09.OCT.22 | PostaPorteña 2313

BRASIL DECIME QUÉ TENÉS EN MENTE

Por varios/posta

 

Desde San Pablo, nuestros enviados resumen sus impresiones sobre la agónica jornada electoral que ayer vivió Brasil. ¿Cómo hay que leer los resultados y qué hará Lula para ganar el balotaje? ¿Por qué el bolsonarismo logró sorprender en las categorías a gobernadores y parlamentarias? ¿Y qué nos dice esta primera vuelta sobre la gobernabilidad que viene?

 

MARCO TERUGGI - MARIO SANTUCHO - Revista Crisis 3/10/22

 

Lula estuvo cerca, pero no alcanzó. El 48,43% del domingo a la noche tuvo sabor a victoria amarga en el bunker del Novotel, ubicado en el centro de São Paulo. La ilusión de sus seguidores, sostenida en las encuestadoras de los grandes medios de comunicación, era lograr el batacazo de una victoria en primera vuelta con más de 50%, algo nunca antes logrado por Lula.

La militancia progresista y de izquierda vivió anoche un vertiginoso cambio en los estados de ánimo: desde las 17:30 cuando comenzaron a llegar los primeros cómputos cundió el pánico porque Bolsonaro encabezaba el conteo; recién a las 20 horas y con el 70% de los votos escrutados Lula pasó al frente y entonces se desató un nervioso grito liberador; pero en los festejos que se organizaron en la avenida Paulista y sobre todo a la hora del fin de fiesta primó cierta desazón. Sobre todo por lo que arrojaban los guarismos en el resto de las categorías sufragadas –gobernaciones, senadores y diputados federales– donde la performance bolsonarista fue sorprendente.

Y, sin embargo, no estuvo lejos. Lula necesita ahora unos 1,8 millones de votos más para ganar el próximo 30 de octubre. Y si bien es muy posible que sea el próximo presidente de Brasil, Bolsonaro se metió en la discusión del balotaje con 43,20%.

El voto oculto que no registraban las encuestadoras finalmente ocurrió y fue a favor del actual mandatario.

A juzgar por nuestras propias encuestas presenciales en el segmento de los conductores de Uber, la vigencia del bolsonarismo en São Paulo (ciudad en la que 67 mil personas viven en la calle) es alta y allí el candidato de la derecha le ganó a Lula con el 47,71% contra 40,89%.

Al contrario de lo que anunciaban las pesquisas, el aspirante a la gobernación por el Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, quedó segundo con 35,70% de votos frente al 42,32% del derechista Tarcisio de Freitas. En la estratégica disputa por Senador nacional descolló una figura un tanto bizarra, la del astronauta Marcos Pontes, quien arrasó contra el candidato apoyado por Lula, el centrista Márcio França.

No todo fue negativo en el estado: Guillermo Boulos, del PSOL, resultó el diputado más electo con más de un millón de votos, mientras que Eduardo Bolsonaro quedó tercero. En Brasilia y Río de Janeiro el triunfo bolsonarista también fue inapelable consolidando el primado de la derecha en las principales ciudades del país.

El mapa de los estados grafica una división geográfica del país ya marcada en la contienda del 2018: el noroeste, nordeste y parte del este a favor del PT; el sur y el centro oeste, corazón del agronegocio, favorables a Bolsonaro.

Esta cartografía plantea algunas excepciones como el estado Roraima, fronterizo con Venezuela, marcado por la inmigración, donde Bolsonaro obtuvo 69,75% de los votos. El triunfo del candidato opositor se explica en gran medida por la diferencia que obtuvo en Bahía, donde su ventaja fue de casi 4 millones de votos.

BOLSONARO NO CAYÓ DEL CIELO

Bolsonaro tiene un piso alto y un techo bajo. Esa fue la fórmula con la cual se caracterizó su naturaleza electoral. Lo primero resultó cierto, ya que el presidente logró conservar un apoyo por encima del 30% durante todo su mandato, a pesar de las sucesivas crisis sanitarias, políticas e institucionales. En cierto modo, la creación de conflicto y la búsqueda permanente de antagonistas cohesionó y movilizó a quienes lo respaldaban “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”, dijo Donald Trump años atrás y lo mismo podría afirmar “el Trump brasileño” cambiando el nombre de la calle. 

El límite del bolsonarismo, según los análisis, consistía en trascender ese tercio intenso que lo acompañaría incluso a tirarse por el precipicio. Pero el presidente aumentó en casi dos millones de electores el resultado obtenido en la primera vuelta del 2018 contra Haddad. Y sin moderarse.

Ahora bien, la verdadera revelación fue constatar la pregnancia y extensión del bolsonarismo como fuerza política a nivel federal y en las grandes ciudades.

De los 27 estados el resultado para Bolsonaro fue favorable en 14, y de los 15 donde hubo ganadores en primera vuelta nueve son aliados del presidente y seis están junto a Lula.

El resultado en diputados también fue destacado: el Partido Liberal (PL) quedaría con 99 escaños de 513 en lugar de los 76 que tenía, siendo la mejor elección de un partido desde 1998; contra 68 del PT, que con los partidos aliados llegan a 80, 12 más de lo que ya tenían.

La gran sorpresa fue en el Senado donde el PL tendrá 14 de los 81 curules, la bancada más numerosa.

En resumen, el bolsonarismo se afianzó en el legislativo y en alianza con los otros partidos de derecha representa ahora el 53% de ambas Cámaras.

¿Cómo puede haber crecido la extrema derecha brasileña luego del mandato de Bolsonaro, que incluyó a la pandemia y la guerra en Ucrania?

Trump también amplió su caudal de votos en la elección del 2020 a pesar de su derrota y es muy posible que obtenga un buen resultado en las próximas elecciones de medio término que se realizarán el 8 de noviembre.

 Pero lo más importante es que algo se mueve en aguas profundas de la sociedad, y atraviesa las distintas capas sociales. Bolsonaro no es únicamente el producto de cálculos políticos que encontraron su eficacia en el río revuelto de la crisis iniciada en 2013, sino que expresa imaginarios arraigados en sectores conservadores y desamparados que se extienden en tiempos de descomposición, miedos y frustraciones. Bolsonaro no cayó del cielo. 

LULA VUELVE

El líder del PT logró 26 millones de votos más que en la primera vuelta del 2018, cuando Haddad alcanzó 29,28% y él mismo estaba preso en la cárcel de Curitiba. Visto en perspectiva se trató de su segundo mejor desempeño, apenas unas décimas por debajo del 48,61% que alcanzó en 2006 cuando venció a su hoy compañero de fórmula Geraldo Alckmin.

El horizonte del 50% está al alcance de la mano y el 1 de enero podría volver al Planalto, luego de haber sido defenestrado por medios de comunicación y partidos que hoy lo apoyan, y hasta encarcelado por un poder judicial que pretendió proscribirlo. 

¿Dónde irá a buscar votos y con qué mensaje?

Sus primeras señales fueron de optimismo y nuevamente está “encampañado”. Una parte podría estar en el 21% de abstención, número alto para Brasil.

Durante hoy lunes aparecieron otros signos que habilitan una lectura más esperanzada del resultado, enfatizando el ingreso de numerosos candidatos provenientes de los movimientos populares a los parlamentos federales y estaduales.

No cabe duda que el crecimiento en cierto modo simétrico de la derecha y la izquierda tiene como principal víctima al viejo centro político que pergeñó la hoy agonizante Sexta República. 

Lograr una victoria en primera vuelta hubiera sido doblemente importante para las fuerzas progresistas. Por el peso de la derrota para el actual mandatario y su proyección política a futuro, y por la poderosa inyección de legitimidad para Lula y el gobierno que encabezará si efectivamente gana.

Ahora tendrá que negociar con Simone Tebet y Ciro Gomes, segunda y tercero respectivamente, quienes pedirán algo a cambio. Pero sobre todo, la composición del poder Legislativo pondrá al probable gobierno de Lula ante la obligación de realizar un complejo ejercicio de alianzas y componendas.

Esto se suma a la ya heterogénea coalición con la cual Lula llegó a la campaña, que abarca desde los actores que encabezaron el impeachment contra Dilma Rousseff hasta el Movimiento Sin Tierra que encabezó el aguante frente a la cárcel de Curitiba.

Lula decidió ocupar un amplio espectro que va desde la izquierda hasta el centro con la convicción de poder conducir fuerzas heterogéneas. Nada nuevo para él que es un especialista, aunque cada vez las condiciones son más volátiles. 

El argumento político de esta operación es la defensa de la democracia contra el autoritarismo.

La paradoja es que esa democracia a conservar está siendo vaciada por poderes decididos a mantener sus privilegios. Por eso, si el objetivo consiste en derrotar al bolsonarismo no alcanza con ganar las elecciones.

Lula deberá solucionar los acuciantes problemas sociales que provocan el malestar del que se alimenta hoy la ultraderecha. Bolsonaro lo sabe y por eso su primera medida para el balotaje consiste en repartir dinero entre los más desfavorecidos

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Brasil, o la expresión del proceso de decadencia final del populismo latinoamericano

 

Por Damián Quevedo Convergencia Socialista 5/10/22

 

Las elecciones en Brasil fueron una sorpresa para muchos, sobre todo para los sectores progresistas y buena parte de la izquierda que se reivindica trotskista o revolucionaria, que esperaba un triunfo en primera vuelta del candidato del PT. Ahora, esos sectores de izquierda se aprestan a apoyar “críticamente” a Lula da Silva, agitando el peligro del “fascismo” bolsonarista.

Este último, que deja al país sumergido en una gran crisis económica, está más cerca de expresar -con cierta distancia- lo mismo que Trump en EE.UU., Meloni en Italia, Milei en Argentina y otros bizarros personajes. Esta gente aprovecha la creciente tendencia a rechazar a los políticos tradicionales, una dinámica que mina las bases sobre las que se sustentan los regímenes democrático burgueses.    

Esta tendencia generalizada, que años atrás era representada por la izquierda revolucionaria, hoy está siendo canalizada -en los procesos electorales- por candidatos o partidos, liberales en lo económico y fuertemente conservadores en el plano político.

Parte de ese discurso -histriónico y agresivo- fue el que sostuvo Jair Bolsonaro durante la pandemia, rechazando algunas de las políticas de la OMS, lo cual le valió simpatías en el movimiento de masas que rechazó encierros y pases sanitarios.  

En ese plano, el PT y Lula son vistos -por una gran parte de la población- como el partido del orden, contrariamente a lo que sostienen los relatos, tanto desde el populismo como desde las filas del Bolsonarismo. ¡Sin embargo, más allá de los discursos y las formas, ambos representan o buscan representar a la misma clase social, los capitalistas más concentrados del planeta y de su país!  

El PT hizo una alianza entre los más pobres y los súper ricos. Los millonarios ganaron plata como jamás habían ganado antes, porque no se alteró su stock de riquezas ni su renta. Y los más pobres crecieron mucho gracias a la transferencia de ingresos que tenía como fuente a los impuestos que salían de las capas medias [2]  

En este marco, a diferencia de sus inicios, el Partido de los Trabajadores perdió su anclaje en la clase obrera. Ya no tiene dirigentes que vivan en las mismas condiciones que la mayoría de los trabajadores y trabajadoras de Brasil y su política, desde que comenzó a ganar elecciones, no es otra que la de garantizar las ganancias de los grandes monopolios, locales y extranjeros.  

Los votos a Lula provienen, centralmente, de las capas medias progresistas y las poblaciones más empobrecidas, aunque menos proletarias del norte del Brasil.

La pequeño burguesía progre, igual que casi toda la izquierda, se asusta de los dichos de Bolsonaro, aunque olvidan que fueron Lula y Dilma quienes militarizaron las favelas y no tuvieron ningún empacho en reprimir a los trabajadores que decían representar.

Probablemente Lula termine triunfando, ya que son muchos los votos que tendría que capturar Bolsonaro para descontar la diferencia. Cuando asuma el poder tendrá que lidiar con un parlamento copado por la oposición patronal, que, sumado a la crisis económica, no le otorgan ningún margen para encarar medidas populistas.

¡Él, o cualquiera que se haga cargo de la presidencia, tendrá que profundizar el plan de ajuste y saqueo que actualmente aplican los del Partido Liberal!  

Este proceso electoral no es particular de Brasil, ya que el peronismo -que tiene características similares a las del PT- está en camino a una derrota electoral el año próximo, razón por la cual todos sus dirigentes, haciendo un esfuerzo para ayudar a cambiar la tendencia general, han apostado todo en favor de Lula.  

El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, cerró el sábado 24 de septiembre la campaña de apoyo a Luiz Inácio Da Silva en Argentina y aseguró que "Lula va ser el próximo presidente de Brasil", en un evento que se llevó a cabo en el edificio Néstor Kirchner de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata. "Hemos visto una campaña extraordinaria, un Lula con un esfuerzo como si fuera más joven que nosotros; Lula está con fuerza, viene con todo y va aganar las elecciones en Brasil, Lula va a ser el próximo presidente de Brasil", afirmó el mandatario en el acto organizado por el Comité Argentino Lula presidente [2]

También la base social K está conformada por las capas medias progresistas -vinculadas al aparato de Estado- y parte los sectores más pauperizados.

La clase obrera, que desconfía tanto de unos como de otros partidos patronales, a diferencia de décadas atrás ya no tiene una identidad política clara y permanente. Esta situación puede ser aprovechada por la izquierda para ganar liderazgo político en las filas del sujeto social capaz de transformar la realidad.  

Para eso, quienes sostenemos las banderas del Socialismo, debemos presentarnos, con audacia y de cara al movimiento de masas, como una alternativa totalmente distinta a la del kirchnerismo. Tenemos que trazar rayas con todos los partidos patronales por igual, sin dar lugar a dudas o confundir nuestro programa con el de aquellos, que, amagando con la izquierda, siempre terminan pegando con la derecha.

1/ Revista Crisis 02/10/2022

2/ ámbito Financiero 26/09/2022

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Apoyan a Lula en segunda vuelta ¡Un grave error político!

 

Por Juan Giglio Convergencia Socialista 8/10/22

 

Gran parte de la izquierda que se reivindica revolucionaria decidió apoyar “críticamente” a Lula -en la segunda vuelta electoral de Brasil- con el propósito de enfrentar el supuesto avance de la “ultraderecha” o del "fascismo" cuando, en realidad, los dos proyectos en pugna no se diferencian demasiado, salvo en las formas.

Organizaciones brasileras hermanas del MST, Izquierda Socialista, Nuevo MAS y el PSTu, ( en argentina) cayeron en la trampa del populismo, justo en momentos en que Lula emprende un giro brutal hacia la derecha, con la intención de capturar el voto de los sectores más conservadores. Otros grupos, como el PTS, aunque aún no han decidido su voto, ponen el centro de su agitación en la necesidad de "enfrentar a Bolsonaro", lo cual, en medio de la campaña, es una definición a favor de Lula.

El candidato del PT, que acaba de definirse en contra del aborto, concretó varias reuniones con los principales empresarios del país, de manera de brindarles total y absoluta seguridad en cuanto a la continuidad de sus negocios, basados en la súper explotación de millones y la depredación de los recursos, la misma línea que defiende Bolsonaro.

¡En Brasil no existe ningún peligro de avance del fascismo, que para crecer debe contar con un movimiento de masas dispuesto a aplastar, con métodos de guerra civil, a las organizaciones de la clase trabajadora y la izquierda!

Tampoco, el poderoso ejército de ese país, tiene la intención de embarcarse en una aventura putchista, ya que sus generales, que tienen buen olfato de clase, saben que resultaría imposible de concretar.

Por más que Bolsonaro declare sus simpatías con ideas ultrareaccionarias, está condicionado por la realidad, que lo obliga a jugar el papel de dirigente burgués dentro de las instituciones “democrático burguesas”, que, en un Estado fascista, debería anular.

Adjudicarle un poder que no tiene es una grave equivocación de parte de quienes deberían presentarse como enemigos acérrimos de ambos candidatos.

La izquierda revolucionaria debe trazar rayas con Bolsonaro y Lula y llamar a los trabajadores a votar en blanco, anular el voto o abstenerse de votar, junto con prepararse para luchar contra las políticas de ajuste que impondrá cualquiera de los dos, dándole continuidad a los planes de la gran burguesía, la verdadera dueña del poder


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