05.MAR.24 | PostaPorteña 2396

CINCO BOTONES DE MUESTRA DEFINEN ESTA REALIDAD

Por R.J.B.

 

Para muestra basta un botón”, dice el refrán -aunque para el caso, en particular, el muestrario aporte cuatro más-: Donald Trump, Bolsonaro, Netanyahu, Zelenski y el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán; esos son los oscuros personajes con los que el presidente Javier Milei se identifica políticamente y por quienes demuestra, no sólo simpatía, sino una fervorosa admiración.

¡Enhorabuena argentinos! -Aunque más apropiado sería decir enhoramala. - Por si aún no se han dado cuenta, la mayoría de ustedes facilitó que un místico desaforado como Milei se instalara en la Casa Rosada.

Tarde piaste” reza otro refrán, a pesar de que hay otro, de cuño muy popular, que apunta en otra dirección al indicar que nunca es tarde para enmendar el rumbo”…

Característico de estos tiempos líquidos: la mayoría de los votantes argentos decidieron ignorar el muy reciente y doloroso Pasado para acompañar las fenecidas posturas ultraconservadoras y delirantes de un dudoso aspirante a ocupar la primera magistratura. Un individuo que nutrió su discurso de ataques desaforados contra lo que él bautizó como “la casta” -en alusión a los políticos- y que afirmó tener la receta para sacar al país de la crisis y conducirlo a ocupar el lugar de primera potencia que alguna vez tuvo y que nunca debió perder -algo sencillo de refutar porque ese sitial, sencillamente, nunca existió-. Cualquiera que se precie de tener algún conocimiento de Historia sabe que esa afirmación es una gran falacia, pero no es para extrañarse pues todo lo de Milei se nutre de inconsistencias, desatinos y, sobre todo, de falsedades.

Acaso su eficaz performance en las redes y la insolente postura de la que hizo gala ante los medios, sin escatimar insultos de todo tipo dedicados a sus rivales -especialmente a los “zurdos”, claro está-, fue el gancho con el que conquistó simpatías y voluntades en un país peligrosamente acostumbrado a olvidar y demasiado frustrado, con índices de pobreza alarmantes y sacudido por una inflación incontenible. Fue el acaso, el quizás que lo condujo a un éxito que, sin más, no equivale al ocaso sino a la noche más cerrada para los argentinos.

Más allá de la impresentable conducta del individuo -al que nunca le cayó la ficha de que está ocupando la presidencia de la nación-, su filosofía es ignorar el dolor ajeno. Gobierna -gobiernan- con la más absoluta insensibilidad de acuerdo con la consabida lógica del más puro extremismo de las derechas: “si naciste pobre, flaco, jodete; si te va mal, el estado no tiene por qué hacerse cargo ni de vos ni de tu familia” y así aplican con ferocidad un ajuste que ha llegado a preocupar al mismísimo FMI.

Para esta lacra humana -y lo repito: lacra, porque si Milei se atribuye el derecho de insultar a diestra y siniestra, como ciudadano, también me asiste el mismo derecho- el rubro sensibilidad no existe. Que alguien me diga, si no, si en alguna de todas las entrevistas que ha concedido -antes y después de asumir el cargo- o en sus discursos y/o apariciones públicas, alguna vez demostró una pizca de emoción por el sufrimiento de niños, ancianos, mujeres y hombres que, por millones, se debaten en la miseria. ¿Alguna dosis de empatía por los desocupados, los que carecen de un techo, los jubilados o por aquellos que no tienen cómo comprar medicinas? ¡No! Imposible encontrar eso en este frustrado aspirante a convertirse en rockstar.

Y ahí lo tenemos, paseando su petulante sonrisa al tiempo que ignora las más elementales normas de diplomacia para granjearse enemigos por el mundo. Y es que en su disparatada “lógica” del resentimiento, este simulacro de presidente no reconoce límites de ningún tipo para denostar a otros mandatarios que, en el plano ideológico, piensan y actúan de manera diferente.

Como sus patillas, Milei va a contramano de la Historia. Ignora al grupo BRICS+, prohíbe el lenguaje inclusivo y mientras las naciones más importantes del mundillo occidental optan por retraerse -para así lidiar con la crisis que, incómodamente, se les ha instalado- apelando a un proteccionismo que la globalidad había olvidado en el desván, este payaso de quinta esgrime su recetario de Adam Smith combinado con el enfoque marginalista de la escuela austríaca y los místicos dictados que, desde el más allá, le aporta Conan -un mastín inglés que hizo clonar- para implementar una apertura al mundo -o sea, el de los magnates y sus empresas depredadoras- que equivale a subastar todas las riquezas y recursos de la Argentina.  

Como Milei es incapaz de ser solidario o apiadarse del dolor de otros, hace alarde de cerrar fuentes de trabajo y se atribuye el siniestro mérito de despedir a miles de trabajadores que, a su entender, eran parásitos del estado. A su vez, se alinea con los infames negacionistas -entre ellos, la vicepresidenta Victoria Villarruel- que desconocen la masacre perpetrada por las juntas militares argentinas -con treinta mil víctimas probadas, señor Milei, probadas, mal que le pese a usted y a su delirante fanaticada-.

En el plano internacional su breve gestión es indudablemente alarmante. Como perrito faldero, corre a abrazarse con Trump en plena convención republicana -no fue Milei, a nivel personal, quien lo hizo, sino el presidente de la Argentina y eso equivale a tomar partido en la interna de otra nación-. Insulta al presidente de Colombia, Gustavo Petro, a Lula da Silva y a todo aquel que perciba como marxista; se abraza impunemente y expresa su admiración por fascistas infanticidas como Benjamín Netanyahu o filonazis al borde del abismo como Volodímir Zelensky. Todo en nombre de la libertad, ¡carajo!

Libertad para Milei -con o sin él carajo- también es un simulacro o, a lo sumo, una nefasta proyección de sus odios y resentimientos. No es la libertad nuestra, la de quienes queremos y bregamos por un mundo mejor. El suyo es el rol del sexto botón y en eso se quedará, en muestra que, por insoportable, más tarde o más pronto, habrá de pasar.

R.J.B.


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