20.SEP.22 | PostaPorteña 2310

Nuestro Rivera y la buena Reina Elizabeth, dos funerales memorables

Por Marcelo Marchese

 

Rivera muere al ser elegido por tercera vez presidente de nuestra República, aunque él mismo había dicho, si mal no recuerdo, refiriéndose a la Constitución “si ese librito molesta, lo quemamos”, cosa la cual no es criticable, pues esa constitución nada tenía que ver con el País real.

El asunto es que muere en la frontera, y en pleno verano, y había que transportarlo a Montevideo en carreta, y según las gentes de aquella época, era más rápido cruzar en barco a Europa que atravesar la República en carreta, por lo que, habida cuenta que aquella gente era bárbara pero no tonta, decidieron, para que el cuerpo llegara en las más ópticas condiciones, embutirlo en una barrica y llenarlo de caña.

¡Brillante decisión de algún jefazo!

Ahora, en ocasiones los más brillantes planes fracasan por obra de los que deben ejecutarlos. Quiso el destino que los bravíos orientales no soportaran la sed y que fueran en compensación muy afectos al alcohol, por lo que se fueron bebiendo un elixir de gran caudillo, una especie de licor de Rivera, y no puedo asegurar en qué estado llegó nuestro prohombre a la capital, pues los libros de historia no lo dicen, cosa que me serviría infinito, pues la verdad sería exactamente la contraria de lo que los libros dijeran.

Resulta que murió la reina Elizabeth, que fue reina pues los banqueros borraron del cargo a su tío y lo mandaron al caribe, precisamente a un lugar donde hay mucho calor y mucha caña, o ron, pues el tío no quería la guerra que sí o sí había que desatar en Europa (business is business)

Luego de un largo reinado donde hubo de acudir a innumerables cocktails y desfiles, una señora que a la hora de amonestar a sus nietas sobre las cosas de la vida, uno la supone un amor, a la vieja señora le tocó ver las lechugas desde abajo.

Ahora, una solidaridad invisible une una provincia desgajada de su País por Inglaterra, con la misma Inglaterra, una invisible solidaridad que siempre está enhebrada por la realeza, pues, como se sabe, el bueno de Lord Ponsonby, creador de esto, vino acá pues fue agarrado imprudentemente en la cama de una amante del rey (la Historia gusta de estos juegos, igual que los lores y las prostitutas finas)

Isabel estiró la pata hace diez días, pero no pudo ser embutida en su cajón de pino y mandada allá abajo para que por fin los dejara en paz y pudiera cada cuál casarse con quién quisiera, pues los ingleses son bien flemáticos y prudentes ¡Diez días preparando la ceremonia mortuoria!

 No lo voy a afirmar, ya que no soy un poeta que suelta su magín, como recientemente me acusó mi amiga Alma, sino un historiador que va a los hechos, y los hechos es que acá, o en Inglaterra, un cadáver al fresco, en diez días ¡huele peor que los muertos!

Estoy seguro que alguien, en atención a las miles de personas que debían acompañar a la madre reina, decidió una de dos: embalsamarla, tal cual se hacía con los faraones, o meterla en un freezer hasta la hora del entierro.

En atención a las pesadillas horribles que hubieran perseguido al embalsamador toda la vida, estoy seguro que decidieron meterla en un freezer de un pub cualquiera, a la espera de este funeral que ha conmovido al mundo.

¡Larga vida a la institución real!

(Odio los separatismos, soy partidario de mantener las unidades nacionales lo más firmemente posible, pues nos están balcanizando los banqueros para dominarnos, ahora, no voy a olvidar a William Wallace, que los ingleses, tras arrastrarlo atado a un carro por el empedrado de Londres, lo castraron, le abrieron el cuerpo para sacarle las vísceras, lo descuartizaron y enviaron sus miembros a las ciudades que había asolado. William Wallace era un crack y aquellos reyes, unos cochinos, y actualmente, unos esclavos de otros cerdos, en vez de ser el símbolo de sus naciones)

Al parecer, hemos vivido un invierno muy frío, y eso que estamos viviendo en plena era de calentamiento global. Lo curioso es que los expertos calentamentistas dicen que este gran frío se debió al calentamiento global, por lo que tenemos un calentamiento global tan perverso, que enfría al planeta.

Mientras tanto, pensemos con nuestras propias cabezas ¿Dónde hay más plantas, más animales, más todo, en el ecuador o en los polos?

 Llegada a esta simple conclusión, habida cuenta de quién financia el discurso del calentamiento global, y habida cuenta de sus consecuencias: la ruina de los productores rurales familiares, yo diría que tengas cuidado, no sea cosa que te des otra dosis anti calentamiento global y quedes sobre las baldosas, temblando y con la lengua para afuera.

Al parecer, Gracián llamó a las estrellas como “las gallinas de los prados celestiales”. Sospecho que ni aun reuniendo toda la fuerza de voluntad que precisaron las mayores maldades del mundo, se le hubiera ocurrido cosa más grotesca.

Marcelo Marchese

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