21.OCT.23 | PostaPorteña 2373

Gaza, o el derretimiento de Occidente

Por SalvadorGómez/extramuros

 

La narrativa 9/11 + la narrativa Covid + la narrativa Ucrania + la narrativa de la “sorpresa” 7/10… Mientras las disonancias se acumulan, el mundo le va dando la espalda a una era que termina

 

ISRAEL / PALESTINA

* Israel (y Estados Unidos) en difícil posición luego del 7/10

* China y Rusia, junto a Irán y Turquía, observan

* Arabia Saudita fue forzada a dejar de jugar a dos puntas, y se consolida su cambio hacia la multipolaridad

* La Unión Europea sigue dando lástima

* Zelensky es una sombra que deambula pidiendo que no lo abandonen

 

Salvador Gómez - eXtramuros 18/10/2023

 

En este texto no aportaremos más información sobre el lado pornográfico del conflicto. Ella está ampliamente disponible online y en la tele.

Tampoco nos detendremos en los análisis de detalle sobre la interna del mundo musulmán, pues para ello hay experimentados especialistas; recomendamos las notas de Thierry Meyssan, Seymour Hersh y Julio Adamor

En esta nota intentaremos, en cambio, describir las principales líneas estratégicas en juego.

1 El gran ajedrez: Occidente ante Rusia y China

Los fenómenos en Israel, con ser importantes en sí y decisivos para la región, solo pueden comprenderse si se tiene a la vista que es una variante interna dependiente del “Gran Juego” -como los ingleses le han llamado desde comienzos del siglo XIX-. En aquel tiempo el nombre aludía al enfrentamiento fundamental de largo plazo entre Gran Bretaña y Rusia. Con el tiempo, China -por entonces un ex imperio en derrota- creció hasta volverse hoy el polo opuesto al poder anglosajón, traspasado ahora a Estados Unidos. Pero la cuestión que Mackinder definiese a comienzos del siglo, la cuestión de “quien domine el corazón de Eurasia, domina el mundo” parece seguir vigente. Al menos los neoconservadores norteamericanos, con el manual Brzezinski bajo el brazo, siguen actuando como si esta fuese la brújula que aun los guía. 

2 Claves del 7/10

2.1) Arabia Saudita y su pívot hacia Oriente -y los intentos de EEUU por frenarla

Arabia Saudita ha sido un aliado fundamental de los Estados Unidos en Medio Oriente. Desde que los británicos instalaron en el poder del país a la Casa de Saúd[dinastía de la familia real de Arabia Saudí] hace un siglo, pasando por los acuerdos concretados por la administración Nixon con Riad que daban nacimiento al petrodólar al tiempo que se abandonaba la convertibilidad en Washington, los saudíes han sido un extraño enclave en la región, combinando una política religiosa ultraortodoxa con el lujo casi inconcebible de la vida de sus grupos dirigentes, fruto de un manejo constante de las reservas de energía más grandes de la tierra, en alianza apretada con el poder dominante de los últimos 80 años. Esta alianza parece haber llegado a su fin como tal -lo que no excluye nuevas fórmulas en el futuro. 

De momento, la apertura de los saudíes a la estrategia “multipolar” de China y Rusia ha traído algunos cambios. Han comenzado a vender petróleo en monedas distintas del dólar -aun de modo incipiente-; se han sentado a la misma mesa con Irán, luego de mediaciones sino-rusas, y han disminuido así la tensión con Teherán, “archienemigo” de los norteamericanos dentro del mundo musulmán; han solicitado -al igual que Irán y Egipto- entrada al BRICS -la que ya ha sido aceptada y está programada para el 1 de enero de 2024.

Además, se vienen negando repetidamente a pedidos explícitos de Estados Unidos. Allá por febrero de 2022 -aun antes del inicio de la Operación Militar Especial rusa- Biden había pedido al príncipe saudí Bin Salman que aumentase la extracción de petróleo. La respuesta fue que el compromiso árabe con la OPEP+ sería mantenido. Es decir, se le dijo a Biden que no. Luego, en octubre de 2022, ya en el contexto de la guerra de Ucrania, Washington volvió a presionar en el mismo sentido. Esta vez, había habido una “decisión” de la OTAN y la Unión Europea de poner un “tope” al precio del petróleo con el supuesto objetivo de perjudicar a Rusia. Todo quedó como una más de las decisiones inanes y casi delirantes que la Unión Europea se dedicó a tomar en el contexto de la guerra de Ucrania. Washington -a semanas de la elección de medio término que se veía venir mal para los Demócratas- pidió a los árabes que no cortase la producción como estaba previsto. Se suponía que al cortarla una disminución de la oferta favoreciese a Rusia, permitiéndole mantener sus precios. Ante ello, los saudíes dijeron, de nuevo, que no. Y dijeron que no, además, a un intento de último recurso de los norteamericanos a que, al menos, pospusieran un mes la medida. 

Es decir que los árabes venían dando señales claras que su matrimonio de conveniencia con Washington estaba terminado. Las actitudes geopolíticas más de fondo -especialmente las mencionadas respecto al petrodólar, a Irán, y al BRICS- confirman esto. 

En ese marco, los Estados Unidos intentaron avanzar una estrategia alternativa que les permitiese volver a seducir a los saudíes. Una de las patas de ella incluía como cosa fundamental una integración ventajosa de Arabia en el plan americano de rutas comerciales a Oriente que compita con la nueva “Ruta de la Seda” china. Esto había sido anunciado oficialmente en setiembre último en la cumbre del Grupo de los 20 (G20) celebrada en la India.

El plan de Biden –como informara CNN– “incluiría también a la Unión Europea, Francia, Italia y Alemania. Habría dos rutas separadas: un corredor oriental que une India con los países árabes del Golfo y un corredor septentrional que conecta los países del Golfo con Europa.”

Otro aspecto -muy relevante para la situación actual- de este acuerdo fue informado también oportunamente en las últimas semanas: Estados Unidos pensaba cerrar pronto un acuerdo entre los saudíes y los israelíes. Una visita de Netanyahu el 20 de setiembre parecía haber sellado el acuerdo -aunque, confirmado por una fuente directa de quien firma que es habitual de las reuniones del AJC en New York, Netanyahu hace mucho que no es amigo de la administración Biden y que es visto con recelo o directa enemistad por parte del “lobby” sionista en Estados Unidos, puesto que claramente no responde a la política dictada desde Washington. Por tanto, ¿cuáles eran realmente los pensamientos de Netanyahu al darle protocolarmente la mano a Biden y declarar lo que convenía a la situación?

De haber salido bien la jugada, Arabia Saudita habría sido el pez gordo que la diplomacia norteamericana hubiese podido sumar al intento de los llamados “Acuerdos Abraham”, iniciados y trabajados en la era Trump y continuados en la era Biden. En ellos se intentaba que otros países árabes se sumasen a los Emiratos, quienes en 2020 fueron los primeros -luego de Jordania (1979) y Egipto (1994)- en reanudar relaciones diplomáticas con Israel. 

Para lograr esto, Estados Unidos tendría que conseguir de la administración Netanyahu que sus nacionalistas extremos -para los cuales cualquier concesión o acercamiento con el enemigo palestino es tabú- cediesen en su postura radical, y admitiesen un rumbo que, con el tiempo, podía incluso conducir a una así llamada “normalización” que aumentase las concesiones a los palestinos. Una nota de Alastair Crooke oportunamente publicada informaba de ello en esta misma revista hace meses. Los americanos ofrecían además a Arabia una serie de oportunidades de dudoso interés, como ayudarlos en un “programa nuclear civil”, y permitirles comprar antiaéreas que los protegiesen de un supuesto ataque iraní -lo cual suena raro siendo Irán un país con el que, como vimos, Arabia va en vías de normalizar relaciones y disminuir tensiones.

Toda esta diplomacia saudí de doble contabilidad, entrando al BRICS y arreglando con Irán por un lado, cuando al mismo tiempo intenta arreglar con Israel por el otro; diciendo que “no” a Estados Unidos en sus pedidos respecto del petrodólar por un lado, y a la vez prestándose a un acuerdo que en el mundo árabe iba a ser probablemente visto como una nueva traición a principios muy arraigados respecto del problema territorial y religioso en Palestina, parece la fórmula para un nuevo conflicto. Otros actores no iban a quedarse tranquilos. 

Hasta aquí el costado “árabe” de la cuestión, que puede resumirse así: Arabia Saudita se vuelca hacia China y el BRICS, previo acercamiento histórico con Irán. Arabia Saudita debilita sus lazos estratégicos con Estados Unidos. Aunque, y al mismo tiempo, Arabia Saudita accede a conversar sobre un plan de paz con Israel que auspician los norteamericanos, y que pone nerviosos a extremistas y radicales tanto en el sionismo, como entre el mundo musulmán.

2.2) La fragilidad política de Netanyahu y la inverosimilitud de un ataque “sorpresivo” el 7/10

Hace falta ser muy breve aquí. 

Primero, Netanyahu era un cadáver político, abandonado mayormente por la administración Biden, repudiado por buena parte de la clase política israelí, sostenido por los sectores más ultra de la “derecha” sionista, intentando una reforma judicial que no reunió el apoyo requerido y en cambio movilizó en la calle a buena parte de la gente -movilización entusiastamente auspiciada por el Occidente woke- y encarando un posible juicio una vez terminase su mandato. 

Segundo, la posibilidad de que Israel haya sido sorprendido el 7/10 es tan remota como la posibilidad de que un piloto “terrorista islámico” con 50 horas de vuelo en una escuela de pilotaje en Florida haya clavado un pesado e inmaniobrable Boeing 757 en el Pentágono (sin turbinas, pues nunca se encontró rastro de ellas ni de nada más) a 3 metros del piso, luego de un peligroso descenso en loop, sin estrellarse ni desintegrarse estructuralmente antes, y sin que toda clase de sistemas de alarma y respuesta lo hayan detenido de impactar el edificio militar más defendido del planeta.

He notado que mis amigos defensores radicales del pueblo palestino, y mis amigos defensores radicales del sionismo, niegan que haya habido conocimiento previo del ataque por parte de Israel. Para unos y otros, la estabilidad fundamental de sus complementarias narrativas (la seriedad de las instituciones israelíes y la sinceridad de la entrega heroica del pueblo palestino alzado en armas) se destruiría si esto fuese probado. 

Pero, fuera de esa comprensible imposibilidad, es realmente difícil para cualquiera aceptar que un ataque que fue planeado con un año de anticipación, que fue preparado en campos de entrenamiento especialmente dispuestos al efecto, que fue anunciado en videos en las semanas anteriores, que dio lugar a reuniones de alto nivel de coordinación en Líbano, que contó con un viaje a Rusia de los militantes palestinos para avisar a Lavrov que iban a actuar, y que fue luego de todo esto anunciado directamente a los israelíes tanto por Egipto como por la CIA, “tomase por sorpresa a Israel”. Mi amigo sionista argumenta “no, no… la supuesta infalibilidad del Mossad, la superioridad del ejército israelí, son mitos”. Mi amiga palestina dice “el pueblo actuó porque está harto. Esto cambia todo”. 

Estoy de acuerdo con que cambia todo, pero la hipótesis de “esta salvajada nos tomó por sorpresa”, discurso oficial de Israel y de la repulsiva araña política Von der Leyen en nombre de la Unión Europea, es intragable, como lo fue la narrativa de los pilotos maravilla y los edificios que se derrumban de forma militarmente ordenada sin ningún motivo racional el 9/11. Aparte de todo, se informa en estos días que una parte significativa del propio pueblo israelí tampoco se traga la idea de “todo nos tomó por sorpresa”.

Por tanto, es preciso conectar los puntos 2.1 y 2.2. ¿Es posible que puedan conectarse?

3 La convergencia en la necesidad de patear el tablero

Los palestinos vienen preparando “algo” desde hace tiempo. 

Los americanos intentan empujar a que el nacionalismo ultra en Israel -en el poder del Estado- acepte un nuevo estatus en Medio Oriente donde deberán hacer concesiones, a cambio de una serie de acercamientos diplomáticos que comprometerían más a Israel con el mundo árabe. Nuevo estatus cuyo beneficiario no es el Israel de estos ultras -ellos pueden obtener lo mismo y más sin firmar nada, como hasta ahora-, sino la perspectiva americana en el “Gran Juego” entre Estados Unidos, China y Rusia.

A su vez, Netanyahu no tiene una salida buena de su situación, y todo el mundo sabe que en una coyuntura realmente desesperada, un buen lío y embarrar en serio la cancha sirve para ganar tiempo, agitar una “política de unidad nacional contra el enemigo común”, y ver si se puede conseguir algo en ese río revuelto.

Por su lado los chinos, rusos, iraníes y otros actores conectados no ven con buenos ojos ninguna estrategia que reposicione a Estados Unidos -que viene perdiendo feo en Ucrania y en Asia en general- en una posición mejor. Tampoco les interesa promover una estrategia alternativa liderada por los norteamericanos que, aunque incluya a India, competiría directamente con la nueva Ruta de la Seda en la que tienen intereses ya invertidos. Los chinos ya han liderado el despliegue de al menos seis direcciones de su plan de rutas comerciales y de conexión con Occidente, así como los rusos lo están haciendo al conectar el Caspio con el Golfo Pérsico a través de Irán. China busca, con ello, seguir abriendo alternativas terrestres a la fragilidad que para su libertad comercial representa el estrecho de Malaca, bloqueable por una potencia enemiga en una situación de conflicto.

Por tanto, en este caso es dable suponer que coincidieron intereses aparentemente contrapuestos, pero en realidad fácilmente convergentes. 

– El interés de los chinos y rusos de frenar los intentos americanos de estrategia competitiva en Asia; 

– el interés de chinos, rusos, iraníes y otros actores del mundo musulmán por frenar el doble juego de Arabia Saudita; 

– el interés de los ultranacionalistas en Israel por aprovechar el esquema más conocido de la política criminal (lograr ser la víctima para legitimar un contraataque). 

Según este contexto, informados de que ese “algo” se viene, tal vez los ultras en Israel deciden dejarlo ocurrir, con la esperanza de usarlo a su favor. Vista la situación hoy, puede que hayan errado el cálculo.

Netanyahu, que sale mal en cualquier hipótesis -propagandeado como “baby sitter” del pueblo israelí en uno de sus avisos de campaña electoral hace un tiempo, queda claro que no supo cuidar a su nación; o, en una alternativa peor, que maniobró para entregar vidas de israelíes a cambio de espacio político para él mismo.

Pero cuando alguien está en una situación desesperada, y su único apoyo son fuerzas radicales ultranacionalistas, estas cosas pueden pasar, y el nuevo escenario podría ofrecerle algunas alternativas antes inexistentes.

En ese contexto, patear el tablero habría sido lo lógico -por razones distintas pero convergentes- para los principales involucrados. 

4 Y ahora qué

Dos semanas después del ataque, Israel ha dilapidado lo que al principio pareció un capital político -el de toda víctima- al comandar una reacción repudiable sobre la población civil de Gaza. Ninguno de los argumentos que se exhiben es de recibo. Ser objeto de una agresión en ninguna hipótesis habilita para violar todos los órdenes internacionales establecidos, desconocer las leyes de guerra, y principios humanos elementales que no hace falta siquiera formular. 

Toda violencia extrema escuda una extrema debilidad. Como síntoma de que esto es una muestra de debilidad de Israel en términos estratégicos, su presidente Isaac Herzog acaba de declarar: “Toda la nación (palestina) es responsable. Esta retórica sobre civiles que no eran conscientes ni estaban implicados, es completamente falsa. Podrían haberse revelado, podrían haber luchado contra ese régimen… Lucharemos hasta que les rompamos la espina dorsal“.

Es decir, un alto representante del gobierno israelí acaba de borrar la distinción entre civiles y terroristas. Todo Gaza, los 2 millones trescientos mil habitantes -incluyendo los 700.000 niños- son según este pensamiento de energúmeno, terroristas, y responsables. Dado que no hay civiles, cualquier tratamiento que se les dé está justificado. 

Por su lado, Egipto ha cerrado la frontera. La versión oficial es que no quiere permitir a Israel que desplace obligadamente a los palestinos de su territorio. Además, la Hermandad Musulmana -que está en el origen de Hamas- es una organización prohibida en Egipto, desde los tiempos en que, en 1954, intentaron asesinar a Nasser. 

Telegráficamente, porque no sabemos cómo evolucione esto en las próximas horas, ni qué hablar semanas o meses, puede avanzarse alguna conclusión provisoria:

(a) Luego del 7/10 Israel ha quedado debilitado -no militarmente, sino en términos de prestigio en la comunidad internacional. Lo que está ocurriendo en Gaza es demasiado flagrante como para no terminar de despertar al público más dormido. La reacción inicial de horror estimulada por la propaganda infantil de los grandes medios está cediendo frente a la conciencia de que todo es más complicado en las relaciones con del estado israelí con los palestinos; que la actitud de un Israel en manos de su ala dura es horrible en realidad. Y que, mayormente, siempre lo fue. 

(b) Estados Unidos ha perdido su iniciativa sobre Medio Oriente. El intento de reinscribir a los saudíes en una estrategia de largo plazo junto a India en Asia está, o muerta, o en el CTI. Banderas palestinas ondearon el 7 de octubre por todo el mundo árabe. Los gobiernos en ese mundo se cuidarán muy bien de acercarse a Israel. La iniciativa de sacar un poco del medio a la facción más radical del sionismo, con vías a engrosar las alianzas que Estados Unidos precisaría ahora en el mundo musulmán, descarrila. 

(c) Estados Unidos no puede apoyar a Netanyahu demasiado. La línea de apoyar intragables genocidas en acción, no luce bien antes de ninguna elección. Biden está en Israel cuando escribo este texto, intentando hacer relaciones públicas -“restablecimos el agua”- y, al mismo tiempo, arrima su flota al Mediterráneo oriental, suponemos que con fines disuasivos. Pero todo esto es, a los efectos de su estrategia anterior, una mera maniobra reactiva ante un fracaso.

(d) Xi y Putin, reunidos en Beijing en una posición que luce reafirmada, se han abstenido cuidadosamente de hacer cualquier movida que los muestre como parte del conflicto. Si siguen así, y logran que los iraníes y Hezbollah no respondan a ninguna provocación, lograrán que el conflicto quede circunscrito a Gaza, donde los israelíes sin duda se anotarán una victoria territorial, con un costo político enorme en aislamiento, para el presente y el futuro. 

Arabia Saudita ha quedado jugada al BRICS, y su doble postura debilitada. 

Turquía sigue emitiendo señales de advertencia ante cualquier tentación de llevar el conflicto a Siria -a donde ya ha habido intentos de expandirlo con algún bombardeo de un aeropuerto. 

(e) En una situación estratégicamente tan negativa, con la aventura Ucrania en el fracaso ya explícito, siempre hay un peligro de que lo más ultra de lo neoconservador intente generar un conflicto mayor, de consecuencias previsiblemente terribles -atacando a Irán, por ejemplo, y poniendo en una situación mucho más difícil a sus grandes aliados asiáticos. 

f) Como efecto secundario, el nuevo foco en Israel sirve para que el público olvide todas las mentiras lanzadas y apiladas, durante dos años casi, sobre la guerra de Ucrania. 

En efecto, el proyecto Ucrania -mi amigo sionista me confirmó que se lo debate en los círculos que frecuenta desde al menos 1999 como el proyecto de sumergir a Rusia en una situación bélica de larguísimo plazo, estilo Medio Oriente, y que siempre contó con la resistencia de Kissinger, que nunca lo vio una buena idea- es ya una debacle completa. La “ofensiva” ucraniana, comenzada el 4 de junio, fue un fiasco: no consiguió nada, a cambio de perder una cantidad indefinida pero astronómica de seres humanos, como cualquiera que venga siguiendo el conflicto por fuera de la propaganda de guerra de Occidente habría previsto.

Ahora, pareciera que el deep state emite señales inequívocas de inminente traición. El dinero se acabó para Zelensky, y con él cualquier esperanza de que la Unión Europea, y Soros con su Davos, obtengan allí alguna clase de victoria. Europa ha sido sometida, disciplinada, hecha dependiente de la energía norteamericana o de sus intermediarios, obligada a comprar armas nuevas a los proveedores yanquis, y ahora será lanzada a experimentar un nuevo invierno. Con respecto a tal inversión en el horrible “proyecto Ucrania”, “estamos llegando al final de la piola” (“We are at the end of the rope“) acaba de avisar John Kirby, vocero del Consejo de Seguridad Nacional norteamericano. Como advirtió Kissinger una vez: “Ser enemigo de los Estados Unidos es peligroso. Pero ser amigo es letal“.

Finalmente, con el repulsivo -desde cualquier ángulo que se lo mire- episodio del 7/10, el mundo parece estar tomando rápidamente consciencia de la hondura de las mentiras de las últimas décadas. La seducción del globo entero por el proyecto Occidental, con sus instituciones de posguerra, su “comunidad internacional” donde solo existen los que obedecen, y su legitimidad cientifista -fenómeno ya casi únicamente retórico- parece estar en su punto más bajo.

Es muy raro ver un cambio de época de la dimensión del que está teniendo lugar. Las preguntas siguen abiertas, y realmente no sabemos si el futuro inmediato no encerrará una confrontación nuclear, pues sus dirigentes, en la desesperación por la pérdida de control y poder, parecen incapaces de hacer otra cosa que doblar la apuesta. Pero seguramente hay más sorpresas genuinas, acontecimientos y giros imprevisibles aun, pues este cambio de era sigue adentrándose en fases cada vez más intensas. 

En todo caso -y no es consuelo para las víctimas directas- a muy pocas generaciones de seres humanos les ha sido dado formar parte de un movimiento espiritual que podría ser un antes y un después en una situación de siglos. La seguidilla de los últimos años parece ir revelando la spengleriana situación en la que al fin nos encontramos.


Comunicate