09.NOV.22 | PostaPorteña 2318

Aportes teóricos de Immanuel Wallerstein (Vb)

Por Rodolfo Crespo

 

El capitalismo es una mezcla de todo, pero fundamentalmente "un sistema que da prioridad a la incesante acumulación de capital"

 

Segunda y última entrega de este APORTE V
 Primera  AQUÍ

 

2. Un mercado no totalmente libre

La libertad de mercado es, posiblemente, el elemento que menos identifique al capitalismo y, tal vez, el factor con que más se ha identificado al mismo desde su surgimiento hace 500 años.

“La economía-mundo capitalista, tras 400-500 años de funcionamiento, no ha materializado todavía la existencia de un mercado libre, de una fuerza de trabajo libre, de una tierra absolutamente transmisible mercantilmente o de flujos de capital irrestrictos, ni tampoco creo que los materialice nunca, ya que a mi entender la esencia del modo de producción capitalista es la libertad parcial de los factores de la producción. Sólo en un sistema-mundo socialista se alcanzará la verdadera libertad (incluido el libre flujo de los factores de la producción). Esto es precisamente lo que decía Marx cuando hablaba de pasar del ‘reino de la necesidad al reino de la libertad /21

“(…) El mercado absolutamente libre funciona como una ideología, un mito y una influencia restrictiva, pero nunca como una realidad cotidiana.

Una de las razones por las que un mercado totalmente libre no es una realidad cotidiana, si es que alguna vez fuera a existir, es que volvería imposible la acumulación incesante de capital. Esto puede parecer una paradoja, porque es cierto que el capitalismo no puede funcionar sin mercados, y también es cierto que los capitalistas dicen con regularidad que están a favor del libre mercado. Pero los capitalistas necesitan, de hecho, mercados no completamente libres sino mercados parcialmente libres. La razón es obvia. Supongamos que existiera un mercado mundial en el que todos los factores de producción fueran completamente libres, como nuestros libros de texto los definen habitualmente; esto es, uno en donde los factores fluyeran sin restricciones, en donde hubiera un enorme número de compradores y un enorme número de vendedores, y en el cual existiera una perfecta información (esto es, que todos los vendedores y todos los compradores supieran el estado exacto de todos los costos de producción). En un mercado de tal perfección, sería siempre posible para los compradores regatear con los vendedores hasta un nivel de ganancia absolutamente minúsculo (digamos de sólo un centavo), y este bajo nivel de ganancia haría del juego capitalista algo sin el más mínimo interés para los productores, removiendo el sustrato social básico de tal sistema.

Lo que los vendedores prefieren siempre es un monopolio, porque entonces pueden crear un amplio margen relativo entre los costos de producción y los precios de venta, y por lo tanto obtener grandes porcentajes de ganancia. Por supuesto, los monopolios perfectos son extremadamente difíciles de crear, e infrecuentes, pero los cuasi monopolios no lo son. Lo que uno necesita más que cualquier otra cosa es el apoyo de la maquinaria de un estado relativamente fuerte, uno que pueda apoyar a un cuasi monopolio” /22

De tal forma que, “el verdadero lucro, el tipo de ganancias que permite la acumulación interminable de capital en serio, sólo es posible con monopolios relativos, por el tiempo que duren /23, ya que “en una situación de ausencia de competencia, quienes realizan la venta pueden obtener un beneficio elevado o, también se podría decir, retener una elevada proporción del plusvalor generado en toda la cadena mercantil de la que forma parte el segmento monopolizado”, tanto es así“que cuanto más cerca esté una empresa de monopolizar un tipo espacio-temporal concreto de transacción económica, más elevada será su tasa de beneficio, y menor cuanto más auténticamente competitiva sea la situación del mercado”, y esa es la causa que “el capitalismo nunca haya conocido una libertad de empresa generalizada /24

Sin embargo, pese a ser el mercado libre (o competitivo) algo contraproducente con el capitalismo, el mercado como tal, en efecto, sigue desempeñando “un papel importante en el funcionamiento del capitalismo, pero sólo como un mecanismo por el cual algunos productores/vendedores buscan constantemente deshacer los monopolios de los otros /25

Dado que las actividades monopolizadas generan pingües ganancias y como el mercado, que no desaparece del todo, impone muy escasas limitaciones a la llegada de nuevos competidores (sólo el de la eficiencia) y, como ésta en la práctica puede ser alcanzada por otros, “las limitaciones a la entrada de otros competidores realmente significativas son obra únicamente del Estado, o mejor dicho de los Estados /26, por lo que éstos lejos de la retórica que se dice de los mismos, no juegan un papel neutral en el sistema-mundo capitalista, por el contrario, a través de las tarifas aduaneras, las patentes, la política impositiva y actuando en algunas actividades como monopsonistas son jueces parciales que inclinan la balanza hacia uno u otro grupo de capitalistas, “en una economía capitalista, la energía política se utiliza para asegurarse derechos monopolísticos (o algo lo más parecido posible). El Estado se convierte (…) en el medio de asegurar ciertos términos de intercambio /27.

Por eso, como dice Wallerstein, tanto el mito del libre flujo de los factores de la producción como la no interferencia de la maquinaria política del Estado en el “mercado” son solo eso quimeras, leyendas que ha tejido en torno suyo el sistema-mundo capitalista, “de hecho, el capitalismo se define por el flujo parcialmente libre de los factores de producción y la interferencia selectiva de la maquinaria política en el ‘mercado /28,  así que, “mantener que el capitalismo es el único sistema histórico que ha mantenido la autonomía del ámbito económico con respecto al político me parece un gigantesco error, aunque sea muy útil /29, los capitalistas “no sólo están motivados, sino obligados estructuralmente a buscar posiciones de monopolio con las que maximizar los beneficios recurriendo a la principal institución que les garantiza un monopolio duradero: el Estado /30

Sin embargo, cuando se enfatiza en la incesante acumulación de capital como rasgo distintivo del sistema-mundo capitalista, respecto de los demás sistemas sociales, hay algo que puede conducir a la confusión y es el hecho que “si el objetivo es la acumulación de capital, el eterno trabajo duro y la abnegación siempre son lógicamente de rigueur. Los beneficios tienen su ley de hierro, al igual que los salarios. Un céntimo gastado inmoderadamente es un céntimo sustraído de la inversión y por consiguiente a la acumulación de capital. Ahora bien, aunque la ley de hierro de los beneficios sea lógicamente estricta, es psicológicamente imposible. ¿De qué sirve ser capitalista, empresario, burgués, si no se obtiene una recompensa personal? Obviamente no serviría de nada, y nadie lo haría. Sin embargo, lógicamente esto es lo que se exige. Hay, pues, que cambiar la lógica o el sistema no funcionará nunca; y es obvio que hace cierto tiempo que funciona (…) Todos los capitalistas pretenden transformar el beneficio en renta…el objetivo primordial de todos los ‘burgueses’ es convertirse en ‘aristócratas’; y se trata de un objetivo a corto plazo, no en la longue durée

“La lógica del capitalismo exige un puritano sobrio, el Scrooge que escatima hasta en la Navidad. La psicológica del capitalismo, según la cual el dinero es la medida de la gracia más aún que del poder, exige la exhibición de la riqueza y, por consiguiente, un ‘consumo ostentoso’. Para contener esta contradicción, el sistema traduce los dos impulsos en una secuencia generacional, el fenómeno de Los Buddenbrook. Siempre que se da la concentración de empresarios con éxito tenemos una concentración de tipos Buddenbrook /31

Este proceso de aristocratización de la burguesía (su retirada de la vida empresarial activa para vivir de rentas) parece tener relación con el hecho que en cada etapa “las nuevas formas de organización social tienden habitualmente a tener menos atractivo para aquellos a quienes les va bien bajo un sistema ya existente que para quienes son enérgicos y ambiciosos, pero que aún no se han establecido” lo que lleva al desplazamiento de los primeros por los segundos y que, según Wallerstein, “esto parece demostrar la creencia de Henri Pirenne en la no continuidad de los empresarios capitalistas /32

“Creo que, para cada uno de los períodos en que podamos dividir nuestra historia económica, existe una clase distinta y separada de capitalistas. En otras palabras, el grupo de capitalistas de una época dada no surge del grupo capitalista de la época precedente. A cada cambio de la organización económica encontramos una ruptura de la continuidad. Es como si los capitalistas que hasta entonces han estado activos reconocieran que son incapaces de adaptarse a las condiciones creadas por necesidades anteriormente desconocidas y que exigen métodos anteriormente no empleados. Se retiran de la lucha y se convierten en una aristocracia, que, si de nuevo desempeña una parte en la marcha de los asuntos, lo hace tan sólo pasivamente /33

Hay un segundo elemento al abordar la incesante acumulación de capital, como principio dinámico que caracteriza este sistema, que puede también llevar a la confusión en relación a qué es el capitalismo. El mismo parece estar derivado de una afirmación de Marx en el Tomo I de El Capital, en el sentido que “la producción de plusvalía, la obtención de lucro: tal es la ley absoluta de este sistema de producción /34 , lo cual indujo a pensar a todo el marxismo tradicional y del movimiento obrero hasta nuestros días que, el excedente del que se nutre el capitalismo es aquel que se extrae en forma de plusvalía y, por consiguiente, el mismo existe y se desarrolla allí donde haya un proletariado más o menos numeroso, que es el que produce la plusvalía.

Esa imagen del capitalismo “como una descripción precisa de la norma capitalista” ha llevado, tanto a liberales como a marxistas, a “considerar cualquier situación alejada de la misma como menos capitalista y tanto menos cuanto más diferente”; es decir, siguiendo esta “norma” “la estructura económica de un país podía juzgarse como ‘mas’ o ‘menos’ capitalista, y la propia estructura estatal sería menos congruente con el grado de capitalismo de la economía o incongruente con él, en cuyo caso cabía esperar que cambiara con el tiempo para alcanzar una mayor congruencia /35

Sin embargo, aquí la representación que tenemos del capitalismo vuelve a distar de la realidad del mismo, por cuanto “el capitalismo implica no sólo la expropiación del plusvalor producido por los trabajadores, sino también una apropiación del excedente de toda la economía-mundo /36, englobando en tal extorsión no solo a trabajadores asalariados (proletarios), sino a informales, autónomos, etc.

“La sed vampiresa de sangre de trabajo vivo que siente el capital /37 no se detiene en aquellos trabajadores vinculados a la producción material (donde se crea la plusvalía) y de los servicios (que contribuyen a realizarla), sino se extiende también a la esfera de la reproducción humana, el cuidado de hijos, personas mayores, enfermos, etc., actividades realizadas casi exclusivamente por mujeres para las que, escandalosamente, el capitalismo inventó el concepto de “ama de casa” en aras de justificar la gratuidad de las labores ejecutadas por éstas /38.

La categoría de trabajo doméstico aparece como una forma más de trabajo impago solo con el advenimiento del capitalismo como sistema /39

En una economía no capitalista y básicamente comunitaria, el trabajo impago no se distingue del trabajo pagado. Tanto hombres como mujeres realizan esencialmente trabajo impago. Entonces Marx estaba en lo cierto cuando aseveraba que “el capital es trabajo muerto que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando trabajo vivo, y vive más cuanto más trabajo vivo chupa /40, sin importar quién y cómo lo genera. Wallerstein lo resume así: “el sistema parece contener amplias áreas de trabajo asalariado y no asalariado, amplias áreas de productos mercantilizados y no mercantilizados y amplias áreas de formas de propiedad y capital enajenable y no enajenable, deberíamos al menos preguntarnos si esta ‘combinación’ o mezcla de lo denominado libre y no libre  no es de por sí la característica definitoria del capitalismo como sistema histórico (…) las proporciones de las combinaciones son espacial y temporalmente desiguales /41; como dice el profesor norteamericano, las anomalías no son excepciones que deban justificarse, sino patrones de comportamiento del sistema-mundo capitalista/moderno.

La confusión ha sido tan grande que algunos solo han visto capitalismo a partir de la revolución industrial, sin embargo, trescientos años antes de ésta el trabajo esclavo propiamente dicho estuvo muy representado en vastas áreas del sistema-mundo capitalista y la omnipresencia de la esclavitud no contradecía los fundamentos del sistema, esto es la incesante acumulación de capital, sino que era parte del mismo “un individuo no deja de ser capitalista que explota el trabajo ajeno porque el Estado le ayude a pagar a sus trabajadores bajos salarios (incluidos los salarios en especie) y niegue a estos trabajadores el derecho a cambiar de empleo. La esclavitud y la llamada ‘segunda servidumbre’ no tienen por qué considerarse anomalías en un sistema capitalista /42

Wallerstein se expande en esta aparente “deformidad” del capitalismo con un peso realmente sustantivo anterior a la revolución industrial, “en la era del capitalismo agrario el trabajo asalariado es sólo una de las formas de reclutamiento y pago del trabajo en el mercado de trabajo. La esclavitud, el trabajo obligado en la producción de cultivos para el mercado (así es como prefiero llamar el segundo feudalismo), la aparcería y el arrendamiento son otras formas alternativas /43

La fuerza de trabajo es el elemento fundamental en todo modo de producción, pero el hecho de que la misma revista una importancia adicional en el capitalismo por ser la productora del valor “savia” de la que se nutre el mismo, demanda hacer algunas precisiones sobre el empleo de la esclavitud en dicho sistema. Wallerstein lo aclara:   “La única forma de hacer económicamente viables las plantaciones esclavistas en un sistema capitalista consiste en eliminar el coste de oportunidad, lo que significa que los esclavos deben reclutarse fuera de la economía-mundo, en cuyo caso el coste de oportunidad corre a cargo de otro sistema y es indiferente a los compradores. Eso cambiaría, por supuesto, si se agotara totalmente la oferta y no hubiera posibilidad alguna de sustitución en términos similares, pero eso históricamente no había sucedido todavía cuando acabó la trata de esclavos”

“Las esclavitud en las plantaciones es una forma de trabajo asalariado capitalista (fuerza de trabajo ofrecida como mercancía en un mercado) en la que el Estado interviene para garantizar bajos salarios (los costes de subsistencia). Sin embargo, hay un coste adicional, el de la compra del esclavo. Si el esclavo se ‘produce’ dentro de la economía-mundo, su coste real no es sólo el precio de venta, sino el coste de oportunidad (al no utilizar su fuerza de trabajo en otras condiciones salariales con un nivel de productividad presumiblemente más alto). Como sugirió Marc Bloch hace mucho tiempo, en esas condiciones los esclavos son demasiado caros, esto es, no producen un excedente suficiente para compensar su coste real /44

Como “en el mercado capitalista, la compra siempre tiene un coste real /45 en un sistema capitalista los esclavos hay que adquirirlos fuera del sistema, en una “arena exterior” al mismo, “el hecho de que arrebatar a un hombre de África occidental rebajara el potencial productivo de la región suponía un coste cero para la economía-mundo europea, ya que esa área no formaba parte de la división del trabajo. Por supuesto si la trata de esclavos hubiera privado totalmente a África de la posibilidad de suministrar nuevos esclavos, entonces hubiera supuesto un coste real para Europa, pero esa posibilidad nunca se alcanzó históricamente. En cambio, una vez que África entró a formar parte de la periferia, el coste real de un esclavo en términos de la producción de excedente en la economía-mundo llegó a un punto en que resultaba mucho más económico utilizar trabajo asalariado hasta en las plantaciones de azúcar o algodón, que es precisamente lo que sucedió en el Caribe y otras regiones de trabajo esclavo durante el siglo XIX”/ 46

Aquí se verifica una vez más que el fin de la trata de esclavos (y después de la esclavitud) no tuvo nada que ver con el “alumbramiento” de cierto humanismo de alguno de los planificadores del sistema capitalista, en el capitalismo todo se decide según las señales que lleguen provenientes del proceso de valorización del capital o, en palabras de Lenin, cuando la cuestión es de intereses económicos “en materia de negocios los sentimientos sobran”

En cuanto a que la confirmación del capitalismo lo certifica el predominio de un proletariado numeroso (digamos el 50% o más de la población bajo esta relación laboral) es una tesis que tampoco se corresponde con la realidad puesto que, “la situación de los obreros libres que trabajan por un salario en las empresas de productores libres es una situación minoritaria en el mundo moderno /47, algo que Wallerstein dejó claro desde el primer tomo de la obra fundacional de la perspectiva de sistemas-mundo “el trabajo libre es, en efecto, un carácter definitorio del capitalismo, pero no el trabajo libre en todas las empresas productivas (…) Esta combinación [de trabajo libre y no libre] es la esencia del capitalismo. Cuando el trabajo sea libre por doquier, tendremos el socialismo /48

Si clasificamos las unidades domésticas atendiendo a las distintas formas de ingreso y acordamos que, aquellas unidades domésticas donde el ingreso salarial da cuenta del 50% o más del total de los ingresos de toda la vida, son “unidades doméstica proletarias”, (puesto que parecen depender en grado sumo del ingreso salarial, que es exactamente lo que el término proletariado supone invocar), y la unidad doméstica donde la cuenta de menos, es una “unidad doméstica semiprolelaria”, (porque existe un cierto porcentaje de ingreso de otro tipo, distinto a los salariales), llegamos a la asombrosa constatación “que en un sistema capitalista los empleadores prefieren, en general, emplear a trabajadores provenientes de unidades domésticas semiproletarias”, y esto es así porque “un empleador obtiene ventajas al emplear a aquellos asalariados que habitan unidades domésticas semiproletarias, dado que en dondequiera que los trabajos asalariados constituyan un componente sustancial del ingreso de la unidad doméstica, existe necesariamente un piso referente a cuánto puede recibir el trabajador asalariado. Este debe ser una cantidad que represente por lo menos una parte proporcional de los costos de reproducción de la unidad doméstica. Es por ello por lo que podemos pensar en un salario mínimo absoluto. Si, sin embargo, el trabajador asalariado es miembro de una unidad doméstica que es sólo semiprolelaria, el trabajador asalariado puede ser remunerado con un sueldo por debajo del salario mínimo absoluto, sin poner en riesgo necesariamente la supervivencia de la unidad doméstica. La diferencia puede cubrirse con el ingreso adicional suministrado a través de otras fuentes y por lo común por otros miembros de la unidad doméstica. Lo que vemos que sucede en tales casos es que otros productores de ingresos en la unidad doméstica transfieren, de hecho, la plusvalía del empleador del sujeto asalariado más allá de lo que el mismo empleado asalariado pueda transferir, permitiendo así que el empleador pague menos que el salario mínimo absoluto /49

En otra parte de su vasta obra Wallerstein dice “desde el punto de vista del empleador de trabajo asalariado, resulta preferible, ceteris paribus, emplear a personas menos dependientes de los ingresos salariales (llamémoslas unidades domésticas semiproletarias). Un trabajador asalariado perteneciente a una unidad doméstica semiproletaria está más dispuesto a aceptar un salario bajo, ya que cabe suponer que obtiene, mediante la autoexplotación, otras formas de ingreso compensatorias. Cuanto más proletaria (esto es, dependiente del salario) sea la unidad doméstica, más obligado se ve el trabajador asalariado individual a procurarse salarios altos (el llamado salario mínimo vital)” /50

De aquí se desprende también que el tamaño de las unidades domésticas es importante para el capital; dado que un asalariado proveniente de una unidad doméstica semiproletaria recibe una remuneración, por las causas antes mencionadas, inferior a si el mismo proviniera de una unidad doméstica proletaria; el capitalismo moldea la configuración del ordenamiento social creando “presiones sobre las estructuras familiares” a fin de favorecer el predominio de unidades domésticas ni demasiado pequeñas, ni excesivamente grandes, sino lo que pudiéramos llamar de tipo medio (tres, cuatro miembros) en aras de favorecer una rentable incesante acumulación de capital: “una unidad doméstica demasiado pequeña (digamos, una familia auténticamente nuclear) puede no disponer de horas suficientes para generar los ingresos necesarios [y por ello precisa de ingresos salariales necesariamente altos]. Por otra parte, una unidad doméstica muy numerosa puede suponer unas necesidades demasiado grandes para poder cubrirlas /51, ninguna de las dos son factibles al desarrollo capitalista.

El capitalismo, al perseguir la incesante acumulación de capital que, como se ha dicho es el principio dinámico que lo rige, por un lado, impulsa la proletarización del mundo mientras que, por otro lado, sociedades “excesivamente” proletarizadas desestimulan su accionar.

Ante esta evidente paradoja, irresoluble por demás, el capitalismo acude a un manejo suave de la contradicción creada: cuando el nivel de proletarización amenaza con socavar los cimientos de una rentable acumulación de capital, el mismo acude al conocido proceso de deslocalización, desplazándose hacia sociedades menos proletarizadas (con una abundante reserva de mano de obra rural) /52, al tiempo que hacia los países y regiones “muy” proletarizadas facilita, gradual y controladamente, cierto flujo migratorio a fin de regenerar los entornos favorables de acumulación perdidos y/o erosionados. Como dice Wallerstein, en el sistema-mundo capitalista/moderno “siempre hay individuos que son ‘negros’ [y] si no hay negros, o si su número es excesivamente reducido, siempre se pueden inventar ‘negros blancos/53

 Aquí Wallerstein utiliza la palabra “negro” en el sentido de aquella persona a la que se le remunera un ingreso por su trabajo inferior a los demás que, históricamente, en un principio, coincidió que fueran realmente negros de piel, pero como el capitalismo no es xenófobo cuando se agotaron los negros de verdad acudió a sustituirlos por “negros blancos”, que cobraban y estaban dispuestos a cobrar salarios como los “negros”, pero con la diferencia que eran blancos por la pigmentación de la piel; así hay muchos rubio/as de ojos azules provenientes de los países del extinguido “socialismo real” trabajando y recibiendo salarios de “negros” en los países  de Europa occidental.

Antes de concluir citaremos lo que Wallerstein, a modo de resumen, expresó en su libro Impensa las ciencias sociales. Límites de los paradigmas decimonónicos:

“Sólo voy a enunciar las características que se supone describen una economía-mundo capitalista:

1. la incesante acumulación de capital como fuerza impulsora;

2. una división axial del trabajo en la cual existe una tensión centro-periferia, de tal manera que hay cierta forma de intercambio desigual (no necesariamente como lo definió en sus orígenes Arghiri Emmanuel) que es especial;

3. la existencia estructural de una zona semiperiférica;

4. la función importante y continua de una mano de obra no asalariada a la par de una mano de obra asalariada;

5. la correspondencia entre los límites de la economía-mundo capitalista y los de un sistema interestatal que se compone de estados soberanos;

6. la ubicación de los orígenes de esta economía-mundo capitalista: antes del siglo XIX, tal vez en el siglo XVI;

7. la opinión de que esta economía-mundo capitalista comenzó en una región del globo (principalmente en Europa) y después se extendió a todo el globo mediante un proceso de "incorporaciones" sucesivas;

8. la existencia de estados hegemónicos en este sistema-mundo cuyos periodos de hegemonía total o indiscutible han sido, sin embargo, relativamente breves;

9. el carácter no primordial de los estados, grupos étnicos y familias, cuya totalidad se crea y recrea de manera constante;

10. la importancia fundamental del racismo y el sexismo como principios organizadores del sistema;

11. el surgimiento de movimientos antisistémicos que debiliten y refuercen simultáneamente al sistema;

12. un patrón tanto de ritmos cíclicos como de tendencias seculares, que encarna las contradicciones inherentes al sistema y que explica la crisis sistémica que supuestamente vivimos en la actualidad

Sin duda la presente lista constituye sólo un grupo de premisas y argumentos que se articularon y se han vuelto casi familiares para muchos. No es una lista de verdades, mucho menos una lista de credos a los cuales debemos jurar lealtad. No cabe duda de que se necesita mucho trabajo empírico en cada uno de estos doce puntos, y es posible que en el futuro sean reformulados de manera teórica. Sin embargo, existen como perspectiva relativamente coherente y articulada del capitalismo histórico /54

Rodolfo Crespo

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21. Ibidem. p. 117 Las negritas son de Wallerstein.

22. Wallerstein, Immanuel. Análisis de sistemas-mundo. Una introducción. Editorial Siglo XXI. Segunda edición 2006. p. 42-43.

23. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Editorial Siglo XXI. 2007. p. 76.

24. Wallerstein, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Editorial Akal. 2012. p. 313.

25. Wallerstein, Immanuel. La decadencia del imperio. EE.UU. en un mundo caótico. Editorial Txalaparta (primera edición en castellano). Tafalla. España. 2005. p. 198. Primera edición en inglés 2003.

26. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Editorial Siglo XXI. 2007. p. 74.

27. Wallerstein, Immanuel. El Moderno Sistema Mundial. Tomo I. Editorial Siglo XXI. 2010. p. 23.

28. Wallerstein, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Editorial Akal. 2012. p. 246.

29. Ibidem p. 317.

30. Ibidem p. 313-314.

31. Ibidem p. 311-312 y 314.

32. Wallerstein, Immanuel. El Moderno Sistema Mundial. Tomo I. Editorial Siglo XXI. 2010. p. 176-177.

33. Cita de Henri Pirenne en American Historical Review, XIX, 3, abril de 1914, pp. 494-495, en Wallerstein, Immanuel. El Moderno Sistema Mundial. Tomo I. Editorial Siglo XXI. 2010. p. 176.

34. Marx, Carlos. El Capital. Tomo I. Capítulo XXIII. La ley general de la acumulación capitalista. Subtópico 1. Aumento de la demanda de fuerza de trabajo, con la acumulación, si permanece invariable la composición del capital.

35. Wallerstein, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. p. 144-145.

36. Wallerstein, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. p. 101. Negritas resaltadas nuestras.

37. Marx, Carlos. El Capital.  Tomo I. Capítulo VIII. La jornada de trabajo. Subtópico 4. Trabajo diario nocturno. El sistema de turnos.

38. Por eso parece más plausible atender la afirmación de Marx que “la producción de plusvalía o extracción de trabajo excedente constituye el contenido específico y el fin concreto de la producción capitalista”, en la que no especifica que se trate solo del trabajo excedente del obrero. Marx, Carlos. El Capital. Tomo I, Capítulo VIII. Subtópico 7. Lucha por la jornada normal de trabajo. Las negritas nuestras.

39. La escuela anticapitalista “critica del valor–disociación” fundada por el repartidor de periódicos nocturno Robert Kurz, considera que el trabajo doméstico de la mujer, gratuito y no pagado, está asociado a este sistema desde sus mismos albores: “Desde el punto de vista histórico–lógico, el trabajo abstracto y la disociación surgen, pues, al mismo tiempo; no puede decirse que uno engendre otro. Cada uno representa la condición previa para la constitución del otro. En este sentido, la relación de disociación representa en cierto modo una meta estructura, contrariamente a la hipótesis reduccionista según la cual el valor sería el único principio de constitución y representaría la naturaleza misma de las sociedades basadas en la producción mercantil.

Así, lo disociado femenino resulta ser el Otro de la forma–mercancía con una entidad propia y completa; pero, por otro lado, permanece sometido e infravalorado precisamente porque se trata del momento disociado en el seno de la producción social general. Podríamos decir que, si bien la forma abstracta corresponde a la mercancía, la deformidad abstracta corresponde, por el contrario, a lo disociado; y cabría, acerca de lo disociado, hacer referencia de manera paradójica a una forma de lo informe que –subrayémoslo una vez más– no podría ser aprehendida mediante las categorías intrínsecas a la forma–mercancía.

La ciencia y la teoría androcéntrica de la forma–mercancía no pueden tomar en consideración tal relación, puesto que sus teorías y sus aparatos conceptuales deben ‘expulsar’ como ‘ilógico’ y ‘ajeno a la conceptualización’ todo aquello que no sea compatible con la forma–mercancía”. Roswitha Scholz.El patriarcado productor de mercancías y otros textos. Coedición Quimera Ediciones y Editorial Pensamiento & Batalla. 1ª Edición. 2019. p. 67.

40. Marx, Carlos. El Capital. Tomo I, Capítulo VIII. Subtópico 1. Los límites de la jornada de trabajo.

41. Wallerstein, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. p. 145-146.

42. Ibidem p. 99.

43. Ibidem p. 99.

44. Ibidem p. 73-74 (las negritas resaltadas de Wallerstein) La cita de Bloch es esta: “La experiencia ha demostrado que de todas las formas de ganadería la del ganado humano es la más dura. Para que la esclavitud sea rentable en empresas a gran escala, tiene que haber mucha carne humana barata en el mercado. Sólo se puede conseguir mediante la guerra o la caza de esclavos. Así pues, una sociedad no puede basar gran parte de su economía en seres humanos domesticados a menos que disponga de sociedades más débiles a las que derrotar o en las que hacer incursiones” (The Rise of Dependent Cultivation and Seignoral Institutions, citado por Wallerstein, Ibidem p. 73.

45. Ibidem p. 108.

46. Ibidem p. 109. Las negritas resaltadas de Wallerstein.

47. Ibidem p. 145.

48. Wallerstein, Immanuel. El Moderno Sistema Mundial. Tomo I. Editorial Siglo XXI. 2010 p. 179-180. Paréntesis nuestro.

49. Wallerstein, Immanuel. Análisis de sistemas-mundo. Una introducción. Editorial Siglo XXI. Segunda edición 2006. p. 55.

50. Wallerstein, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. p. 235.

51. Ibidem p. 235.

52. Wallerstein, Immanuel. ¿El final del camino para las fábricas deslocalizadas? Diario mexicano La Jornada, 21 abril 2013. https://www.jornada.com.mx/2013/04/21/opinion/022a1mun

53. Wallerstein, Immanuel. Capitalismo histórico y movimientos antisistémicos. Un análisis de sistemas-mundo. Ediciones Akal, S. A., 2004. p. 323.

54. Wallerstein, Immanuel. Impensar las ciencias sociales. Editorial Siglo XXI. Segunda edición. 1999. p.  253.

rodohc21@gmail.com


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