Hace unas semanas, hicimos un llamado al conjunto de la izquierda -que incluyó envíos por correo electrónico a sus principales dirigentes-, para afrontar la crisis y el avance de Milei: un gran congreso de toda la izquierda para discutir un programa concreto de gobierno, que diera combate al programa libertario y que sea una alternativa al ajuste que propone JxC y lleva adelante el peronismo.
Decidido eso, todos los partidos llevaríamos ese programa en la campaña electoral a fondo, en apoyo de la única fórmula que quedó en pie, la de Bregman-Del Caño. Una apelación a dejar las mezquindades de lado para afrontar una avanzada peligrosa, pero también para encauzar en forma revolucionaria una situación explosiva. Lamentablemente, no recibimos ninguna respuesta. Ninguna. Ni positiva, ni negativa. No hubo tampoco ninguna crítica a nuestra propuesta. Asombra más, y es más triste, el silencio de la militancia, que, evidentemente, está completamente paralizada y sin ninguna dirección.
Sorprende la forma en que las direcciones de partidos que debieran estar preocupados por la situación que vive el país, eludan el problema, que quienes tienen la representación electoral en la campaña no intenten realizar un llamado similar, a fin de rescatarse y rescatarnos de una situación catastrófica.
Sorprende que el retroceso en medio de una situación excepcionalmente propicia para el crecimiento no les provoque ningún afán de balance, ni la más mínima discusión. Pero, sobre todo, sorprende más aún el ninguneo de partidos que sumados se reparten el 3% del padrón electoral y actúan como si estuviesen al borde de la toma del Palacio de Invierno. Tienen la soberbia y la desvergüenza de protagonizar un fracaso histórico y no rendir cuentas ante nadie.
Quienes han liderado a lo que se ha llamado “izquierda”, creen que solo deben dar explicaciones en el reducido ámbito de los organismos partidarios. Es un error. Deben realizar un balance ante el conjunto de los militantes, activistas y simpatizantes que los apoyan de diversa forma. Y deberían plantearse un verdadero volantazo. Pero no tenemos nada de eso.
Evidentemente, esos dirigentes no solo creen que no han cometido error alguno, sino que están en pleno crecimiento y que no podrían estar mejor. Desde esa torre de marfil miran. Esa que da el sacar el 2,5% y haber perdido centenares de miles de votos en medio del mayor descontento desde el 2001, después de haberse arrodillado una y mil veces ante Cristina (PTS). Esa que da haber perdido una interna contra un partido sin militantes (PO) y haber invertido toneladas de billetes en marketing (NMAS) o hacer campaña con la Guerra en Ucrania (Política Obrera) para no pasar las PASO. Su horizonte no va más allá de conseguir una banca en el Parlamento. Esa es su medida. Por lo tanto, si la banca está cerca, no hay ninguna crisis. Viven en Disney, como dicen los adolescentes.
En este escenario, en vista de que no hay ninguna propuesta de salida a la crisis, ni voluntad de discutirla, seguiremos llamando a votar en blanco. Seguiremos insistiendo con las dos propuestas que comunicamos a las direcciones de los partidos de izquierda: una asamblea a de militantes para discutir y formalizar un programa socialista de gobierno concreto para salir de la crisis, y la recuperación de un organismo de lucha, la Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados, para que esa campaña de agitación política tenga su correlato de lucha en las calles, contra el ajuste que está y el que se viene. Si no hay nada de esto, ni sueñen en pedirnos el voto.