26.MAR.23 | PostaPorteña 2341

La marea sindical francesa resiste a las provocaciones de Macron

Por EnricBonet/ctxt

 

La aprobación a través de un decretazo de la reforma de las pensiones y el enroque del presidente francés dan un nuevo empujón a las multitudinarias manifestaciones y huelgas en Francia

Enric Bonet, CTXTParís , 25/03/2023

El politólogo Guillermo Fernández hizo en Twitter un sugerente juego de palabras sobre el comportamiento de Emmanuel Macron en su pulso por la reforma de las pensiones. El presidente francés dice defender “el interés general” en lugar de la “popularidad”. Presume de anteponer las Lumières ante las pulsiones cortoplacistas de su pueblo, que se resiste a las “reformas” ineludibles del Estado del bienestar. Pero en realidad se está comportando “como un iluminado y, por eso mismo, como un arrogante”, aseguraba este profesor de la Universidad Carlos III, siempre fino observador de la política gala.

El conflicto social en Francia por el aumento de la edad mínima de jubilación de los 62 a los 64 años (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa) entró en una nueva fase desde el 16 de marzo. La aprobación ese día del texto con un decretazo hizo subir varios peldaños la indignación. “Hasta entonces había una contestación social, pero ahora hemos pasado a una contestación política”, explica  el politólogo Luc Rouban. Un cabreo más general concentrado en la figura de Macron.

El dirigente centrista se disparó, primero, en el pie derecho impulsando esta impopular medida en plena crisis energética y de la inflación. Luego, en el izquierdo, con la adopción de la reforma recurriendo al polémico artículo 49.3 de la Constitución y privando a la Asamblea Nacional de una votación. Quizás cegado por las luces del “interés general”, respondió echando más leña al fuego a la radicalización de las protestas. Si esperaba con su estrategia dividir a los opositores al texto, entre los resignados por su aprobación y los enrabietados por sus métodos, el presidente se equivocó. Por enésima vez en este pulso con los sindicatos, se dio de bruces con la realidad: la calle no afloja.

Respuesta popular a “la peineta del 49.3”

Entre 3,5 millones de personas, según los sindicatos, y 1,08 millones, según la policía, se manifestaron el jueves 23 de marzo en el conjunto de Francia. Representó la séptima huelga general desde el 19 de enero y una de las más multitudinarias. Este aumento de la movilización cogió con el pie cambiado al Gobierno y fue el aspecto más significativo de esta novena jornada de movilizaciones, también marcada por un recrudecimiento de los disturbios y la violencia policial contra los manifestantes. 

El frente sindical unido y la marea popular que los empuja demostraron que no quieren bajar los brazos tras haber protagonizado la oleada de protestas más masivas del siglo XXI en el bullicioso país vecino. En al menos cinco jornadas (19 y 31 de enero, 11 de febrero, 7 y 23 de marzo) hubo alrededor de un millón de manifestantes, según los datos austeros de las fuerzas de seguridad, que no representan una realidad fidedigna. Francia vive, sin duda, un momento excepcional.

“Macron y su Gobierno nos hicieron una peineta con el 49.3, nosotros les respondemos así”, aseguraba Hortense Naas, 25 años, quien se mostraba orgullosa por el carácter imponente de la manifestación del jueves en París. “Hay mucha gente que no se había manifestado hasta ahora y lo hacen porque les parece escandaloso la imposición de la reforma por decreto”, añadía esta joven editora, quien llevaba una pancarta en que se preguntaba: “¿Qué tenemos que hacer para que nos escuchen?”

"Debería comportarse como un presidente, pero en realidad lo hace como un monarca. Aún peor, como un dictador”, criticaba Sandra Moulin, de 33 años. Esta maestra del norte de la región parisina enseñaba una pancarta casera en que advertía: “De cuanto más alto se caiga, más dura será la caída”. “Quizás el 49.3 es una herramienta constitucional, pero no me parece legítima la manera en que ha sido utilizada tras dos meses de protestas”, lamentaba Laure Pallas, de 22 años, sobre la imposición de la subida de la edad de jubilación.

La entrevista de Macron, la gota que colmó el vaso

Entre 800.000 personas, según los sindicatos, y 119.000, según las fuerzas de seguridad, desfilaron por las avenidas de la capital, desde la Plaza de la Bastilla hasta la Ópera. Desde que la policía francesa empezó a dar cifras de manifestantes en 1962, nunca había informado de un número tan elevado en una protesta sindical en la capital. Cánticos, música tecno, bailes, aplausos a los bomberos, una pancarta gigante desplegada desde una sede sindical… Momentos festivos y casi catárticos de este estilo se repitieron a lo largo de la tarde.

 Coincidieron con los destrozos de vitrinas, numerosos incendios de bolsas de basura y otros objetos de mobiliario urbano, además de enfrentamientos entre antidisturbios y centenares de manifestantes. La calle desborda ganas de lucha. Y la inflexibilidad del Ejecutivo ha endurecido la correlación de fuerzas. Después del 49.3, vino la moción de censura del 20 de marzo, en que el Gobierno de Élisabeth Borne se salvó por apenas 9 votos de que forzaran su dimisión y la retirada de la reforma.

La entrevista del presidente, dos días después, fue la gota que colmó el vaso. En lugar de calmar el caldeado ambiente, acusó a los sindicatos de no haber querido negociar y de “vivir alejados de la realidad”. Comparó a los manifestantes con los trumpistas y los bolsonaristas, el día después de haberlos descrito como una “muchedumbre” que “no tiene legitimidad”. Quizás con más lecturas a sus espaldas y más dotes para la oratoria, Macron hizo un Rajoy en toda regla.

Fuerte movilización de los jóvenes

“Al haber intentado imponerse por la fuerza, Macron ha cometido un error y renovado la motivación del movimiento social. En lugar de insultar a los franceses, debería escucharnos”, dijo   Manès Nadel, líder del sindicato estudiantil Voie Lycéenne y uno de los rostros mediáticos de estas protestas a pesar de tener solo 15 años. Una de las novedades de esta segunda quincena de marzo ha sido la movilización creciente de los jóvenes. Tras el anuncio del decretazo, se repitieron casi todas las noches en París y otras ciudades protestas espontáneas con disturbios, también conocidas como manifestations sauvages

“Algunos analistas creían que las protestas del 23 de marzo serían el último cartucho de los sindicatos. Pero el aumento de la movilización y el efecto novedoso de los jóvenes hacen pensar que estas movilizaciones están lejos de decaer”, explica el sociólogo Karel Yon, especialista en el movimiento sindical e investigador en el CNRS y la Universidad de Nanterre. Los estudiantes del equivalente de 2º de Bachillerato terminaron el 22 de marzo varias pruebas de Selectividad. Eso les da ahora mucho más tiempo libre, lo que alimenta la posibilidad de una primavera estudiantil. Los sindicatos quieren bloquear los centros de secundaria durante toda la última semana de marzo.

“La juventud aporta dinamismo e imprevisibilidad”, destaca Yon. En los últimos días, se observaron varios episodios de convergencia de luchas. Por ejemplo, la llegada de centenares de estudiantes delante de un garaje de camiones de la basura en el sudeste de París para apoyar a los basureros, en huelga ilimitada desde el 7 de marzo y convertidos en un símbolo de las protestas. También han ido a la refinería de Total en Donges (Normandía, oeste). El paro ilimitado de esa planta provocó problemas de escasez de combustible en un 40% de las gasolineras en departamentos (provincias) de la franja occidental del país. Son solo algunos ejemplos de las acciones que se repiten todos los días, incluidos los cortes de carretera al más puro estilo chalecos amarillos. 

¿Macron apuesta por la estrategia de la tensión?

Ante la carta de los jóvenes, las acciones diarias y los disturbios, el Ejecutivo macronista respondió con la represión policial. De los 442 detenidos entre el 15 y el 18 de marzo, solo 52 de ellos (un 12%) salió de comisaría con cargos y tuvo que comparecer ante la Justicia. Incluso dos adolescentes austríacos, que estaban en la capital francesa en un intercambio escolar, fueron detenidos el 16 de marzo en la Plaza de la Concordia de manera injustificada. Amnistía Internacional denunció estas “detenciones arbitrarias”. El Consejo de Europa expresó recientemente su “preocupación” por el “uso excesivo de la fuerza” por parte de la policía francesa contra manifestantes y periodistas.

Un hombre estático que recibió un puñetazo en la cara, jóvenes que denunciaron tocamientos en sus partes sexuales por parte de agentes, una manifestante que perdió un dedo en Rouen debido a una granada policial, un sindicalista de la SNCF que se ha quedado sin un ojo… Es larga la lista de casos de abusos policiales. En Francia todavía perdura el recuerdo de la represión contra los chalecos amarillos, con un balance escalofriante: una persona muerta, seis manifestantes que se quedaron sin una mano, 30 que perdieron un ojo o más de 300 con heridas en la cabeza. 

“En un Estado de derecho, no podemos decretar el final de un movimiento social a través del uso de la fuerza”, advirtió la Liga de los Derechos del Hombre en un comunicado. El Ministerio del Interior informó de 441 policías heridos el 23 de marzo, aunque sin aportar más detalles sobre el tipo de heridas. Después de que Macron le diera la vuelta a la revuelta de los chalecos amarillos gracias a la cronificación de la violencia, ¿volverá a suceder lo mismo? 

“Macron no es De Gaulle y no tengo nada claro que esta estrategia de putrefacción de la movilización social le funcione esta vez”, advierte Yon. “Para muchos franceses, él se encuentra en el origen del problema, puesto que consideran que ha adoptado una práctica autoritaria del poder y ha hecho todo lo posible para aprobar la reforma lo más rápido posible”, analiza el politólogo Luc Rouban. Según este director de investigaciones en el CNRS y en Sciences Po, “tengo mis dudas de que a partir de ahora disponga de la capacidad de llevar a cabo grandes reformas”.

El dirigente centrista sale muy desgastado del conflicto por las pensiones. Incluso si logra mantener la reforma —está pendiente de que se pronuncie en los próximos días el Consejo Constitucional (equivalente del Tribunal Constitucional)—, representará una victoria pírrica. El coste político ha resultado más elevado de lo esperado. No solo su popularidad ha caído a sus niveles más bajos desde los chalecos amarillos, sino que también se ha visto salpicada su imagen internacional, con el ejemplo paradigmático de la cancelación de la visita del rey Carlos III. Incluso está recibiendo palos por parte de medios del establishment, como el Financial Times o la agencia Bloomberg. Más que un defensor del “interés general”, muchos lo ven como un “iluminado”.


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