12.JUL.23 | PostaPorteña 2356

Uruguay 1973, Golpe de Estado, Huelga General, más de Las historias que no nos contaron...

Por Victor L. Bacchetta/20Once

 

Víctor Bacchetta: el fin de la dictadura fue aplastar la movilización popular e imponer un modelo socio-económico neoliberal

 

El viernes 30 de junio se presentó en el local de ADEYOM , el libro recientemente publicado del periodista y escritor Víctor Bacchetta, “Las historias que no nos contaron, golpe de Estado y huelga general”. 20Once conversó con el investigador con la intención de darles a nuestros lectores un pantallazo sobre su contenido, fruto de un gran trabajo de investigación sobre el golpe de Estado del 27 de junio de 1973, sus causas y consecuencias.

Miguel Ángel Olivera Prietto  20Once

En tu libro, recientemente publicado, “Las historias que no nos contaron”, abarcas dos temas que han sido muy controvertidos en nuestro país: el Golpe de Estado y la Huelga General. Te pregunto, en primer lugar, ¿cuál fue tu interés personal por esta investigación y cómo ha sido el proceso acumulativo de documentación e información para su realización?

Mi interés personal proviene de mi condición de militante social y político en la izquierda de los años 60 y de haber sido parte del proceso que culminó con el golpe de Estado y la huelga general. El primer libro publicado en 1974 lo organicé con la documentación que había reunido entonces, que me permitió hacer una crónica día por día de la huelga general. En el segundo libro, publicado en 1993, al haber muy pocas investigaciones y valoraciones nuevas sobre aquel período, realicé 47 entrevistas solicitándoles una evaluación a dirigentes sociales, políticos y religiosos de todos los sectores que se opusieron en aquel momento al golpe de Estado. En el tercer libro hago un análisis crítico de aquel proceso, considerando las investigaciones publicadas y documentación militar sobre los movimientos sociales y la huelga general obtenida recientemente.

En la historia de los pueblos, circunstancias tan traumáticas y dolorosas como la de una dictadura violenta como la uruguaya, se da por acumulación de hechos y de un marco internacional. Pero tu relatas el proceso desde dos lugares paralelos: la construcción meticulosa e ineludible de la dictadura militar y por otro lugar, la acumulación de fuerzas y consciencia del pueblo para la defensa de la democracia. Sucintamente, ¿puedes adelantar a tus lectores en qué consisten esos dos procesos?

No son dos procesos separados sino en una relación dialéctica, se alimentan mutuamente. La disolución del Parlamento el 27 de junio de 1973 y la huelga general contra el golpe de Estado fue el momento culminante de una crisis económica y social desatada en el país en los años 50, en cuya evolución se enfrentaron dos modelos de país. El proyecto de la oligarquía y de Estados Unidos, expresado en el plan del Fondo Monetario Internacional (FMI), de un lado, y el Programa de Soluciones a la Crisis propuesto por la CNT y el Congreso del Pueblo, por el otro lado.

 El golpe de Estado del 27 de junio de 1973 tuvo una respuesta popular histórica con la huelga general. ¿Podrías describir las acciones del pueblo, las fábricas, los partidos, a partir del golpe y durante esos 15 días?

La huelga general no fue histórica solo para Uruguay sino para el mundo porque acciones de ese tipo con 15 o más días de duración son excepcionales. Solo hubo cuatro en el siglo pasado: dos en Francia, en 1968 y 1995, una en Polonia, en 1980, y la de nuestro país. Para quien no vivió esos acontecimientos, no es fácil imaginarse como son porque implican un gran sacrificio para los trabajadores y la población. Salvo algunos servicios básicos, se cortan las comunicaciones, el suministro de alimentos, de combustibles, etc. Por eso, más allá del factor que las desencadena y el desenlace, estas huelgas solo pueden ocurrir cuando cuentan con un estado de conciencia colectivo a favor, es decir, causas muy sentidas por la gran mayoría de la población. La huelga y la ocupación de las fábricas y centros de trabajo no las sostienen solo los trabajadores si no cuentan con el apoyo de las familias, la población y los comercios del barrio o la zona.

Los comunicados 4 y 7 del ejército, de febrero del 73, confundieron a ciertos sectores de la izquierda y de sectores progresistas de partidos tradicionales. ¿Fue una estrategia militar, para un destino ya marcado?

El hecho de que se focalice tanto la atención en esos comunicados, que aparecen en febrero de 1973, evidencia la ignorancia que tuvo el sistema político y gran parte de la sociedad sobre la evolución interna que venían registrando las Fuerzas Armadas desde mucho antes. De 1964 en adelante, por influencia de Estados Unidos y de la dictadura instaurada ese año en Brasil, los militares uruguayos modificaron la doctrina de guerra tradicional.

De la defensa del país ante una posible agresión del exterior pasaron a considerar que el enemigo estaba en el interior de la sociedad, era el comunismo, el marxismo y la subversión. Esta era la Doctrina de Seguridad Nacional impulsada por Estados Unidos que consideraba enemigos potenciales no solo a los partidos y organizaciones de izquierda, sino a los movimientos sociales contrarios a las políticas de los gobiernos imperantes en esos años.

Los comunicados militares 4 y 7 generaron una expectativa errónea en casi todos los sectores de la izquierda de que coincidieran con las propuestas del movimiento popular. En ese momento, sin embargo, se produjo un realineamiento definitivo en las Fuerzas Armadas que quedaron bajo control de los golpistas. Preguntados los oficiales si obedecían a la Constitución o a los mandos, la mayoría apoyó a los mandos y los de la minoría pidieron el retiro o fueron desplazados.

Los siguientes comunicados militares atacaban a todos los políticos y, para despejar las dudas, sentaron que sus caminos eran “inconciliables” con el movimiento sindical.

La teoría de los “dos demonios”, propiciada principalmente por el expresidente Julio Sanguinetti y romantizada por militares y tupamaros, pretende ocultar los verdaderos intereses de los hechos. ¿Podés explicar qué encubre?

La finalidad de la dictadura fue aplastar al movimiento popular para hacer posible, finalmente. el ajuste económico-social buscado por las clases dominantes y el FMI e instaurar el actual modelo dependiente neoliberal. La “teoría de los dos demonios” ha sido una artimaña para esconder ese proceso, como si la causa del golpe de Estado hubiera sido solo la guerrilla y la ambición de unos militares, en lugar de la resistencia popular al viraje conservador en el país.

Sirve para esconder la responsabilidad de los partidos políticos, sobre todo los tradicionales, en la degradación de la democracia, avalando las medidas de excepción, las leyes de Seguridad del Estado, de Guerra Interna, etc., que posibilitaron la irrupción militar en la política interna. Y para esconder también la responsabilidad institucional de las Fuerzas Armadas en ese período, cuyos “excesos” no fueros casos aislados sino la orden de los mandos de entonces.

 En 1971 los militares impedirían el acceso al gobierno de la izquierda, si hubiera ganado aquellas elecciones, lo dijeron. Entonces, ¿Cómo explicas que el FA haya gobernado por 15 años nuestro país, años después, sin haber sido interrumpida en su gestión?

Lo que sucede es que el Frente Amplio y el movimiento sindical de hoy tienen diferencias muy significativas con lo que esas fuerzas políticas y sociales representaban en aquel momento. El Programa de Soluciones a la Crisis levantado por la CNT de entonces, adoptado luego por el Frente Amplio, planteaba la nacionalización de la banca, del comercio exterior y de la industria frigorífica, actualmente en manos extranjeras, la protección de la marina mercante y la industria pesquera nacional, aplicación de un impuesto progresivo a la propiedad de la tierra superior a mil hectáreas, moratoria de la deuda externa y suspensión de las remesas de utilidades de las empresas extranjeras. Nada de esto está siendo planteado en el presente por el Frente Amplio y, por lo tanto, no constituye una amenaza a las políticas imperantes en el país.

En tu libro pones énfasis en la inteligencia militar, en su formación, la CIA y sus propósitos. Los de aquella época y los de ésta ¿Cómo entender la cabeza de los militares uruguayos?

No es la cabeza de los militares, como si fueran seres humanos distintos de los demás, sino la naturaleza de la institución militar, cuya finalidad siempre ha sido una, prepararse para la guerra. Esa preparación depende de la doctrina que orienta a la institución y si la doctrina plantea que sus enemigos potenciales se encuentran en el interior de la sociedad, el trabajo de inteligencia es una consecuencia lógica, no se puede hacer la guerra sin conocer al enemigo.

Ahora bien, la definición de la doctrina de las Fuerzas Armadas no es una responsabilidad de los militares sino del sistema político y de la sociedad, porque se supone que las Fuerzas Armadas son una institución al servicio de la población y el país, no algo con fines propios.

¿Cuál ha sido la causa, en tu criterio, de querer cambiar la historia del golpe de Estado de 1973 y quiénes se verían beneficiados?

Bueno, versiones como la “teoría de los dos demonios” e incluso las dificultades que subsisten hasta el presente para acceder a la información histórica, sobre todo los archivos documentales de las Fuerzas Armadas, responden al interés de esconder las responsabilidades de los actores en un proceso donde se practicó un terrorismo de Estado, en el cual se perpetraron crímenes y gravísimas violaciones de los derechos humanos que hasta hoy no han sido juzgadas.

Finalizando, vos también sos periodista ambiental, has denunciado la usurpación y el saqueo en Uruguay, la irrupción de multinacionales y un modelo extractivo, la contaminación, el uso indebido de nuestras aguas, los modelos de producción no amigables, el pueblo desinformado y rehén. ¿Cuánto tuvo que ver aquella dictadura uruguaya para que esto sucediera?

La finalidad estratégica de la dictadura fue aplastar al movimiento popular uruguayo para hacer posible el ajuste económico-social buscado en todo el período e instaurar el actual modelo dependiente neoliberal. Por eso la herencia de la dictadura va más allá de las violaciones de los derechos humanos y tiene que ver con el modelo de desarrollo implantado en el país.

La necesidad de “brindar seguridad al desarrollo” invocada por las Fuerzas Armadas para justificar su actuación no era nada novedosa en realidad. Impusieron por la fuerza el Plan Nacional de Desarrollo anunciado por Bordaberry en marzo de 1973, un plan orientado por el FMI que respondía a los intereses de sus mentores, el gobierno de Estados Unidos.

Una de sus consecuencias principales fue reforzar la dependencia económica de Uruguay como proveedor de materias primas para los países capitalistas centrales. El “modelo extractivista” de desarrollo implica el saqueo en gran escala de los recursos naturales de los países situados en la periferia del sistema. En Uruguay explotan la fertilidad de la tierra, el agua y pretenden sumarle yacimientos minerales y de hidrocarburos de escaso valor y gran impacto ambiental.

En las últimas décadas, sin distinción de gobiernos ni de mayorías parlamentarias de turno, Uruguay fue conformando un entramado legal de tratados bilaterales, leyes de protección de inversiones y decretos subsiguientes, que habilitan a grandes inversiones extranjeras y las empresas ejecutoras a pasar por encima de normas legales y constitucionales, eludiendo la justicia nacional incluso, en un proceso sostenido de lesión de la soberanía nacional.


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