conjuntos “casi” vacíos. En lo que sigue presento algunos argumentos y datos que van en contra de lo que afirma el reputado articulista de La Nación.

Clase obrera y trabajo asalariado

Empecemos precisando que en la teoría marxista las clases sociales se definen a partir de la relación de propiedad, o no propiedad, de los medios de producción y la fuerza de trabajo. Por eso este enfoque ubica en el centro del análisis a la relación capital-trabajo asalariado, y como tal la considera básica para el análisis de clase.

O sea, no es el ingreso monetario, o el nivel educativo, los que determinan la pertenencia de clase, sino las relaciones de producción y cambio entre grandes grupos sociales, mediadas por la propiedad privada.

Pero por esto mismo, esa relación de explotación, esencial, no se altera por el hecho de que el trabajo se ejecute en la industria, en el agro o en el comercio; porque sea manual o intelectual; ni porque el obrero se vista “de cuello azul o cuello blanco”.

De la misma manera que la pertenencia a la clase capitalista no se define por si el individuo es propietario de capital industrial, agrario, financiero, comercial, o de cualquier otro tipo. De aquí que la explotación del trabajo industrial abarca a todo el colectivo laboral subsumido bajo la relación capitalista. Engloba, además de los obreros manuales, a técnicos, ingenieros y demás personal calificado involucrado en la producción; y a los empleados administrativos. Frente al capital este colectivo, que vende su fuerza de trabajo y es explotado, es clase obrera.

Con criterio similar, decimos entonces que pertenecen al colectivo laboral los trabajadores asalariados del transporte; los que están empleados en servicios (por ejemplo, un médico que es asalariado en una hospital privado genera plusvalía); los trabajadores rurales contratados por los capitalistas; los asalariados en la construcción; los empleados por el capital comercial, sea mercantil o bancario.

También los trabajadores asalariados en las ramas dedicadas a las tecnologías informáticas, comunicacionales o en inteligencia artificial.

Todos ellos integran la clase obrera desde el momento en que venden su fuerza de trabajo y generan plusvalía, o trabajan en su realización (como los empleados de comercio).

Agreguemos todavía a los asalariados del Estado que no generan plusvalía pero venden su fuerza de trabajo y participan de la reproducción de las condiciones objetivas (ejemplo, infraestructura) y subjetivas (ejemplos, sanidad y educación) necesarias al funcionamiento del capital. Y a todo esto hay que sumar los desocupados, esa parte de la clase obrera que conforma el “ejército industrial de reserva”.

En fin, antes de hablar ligeramente de la desaparición (o “casi” desaparición) del obrero es preciso clarificar las categorías teóricas.

Datos sobre el régimen asalariado global

Veamos ahora algunos datos.

Según la OIT (ILO por sus siglas en inglés) en 2018, a nivel global, había 3.300 millones de personas ocupadas. De ese total, los empleadores representaban el 3% y los asalariados el 52%. Los trabajadores por cuenta propia sumaban el 34% y los que contribuyen con la familia (informales, generalmente en la pobreza) el 11% restante. Por otro lado, había 172 millones de desocupados, y 140 millones conformaban una fuerza laboral potencial (ILO World Employment and Social Outlook: Trends 2019).

Subrayamos: el 52% de los trabajadores empleados eran asalariados. La relación del trabajo asalariado es dominante. Además, el 40% de esos asalariados estaba en la informalidad. Muchos de ellos se encontraban entre el 55% de la población carente de cualquier forma de protección social. Y más de un cuarto de los trabajadores en los países de ingresos bajos y medios vivían en la pobreza extrema o moderada (menos de US$3,2 por día en términos de paridad de poder de compra).

¿Cómo se puede afirmar que el obrero “casi” ha desaparecido? ¿Y que los dirigentes gremiales o sociales representan categorías “casi” vacías?

¿O que la discusión sobre la situación obrera hay que relegarla a asambleas estudiantiles de hace medio siglo? (estúpida chicana de Berensztein en el artículo citado)

. ¿Con qué derecho, además, niega representatividad a dirigentes y organizaciones que dan batalla por mejorar, al menos en algo, la penosa situación de los millones (¿otro “casi nada”?) de desempleados?

Agreguemos que las cifras anteriores se ubican en el aumento tendencial de los trabajadores empleados: siempre a nivel global, en 1990 había 2.320 millones; en 2000 eran 2750 millones; en 2021 fueron 3450 millones (World Bank).

Pregunta elemental: ¿cómo encaja este aumento en la sentencia “hoy casi no hay obreros”?

Precisemos por otra parte, que en esa tendencia al aumento del empleo sí se registra una reducción del trabajo rural. Por ejemplo, en EEUU el empleo agrícola en 1900 representaba el 41% del total de empleos, mientras que en la actualidad comprende a solo el 2% de los trabajadores (US Department of Agriculture). En otros países adelantados la tendencia fue similar, aunque más atenuada. Por caso, en la Unión Europea pasó del 11% del total del empleo en 1991 al 4% en 2019 (World Bank).

Pero incluso en los países atrasados y dependientes disminuyó el empleo rural. Entre los de ingresos bajos y medios, su participación en el total del empleo pasó del 53% en 1991 al 32% en 2016 (World Bank). En contrapartida, aumentaron las poblaciones urbanas y el trabajo asalariado urbano. Pero esto no significa que el obrero esté desapareciendo. Por el contrario, disminuyó el número de pequeñas propiedades agrarias y aumentó la proporción de la población que depende totalmente de un ingreso salarial para sobrevivir.

Por eso podemos decir que la relación de clase se hizo, si se quiere, más “pura”.

Datos sobre el empleo industrial

Alguien podría argumentar, sin embargo, que lo que quiso decir Berensztein es que el obrero industrial “casi” ha desaparecido. Pero esto tampoco es verdad. En lo que sigue nos basamos en un informe del Banco Mundial, de 2019.

Comienza reconociendo que el empleo industrial disminuyó en muchas economías de altos ingresos en las dos últimas décadas. Portugal, Singapur y España están entre los países en que la participación del empleo industrial ha caído 10% o más desde 1991.

Sin embargo, en el resto del mundo la participación del empleo industrial ha permanecido estable.

En los países de bajos ingresos la proporción del empleo en la industria entre 1991 y 2017 se mantuvo en alrededor del 10%. En naciones de ingresos altos y medios, la participación también se mantuvo estable, en aproximadamente el 23%.

Y en los países con ingresos menores y medios aumentó la proporción del sector industrial en el total del empleo: pasó del 16% en 1991 al 19% en 2017. Algunos ejemplos: en Vietnam subió del 9% en 1991 al 25% en 1917. En la República Democrática de Laos, en el mismo período, pasó del 3% al 10%. Señala el BM: “… el empleo industrial en el Este de Asia continúa aumentando, mientras que en otros países en desarrollo es estable”.

También registra que a pesar de la mejora en las regulaciones ocurridas en las dos últimas décadas, la participación de trabajadores informales llega al 90% en algunas “economías emergentes”. De conjunto, aproximadamente dos tercios de la fuerza laboral de esas economías es informal. “La informalidad ha permanecido notablemente estable a pesar del crecimiento económico y la cambiante naturaleza del trabajo” (“The Changing Nature of Work”, World Development Report, World Banking Group, 2019).

Para complementar, señalamos que en China, en 2018, había casi 400.000 empresas industriales. En 2020 el número de personas empleadas en la manufactura llegaba a 121 millones; y 67,6 millones estaban en la construcción (OIT). ¿Esto es”casi nada”? En India, en 2015, la clase obrera industrial más los trabajadores en la construcción y actividades energéticas sumaban 260 millones de personas (OIT).

¿De nuevo”casi nada”? Todo esto, por supuesto, acompañando a un cada vez más extendido empleo de tecnologías informáticas y computacionales. Pero... ¿no era que estas tecnologías habían “casi” desaparecido al obrero?  

En definitiva, la afirmación de Sergio Berensztein (que comparten muchos) no tiene asidero. No hay manera de afirmar que “el obrero ha desaparecido”. Sencillamente, no es cierto. No hay maniobra dialéctica que pueda ocultar la realidad del trabajo asalariado global.

Es llamativo, sin embargo, cómo disparates de este tenor son publicados en los medios, y reproducidos acríticamente hasta conformar un “sentido común” carente de cualquier sustento empírico y teórico.


Comunicate