15.SEP.22 | PostaPorteña 2309

La tesis “Fascismo en Ascenso en Argentina”

Por ASTARITA

 

Martes 6 de septiembre, cartel del Nuevo MAS en una Universidad del conurbano bonaerense: “A los fachos se los combate en las calles. También al ajuste de Massa”

El mensaje de fondo: hubo un atentado de tipo fascista (de “alcance histórico”) contra CFK. Es urgente “responder al fascismo en la calle”. De ahí la participación del N. MAS en el acto convocado por el Gobierno el 2 de septiembre.

 

Rolando Astarita 8 sept. 2022

 

Como ya señalé en la nota anterior (aquí), estamos ante un grosero error de análisis y político, ya que ningún sector significativo de la clase dominante tiene como objetivo, en un futuro más o menos inmediato, establecer un régimen fascista en Argentina.

A fin de brindar elementos para el análisis, repasemos un momento qué significó históricamente el fascismo.

 

El fascismo en Italia de los 1920

 

En este apartado me baso en C. N. Svidler, Revolución y contrarrevolución en Italia y Alemania (1914-1923), vol. 2, Buenos Aires, 1919. No voy a hacer mención a los debates sobre el frente único y otras cuestiones de táctica y estrategia. El punto ahora es comprender qué es el fascismo, o un régimen fascista.

El fascismo italiano surgió en marzo de 1919 “formando escuadras de choque contra el movimiento obrero. Estas formaciones paramilitares atacaban todas las bases de sustentación (políticas y económicas) de la clase obrera” (p. 455). Más tarde, en el otoño de 1921, y con el reflujo del proletariado pos ocupaciones de fábrica, el movimiento fascista y sus escuadras desencadenaron una gran ofensiva. Era la continuación de la acción anti-proletaria del Estado.

Fue una ofensiva contra las organizaciones obreras (sindicatos, cooperativas, periódicos comunistas y socialistas, sedes de los partidos con base obrera y municipios controlados por los socialistas). “Solo en el primer semestre de 1921 fueron destruidos 17 periódicos obreros, 59 Casas del Pueblo socialistas, 119 Cameras del Lavoro, 83 sedes de ligas campesinas y 141 sedes de o partidos obreros” (p. 452).

Escribe Svidler: “El Partido fascista (fundado en noviembre de 1921) se volverá tendencialmente el partido único y centralizado de la burguesía italiana. … en sus inicios las escuadras fascistas fueron exclusivamente grupos paramilitares anti proletarios (apoyados y financiados por la banca, la Cofindustria y los grandes capitalistas agrarios) que movilizaron e integraron amplios sectores burgueses, grandes fracciones de la pequeña burguesía inmersa en la crisis de la posguerra (comerciantes, pequeño patronos industriales y agrícolas, intelectuales, profesionales, funcionarios y estudiantes) y a sectores desclasados de lumpen proletarios” (ibid.). 

Entre abril y mayo de 1922 el número de afiliados del Partido Nacional Fascista aumentó de 220.200 a 322.300 y sus seccionales de 1381 a 2124. También organizó sus sindicatos, que contaban con 500.000 afiliados. Decenas de miles de trabajadores agrícolas fueron obligados a adherir al partido “como único modo de conseguir trabajo en las zonas agrarias devastadas por la violencia contrarrevolucionaria. El fascismo tenía el viento en popa y a partir de allí comenzó a plantearse la conquista del poder” (p. 609).

En mayo de 1922 el fascismo lanzó una ofensiva en Ferrara y Boloña “para terminar con la resistencia obrera en la región e imponer la contratación de rompehuelgas”. Incluso incursionó en Roma en medio de una huelga general proclamada por la Alianza del Trabajo, y se enfrentó con los Comités de defensa proletaria y las formaciones comunistas. Para ese entonces el PNF había logrado imponerse en las zonas agrícolas, pero no todavía en las grandes regiones industriales, Turín, Milán, Génova, ni en Roma. En esas ciudades la resistencia obrera a las camisas negras todavía era fuerte. 

La ofensiva fascista en los centros industriales fue a la par de la ofensiva patronal.

Entre junio y julio de 1922 hubo luchas obreras –con centro en los metalúrgicos- en resistencia al intento patronal de bajar salarios y atacar el principio mismo del convenio colectivo. Esta resistencia finalmente fue vencida, y la ofensiva fascista alcanzó nuevos picos en julio, cuando logró cercar a las principales ciudades industriales. “Se trataba de operaciones militares en gran estilo, con un vasto despliegue de hombres y escuadras, en un ambiente de guerra civil.

En todas partes las autoridades del Estado favorecían el éxito de estas operaciones… proporcionando a los fascistas el material o cobertura necesarios, o incluso interviniendo en apoyo de sus movilizaciones. Estas operaciones, a diferencia de los meses anteriores, chocaron sin embargo (especialmente en el Norte) con una fuerte resistencia popular” (p. 610; énfasis nuestro). El reformismo sindical, sin embargo, prácticamente no ofreció resistencia. En ese momento “las masas estaban claramente en retirada, tratando por todos los medios de detener la ofensiva burguesa” (ibid.).

“… desde hacía 18 meses el proletariado había sufrido derrota tras derrota. No solo en el terreno de las luchas sindicales, sino también en el terreno del enfrentamiento armado con el fascismo, el que destruía sistemáticamente sus organizaciones de masas (sindicatos, ligas agrarias, Camere del Lavoro), asesinaba o desterraba sus dirigentes, expulsaba de las municipalidades a sus representantes políticos, destruía sus sedes partidarias y sus órganos de prensa y gozaba de una impunidad casi total con la complicidad y el apoyo de los órganos estatales” (pp. 614-5). También: “Se calcula que de 1917 a 1922 los fascistas, la Guardia Reggia, los militares y carabineros mataron cerca de 6000 proletarios y los heridos fueron decenas de miles. De los 6000 asesinatos la mitad fueron víctimas de los fascistas y la otra mitad lo fueron por la represión estatal. En1920 la fuerza pública sola mató a 2500 antifascistas, mientras que en 1921 fueron atribuidos al fascismo 2000 muertes y 40.000 heridos” (p. 511).    

Trotsky sobre el fascismo

En relación con el apartado anterior conviene refrescar la crítica de Trotsky al stalinismo, cuando identificaba a la socialdemocracia y a partidos de la democracia burguesa como “fascistas”

Lo central: el fascismo no es un sistema más de represión, que es propio de cualquier democracia capitalista, sino un sistema específico destinado al aplastamiento de la clase obrera.

Por eso surge en períodos de crisis y extraordinaria exacerbación de la lucha de clases. Los pasajes que siguen los tomamos de La lucha contra el fascismo, Barcelona 1980, Fontamara.

“El fascismo no es solamente un sistema de represión, violencia y terror policíaco. El fascismo es un sistema particular de Estado basado en la extirpación de todos los elementos de la democracia proletaria en la democracia burguesa. La tarea del fascismo no es solamente destruir a la vanguardia comunista, sino también mantener a toda la clase en una situación de atomización forzada. Para esto no basta con exterminar físicamente a la capa más revolucionaria de los obreros. Hay que apastar todas las organizaciones libres e independientes, destruir todas las bases de apoyo del proletariado y aniquilar los resultados de tres cuartos de siglo de trabajo de la socialdemocracia y los sindicatos” (p. 89).

También: “… la esencia y el papel del fascismo consisten en liquidar completamente todas las organizaciones obreras e impedir todo renacimiento de las mismas. En la sociedad capitalista desarrollada este objetivo no puede ser alcanzado por los simples medios policiales. La única vía para conseguirlo consiste en oponer a la presión del proletariado… la presión de las masas pequeñoburguesas abocadas a la desesperación” (p. 99). De ahí la política que recomendaba Trotsky de unidad de acción con fuerzas de la democracia burguesa para enfrentar al fascismo.

En Argentina

No hay forma de sostener que en Argentina estamos ante un ascenso del fascismo.  Ni siquiera se puede decir que los grupos fachos o nazis tengan la fuerza que tienen en EEUU o Alemania (y los regímenes en estos países no son fascistas, o nazis).

Los gobiernos que se sucedieron en Argentina desde 1983 no fueron fascistas. El Pro o Cambiemos no son fascistas. Más del 90% del electorado vota partidos enemigos del socialismo, pero que no son fascistas.

Tampoco es indicio de ascenso del fascismo el hecho de que el Gobierno recorte de los planes sociales, o que la oposición burguesa los cuestione. Este tipo de medidas son propias en cualquier democracia capitalista (que no deja de ser una dictadura de clase). Menos todavía se puede sostener que los juicios en los que CFK está acusada de corrupción sean acciones fascistas. No estamos ante Georgi Dimitrov enfrentando al tribunal nazi por el incendio del Reichstag. Es necesario parar con los disparates.

Por otra parte, los grupos nazis y fascistas son más bien limitados. Hace años hubo, en la ciudad de Buenos Aires, varios enfrentamientos entre skinheads y anarco-punks, pero fueron marginales. No puede hablarse de una exacerbación de la lucha de clases que dé lugar a una respuesta fascista en ascenso. Los neonazis no están avanzando en el control de las calles en Argentina. Tampoco están atacando militarmente a las organizaciones obreras, populares o de izquierda.

El régimen represivo imperante está dentro del promedio de una democracia burguesa de un país subdesarrollado, bajo dominio normal de la burguesía. Entre esto que tenemos y el fascismo (o el nazismo) hay una distancia que no se puede desconocer.

En los análisis hay que tener un cierto sentido de las proporciones (por eso de la ley dialéctica de la cantidad y cualidad). Sostener que uno de los principales problemas que enfrentan hoy la clase obrera y las organizaciones de izquierda es el fascismo en ascenso, es desorientador.

Por supuesto, sirve para justificar, con palabrerío izquierdista, la participación del Nuevo MAS en el acto de apoyo al Gobierno (¿algo así como ‘con el acto le ganamos las calles a los fascistas’?). Y también le sienta al K izquierdismo (Macri y compañía vestidos con trajes nazis) para presentar al ajuste de Massa como “el mal menor” y digno de apoyo (crítico, pero apoyo). Pero estos son relatos sin fundamento empírico, teórico o histórico.

Insistimos: una caracterización correcta del régimen político y de las fuerzas enfrentadas es lo básico para la lucha por la independencia de clase. Y la tesis “en Argentina el fascismo se ha convertido en una amenaza de primer nivel y urgente” no ayuda a eso.


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