13.ABR.23 | PostaPorteña 2243

Con-fabulaciones para No Videntes

Por R.J.B.

 

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, así dice un elocuente refrán y hay otro-también ilustrativo- que se le atribuye al filósofo neerlandés Erasmo de Róterdam y que reza:“en el país de los ciegos, un tuerto es rey”

No era tuerto -ni lo es- quien, apelando a un lenguaje que rebozaba en vulgaridad y disfrazado de hombre humilde, llegó a ser presidente de los uruguayos. Lo que sí está claro es que, en su oscuro trayecto, este siniestro personaje no estaba solo y que se abrió camino aprovechándose si no de la ceguera, al menos de la miopía generalizada de más de medio país. Era este hombre -y lo sigue siendo- parte principal de un grupo de individuos que, tras ser liberados con el retorno a la Democracia, constituyeron una asociación de carácter delictivo que no supo ni de límites ni de códigos de ninguna especie a la hora de cometer tropelías de todo tipo.

Pandilla, banda, caterva, gavilla, patota, camarilla o, si se prefiere, tupabanda”; cualquiera de estas definiciones calza con justeza para definir a ese grupo de personajes que, una vez reintegrados a la vida pública, se confabularon para accionar y, en poco tiempo, montados a la grupa de un falso relato, copar prácticamente todos los estamentos del poder.

La génesis:

Como tantos, los unos, los otros y las otras, acaso por convicción juvenil -que pudo tener su origen en una sana rebeldía- se alinearon en el MLN Tupamaros y así, entre reveses y circunstanciales triunfos, la dinámica de la orga se los devoró. También como a muchos, les llegó la hora de la clandestinidad y en tales circunstancias, tuvieron que aprender a desenvolverse haciendo a un lado la legalidad y, por tanto, las costumbres de una existencia anterior: los vínculos familiares, los hábitos laborales -si los tenían- y hasta la propia identidad

 En la medida que funcionaban”, se empeñaron en alcanzar destaque; algunos que, ya desde los inicios, detentaban cargos jerárquicos y otros que fueron escalando posiciones dentro del esquema de la organización. De tal forma, se fueron acostumbrando a una vida en la que delinquir y simular formaba parte de lo cotidiano, fingiendo ser lo que no eran y adoptando -en lo cotidiano- estilos de vida inéditos, todo en un ritmo frenético que apenas otorgaba tiempo para reflexionar y resolver atinadamente el rumbo a seguir.

Así, de aspirantes a revolucionarios pasaron a recibirse de guerrilleros profesionales; una “chapa” -o cartel- que, a diferencia del grueso de sus compañeros, muy bien sabrían aprovechar y que no estaban dispuestos a abandonar.

Más temprano que tarde, llegó la debacle y como consecuencia, tuvieron que responder ante sus enemigos por lo que había quedado detrás, pero la inventiva del mariscal de las derrotas dio a luz esa estratagema -de corta duración- que él mismo denominó la tupamarización del ejército”. Sin duda, una estrategia de sobrevivencia para evitar daños personales -no colaterales- que, entre otras infamias, supuso negociar la rendición del MLN -inconsulta y a espaldas de aquellos que aún no estaban presos-; la confección de una lista de tupamaros “peligrosos” -responsables de delitos de sangre- que, al entregarla a los militares, pretendía ser una especie de salvoconducto que, a futuro, les exonerase de mayores responsabilidades; achacarle, casi en exclusividad, la derrota a Héctor Amodio Pérez y otro tipo de entregas o delaciones como las de las personas vinculadas a los ilícitos económicos.

El discurso -o propuesta- del Ñato” Fernández Huidobro, en principio, sedujo a un grupo no menor de jóvenes oficiales y esto le significó -a él y a sus incondicionales- disfrutar de un trato incuestionablemente preferencial que contrastaba con el que el resto de los integrantes de la organización recibían, pero a la corta, la lógica jerárquica de las Fuerzas Armadas se impuso para poner las cosas en su lugar y así mudar sustancialmente las reglas del juego.

Sobrevinieron entonces aquellos largos años oscuros que mucho afectaron a todos; tanto a los que estaban “adentro” como a los de “afuera” -y me refiero al pueblo- para luego -entre luces y no pocas sombras- desembocar en el restablecimiento de la Democracia. Corresponde aclarar que me resisto a tildar de gesta el retorno a la vida institucional del país; en cambio, me inclino a pensar que el mismo fue producto de un complicado proceso en el cual incidieron una serie de factores, tanto internos como externos, a saber: el notorio desgaste del gobierno militar; el deterioro de la economía; la situación del Uruguay en un cambiante contexto geopolítico y, por supuesto, el descontento popular.

Lo que tampoco suscribo del relato que se ha impuesto en las últimas décadas es el tan mentado -por no decir publicitado- martirologio tupamaro. Esa mitología de entrecasa que engendraron -entre otros- Fernández Huidobro y el “ruso” Rosencof, ni la llevo ni me la como y me sobran elementos e información para afirmarlo. Por tanto, en lo que les atañe, ni hubo calvario ni fueron mártires y mucho menos héroes. Al respecto, según diría mi abuelo en el castellano más recio, ¡pamplinas! 

Ya es hora de acabar con el mito y des-canonizar; ni san Eleuterio ni san Marmolito; tampoco san Pepe de los humildes y su sagrada señora de los troncos o san Mauricio, el patrón de los engaños; ni siquiera se salva el santo de todos los tamberos -y carniceros- quien, en los últimos años de su trayecto, se manifestó arrepentido de haberlos secundado. Ninguno de ellos merece una medallita, ¡ninguno! Y tampoco las monjitas que los seguían o sus monaguillos. La lista que comprende a estos últimos es larga, pero a modo de salpicón, mencionaré a algunos: Ernesto Agazzi, Lucía Topolansky, los hermanos Dubra, Leopoldo “mudo” Lafferanderie, Onito Ayala, “Inmundo” Canalda, Graciela Jorge, Bolívar Enciso, el “ratón” Rosadilla, Daniel Montiel y varios etcéteras más. (* Entre estos últimos, me gana la tentación de mencionar a Ruben García Bianchimano, quien actualmente figura en la dirección del MLN y cuyas inclinaciones culinarias derivaron en su captura pues estando en una tatucera ubicada en el departamento de Lavalleja, no tuvo mejor idea que ponerse a cocinar tortas fritas… Obviamente, el familiar aroma de esa fritura, llamó la atención de un baqueano que, presurosamente, lo informó a las autoridades de la época…)

¿Que la pasaron mal? Lo primero que se me ocurre es responder con otra pregunta: ¿quién no estando encarcelado por aquel régimen?

Otra respuesta refiere específicamente a los aludidos, esto es a los integrantes de la patota: muchas veces sí y otras no tanto, según lo indican diversos testimonios de otros que jamás gozaron de prebendas de ningún tipo ni hicieron alharaca y se la bancaron en silencio. Al respecto y para aportar apenas uno de los tantos ejemplos, es posible encontrar en la Web, notas y declaraciones -formuladas a distintos medios de prensa- por Sergio Lamanna, un ex integrante del MLN ya fallecido. -Concretamente, me permito sugerirle al lector la “entrevista a Sergio Lamanna en Rompkbzas publicada el 10 de mayo de 2017 por Espectador.com”.

Libertad y mito:

En marzo de 1985, junto a otros muchos, los integrantes de la patota fueron liberados y el primer desafío que enfrentaron fue la supervivencia. Desde un principio, quedó claro que no estaban dispuestos a agarrar para las ocho horas -como la inmensa mayoría de los que se beneficiaron de aquella amnistía sí lo hicieron-; ¡faltaba más!  Si, después de todo, ellos eran lo que eran: ¡guerrilleros profesionales! Abnegados luchadores que se habían sacrificado por el bien del pueblo…

De inmediato, comprendieron que despertaban una importante corriente de simpatía -materializada en constantes apoyos económicos, especialmente desde el exterior- y basados en eso, pasaron a desarrollar la nueva etapa de una organización que, con presteza, hicieron suya desoyendo los reclamos de una mayoría de exmilitantes que les exigían una profunda autocrítica.

Mientras que en el ámbito local se abocaban a organizar las mateadas, algunos -los de más “cartel”- viajaban visitando aquellos países en los que el exilio oriental tenía mayor presencia. Destinos cercanos y distantes -Argentina, Venezuela, Australia, Suecia, Francia, Noruega, México, España, Italia, Suiza y hasta algún país africano-; un turismo revolucionario a costo cero y financiado por la diáspora uruguaya, que les permitió captar adeptos y sumar adhesiones.

En la interna, colisionaron con las posturas de Raúl “Bebe” Sendic -al que declararon mentalmente insano- y se cortaron por la propia.  Desde la sede de Tristán Narvaja abordaron una serie de emprendimientos como la editorial Tupac Amaru -TAE-, bajo la dirección de Leopoldo Lafferranderie y Edmundo Canalda, que, además de impulsar la publicación quincenal de “Mate Amargo”, se encargó de lanzar las primeras obras del Ñato y del Ruso -así como alguna de Graciela Jorge y otras- destinadas a imponer una versión mitológica de la “Historia reciente” que una gran cantidad de uruguayos aceptaron como cierta.

El generoso y constante flujo de aportes financieros -que llegaba desde el exterior- les permitió abordar otras iniciativas comerciales y/o propagandísticas: entre otras, una agencia de viajes; el sello musical “Canto Libre”, Promopes una empresa pesquera que pasó a ser cooperativa en 1990 -dirigida por el “bicho” Bonomi- y muy especialmente, la adquisición de CX 44, “Radio Panamericana”. Me tocó ser uno de los que trabajaron en aquel sello que comenzó sus actividades casi al mismo tiempo que la radio y funcionaba en el tercer piso de un edificio de apartamentos y oficinas ubicado en la calle Bartolomé Mitre, en la Ciudad Vieja. Ahí también se encontraba el archivo de TAE a cargo de Daniel Lucas, lugarteniente o segundo del “Mudo” Lafferranderie -por ese entonces el zar de las finanzas de la organización-. Me fueron a buscar para que trabajase en “Canto Libre” y aunque la remuneración era escasa y “en negro” -sin aportes a la seguridad social-, los objetivos que se me plantearon despertaron mi interés. No duré mucho -apenas unos seis meses-, pero lo suficiente como para entender que tanto esa empresa como todas las demás, oficiaban de tapaderas o coberturas legales para otros tipos de actividades ilícitas que dirigían José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro.

Llevaba algunos meses laborando allí, cuando noté que, invariablemente, al principio de cada mes y por apenas unos minutos, pasaban por el lugar algunos de los caciques del MLN -Rosencof, el “viejo” Julio Marenales; Zabalza- a quienes atendía Daniel Lucas en el pequeño mostrador que estaba junto a la puerta de entrada. Llevado por la curiosidad, le pregunté a Daniel por la razón; “los viejos están rentados y algunos pasan por aquí para cobrar”, me contestó y así pude saber que cada uno de los beneficiados recibía una mensualidad de ochocientos dólares. (* Nótese que, a finales de los ochenta, esa suma no significaba lo que hoy en el Uruguay; probablemente, en una comparativa, equivaldría a unos tres mil dólares USA -o más- de la actualidad.) Lo mismo ganaba -en la misma moneda- quien se desempeñaba como director de la programación de la emisora, el inefable Alberto Silva, por lo que es de suponer que el principal director de esta, Edmundo Canalda, percibiera mensualmente -al menos- idéntica remuneración.

Como te digo una cosa, hago la otra…

Al mismo tiempo que, ante los medios de prensa y la ciudadanía,incursionaban en la arena política y se mostraban dispuestos a tomar parte de las contiendas electorales, el Ñato y el Pepe se convirtieron en los dos principales padrinos de la Cosa Nostra local o, acaso, mejor decir la loro cosa -la cosa de ellos-, impulsando y/o coordinando diversas actividades delictivas como el robo de vehículos de alta gama para ser negociados en el Paraguay -a cambio de droga que se comercializaba en el Uruguay, según lo indican algunas versiones-; operaciones con dólares truchos y los asaltos de las diversas tupabandas de cuyas acciones se beneficiaban. Al respecto, resulta elocuente el libro de Jorge Rodríguez Casanova –“Historia de una tupabanda- en la que los vincula directamente y también al propio Jorge Zabalza como receptor de una parte de cada asalto.

Pero cualquiera sabe que no existió una sola tupabanda y que hubo alguna otra que integraron ex pesados del MLN a los que se le decía que el producto de lo recaudado se destinaría a hacer la revolución. Cabe señalar que Mujica y Fernández Huidobro no participaban directamente de aquellas actividades criminales; sí las dirigían y sí se beneficiaban del producido. Después de todo, no es novedad que ninguno de ellos se destacó en el campo bélico operacional cuando el apogeo de las actividades tupamaras -otra de las tantas falsedades que se han adoptado como ciertas- y tampoco es verdad que José Mujica haya sido uno de los fundadores del MLN, como muchos sociólogos y periodistas suelen afirmar.

Si a esas actividades, agregamos la ofensiva que la patota desató tras la muerte de Raúl “Bebe” Sendic para hacerse de chacras y propiedades que eran del Movimiento por la Tierra, tenemos la película casi completa. El saldo de esa campaña de apropiaciones violentas jamás fue investigado en profundidad, siendo que en el balance se cuentan algunos homicidios. Acaso el más notorio haya sido el del Ronald Scarzella -el “Rony”-asesinado el 23 de abril de 1993 en una desolada playa del departamento de Rocha, no muy distante del balneario Valizas. Hasta la muerte de Sendic, “Rony” había sido su hombre de confianza

Filosofía y lógica: la paradoja de Epiménides

El citado, además de escritor y poeta, fue un filósofo del siglo VI a.C. quien llegó a afirmar que “todos los cretenses son unos mentirosos”. La paradoja surgió porque el propio Epiménides era cretense, por lo que todos sus planteos y postulados quedaban en entredicho. La referencia me lleva a una interrogante que entiendo apropiada: ¿acaso todos los que pertenecieron al MLN fueron o son unos mentirosos? Sin dudas que no ya que la inmensa mayoría supo cargar en silencio con la cruz de una verdad individual, pero en lo que refiere al núcleo de delincuentes que motiva estas líneas, no hay otra forma de caracterizarlos.

Y ya que estamos, apelo a otro gran filósofo para definir lo que ha ocurrido durante los últimos cuarenta años de Historia en el Uruguay, pues nunca mejor aplicada aquella célebre frase de Nietzsche: “la verdad es la mentira más eficiente”.

Nadie puede negar que los integrantes de la pandilla hayan sido muy eficientes al imponer una versión falsa de la realidad, pero lo que resulta extraño es el silencio de los principales actores políticos de los partidos fundacionales. Lo mismo puede aplicarse a la pléyade de politólogos, escritores, periodistas y sociólogos que se han ocupado de sus versiones y trayectorias.

Es como si todos estuviesen de acuerdo en chiflar y mirar para otro lado

En lo que refiere a los primeros y a ciertos intelectuales, sospecho que el motivo debe ser que, más allá de lo que hicieron, es preferible tenerlos integrados al sistema. En cuanto a otros, puede que haya sido -o sea- una especie de fascinación para con los responsables del relato o carencia de información y/o, para ciertos casos, conveniencia -aunque, considerando todo lo acontecido, en algunos no descarto el temor-.

Ahora bien, uno puede preguntarse cuál fue el resultado real de tanta falsedad, de tanta maquinación y eso surge a las claras: a fuerza de vociferar para la tribuna, lograron ser la fuerza política más votada del país. ¿En qué quedaron sus radicales promesas electorales? Eso apenas cuenta; lo importante es el discurso que alimenta a esa fervorosa masa de votantes que se conducen y reaccionan como fanáticos de un club de fútbol. ¿Qué el gobierno de José Mujica fue el peor de la Historia moderna del Uruguay? Tampoco es relevante; lo que importa es que allí lo tienen, con su estampa de patriarca filosófico, repartiendo sabiduría de boliche a cuanto medio periodístico se le acerque. 

Etimología y un poco de Historia Natural

La hembra del alacrán no engendra simpáticos colibríes y la del tiburón no trae a la vida pececitos de colores; entonces, no debemos sorprendernos si en el parlamento de la República nos encontramos con personajes tan impresentables como Alejandro “el Pacha” Sánchez, Charles Carrera o Susana Pereyra. Junto a otros -como el sociólogo Gustavo Leal-, son las nuevas caras visibles de la pandilla que los captó e impulsó, y fieles al estilo ordinario y patotero impuesto por sus mentores, actúan -y lo seguirán haciendo- con la misma metodología que dio origen a la confabulación.

A los efectos de finalizar, según el diccionario etimológico, el vocablo “confabular” proviene del latín -confabulari- y su significado es: “hablar entre dos o más personas y ponerse de acuerdo para realizar un plan o para contar cuentos”.

Para más claridad, es menester consultar a un oculista.

 

R.J.B.

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