26.NOV.23 | PostaPorteña 2380

Votó Argentina : no se trató solo de rechazo a la situación económica que dejan el PJ y el kirchnerismo

Por varios

 

Ascenso de la ultraderecha ¿situación “prerrevolucionaria”?

 

Por estos días un lector del blog envió un comentario requiriendo mi opinión acerca de la afirmación de Jorge Altamira sobre que, en Argentina "no estamos en una etapa de reacción política sino de tendencias prerrevolucionarias". En lo que sigue reproduzco, con algunas modificaciones de forma, mi respuesta, y agrego varias consideraciones

Rolando Astarita [Blog] 23 nov 23

Empecemos diciendo que lo de JA es lo que repiten los grupos trotskistas casi sin variación desde hace décadas. No importan las derrotas o retrocesos más o menos circunstanciales del movimiento obrero, la idea es que las masas trabajadoras están dispuestas a luchar, pero son traicionadas por las direcciones sindicales (o por las direcciones políticas reformistas, stalinistas, nacionalistas, etcétera). Esta idea la combinan con la tesis de que el capitalismo ya no desarrolla las fuerzas productivas. Por lo cual concluyen que "la situación es objetivamente revolucionaria"; o están latentes las "tendencias revolucionarias" (o prerrevolucionarias). Es cierto que en determinados períodos se tuvo que admitir que hubo derrotas de la clase obrera. Por caso, cuando triunfaron los golpes militares en los 1970 en Chile, Uruguay, Argentina. O ante el ascenso de Hitler al poder. Sin embargo, lo que prevalece por sobre los retrocesos es "la disposición de lucha de las masas trabajadoras".

Un ejemplo característico y fundante de este abordaje es el Programa de Transición, escrito por Trotsky en 1938, para la Cuarta Internacional. Comienza diciendo que en todo el mundo "grandes masas de millones de hombres vienen incesantemente al movimiento revolucionario". Aunque para 1938 la clase obrera estaba derrotada en la URSS; el nazismo y fascismo se habían impuesto en Alemania, Italia y Austria; en Francia el Frente Popular estaba en retroceso; en España vencían los ejércitos de Franco; y en EEUU se fortalecían Roosevelt y el reformismo.

Pero por encima de estos datos objetivos la idea era que debido al estancamiento secular del capitalismo la clase dominante ya no podía otorgar ninguna concesión importante; ni siquiera demandas democráticas serias. Se pensaba, además, que la crisis económica llevaría a las masas a radicalizarse y girar a la revolución. Por eso, en el PT Trotsky escribió: "la agudización de la crisis social aumentará no solo el sufrimiento de las masas sino también su impaciencia, su firmeza y su espíritu de combate".

Un enfoque exitista inadecuado para la realidad argentina

Sostenemos que este enfoque exitista es inadecuado para orientarse en una situación como la que vive hoy Argentina. El planteo es que la crisis económica llevará a la radicalización u aumentará la disposición de lucha de la clase obrera; las direcciones de las organizaciones de masas traicionan, pero las masas finalmente adoptarán el programa que propone la izquierda porque se convencerán de que no hay otra salida.

Pero este argumento no cierra. Por ejemplo, según el PTS, "la pasividad que impusieron las direcciones sindicales fue uno de los motivos del avance de la derecha". ¿Nadie se pregunta por qué las direcciones sindicales pudieron "imponer pasividad" en las bases, y nada menos que frente a la ultraderecha?

Otro ejemplo: la idea de que Milei es "el último cartucho" de la clase dominante. En los términos de Política Obrera: "el ascenso de Milei al gobierno es un salto nuevo en la crisis política, porque podría convertirse en el último eslabón entre la situación presente y una situación revolucionaria". ¿No es necesario preguntarse cuántos "últimos eslabones" hubo entre "la situación presente y la situación revolucionaria", dadas las mediaciones políticas burguesas, pequeñoburguesas, nacionalistas y reformistas que se sucedieron a lo largo de la historia?

El problema fundamental: las crisis y penalidades sufridas no necesariamente inducen a las personas a girar hacia la izquierda. La historia está llena de ejemplos que desmienten esa extendida creencia. Para no volver sobre casos locales, recuerdo cuando, ante la caída de los regímenes stalinistas, muchos pronosticaban que "en cuanto las masas experimenten lo que es el capitalismo, volverán al socialismo (o defenderán los Estados proletarios)". Sabemos cómo terminó la historia.

Ascenso de la ultraderecha… ¿y la clase obrera?

Hay tres ideas entrelazadas que se potencian con lo anterior. En primer lugar, la que explica el voto de amplios sectores de la clase obrera a Milei y a LLA como protesta por la situación económica y expresión de hastío con el peronismo K. En segundo término, la que explica el voto de amplios sectores de la clase obrera a Massa y el PJ como “reacción de la clase obrera contra el fascismo”. En uno y otro caso, la conclusión es que la disposición de las bases a luchar está intacta. En otros términos, nada cambió en esencia (o sea, lo político ideológico no tiene espesor). De lo que se concluye que hay que seguir agitando alguna “consigna-solución” (romper con el FMI, no pagar la deuda) que llevará a la ruptura de las masas trabajadoras con “el anteúltimo eslabón”. Con la precisión de que habría que esperar algún ajuste hacia “la unidad de acción contra el fascismo” por parte de los que caracterizan que LLA en el poder es el fascismo en el poder. Pero el eje, por ahora, se mantiene en “romper con el FMI”, principal causante de los males.

La realidad es que esa estrategia no funciona. Después de todo, algunos partidos de izquierda hace ya 40 años que están insistiendo con la misma demanda del “no pago” y “ruptura con el FMI”, sin resultados en términos de influencia de masas. La población mantiene mayoritariamente el voto a dirigentes y organizaciones defensores del capital. Más aún, la ultraderecha ganó sin que la clase obrera presentara alguna resistencia particular. No es un dato menor. No se lo puede pasar por alto (y el fenómeno se repite en muchos países).

Necesitamos abrir un debate dentro de la izquierda

Es necesario abrir un debate acerca de la situación, mirando de frente las dificultades. De la actual coyuntura no se sale diciendo simplemente que el ánimo de lucha está intacto; que el voto obrero lo expresó; y que este será “el último cartucho” del sistema, antes de la entrada en escena de la revolución. Entre otros factores, es necesario encarar las representaciones ideológicas ultra reaccionarias que adoptaron muchos de los que votaron por Milei. Digámoslo con todas las letras: no se trató solo de rechazo a la situación económica que dejan el PJ y el kirchnerismo. El rechazo a “los extranjeros que vienen a atenderse a los hospitales argentinos, o a estudiar a las universidades” es frecuente incluso en sectores extremadamente empobrecidos. Así como a los planes sociales. O el pedido de “mano dura” frente a la inseguridad. Junto al consentimiento o dejar hacer de la campaña “contra los zurdos”.

Cómo se cruzan estas expresiones con la disposición, o falta de disposición, a luchar; o con el apoyo, o no, a formaciones nacionalistas o de ultraderecha; o con la disposición a cuestionar la ideología predominante y avanzar en la formación de una conciencia de clase, deberían ser motivo de análisis y discusión. No tengo ninguna claridad de cómo se resuelven estas cuestiones, pero estoy convencido de la necesidad de debatir estos temas. Hay que parar con las explicaciones simplistas. Hay que tener en cuenta la incidencia de los climas ideológico-políticos reaccionarios en la disposición a luchar. No se pueden tapar estas cuestiones con palabrerío sobre situaciones revolucionarias, o prerrevolucionarias, carentes de contenido.

Para terminar: el sistema capitalista demostró tener una durabilidad mayor de la que en su momento pensaron Marx o Engels; y en eso tuvo que ver una pasividad de la clase obrera mayor de lo que preveían los marxistas hace 100 o 150 años; o incluso los que militábamos en los 1960 o 1970. Y esa pasividad no se puede explicar meramente por “traiciones de las direcciones”. Hay que mirar de frente las dificultades

Con ustedes, ¡LA REALIDAD!

 

Milei elige los ministros que necesita para la etapa transicional tanto por negociación política como por sus habilidades. En el proceso, trata de crecer y de aprender sobre la marcha

Dardo Gasparré La Prensa 25 nov 23

Ningún tema, de entre tantos posibles, parece preocupar más al presidente electo que el planteado por las Leliqs y todos sus correlatos.  No hay entrevista o comunicación de Milei que no comience con “superado el problema de las Leliqs avanzaremos con…”  Una frase que recuerda a algunas bromas sobre economistas. Como la del náufrago de esa profesión que se estaba ahogando y decía “asumamos un salvavidas”. Y también la esperanza de que el tema pueda ser resuelto de algún modo eficaz, rápido y mágico. 

Tiene razón. Si bien se trata de un aspecto que luce lateral, apenas un simple endeudamiento del Estado en moneda local, nadie está en condiciones serias de predecir lo que ocurriría si el Estado dejase de pagar los intereses que paga hoy por las renovaciones de esos bonos de deuda, o redujera la tasa, como sugieren algunos expertos. Tiene por eso sentido volver a explicar aquí la esencia del problema. 

Los bancos privados han venido financiando el gasto público mediante la compra al Estado (disfrazado de Banco Central) de un instrumento casi informal e íntimo que se llama Letra de Liquidez o Leliq, emitidos por la autoridad que supuestamente debe controlar que no hagan despropósitos como éste. Al mismo tiempo se neutraliza así algo del circulante falsificado por los Planes Platita, irresponsable e ignorante engendro de Cristina Kirchner. 

Para lograr tentar a los bancos, la tasa de interés que paga el Central es similar a la inflación, lo que obliga a imprimir más billetes para pagar esos intereses cada mes, o cada semana. Un enorme contrasentido en un instrumento que supone servir para, justamente, neutralizar los efectos de la emisión al retirar dinero del mercado, que fue prostituido por el gobierno K y que además no sirve y es suicida con altas tasas de interés. 

Los bancos han comprometido en ese proceso, con la anuencia y complicidad del Banco Central, tanto su patrimonio como el de sus clientes. Hoy los depósitos en caja de ahorro o cuenta corriente, y obviamente los plazos fijos, carecen de todo respaldo, cualquiera fueran los parámetros que se usaran.

Para cometer el terrible pecado de decir la verdad que todos ven, pero nadie quiere decir, tentados por una tasa de interés impagable, los bancos le han prestado a un deudor fallido, que no tiene patrimonio, ni merece confianza ni tiene crédito alguno. O sea, los bancos están técnicamente quebrados, sujetos al salvataje estatal de una mayor emisión-inflación-endeudamiento. Junto con ellos, lo están quienes han armado negocios financieros y diversas estructuras de` inversión en torno a esas letras. Y ciertamente, los inversores secundarios que invirtieron en esas estructuras tienen en sus manos papeles sin ningún valor, como en cualquier default. 

Dentro de ese enunciado, se incluyen los tenedores de Plazos fijos, que le han prestado a entidades insolventes con la garantía de otro insolvente. Allí se anotan grandes empresas, productores, especuladores, financistas y el ahorrista privado, en menor escala. 

Infinitamente complejo

El dilema, trilema o multilema al que se enfrenta Milei y al que se habría enfrentado cualquier gobierno racional, es infinitamente complejo. Si se aplicasen las reglas básicas del liberalismo y de la escuela de economía austríaca, los inversores deberían perder su dinero, como ocurre con los acreedores externos en dólares, que padecen los efectos del default argentino, sus prórrogas, quitas, destrucción del valor de sus tenencias, pérdidas que deben absorber lquienes tomaron la decisión de prestar mal. Eso incluye a los bancos, las Leliqs, los tenedores de Plazos Fijos, los tenedores de billeteras y otros mecanismos que se basen en esos instrumentos.

Permitir esa quiebra, o verbalizarla, tiene efectos imposibles de medir, y de soportar, además del lobby imaginable, las presiones, y el efecto dominó que iniciaría. Lo que en términos internacionales se resume en la frase too big to fail, que viene aplicando desde hace algunas décadas la Fed, que muestra sus efectos en correlación entre la emisión y la deuda norteamericana a punto que alguien se tome el trabajo de comparar los gráficos. También ha contribuido a destrozar los principios centrales del capitalismo y a garantizar a delincuentes de guante blanco que deberían estar presos de por vida. 

Si se tuviesen en cuenta los principios éticos del liberalismo y del capitalismo protestante, un salvataje constituiría también un moral Hazard, o sea, en este caso, las consecuencias de que el Estado salve a alguien de las consecuencias de sus propios actos o de su propia ambición, le permite quedarse con su ganancia de alto riesgo pero anula los efectos negativos sobre él de ese riesgo seguro al que se expuso tentado por el profit fácil. Como tomar un seguro después de chocar el auto manejando borracho y drogado y querer que el asegurador pague el arreglo. 

Pese a su inclaudicable vocación de libertario y liberal, Javier Milei no seguirá esa ortodoxia. No hace falta explicar que lo último que necesita el país es una quiebra del sistema, una descapitalización de las empresas, una desconfianza generalizada y que los ahorros de algunos de los ciudadanos desaparezcan de un minuto a otro. No es moralmente liberal, no es capitalista, no es la escuela austríaca, no es lo que esta columna aplaudiría. Pero es la realidad. 

Otro camino

Otro camino es intentar conseguir un crédito contingente en dólares con algún formato ad hoc, que pueda ser usado como garantía para emitir algún bono en esa moneda que obre de respaldo al sistema bancario, y por extensión a los Plazos fijos. 

Se supone, a menos según algunos importantes referentes en la agonizante dolarización del electo que la presencia de esa garantía creará confianza en el sistema y que eso evitaría una corrida. Pero eso podría tener un cierto valor en caso de que Leliqs y Plazos Fijos fueran dolarizados, un supuesto lejano, lejano. ¿Qué se haría de aquí en adelante? ¿Qué tasa se pagaría? ¿No se crearía una hiperinflación si esos pesos se lanzaran al mercado, o una demanda de dólares con consecuencias muy difíciles de prever? 

Una subvariante del punto anterior es directamente convertir esa deuda en pesos en deuda en dólares y conseguir un préstamo externo por esa cifra. En ambos casos, siempre se está suponiendo que el sistema financiero internacional está dispuesto a prestar esos fondos adicionales, salvo que las garantías físicas exigidas, (Vaca Muerta, litio, etc.) fueran tan importantes que resultaran inviables políticamente. No hay moral Hazard en ese mundo. 

Luego hay variantes intermedias o combinadas de esas salidas. Carlos Rodríguez, el prestigioso economista ahora renunciante a nada, que tuvo razón al descartar la dolarización obligada propuesta por Emilio Ocampo, sugiere reducir la tasa de interés tanto de las Leliqs como de los Plazos Fijos de 250% a 60%, y ver qué hacen bancos y ahorristas, o sea, si siguen manteniendo sus inversiones o eligen retirarlas, algo también azaroso, como todas las decisiones en las economías no socialistas-estatistas. Una moneda al aire, por aquello de la Acción Humana. 

Como la premisa fundamental del león domado es no emitir, con justa razón, todos estos dilemas múltiples surgirán a apenas una semana de que asuma, en la primera renovación de Leliqs, si no antes. Si paga las tasas de hoy, se condena a emitir. Si no las paga, se expone a las reacciones del mercado, que siempre son impredecibles. No sólo un momento de decisión, sino un Rubicón imprescindible de cruzar para poder avanzar no sólo con la eliminación del cepo, sino con todo el plan de ajuste fiscal vital sin crear un caos. 

Se recordará que antes de aplicar la Convertibilidad, que logró frenar bastante rápidamente la inflación, Cavallo tuvo la suerte, o la habilidad, de conseguir que su predecesor lanzara el famoso Plan Bonex, que reemplazó compulsivamente los Plazos Fijos en pesos por Bonos en dólares del estado a mediano plazo, lo que permitió salir de una coyuntura similar. 

El Toto

La designación de Luis Caputo como ministro de economía presagia que su tarea en esta etapa será encontrar alguna mecánica que permita conseguir fondos frescos en dólares para usarlo total o parcialmente en la solución de este problema crucial, que se verá si logra llevarse adelante voluntariamente u optativamente y no por imposición, quedando en el aire el valor al que se convertirían los pesos a dólares, paso imprescindible en este supuesto. El Toto no es ducho en las otras capacidades que se esperan de un ministro del ramo, pero, al mejor estilo Menem, el punto es resolver el problema hoy. Siempre se pueden cambiar los ministros. 

La renuncia a nada de Emilio Ocampo, el vendedor de la idea de la dolarización a Milei, tiene dos lecturas: la primera es que su propuesta de dolarizar forzosamente la economía ha muerto. La segunda es que Caputo tiene otras ideas sobre el Banco Central, pese a la refirmación de su cierre por parte de LLA.  La columna cree, además, que el futuro presidente se ha liberado de una carga molesta con esta renuncia. Y que cerrar o incendiar esa entidad no necesariamente borra los problemas que ha creado. Ni los que pueden crearse aunque no existiese. 

En todo el proceso se advierte otra ventaja que aporta la adhesión-acuerdo con el Pro: la posibilidad de disponer de gestores experimentados en la administración que se requieren en gran cantidad y calidad para esta etapa, que de otro modo no estarían disponibles. Es de esperar que ninguna intriga, ambición o ego mal manejados rompa esta incipiente alianza. 

Javier Milei ha comenzado a transitar el duro, espinoso, pragmático camino de la realidad. Para eso fue elegido, no para que dé clases de ética liberal ni libertaria, que no se pueden dictar a los hambrientos o pauperizados. Tendrá que cambiar muchas cosas. Inclusive a él mismo y a las acciones y delirios de sus leales originarios. El problema del país sólo se soluciona creciendo. Para crecer hay que empezar a cambiar. Para empezar hay que despejar el camino. Para despejar el camino, la transición es más importante que el plan. Porque sin transición exitosa no hay plan que sirva, ni oportunidad de ponerlo en práctica. La primera prueba de fuego está a la vuelta de la esquina

 

Sánchez adopta el manual kirchnerista que los argentinos

han repudiado en las urnas

 

SABE QUE ASEGURA VARIOS AÑOS DE PODER ILIMITADO

 

KARINA MARIANI

NOV 26, 2023 LA GACETA DE LA IBEROSFERA

 

Pocos días antes de que Sergio Massa protagonizara una de las peores derrotas del peronismo en toda su historia, Pedro Sánchez le enviaba un caluroso saludo y su compinche apoyo. No estaba solo el mandatario español, un desfile de presidentes y expresidentes adherentes al Foro de San Pablo, políticos de la progresía internacional y premios Nobel, de esos que han arruinado el prestigio de la condecoración, clamaban por la victoria del peronista. La jerarquía de la izquierda mundial miraba con atención lo que pasaba en el remoto país sudamericano y advertían a los argentinos, con el dedo índice en alto: «La democracia es sobre todo un camino, y lo urgente ahora es defender lo que ya hemos andado». Y no se equivocaban, porque lo que este conglomerado «ha andado» es la prolongada construcción de un relato, de una cosmogonía legitimadora de su imperio ideológico. Un imperio que hoy tiene pies de barro, pero que les trajo pingües beneficios.

Los firmantes pedían por «el impulso de una agenda progresista euro-latinoamericana», esa que vienen construyendo desde que se impuso la dictadura cubana y que expande hasta hoy sus tentáculos a toda la región, hundiéndola en la miseria. Pero Pedro Sánchez fue más lejos. En un vídeo proselitista sostenía que Massa «representa la apuesta por la convivencia democrática, por la concordia, y ofrece un proyecto de unidad, de solidaridad, con oportunidades para todos y para todas». Convivencia, concordia, solidaridad y oportunidades en el país polarizado, con el 50% de pobreza y la inflación galopante ¿Tendrá idea Sánchez de la Argentina que deja Massa? Posiblemente sí, pero no le parece mal.

Sergio Massa hizo un estropicio descomunal en el año y medio que reinó de facto en Argentina, corriendo de la escena al presidente Fernández que ya había hecho un gobierno desastroso. Pero lo que es malo para el país no es necesariamente malo para sus gobernantes, si estos consideran al Estado como un surtidor inagotable para sus deseos de poder y riqueza. Si bien es cierto que Argentina se hundió en estos 20 años de kirchnerismo, no es menos cierto que el proyecto de poder que comenzó con Nestor Kirchner en 2003 ha sido el más exitoso de la saga peronista, superando incluso al mismísimo Perón, y que ha colmado de poder y riqueza a sus dueños mientras el país agonizaba. Así que posiblemente Pedro esté mirando el éxito de los Kirchner, y no el fracaso argentino.

Lo que es particularmente curioso es que en la misma semana en la que los argentinos repudian con contundencia a esta última versión del peronismo, España sea apuñalada por un político que abraza el manual peronista casi con devoción. Es como si el parásito, al verse amenazado, hubiera cruzado el Atlántico en busca de un nuevo huésped. En los discursos de investidura, escuchar a Pedro Sánchez era como escuchar condensados los 20 años de parloteo de Néstor y sobre todo de Cristina. Las palabras maniqueas y sociopáticas con las que polarizaron a la sociedad, era volver a escuchar al antagonismo y al resentimiento.

El peronismo perdió la elección el pasado domingo, se ve que el videíto de Sánchez no trajo suerte. Pero considerar que está acabado es un error que los argentinos no deberían volver a cometer. Frente a su futuro rol como oposición, el peronismo comenzará su guerra interna y su recomposición dada que la identidad kirchnerista sufrió el desgaste propio de los años, desgaste al que no escapó su lideresa, la condenada, con su raído discurso que ya no logra cautivar a nadie. Pero no es posible negar su éxito político, por más triste que esto sea, como tampoco es posible negar las similitudes entre el sanchismo y el kirchnerismo que brotan día a día. Como Pedro Sánchez, Néstor Kirchner asumió con una debilidad originaria que le llevó a buscar socios en las zanjas de la democracia. La inescrupulosidad es la misma.

Conforme lo fue necesitando para sobrevivir, el kirchnerismo se dejó colonizar gustoso por la izquierda castrochavista, pisoteando la disidencia interna y externa. Pero como ganaba elecciones, para el interior del movimiento el acomodo fue más fuerte que la ideología. Ahora el peronismo deberá decidir si pisar el acelerador y avanzar en su proceso de izquierdización con el mandatario que quedó en pie, Axel Kicillof gobernador de la Provincia de Buenos Aires, o tratar de virar al centro con la vertiente cordobesa de Juan Schiaretti. Qué será, de ahora en más, del peronismo es una cuestión aparte. Pero el consorcio de los Kirchner con lo más extremo, en términos morales y políticos, les dio cuatro gobiernos y a poco estuvieron de lograr un quinto. Es una nefasta fórmula que funciona y Pedro Sánchez lo sabe.

En los años en los que reinó el kirchnerismo, la lucha dialéctica imaginaria siempre estuvo por delante de los problemas reales. Los oligarcas, los genocidas, los que «se la fugaban», los antiderechos, los neoliberales, eran monstruos de paja con los que la dirigencia mantenía una perpetua lucha tanto más importante que las menudencias como gobernar dignamente y cumplir las leyes. Después de todo, ¿por qué no permitirle una pequeña transgresión al líder, si a cambio libra por nosotros una batalla contra la dictadura, la derecha y los malvados ricos? Este discurso, que por fortuna ya no tiene potencia en gran parte del electorado argentino, fue terriblemente eficaz durante años. Y es exactamente el que enarboló Pedro Sánchez para hacerse con el poder en estos días.

El otro padecimiento argentino que Sánchez parece querer imitar es el crecimiento de lo que el kirchnerismo enarboló como bandera: el Estado Presente. Se trata de una versión agigantada hasta la demencia del Estado de Bienestar que luego de 20 años ha conseguido que más de 25 millones de personas dependan de un cheque del Estado para vivir y que el sector privado sólo tenga a un menguante grupo de siete millones de aportantes. Una aritmética imposible, salvo para el imaginario peronista, dado que se trata de una bancarrota que otorga dependencia y la dependencia asegura votos. Impuestos, leyes contra las libertades, intervención y regulaciones son otros de los condimentos que el gobierno español ha adoptado como norma.

El asistencialismo quiebra la cultura del trabajo y tergiversa el concepto de “derechos”, que pasan de ser inherentes al ser humano a ser una gentil concesión del poder. Hay una perversa y elaborada filosofía en esto: el gasto descontrolado sostiene al Estado como proveedor de «derechos». Proponer racionalizar el gasto es atentar contra los derechos, es ser un genocida, un desalmado depredador de los más vulnerables. Conforme pasan los años y los ciudadanos se acostumbran a vivir de la asistencia, salirse de este mecanismo era cada vez más difícil. Sánchez esto también lo sabe, ha asfixiado impositivamente a los españoles para después ofrecerles, arteramente, un paquete de ayudas que se van a convertir en esenciales para la supervivencia y que van a demandar más gasto estableciéndose el círculo vicioso similar al que consiguió que más de la mitad de los niños argentinos sean pobres. El Estado Presente, construido en estos años, Argentina lo está pagando con miseria e inseguridad. El resultado no puede ser otro.

Existen más elementos que comparten el kirchnerismo en retirada y el sanchismo en avanzada. El famoso lawfare es uno de ellos. Se trata de una argucia que los miembros del Foro de Sao Paulo vienen usando sin parar cada vez que alguno era denunciado por alguna causa de corrupción. Si la justicia los atrapa es porque la justicia es enemiga, tan simple como eso. Lula preso: lawfare, Cristina condenada: lawfare, Correa prófugo: lawfare, separatistas enjuiciados: lawfare. En la concepción de lawfare, la justicia es lo que para ellos es justo, las leyes son apenas sugerencias. Para esto es necesaria una voluntad férrea de intervención en el poder judicial. Este cesarismo, disfrazado de lucha contra el fascismo, es también parte de las herramientas que comparten a uno y otro lado del Atlántico.

A esto se suma la cooptación de medios a través de los aportes de distintas instancias del gobierno, y a través de estos el cultivo de un relato de fractura y demonización de la mitad de la sociedad. Y con el mismo mecanismo la utilización de colectivos de artistas, de intelectuales, de docentes, de científicos y de cualquier otra vocería que repita incansablemente el relato de la lucha superior contra un mal imaginario, un objeto totémico del pasado al que abrazarse para conjurar la solución mesiánica. En Argentina es la dictadura de hace casi casi medio siglo, en España el franquismo de hace décadas.

Finalmente, un escándalo internacional termina de describir el parecido del sanchismo con el kirchnerismo. Como lo hicieran primero Néstor y luego Cristina Kirchner con la imagen de Argentina, Pedro Sánchez ha puesto la imagen internacional de España en una posición peligrosa y vergonzante respecto de sus alineamientos geopolíticos. Para muestra basta un botón, cabe recordar que en el año 2005 en medio de la Cumbre de las Américas de la ciudad de Mar del Plata, Néstor Kirchner, le dijo a George Bush, en un descarado acto mediático y fuera de conversaciones previas: «No nos sirve cualquier integración», con lo que sepultó la creación del ALCA en vivo y en directo. Bush se fue de Argentina ofuscado y Kirchner inició un camino de sumisión con el tándem compuesto por Lula da Silva y Hugo Chávez, que paralelamente promovía la contracumbre auspiciada por la Casa Rosada en la que Chávez proclamó: «Alca, Alca, al carajo».

Al desastre de Mar del Plata le siguió el establecimiento de la embajada paralela en Caracas, denunciada por el embajador Sadous, en la que circulaban los fondos que en teoría fluían de Venezuela para sostener a los gobiernos del Foro de Sao Paulo. Con la misma falta de criterio y de respeto al país que gobierna, Pedro Sánchez alineó a España con el posicionamiento del mundo islámico y con los peores gobiernos de Hispanoamérica en su reciente gira por Medio Oriente. Movido por su interés personal, como otrora lo hiciera el kirchnerismo, tomó esta postura para contentar a los socios de los que depende su subsistencia, hecho que le ha conseguido el aplauso «oficial» de Hamás.

Si Pedro Sánchez está adoptando con tanta naturalidad el manual del peronismo aplicado, no es porque esté comprando «carne podrida». Lo hace porque sabe que esta receta, que necesariamente conduce al quebranto, asegura varios años de poder ilimitado, apoyo internacional y una sociedad convertida en ganado lanar tan dependiente y enfrentada que es casi imposible que se pueda librar de sus cadenas. Argentina lo intentó en 2015 y volvió a caer en las manos del mal. Este domingo empezó su doloroso segundo intento, luego de tocar fondo. Ojalá a los españoles no les tome 20 años sacarse de encima esta peste y termine cuanto antes el sanchismo, esta nueva versión del peronismo.


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