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CUBA: Las protestas más allá de «corriente y comida»

Por varios

 

Causas, consecuencias y soluciones

 

Rubén Padrón Garriga, La Joven Cuba 22 marzo 2024

El 17 de marzo en varios lugares de Cuba volvieron a estallar protestas. Las manifestaciones iniciales ocurrieron en Santiago de Cuba, la misma ciudad en la que en 1953 se realizara la primera gran acción armada de la Revolución Cubana, y que desde entonces se ha asociado a una identidad política de apoyo cuasi incondicional al proceso revolucionario y al nuevo Estado creado a partir de este.

En aquel Santiago, donde la mayoría de la población vivía en esa pobreza —que fue el principal alimento de la rebeldía popular transformada luego en fervor revolucionario— la vida cambió de forma radicalmente positiva a partir de 1959. Por tanto, era comprensible tal apoyo en un territorio bien alejado de la vitrina batistiana que el exilio, y una parte nada despreciable de los cubanos en la Isla, aún recuerda como «La Maravillosa Habana de los años 50», rodeada grandes «construcciones capitalistas», hoteles, casinos y coca cola.

En el Santiago de hoy, la cada vez más exigua canasta familiar normada —de la que dependen muchas familias pobres para mal alimentarse— tenía meses de atraso en varios productos esenciales y los apagones superaban las 12 horas diarias. Por tanto, era también de esperar que fuera ahí, o en un lugar con condiciones similares, donde el descontento popular se hiciera eco.

En la capital habanera, donde los cortes de electricidad apenas llegan las 10 horas semanales y empresas capitalistas vuelven a construir rascacielos para turistas, cubanos emigrados o dueños de mipymes exitosas que puedan pagar cientos de dólares por una noche en sus habitaciones, de manera general, reinó la tranquilidad. 

A diferencia de como ocurrió en varios sitios durante el 11 de julio de 2021, hasta donde es posible ver en los vídeos que circulan en las redes sociales, en el pasado 17 de marzo los participantes evitaron atacar edificios, funcionarios o agentes del orden. Las protestas también tuvieron un alcance mucho más limitado; no obstante, las causas principales son muy parecidas.

Las causas

Desde 2021 el panorama general del país no ha sido mejor. Se mantiene un deterioro sostenido de las condiciones de vida del llamado «pueblo trabajador» cuyo salario —al menos en las organizaciones del sector presupuestado— se ha visto reducido a casi dos cartones de huevo, obligándolo a depender de las remesas de sus familiares, a delinquir, o a sobreexplotarse en dos y tres empleos, dejando un espacio mínimo para el disfrute personal.

También avanza «y eso nos duele» la privatización informal y desordenada de servicios públicos nombrados «conquistas históricas de la Revolución», como es el caso de la salud, con tiendas virtuales donde están, sin control de calidad y precios, los medicamentos que no aparecen en ninguna farmacia, por solo poner un ejemplo.

Las causas de las causas también siguen intactas

1. El contexto de subdesarrollo que nos tocó vivir en un continente saqueado durante siglos, lo que ha sido también base de otras protestas y estallidos llevados a cabo en democracias liberales, administradas tanto por gobiernos de izquierda como de derecha.

2. Medidas económicas opresivas por parte de un gobierno extranjero que tiene el cinismo de afirmar preocupación por el pueblo cubano mientras sanciona bancos por aceptar las transacciones que permiten comprar su comida, persigue barcos petroleros, financia grupos opositores antidemocráticos, y limita el comercio hasta con ese «sector privado» que en algún momento nombraron como «el salvador del comunismo».

3. La pésima gestión del gobierno cubano que ha demorado reformas impostergables en la economía, como el establecimiento de un mercado cambiario funcional que permita combatir la especulación, el verdadero despegue de la autonomía empresarial, y un marco regulatorio para las empresas —estatales y privadas— que estimule el desarrollo de las áreas productivas, más que el rentismo.
Asimismo, desoyendo las recomendaciones de la mayoría de los economistas, los «gurúes» de nuestra administración pública han desbalanceado la estrategia inversionista y descuidado sectores elementales como el agroalimentario y el energético, para apostar por la construcción de hoteles —la gran mayoría mediante contratos a empresas extranjeras— que desde hace varios años nunca han superado el 30% de ocupación.

4. La duración en el tiempo de estructuras autoritarias y antidemocráticas que prácticamente anulan ejercicios cívicos elementales como la posibilidad de revocar desde la ciudadanía a un funcionario cuando incumple con su deber de servidor público, o fiscalizar y participar —directamente o mediante un representante que responda a sus intereses— en el trazado y gestión de políticas.

5. El anquilosamiento del discurso político incapaz de reconocer con sinceridad los problemas estructurales internos, con «cuadros» que justifican con las agresiones externas su ineficiencia y su corrupción, mientras, piden «resistencia» desde mansiones en Miramar, con sus hijos viajando el mundo en Mercedes Benz y vestidos de Chanel.

El orden de prioridad estos factores dependen de la cosmovisión o posición política de cada cual, pero un ejercicio mínimo de honestidad intelectual debería al menos reconocerlos.

Si bien algunas figuras han hecho del extremismo político un modus vivendi, y por tanto resulta ingenuo pedirles que cambien el discurso que sostiene sus privilegios, en muchos de los cubanos este sesgo no constituye un acto de perversidad consciente.

Si bien algunas figuras han hecho del extremismo político un modus vivendi en muchos de los cubanos el sesgo no constituye un acto de perversidad consciente.

Entre quienes niegan el entramado de sanciones violatorias del derecho internacional, condenadas cada año en Naciones Unidas, que configuran el llamado «bloqueo» o «embargo» —la terminología es irrelevante para mí en este caso— hay muchos cubanos que, dentro o fuera de Cuba, las padecen. Ya sea por las vicisitudes que generan o agravan en la Isla, o por tener que destinar parte de lo que obtienen con el sudor de su trabajo —con la desventaja adicional de ser emigrantes— a ayudar a sus familiares.

También hay «cubanos de a pie» entre los que evitan ver los problemas internos, o se los callan en público, ya sea por miedo, por desinterés y apatía, por un compromiso partidista de «no darle armas al enemigo» o porque confían en los «mecanismos establecidos» para «canalizar las inquietudes».

Creer que todos sacan partido de lo que dicen o están ciegos es simplificar el complejo proceso polarización, que, si bien hace mella especial en Cuba, es cada vez más visible en varios lugares del mundo y tiene como principal consecuencia el deterioro de las capacidades críticas para ver más allá de las fronteras ideológicas o los afectos políticos. 

Además de las causas estructurales antes mencionadas, hay otro elemento clave que ambos polos evitan mencionar. Pese a la narrativa de consolidación del «Estado totalitario» o la «unanimidad del pueblo» la sociedad cubana hoy, es mucho más abierta, y por tanto, diversa que la de hace algunos años.  

La sociedad cubana hoy, es mucho más abierta, y por tanto, diversa que la de hace algunos años.  

Esto se debe, principalmente a que el Estado ha perdido el monopolio absoluto en dos ámbitos esenciales sobre los que ejercía el control: el empleo y los medios de comunicación.

En estos ámbitos digitales existen espacios claramente propagandísticos de alguno de los bandos, y otros que intentan mantener una postura de neutralidad o al menos acercamiento crítico a la realidad más allá de su afiliación ideológica. Pero sin dudas, todos complejizan la conversación ciudadana, como también lo hacen las redes sociales digitales en las cuales, más allá de la propaganda vertida, existe debate y confrontación de ideas con mayor o menor respeto.

Hoy un cubano tiene muchos más sectores de influencia que pudieran estar convidándolo a protestar o no que hace 20 años, también muchas más formas de organizarse o afiliarse a grupos —que trascienden la sociedad civil estatalmente reconocida— para militar políticamente.

La protesta

La protesta puede ser síntoma de salud cívica, porque implica una autoconciencia por parte de la ciudadanía de la necesidad de transformar su realidad, pero también presupone la incapacidad de la política institucional para resolver las contradicciones de forma natural.

Específicamente la protesta callejera es una de sus expresiones más confrontativas. Tiene un fin claro de incomodar para llamar la atención sobre un problema o demanda, pero también una alta sensibilidad a volverse violenta, pues tanto los que la llevan a cabo, como los representantes del Estado —dígase funcionarios o agentes policiales— están en una constante tirantez.

Esta forma de respuesta cívica a los problemas, si bien ha estado naturalizada en occidente, vuelve a hacerse recurrente —con más o menos violencia— en la Isla durante los últimos años. Sus exponentes más llamativos han sido el 11m de 2019, 27n de 2020 y 11j de 2021, aunque hay otros ejemplos puntuales de menor alcance.

En todos los casos, la tensión de quienes intentan volverla violenta desde afuera, y hasta utilizarlas como pretexto para una «intervención humanitaria» —forma «hipócrita» de decir invasión extranjera—, se entrelaza con un Estado que no está habituado a lidiar con el disenso y una ciudadanía que tampoco está acostumbrada a organizarse para hacer demandas cívicas en la calle.

La tensión de quienes intentan volver violenta la protesta se entrelaza con un Estado no habituado a lidiar con el disenso.

La constitución cubana, si bien protege los derechos de reunión, manifestación y asociación, aclara que estos deben ejercerse «con fines lícitos y pacíficos», algo que se dificulta al no existir una Ley de Manifestaciones que permita organizar mejor estos derechos, además de que en el Código Penal y otros instrumentos jurídicos tienen artículos que directa o indirectamente criminalizan la disidencia frontal. 

Pueden darse diversos tipos de protestas con diferentes objetivos. Académicos relevantes cubanos y extranjeros también ha realizado análisis sobre el tema.  Para este caso, me permitiré sintetizarlos en tres grandes bloques que de una forma u otra estuvieron presentes en casi todos los casos de manifestaciones:

| La protesta cívica: está encaminada a presionar al Estado para lograr una reforma o acción concreta. Por lo general se extingue totalmente cuando dicho objetivo fue conseguido. Por ejemplo, una protesta por la demora en arreglar una rotura que impide el abastecimiento de agua o corriente, o una para garantizar derechos a la comunidad LGBTIQ+ como el matrimonio igualitario.

 |Protesta antigubernamental: implica la demanda por reestructuración del gobierno, puede ir directamente encaminada contra un funcionario puntual —gobernador, ministro, presidente— o contra un gabinete completo, mas no necesariamente contra el sistema político. Pudiera resolverse remplazando el funcionario o el grupo de funcionarios que genera la incomodidad.

| Protesta antiestatal/antisistema: implicaría la transformación del Estado y las estructuras del sistema político, objetivos que rara vez se logran con una protesta. Para el caso cubano pudiera verse en las consignas de «abajo el comunismo».

Si bien en las manifestaciones del 17m se ven representaciones de los tres tipos antes expuestos, la mayoría de las demandas apuntaban a entenderlas como una protesta cívica con dos reclamos claros y concretos «corriente y comida».

Las respuestas

Las protestas fueron informadas en primera instancia por los perfiles en redes sociales de algunos manifestantes, pronto se volvió una noticia de interés nacional e internacional. Aunque analizar el discurso a raíz de estas sería objetivo de otro trabajo, apuntaré datos puntuales:

- Si bien la estrategia discursiva de los medios no estatales fue diversa, era claro y recurrente el llamado era a extender las manifestaciones por todo el país de forma similar a como ocurrió el 11 de Julio.

- Los medios estatales llegaron tarde al acontecimiento y con una cobertura sumamente deficiente que violaba las reglas más elementales del periodismo. Cero entrevistas a los manifestantes, cero preguntas incisivas a los decisores.

- En la Florida, congresistas de origen cubano pronto intentaron capitalizar lo ocurrido a favor de sus intereses. La embajada norteamericana también emitió un comunicado «preocupándose» por la difícil situación que vive el pueblo cubano. Como era de esperar ambos evadieron hablar del impacto que tiene en esta situación la política del Estado al que representan

- Los funcionarios del Estado cubano, por su parte evitaron hablar de las causas internas en el debilitamiento de la situación de bienestar en el país.

Según las últimas cifras disponibles, en 2022 al aproximadamente 1 010 900 personas (casi un 22% de los trabajadores) se empleaban en el sector privado de la economía, eso sin contar el trabajo informal. Hoy presumiblemente este porcentaje debe ser aún mayor. Estos espacios en la mayoría de los casos están totalmente desprovistos de los mecanismos de refuerzo ideológico del aparato estatal/partidista —como los núcleos del PCC o los sindicatos.

Asimismo, la diversificación del panorama comunicacional a partir de la expansión del acceso al Internet, con la entrada de otros medios han hecho converger —y competir— los mensajes del PCC, los de la oposición, los de Estados históricamente enemigos —como los Estados Unidos—, y los de Estados aliados, pero abiertamente capitalistas y neoliberales —como Rusia—; los últimos hasta son trasmitidos en televisión nacional.

Nada nuevo bajo el sol. No obstante, lo que sí constituye un cambio importante con respecto al tratamiento de las protestas anteriores del 11j fue el discurso en torno a los manifestantes. Lejos de intentar presentarlos como vándalos, lumpen, confundidos o «grupúsculos pagados por la CIA», por lo general periodistas de medios oficiales y funcionarios reconocieron el derecho a hacer reclamos en el espacio público ante una situación asfixiante. 

Constituye un cambio importante con respecto al tratamiento de las protestas anteriores el discurso en torno a los manifestantes.

La figura política que encaró a los primeros manifestantes fue Beatriz Johnson Urrutia, antes gobernadora y actual secretaria del Comité Provincial del PCC en Santiago de Cuba, también diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular con el menor porciento de votos en su territorio y la octava candidata menos votada en todo el país en las elecciones de 2023.

La funcionaria dialogó con los presentes de forma respetuosa desde la difícil postura de quien no tiene más nada para ofrecer que no sean explicaciones, algunos de sus interlocutores respondieron con la frase «no queremos muela».

Lo cierto es que la intervención de Johnson Urrutia y la promesa de completar inmediatamente los faltantes en la canasta familiar normada lograron aplacar las protestas en el municipio cabecera, aunque luego hubo réplicas visibles en los territorios de El Cobre (Santiago de Cuba), Santa Marta y Los Mangos (Matanzas) y Bayamo (Granma). El presidente cubano y varios periodistas más tarde expresaron que esta misma actitud había sido seguida por el resto de los representantes del gobierno y el Partido, aunque hay menos evidencia del manejo en estos otros lugares.

Las soluciones

Cuatro días después de las manifestaciones el canal de la presidencia publicó una entrevista de la periodista Arleen Rodríguez Derivet al presidente cubano Miguel Díaz-Canel junto al ministro de Energía y Minas Vicente de la O Levy. En el espacio se intentó explicar las razones de las protestas y las posibles soluciones a la inestabilidad del Sistema Electroenergético Nacional.

Si bien es válido el intento de comunicación política, el mandatario cubano, volvió a centrarse en las causas externas y evitó analizar frontalmente las problemáticas internas, incluso cuando la periodista se lo preguntó directamente y algunas —como los desaciertos en el diseño e implementación de la llamada «Tarea Ordenamiento— han sido reconocidas públicamente por él mismo y su primer ministro en ocasiones anteriores.

El mandatario cubano, volvió a centrarse en las causas externas y evitó analizar frontalmente las problemáticas internas

Tampoco se mencionó el recientemente escandaloso caso de corrupción e ineptitud del ex ministro de economía y viceprimer ministro Alejandro Gil, ni qué hará su sucesor para solucionar los problemas que dejó en el Ministerio y el país.

Reducir las causas más complejas de las protestas a solo «bloqueo y apagones» es un ejercicio de limitadísima autocrítica que no ayuda para nada a la «confianza» que el gobernante pide al pueblo mientras se encuentran las soluciones. Si no se es capaz de, en momentos de crisis, reconocer con sinceridad y precisión los problemas, es poco probable que puedan solucionarse.

En el otro bando, la mayoría de los activistas opositores recalcaron como única salida el desmantelamiento del sistema político cubano. Sin embargo, casi ninguna manifestación destruye por sí sola un sistema político en la actualidad. Si bien las protestas pueden lograr ciertas reformas, o incluso de manera muy puntual y asilada, la renovación de un gabinete de gobierno, los Estados en casi todo el mundo tienen la suficiente tecnología para ahogar, ya sea militarmente o por otras vías, la insurrección ciudadana que pueda poner en peligro su conservación. Cuba no es la excepción.

La mayoría de los activistas opositores recalcaron como única salida el desmantelamiento del sistema político cubano.

Por tanto, una transición forzada solo podría lograrse mediante una guerra civil o la intervención extranjera, en ambos casos implicaría derramamiento de sangre y heridas en la nación cuyos efectos serán devastadores para la construcción de un desarrollo democrático posterior.  

Asimismo, más allá de que el nuevo sistema debería responder a las reglas de la democracia liberal, la oposición tiene muy poco sobre la mesa que explique cómo piensan garantizar, bajo esas reglas, la soberanía nacional, y más importante aún, el bienestar y la justicia social en un contexto de subdesarrollo que trasciende a quién gobierne. 

Puerto Rico —también con sus apagones— nos recuerda que ni la anexión ni el capitalismo neoliberal son el camino, por más lindo y próspero que se nos vendan. No funcionan igual en el llamado primer mundo que en el tercero, por tanto, recordar nuestra posición geopolítica es primordial para pensar de forma certera cualquier proyecto de país.

Por otro lado, es una fórmula condenada al fracaso afianzar el autoritarismo de Estado y el anacrónico intento de control ideológico, a la par que se privatizan los espacios públicos sin licitación visible ni control, se entregan terrenos al capital extranjero sin ninguna transparencia o rendición de cuentas y se descuidan algunos servicios públicos básicos y garantías ciudadanas. No funcionó en la mayoría de las exrepúblicas del llamado campo socialista, menos que menos funcionará a 90 millas de Estados Unidos.

El Estado cubano para mantener el consenso que necesita, incluso para conservar en el poder, tarde o temprano tendrá que:

1. reconocer sus errores, ineficiencias, autoritarismos y el impacto que han tenido en el agravamiento de la crisis,

2. cambiar el discurso de resistencia y sacrificio por una estrategia que permita desarrollar bienestar en el mediano plazo,

3. asumir que las sanciones norteamericanas son una constante, y por tanto, centrarse en las variables que sí puede transformar

4. dinamizar la economía y para eso es también imprescindible mecanismos de transparencia y control popular que permitan revocar de forma rápida a los corruptos e ineptos de sus cargos, así como recuperar la confiabilidad para inversores y trabajadores,

5. iniciar un proceso de diálogo y reconciliación nacional que posibilite sanar las heridas, para esto resulta esencial dejar de criminalizar el disenso y metabolizarlo con mecanismos para una verdadera participación de todos los cubanos —o al menos de los que apuesten por el desarrollo y soberanía de su país— más allá de sus formas de pensar.

Mientras eso no ocurra seguiremos peleándonos entre nosotros, y con los que sacan partido de la miseria de Cuba —ya sea poniéndola de ejemplo para asustar al mundo de «lo que provoca la izquierda» o aprovechando sus privilegios para enriquecerse en medio del caos— mirando el panorama con palomitas.

El inmovilismo por el que vamos no nos llevará a otra cosa que al agravamiento de las condiciones que están estimulando las protestas y que podrían conllevar a un estallido mayor. Si la hecatombe ocurre, podremos culpar al comunismo o al imperialismo, pero ya poco se podrá hacer.

«EL ENEMIGO ATACA, PERO LA REVOLUCIÓN RESISTE»

RESPUESTA GUBERNAMENTAL AL 17M

 Hilda Landrove El Toque 21 / marzo / 2024

El domingo 17 de marzo de 2024, imágenes de protestas en Santiago de Cuba y luego en Bayamo sorprendieron otra vez a cubanas y cubanos dentro y fuera de la isla. La sorpresa sigue siendo parte de la reacción inmediata a las manifestaciones populares; respuesta probablemente asociada más con el momento en el que suceden que con el hecho mismo de su ocurrencia. A pesar de la represión sistemática, del éxodo masivo y de las inercias que sostienen el régimen era en cierto modo esperable que el recrudecimiento de las condiciones de vida condujera a nuevas manifestaciones (en ausencia de otro canal viable para expresar el descontento y arrebatar el derecho a participar en la vida política del país). 

Después del 11 de julio de 2021 (11J), el Gobierno cubano apostó por la represión regular, por un cuerpo legislativo que garantizara un cierre mayor del espacio para la lucha cívica y por qué la propaganda regresara una y otra vez sobre sus tropos y pusiera en evidencia la profunda desconexión y el desinterés en la vida de las personas comunes. Aun así, el poder cubano tampoco debió ser completamente sorprendido por la emergencia del descontento popular en forma de manifestaciones espontáneas. Es previsible, incluso para un cuerpo de Gobierno enajenado, que el recrudecimiento de la crisis económica resultara en la erupción del descontento.

La posible evidencia de que no se trató del tipo de sorpresa que movilizó a la cúpula del poder el 11J, fue la respuesta que algunos medios y voces estatales dieron durante las primeras horas. En lugar de la enervada respuesta que en 2021 convocó «a la calle a los revolucionarios» —mayormente leído como un llamado a la confrontación civil—, lo que hubo el 17 de marzo y todavía el día siguiente fue un esfuerzo de normalización. Según Cubadebate —que reproducía un fragmento del hilo original de El Necio (como se presenta el comunicador oficialista Pedro Jorge Velázquez) en X—, «varias personas salieron a las calles y ocurrió una manifestación popular» como reacción a las largas horas de cortes eléctricos y a «otras situaciones derivadas de la crisis económica actual». Hubo, además de pedidos de comida y corriente, gritos de «patria y vida», pero «no [fueron] seguidos por la mayoría», según las fuentes oficialistas.

La descripción gubernamental da paso a una serie de precisiones. La Policía se presentó en el lugar para evitar sucesos violentos («solo están custodiando la manifestación y dialogando directamente con los ciudadanos»). Las autoridades se presentaron también «para dialogar con la población y dar atención al reclamo». Es decir, una visión «normalizada» de la protesta —a pesar de ser una descripción vaga, es reconocida como tal—, las personas manifiestan su inconformidad, la Policía custodia y evita cualquier violencia y las autoridades dialogan.

Sin embargo, el aparente cambio en el enfoque comunicativo no debe leerse como un cambio en la estrategia general para tratar las manifestaciones. Es posible que la «normalización» obedezca a un cambio de registro porque el hilo original en X, replicado por Cubadebate, proviene de un influencer vocero del Gobierno cubano (El Necio) que no recurre a la típica retórica de los medios estatales. Por otra parte, la distancia entre los influencers que hacen vocería del Gobierno y las instancias de comunicación del Estado cubano es demasiado pequeña como para advertir posturas distintas en la diferencia de registros. Entonces, el nuevo registro habría que considerarlo, más bien, como una estrategia comunicativa que viene a sumarse a la estrategia general con componentes de uso más recurrente. 

La estrategia general continuó siendo —en lo fundamental— la misma, culpar a Estados Unidos y a la política del embargo (denominada «bloqueo») por la ocurrencia de las manifestaciones. El presidente cubano Miguel Díaz-Canel publicó en X al día siguiente de las protestas que «políticos mediocres y terroristas en redes se alinearon desde el sur de Florida para calentar las calles de Cuba con mensajes injerencistas y convocatorias al caos».

La táctica, cada vez más improcedente hacia el interior del país y de cara a su diáspora, continúa siendo rentable para recabar apoyo de países y organizaciones aliadas. Es el caso de The People’s Forum que, en la noche del 17, compartía un mensaje cuyo contenido central era que el bloqueo de Estados Unidos había estrangulado la economía cubana al punto de que la nación caribeña no podía recibir envíos de combustible ni de comida y la situación se deterioraba. La anterior sería, según el mensaje estatal, la historia completa que los medios de Estados Unidos no contaron cuando hablaron de las protestas en Cuba.

Es el caso también del artículo de Peoples Dispatch, un medio alternativo en Estados Unidos que sistemáticamente replica la propaganda del Estado cubano. El texto —traducido y republicado por Cubadebate— reproduce las declaraciones de Manolo de los Santos, director ejecutivo de The People’s Forum, destaca la respuesta del Gobierno cubano a las protestas y compara la situación con Estados Unidos donde, afirma, «cientos de miles de personas se han movilizado en ciudades de todo el país para exigir un alto al fuego en Gaza y los líderes nacionales y locales han reprimido, ignorado y ridiculizado a los manifestantes y sus demandas». La comparación con EE. UU., en la cual Cuba siempre resalta como ejemplo de democracia y respeto a los derechos humanos, se acompaña de una crítica a los medios corporativos que, según ellos, responden a una dinámica de guerra mediática para desacreditar al Gobierno de la isla.

Al día siguiente, el ALBA emitió una declaración que aseguraba: «Los Estados miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos rechazan firmemente los intentos de desestabilización contra la República de Cuba, provenientes de agentes externos que solo buscan romper con el orden interno de esa nación». En ausencia de una relación directa que pueda revelarse entre los intentos de desestabilización y las manifestaciones, la declaración del ALBA argumenta que el Gobierno de Estados Unidos insiste en sus intentos de provocar un estallido social al reforzar el cerco económico y sabotear «la capacidad del Estado [cubano] para responder a los requerimientos de la población, incitando a la desestabilización, mediante plataformas tóxicas y promoviendo una campaña difamatoria contra Cuba, en franca violación del Derecho internacional y los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas». 

La estrategia gubernamental para tratar las manifestaciones apela también a una supuesta brecha entre la realidad de la calle —que sería cubierta con objetividad únicamente por los medios estatales— y la realidad vista a través del filtro de las redes sociales.

Justo en estos días se celebró en La Habana el III Coloquio Internacional Patria. El evento constituye una parte importante del esfuerzo gubernamental por explicar cómo las redes sociales y los medios digitales permiten una dinámica de guerra psicológica, mediática y cognitiva; y para argumentar cómo funciona la «dictadura del algoritmo» en la cual la narrativa estatal dominante ocuparía el lado de la verdad en un escenario de noticias falsas, posverdad y desinformación. El marco explicativo fue inmediatamente utilizado para mostrar que muchas de las referencias a las manifestaciones eran fake news. Humberto López, conocido vocero del régimen, explicaba en un programa de la televisión cubana el 18 de marzo de 2024 que si bien habían ocurrido protestas (y mencionaba los lugares donde ocurrieron), muchas de las publicaciones de redes sociales eran falsas. Las publicaciones falsas sobre manifestaciones conectaban, en el guion del programa, con declaraciones de funcionarios estadounidenses y de la Embajada de Estados Unidos en La Habana. De esa forma, se conducía de nuevo a la audiencia al tema de la responsabilidad del bloqueo en la ocurrencia de manifestaciones al interior del archipiélago.

Es curioso que la dramaturgia —que comienza con un desmentido y puesta en evidencia de noticias falsas y conduce a la repetición del tropo de la culpabilidad de Estados Unidos— se construye sobre evidentes manipulaciones de la realidad. Por citar dos ejemplos muy obvios, los videos de las manifestaciones se trasmitieron sin audio, por lo que las consignas no podían escucharse. El éxodo masivo que ha sufrido el país en los dos últimos años fue descrito con las palabras: «algunos familiares y amigos han optado por probar suerte en otras tierras. Siempre ha sucedido y ocurre en todas partes».

El programa de Humberto López añadía al anterior posicionamiento (supuestamente objetivo, pero en realidad altamente manipulado) una advertencia sobre lo que pasaría en el «hipotético caso —que no va a ocurrir—» de que la Revolución cayera. En un escenario así, Cuba estaría controlada por un coordinador, «un americano que va a dirigir todo (...). Y ese coordinador, como primera tarea, tiene que se devuelva a los ladrones y asesinos batistianos todo aquello que habían robado a este pueblo».

A nivel de comunicación pública, la estrategia general para lidiar con las manifestaciones recurre así a una serie de tácticas. A saber: un intento de normalización de la protesta (probablemente contingente), culpabilización a un agente externo por su ocurrencia (Estados Unidos y el bloqueo) y un marco de ocurrencia descrito como contexto de guerra mediática. De igual forma, alude a un escenario de desastre en caso de que el Gobierno actual caiga y utiliza mensajes de cuentas afines al Gobierno para mostrar la tranquilidad que reina en las calles.

El conjunto de estrategias gubernamentales tiene implicaciones reveladoras. Por una parte, niega por completo la agencia de los manifestantes. Aunque en esta ocasión (hasta el momento) no han sido criminalizados de delincuentes o mercenarios, como sí se hizo durante el 11J y en varias de las protestas que le siguieron. Los presentan únicamente como personas que «muestran su inconformidad» ante situaciones puntuales como la falta de electricidad y de comida, implícitamente manipulables por las intenciones del enemigo. En segundo lugar, niegan la responsabilidad del Gobierno de La Habana en la situación actual. Llegan a decir que el bloqueo impide la capacidad de maniobra del Estado cubano, un argumento falso incluso si se reconoce el impacto del embargo económico de Estados Unidos sobre la economía de la isla.

La doble negación de la agencia de la población y de la responsabilidad del Gobierno es la mejor expresión de la incapacidad estatal para encontrar salidas políticas al descontento popular y la mejor garantía de la continuidad y probable crecimiento de las manifestaciones populares. A pesar de continuas promesas de diálogo y escucha —reiteradas de nuevo por Díaz-Canel en la clausura del III Coloquio Internacional Patria—, el Gobierno cubano tiene oídos sordos para el reclamo popular. En lugar de construir la vía, el Estado de la isla dedica sus recursos a la batalla comunicativa. Pero la batalla comunicativa no es, contraria a lo que piensan sus agentes, el más importante campo de batalla. Incapaces, o sin deseo de comprenderlo, no dejarán de repetir hasta el último momento que el pueblo que sale a la calle solamente quiere comida y corriente para desconocer el obvio deseo de cambios radicales que hagan posible tener comida, corriente y libertades básicas. Tampoco dejarán de culpar al embargo por una responsabilidad que, lo reconozcan o no, les corresponde plenamente.

¡Tremendo gil!

Los giles serán exhibidos cada vez más, para propiciar la mofa, para propiciar el miedo, para propiciar ese manto de silencio que cubre siempre las mayores estulticias.

JORGE ÁNGEL PÉREZ, LA HABANA, CUBANET 15 marzo 2024

 – ¿Quién sería el primer gil en Cuba? ¿Cuál fue, de entre todos, el primero? ¿Cuántos hasta hoy exhibieron tal apelativo gil? ¿Cuál el gil inaugural? ¿Acaso Camilo? ¿Quién llevó primero, en la frente, ese distingo? ¿Sería Guevara? Todo eso me pregunto sin cansancio pero con mucha prisa. Una y otra vez vuelvo a la misma pregunta desde que se hiciera pública la separación de Alejandro Gil Fernández de su puesto de primer viceprimer ministro de la República de Cuba.

¿Cuál sería el primer Gil? Primero debió aparecer el adjetivo “gil”, y luego se iría acomodando, calificando, a los miembros de una familia y luego a otras, y creció Gil, se hizo más numeroso tras los descendientes del primer Gil.

No sé cuál sería el primer Gil, pero sin dudas no debió ser muy listo si se quedó tranquilo bajo la sombra de ese apellido. Yo, en ese caso, lo habría cambiado. Yo no habría vivido cómodamente bajo la sombra de un apellido como ese. Yo me habría cambiado a la carrera el apellido.

Yo habría buscado en las profundidades de la tierra, o en el cielo, otro apellido para no ser un gil, que es lo mismo que ser simple y simplón, ingenuo, inocente, alelado, y otros sinónimos más, como Cándido, que fuera el nombre que escogiera Voltaire para bautizar a uno de los más grandes personajes de toda la historia de la literatura, y que sin dudas era un poco gil.

Yo fijé un montón de adjetivos para calificar a Alejandro Gil Fernández. Anoté; simple, alelado, ingenuo…; y si siguiera empeñado podría conseguir otros, muchos más, incluido inocente, pero no sería muy objetivo, y mucho menos justo, y nada tendría de veraz. Alejandro es un gil, pero no es un inocente. ¿Alejandro fue obligado? No lo creo y no voy a suponerlo un inocente, y mucho menos un hombre honrado

Alejandro muy bien sabía lo que estaba haciendo, y también que, como sucedió con Arnaldo Ochoa, podría ser castigado con severidad, aun cuando solo estuviera cumpliendo las órdenes de quienes podrían ponerlo frente a un pelotón de fusilamiento, y por cumplir esas órdenes que antes le dictaran sus jefes.  

¿Alejandro no sabía lo que estaba haciendo? Alejandro lo sabía. Desde hace unos días me hago esa pregunta, y me respondo siempre lo mismo. Me hago esa pregunta desde el día en el que se anunciara que Gil fue separado de su puesto como primer viceprimer ministro de la República de Cuba.

Desde entonces indago, desde entonces busco el nombre de otros Giles que se hicieran visibles en la gran escena del poder político cubano, pero hasta hoy no encontré otra cosa que una hermana de Alejandro que condujo, hace ya un tiempo, un programa televisivo llamado De la gran escena. Después no he vuelto a identificar a otro Gil, pero sí a un montón de giles

Alejandro es tremendo gil. Alejandro es un gil que hace galas a su apellido con su comportamiento y con las misiones que cumpliera. Antes que a él conocimos a otros giles; y buscando, recordando el nombre de algunos de ellos, se hicieron notar unos cuantos giles de la gran escena política. Uno de esos sería Roberto Robaina, un gil fue también Carlos Lage, y hasta aquel Felipe Pérez Roque a quien nos vendieron como un joven heroico y consagrado a la Revolución durante un tiempo nada prudencial.

Tan consagrado fue Felipe, tan apegado a la estulticia, que llegó a asegurar que uno de los momentos más importantes de su vida resultó aquel en el que pudo ver el torso desnudo, peludo, de Fidel Castro. Grande fue la emoción de ese gil Felipe, grande esa agitación que le provocara tal intimidad con su jefe, una intimidad de la que no muchos de sus cercanos pocos podrían presumir, pero sí Felipe El Gil, quien se vanagloriaba de haber visto a Fidel Castro sin camisa, con el torso desnudo en un cuarto de hotel, me parece recordar que en Brasil.

Y mirar esa “pelera” en el torso resultaba tremendamente singular para Felipe, y por eso era un gil. Quizá fueron muy pocos los que tuvieron ese “privilegio” más allá de sus muchísimas amantes. Mirar esa pelera resultó para Felipe, casi una “experiencia religiosa”, y esa tontera, y todo lo que luego vendría, lo convirtió en un gil de los más grandes. Luego Fidel puso a un lado esas devociones de Felipe y lo siquitrilló. Y tremendos giles fueron también Carlos Lage, y Carlos Valenciaga, y aquel Roberto Robaina que tuvo sus años de reverberación. Y giles son los que fueron a las plazas a darle vivas a Fidel, aun sabiendo que él estaba dispuesto a ofrecerles la muerte.

Gil fue Camilo, gil fue el Che Guevara, giles las mujeres que sedujo el “macho cabrío”. Giles son los que ahora encierran al gil Alejandro. Giles somos todos los que nos ponemos de pie cada mañana para buscar la sobrevida, sabiendo que en esa búsqueda podríamos encontrar la muerte. Giles fueron, son todavía, los que se fueron y los que están por irse, los que nos quedamos.

Somos un país de giles, un país de tontos, un país de incautos de escasos de entendimientos. Somos un país de gente lela, un país que tuvo un jefe gil en 1959, y otro después que murió el gil que había subido al poder en 1959, y luego otro al que le llaman “puesto a dedo”, que es otra manera de ser un gil.

Gil es Ramiro Valdés, gil es José Ramón Machado Ventura, y una lista larga, muy larga de adoradores y adoratrices del poder castrista y castrense. Gil es Teresa Amarelle Boué, quien dirige la Federación de Mujeres Cubanas. Gil es el exespía que luego se convirtió en presidente de los CDR, y también los otros. Giles son los simuladores, los que tendieron enormes mantos de silencio sobre nuestras tristes realidades para luego “llorar callados”.

Giles son los que aplauden y musitan las peores realidades de la vida cubana. Giles quienes engañaron para escalar uno o dos peldaños. Giles son todos esos que tienen un poder gracias a todo lo gil que fueron, gracias a lo que aparentaron durante años, en ocasiones durante toda la vida, hasta ser descubiertos y fusilados.

Ahora se “guardaran las apariencias”, al menos por un tiempo. Ahora se hará visible otro apellido, quizá dos, quizá más. Ahora, y en los años que vendrán, Gil tendrá muy tristes resonancias. Tener un Gil por apellido provocará, en lo adelante, ecos muy tristes, aunque no estén emparentados con Alejandro El Gil.

Los giles serán mostrados hasta el fin de los días. El poder cazará a otros giles, expondrá a otros giles. Los giles serán exhibidos cada vez más, para propiciar la mofa, para propiciar el miedo, para propiciar ese manto de silencio que cubre siempre las mayores estulticias, mientras se hace notar a un ejército de giles en la Isla y se esconden a otros ejércitos de giles regados por diversos puntos de la tierra. Ser hoy un Gil tiene muy feas resonancias, ecos que anuncian un desastre y ajustes de cuentas a montón. ¿Seremos más giles en lo adelante? ¿Qué seremos?


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