08.FEB.18 | postaporteñ@ 1879

URU|Entrevista a Eduardo Blasina

Por En Perspectiva

 

Uruguay tiene como asignatura pendiente “reencontrarse con la gente que trabaja con vacas y ovejas”, “pero hay quienes se regodean en excluirla”

EN PERSPECTIVA
Lunes 05.02.2018,

EMILIANO COTELO (EC) —¿Cómo sigue la movilización de “los autoconvocados”, esa que sacudió al país en el mes de enero?

El viernes 26, el presidente de la República los recibió y quedó en estudiar su proclama. El lunes 29, el gobierno anunció algunas medidas de apoyo a sectores del agro, que las gremiales consideraron insuficientes. Y este sábado, más de 120 delegados se reunieron una vez más en Durazno y, después de una larga discusión, optaron por poner una pausa en las medidas de protesta a la espera de una mesa de trabajo conjunta con el Poder Ejecutivo.

¿Qué posibilidades tienen sus reclamos? ¿Cuál es el futuro mismo de esta movilización?

De eso vamos a conversar con el ingeniero agrónomo Eduardo Blasina, que fue uno de los oradores en el acto del 23 de enero y que desde entonces se ha convertido en una figura emergente en la que algunos ven, incluso, un nombre de renovación para la actividad política.

Usted tiene 52 años. Es analista del mercado agropecuario, dirige la consultora Blasina & Asociados. Conduce, además, el programa Tiempo de cambio en Radio Rural, y escribe una columna los sábados en El Observador. ¿Cómo llegó a ser uno de los oradores en Durazno?

EDUARDO BLASINA (EB) —Hay una persona que escucha Tiempo de cambio, que usualmente me manda comentarios sobre la realidad, generamos una relación y un día estaba yo de vacaciones y me dijo: “Si no tenés problema, quisiera proponer que hablaras en el acto”.

Le dije: “Estoy de acuerdo en que hay que dar un despertador a la sociedad de lo que está pasando, si te parece que ayuda, no tengo problema”. Pero me llamó a los días y me dijo: “No da el tiempo, disculpá que te dije”, “No pasa nada”. Y dos o tres días después me llamó otra persona, ya más del centro de la organización, y me dijo que querían que yo hablara. Le pregunté quién más iba a hablar y dije que quería hablar un poco agrónomo y un poco como ciudadano y que quería tener plena libertad para decir lo que quisiera. Y me dijeron: “Sí, sí, no hay problema”. Así fue, así me puse a preparar el qué decir.

EC —Las diez mochilas

EB —Las diez mochilas.

EC —Hasta ese acto de Durazno, fuera del ambiente del agro a usted se lo conocía, entre otras cosas, por la marihuana. Es el director del Museo del Cannabis, formó parte de la campaña por la legalización de ese mercado.

EB —Sí, siempre estuve de acuerdo con la legalización y cuando surgió la idea, cuando se vio que Uruguay iba a legalizar, me ofrecieron ser parte de un proyecto como agrónomo. Me puse a estudiar y gané una licitación, por lo cual obtuve una primera notoriedad que derivó en algún palo también en esta segunda etapa de imprevista notoriedad de estos días.

EC —”¿Ese Blasina de Durazno es el mismo de la marihuana?” Sí, es el mismo. Mucha gente debe haberse hecho esa pregunta, atando una cosa con la otra. Lo cierto es que con el correr de los días terminó teniendo una visibilidad bastante mayor. ¿Cómo sobrelleva esa atención que tiene sobre usted?

EB —Me he acordado mucho de mi amigo Eduardo Rejduch, que tiene un libro muy lindo que dice Hasta donde me lleve el viento. Me dejo llegar, nunca la imaginé. Por un lado me llegan un montón de mensajes emocionantes, de apoyo, de felicitación, y cada tanto llega algún desubicado, a veces por el tema de la marihuana o porque soy un conspirador de la derecha o un desestabilizador. Trato de tomármelo con calma, son cosas que hace 15 días no me imaginaba.

EC —¿Y qué papel juega hoy Eduardo Blasina en este movimiento?

EB —En realidad, ninguno…

EC —Aclaraba recién cómo lo llamaron y qué pactó en cuanto a cuál sería su participación. Usted redactó su texto, su discurso, por su propia cuenta.

EB —Por mi propia cuenta, y jorobaba con algún amigo que 10 minutos antes de subir nadie me preguntó qué iba a decir. Cuando llegué dijeron: “Vamos a tomarnos unos mates”, pensé que me iban a preguntar por dónde iba a encarar, pero no, estaba Dire Straits y nos pusimos a hablar de música con la gente de Durazno. Yo podía subir ahí y decir “viva la marihuana”, nadie me lo había chequeado antes, ese era el chiste que hacíamos. Me pareció un acto de confianza muy fuerte, porque si yo hubiera sido el organizador habría preguntado por dónde lo iba a encarar. Jamás, es todo de mi autoría.

Simplemente siento que mi papel es tratar de explicarle al conjunto de la sociedad que tenemos un problema con las exportaciones, que tenemos un problema con la inversión, que uno de los motores importantes del barco está en problemas. Y que no es una conspiración, no es un enfrentamiento. Me parece que mi papel es tratar de propiciar un diálogo y de ordenar esa discusión, que hay un problema que tenemos que analizar como sociedad y que si lo desagregamos en diez factores –que pueden ser nueve, once, doce– capaz que la discusión avanza más ordenadamente y más rápido

Eso es lo que percibo que es mi papel, proponer tratar de arreglarlo conversando, no partidizarlo, que no nos contamine la proximidad de las elecciones, que no les demos manija a las barras bravas de cada tribuna y que tratemos de encauzar la discusión para que Uruguay recupere competitividad, las inversiones vuelvan a crecer, la gente vuelva a contratar gente, porque hoy hay una parálisis que me asusta.

EC —Usted escribió su discurso por su cuenta, no lo negoció con los líderes, con quienes venían encabezando el grupo, la movida, pero sabía, intuía que tenía muchas coincidencias con ellos.

EB —Coincido en que el sector exportador está ante una presión muy muy fuerte y si se cae repetimos la historia de la tablita de los 80. Ya tropezamos dos veces con esa piedra: una moneda superfuerte, la gente consumiendo feliz de la vida electrodomésticos y viajes y llega un día en que decimos:

“Vaya, ¿y ahora qué hacemos? Nos bajaron la calificación, tenemos un déficit fiscal alto, los exportadores están ahogados, qué problema que tenemos”. No quiero un 2022 que sea repetir por tercera vez, estoy muy esperanzado con los 15 años de crecimiento de Uruguay y me parece que es importante que generemos la conciencia de que hay que sostener eso aliviando al sector exportador, que es el que está sufriendo porque tenemos una moneda superfuerte.

Capaz que es inevitable porque en el mundo el dólar cae, pero entonces hay otras diez áreas en las que trabajar para tratar de que no se nos caiga el dinamismo exportador. Me parece que ese es el mensaje que tiene que cuadrar en la sociedad.

Y también: pagamos impuestos, pagamos BPS, etcétera. ¿Qué se hace con ese dinero?, ¿cómo se gasta? ¿Se obtienen resultados?

Como ciudadanos, ¿nos preocupamos del gasto público, de qué calidad de gasto público tenemos, controlamos algo o es simplemente “te pago y hacé lo que quieras”? Ahí también esto puede generar un cambio cualitativo ciudadano de verificar cómo se gasta el dinero, porque estamos perdiendo US$ 2.000 millones todos los años, estamos gastando mucho más en educación, que está bárbaro, pero los resultados por ahora no se ven demasiado claros. ¿En qué se puede mejorar?

Y por otro lado me parece que está bueno decir que tenemos que tener una política de tener el precio de energía más bajo posible, en base al cambio tecnológico, en base a la eficiencia, pero es clave en la competitividad en el mundo. La energía solar, las energías limpias van avanzando a una velocidad enorme, los costos de generación están avanzando a una velocidad enorme, hay uruguayos en Israel que están montando plantas de energía solar gigantescas. Tenemos que tener una estrategia para bajar el precio de la energía. Son un montón de cosas que para mí no son de derecha o de izquierda, es qué país le queremos dejar a la generación que viene atrás.

EC —Acaba de enumerar varias de sus inquietudes, que coinciden con planteos de ese movimiento de los autoconvocados o Un solo Uruguay. ¿Usted integra el movimiento?

EB —Para nada.

EC —¿Participa en reuniones?

EB —No, para nada.

EC —¿Cómo hay que entender su relación con el movimiento? ¿Está a un costado?, ¿es un comunicador de apoyo? ¿Cómo llamarlo?

EB —Soy alguien que al movimiento le pareció que podía comunicar bien la problemática que quería expresar, luego cuando la vigilia alguna gente de Tacuarembó tenía interés en que yo hiciera una segunda intervención…

EC —A eso iba, han continuado invitándolo a actividades de los autoconvocados…

EB —Sí, y por razones periodísticas, naturalmente, y porque tengo algún amigo que está participando allí, tengo la obligación de estar enterado de lo que va pasando y con alguna gente converso: “No lo partidicen, sean respetuosos”.

Cuando surge la idea de decir “vamos a no dejar ni una botella de plástico”, bárbaro, es por ahí. Ese puede ser un ejemplo, ser lo que debe ser una protesta: no molestar a terceros, no ensuciar, no sectorizar, no politizar, no enfrentar una gente con otra… Pero son conversaciones totalmente informales. Tengo un amigo de facultad que después se fue a trabajar al medio del campo y nos vemos muy ocasionalmente, que recuperamos, es como recuperar amistades de juventud. Simplemente converso con ellos sobre cómo me gustaría que fueran las cosas. No tengo la menor incidencia.

EC —De alguna manera participa; aunque lateralmente, hace llegar opiniones, sugerencias. ¿Entiende que puede haber llegado a moderar el discurso o la acción de los autoconvocados, que en algún momento se temió que tuviera desbordes?

EB —No lo sé. Así como en Durazno el mensaje era pedirle al gobierno que le diera una chance a la producción nacional, el mensaje que quería dar en Tacuarembó era “denle una chance”, el presidente ofrece mesas de trabajo, que se supone que no son mesas de conversación sino de trabajo, denles una chance a las mesas de trabajo

Es simplemente lo que me parecía que tenía que ser el mensaje central en cada ocasión. Pero nadie me dijo “¿qué te parece que habría que hacer en Durazno?”, ni me parece que hubiera correspondido. Simplemente, si alguien me llama doy mi opinión, de la misma manera que si me llama alguien del gobierno y me pide mi opinión se la doy. Mi obligación es dialogar con todo el mundo.

EC —Pero da la impresión de que desde ese papel, que usted acota muy bien, sin colocarse como referente del movimiento, sin colocarse como vocero ni delegado, ninguna de esas cosas, le viene bien al movimiento Uruguay Unido, porque su figura se escapa bastante del estereotipo del dirigente gremial del agro y diría incluso del estereotipo del comunicador de temas agropecuarios tradicional en Uruguay.

EB —Claro, porque soy de Montevideo, vengo de una familia de trabajadores del Cerro, a la vez creo que he hecho algunos kilómetros de carretera y conozco bastante del interior…

EC —Sí, pero tiene otros componentes bastante singulares en contra de ese estereotipo. Mencionaba recién su campaña por la legalización del mercado del cannabis, su propia peripecia de… ¿cómo llamarlo?, ¿hippy?, ¿rebelde?…

EB —Sí… me crie en dictadura, y sí, siempre digo que el rock me resulta una influencia ideológica más fuerte que El capital de Marx o esos textos que ponen la libertad en un segundo plano.

EC —Su defensa de los llamados “nuevos derechos”.

EB —Totalmente, creo que lo que pasa con el agro también tiene que ver con eso, porque pareciera que en un país que avanzó mucho en no discriminar, discriminar a alguien porque trabaja 300 hectáreas o 500 hectáreas de tierra estaría bien. Me parece que son víctimas de una discriminación absurda, son uruguayos que están diciendo “tenemos un problema”

EC —O sea, usted, que es partidario del matrimonio igualitario, por ejemplo, dice, por otro lado: “Ojo, no discriminen a esta gente que trabaja en el campo”.

EB —Absolutamente, que están lejos de todo, no pueden ir al teatro, los pica una crucera y tienen que ir por un camino destrozado a un sanatorio, y hay un discurso de decir “estos son terratenientes, lo que quieren es joder a todo el resto, lo que quieren es más privilegios”.

Hay un discurso satanizador, pero cuando uno conoce a la gente ve que es tan indefendible satanizar a alguien por sus afectos o sus gustos eróticos que satanizar a alguien porque tiene vacas y tiene que trabajar ahí, alguien que si lo agarra una seca pierde toda la ganancia del esfuerzo de todo un año, si no llueve el próximo viernes pierde todo. Y lo dicen unos tipos superburgueses que se sientan en Twitter a burlarse, burlarse y burlarse.

Entonces estamos a favor de la inclusión de unos pero nos viene bien excluir a otros porque electoralmente capaz que nos resulta agitar a las masas contra los oligarcas. Y los oligarcas son tipos que laburan todo el día, que tienen que cargar las bolsas de fertilizante, que hacen un trabajo físico que creo que nosotros ya no podríamos hacer. Me parece que es un caso más de discriminación, que hay una asignatura pendiente de Uruguay que es reencontrarse con la gente que trabaja con vacas y ovejas, con trigo, que es uruguaya como nosotros, labura como todos. Pero hay gente que se regodea en excluirlos.

EC —Para agregar un elemento más a su perfil, ese que lo coloca en una posición un poco original en este debate, hay gente que lo considera de izquierda. Usted en alguna entrevista ha dicho que fue blanco, que fue votante del Partido Nacional, pero que después ha ido votando distintos partidos. ¿Cómo es eso?

EB —Sí, desperté a la vida política con 15 años en el 80, con el plebiscito, en el que naturalmente estuve por el no, y luego los casetes de Wilson me parecían algo muy compartible, me gustaba la idea de la Convergencia Democrática, de hacer una unidad nacional en la salida de la dictadura. Luego fui perdiendo el entusiasmo. Cuando el pacto del Club Naval pasó algo muy gracioso, estábamos todos enfervorizados contra el pacto y se habían hecho unas pintadas “Pacto es traición”, pero como el grupo en el que yo estaba, que era la CPN, estaba aliado con el Partido Comunista, vino un discurso de arriba “‘pacto es traición’ es demasiado”, entonces salieron a tachar él “es traición”, lo corrigieron por “no al pacto”, y quedaron unas pintadas muy ridículas, corregidas.

Ahí me di cuenta de que la militancia político-partidaria no era lo mío, que el mundo no se cambiaba por ahí, se cambiaba por decir: “¿Qué quiero? Ríos que tengan agua absolutamente limpia; vamos a trabajar por eso”, no importa si es de izquierda, si es de derecha. Entre Trump y Obama, me quedo con Obama; sí, soy de izquierda. Ahora, si me dicen Maduro, estoy deseando que termine esa dictadura cruel; entonces soy de derecha.

No sé, no me siento muy identificado como izquierda o derecha. ¿La agenda para que la gente que es gay o lesbiana o trans o lo que sea tenga idénticos derechos que el resto y sea respetada idéntico que el resto es de izquierda?

No sé, me parece que es ser culto, tus gustos sexuales son tu vida privada, a mí me da igual, si te querés casar con alguien de tu mismo sexo te casás. Sí soy muy defensor de la laicidad, ahí no transo ni medio milímetro, no me gusta que Sturla opine sobre este movimiento, por ejemplo, me parece que resta un montón. Y también porque soy defensor de la laicidad no me gusta llevar agua a ningún molino, no me interesa hacer de esto algo que favorezca a tal partido o perjudique a tal partido o tenga una agenda oculta de hacer esto porque después voy a hacer tal jugada de ajedrez. Esto tiene que ser laico también en ese sentido.

EC —Por todas esas características, da la impresión de que a usted lo eligieron muy bien para que fuera uno de los oradores del acto del 23 de enero. Porque por otro lado, aparte de la proclama en sí, otro discurso fue el del Serrano Abella, un prestigiosísimo comunicador del interior del país, pero quizás sí más identificado con lo que se considera lógico, clásico, tradicional en el periodismo agropecuario.

EB —El Serrano es como hueso de bagual, y es una apelación muy emotiva. Yo no tengo esa emotividad.

EC —Lo suyo es más racional.

EB —Sí.

EC —Y heterodoxo.

EB —Sigo lo que creo que es verdad.

EC —Blasina vino con una camiseta azul en la que hay solamente una leyenda que dice “Think more, believe less”, ‘piensa más, cree menos’.

EB —Sí, es un regalo muy apreciado de una amiga californiana. Es una frase de un indígena americano, John Trudell, que falleció hace poco. Era un militante por los derechos de los indígenas y por el derecho de que las comunidades indígenas a plantar cannabis, porque el gobierno de Estados Unidos les incendiaba todo. Me parece que es una buena herramienta de trabajo pensar más y creer menos.

EC —A partir de todo lo que ha ocurrido –estamos a un mes del inicio de toda esta movida–, ¿qué es?, ¿cómo analiza qué es hoy este movimiento?

EB —Es un conglomerado de sectores que al estar muy presionado el sector exportador, al haber una serie de desequilibrios en la economía, están sufriendo.

EC —No son solo productores rurales.

EB —No son solo productores. En el viaje a Tacuarembó percibí que los fleteros, los camioneros de empresas chicas están mucho más enojados que los productores, están realmente indignados. El tema transporte es un polvorín que en cualquier momento genera otro incendio, porque están tremendamente angustiados con un montón de cosas que pasan. Las pintarrajeadas en Transportes Viana allá en el norte causaron mucho impacto, y toda una serie de factores que tienen los transportistas, sobre todo los pequeños y medianos, que son gente de trabajo si la hay. Pequeñas cosas como que los citen al Ministerio de Transporte acá en Montevideo, hagan 500 kilómetros, se pierdan el día y nadie sepa ni… vienen para una actividad de capacitación y nadie los atiende, recorren oficinas, perciben que nadie está haciendo nada y que están perdiendo su día de trabajo. Pequeñas cosas que a veces acá no se perciben que causan mucho enojo.

Los pequeños almaceneros. Cuando la energía eléctrica sube, no es un problema de los productores, es un problema de todos, no hay quien no use energía eléctrica. Me decían que hay almacenes en el interior que prenden la luz cuando entrás, están buscando ahorrar hasta el último milésimo porque están a punto de quedarla.

Entonces me parece que es un conglomerado de gente que dice…

EC —También están quienes proveen servicios a la actividad agropecuaria.

EB —Por supuesto, contratistas que hace meses y meses que no cobran, porque el agricultor no les puede pagar; jubilados, hay un montón de gente…

EC —Jubilados, ahí aparece un punto, porque hasta ahora usted venía enumerando una lista en la que básicamente hay empresarios. ¿Están también los trabajadores o no? Porque el PIT-CNT está haciendo un llamado de atención y está marcando que a los trabajadores rurales hay que contemplarlos, pero que no están en esta historia. ¿Qué dice de ese punto?

EB —Creo que por un lado hay una estrategia de dividir que me parece muy penosa. De dividir productor grande y productor chico, productor y trabajador, de decir que hay intereses contrapuestos. En realidad una crisis siempre le viene bien al grande, porque esta situación lo que hace es que el pequeño y el mediano terminen abandonando y compre uno grande. Entonces corregirla socialmente sería muy bueno y creer que esto son los grandes que quieren privilegios contra los chicos o contra los trabajadores un grave error.

¿Están los trabajadores o no? No puedo opinar por los trabajadores, pero hay un problema social hoy que es que nadie está dispuesto a contratar a alguien. Se percibe contratar a alguien como un riesgo enorme y como algo que implica un salario, pero además un montón de cargas adicionales muy grandes. Entonces hay una detención de la generación de empleo, que es lo que es socialmente complicado. Qué piensan los trabajadores no lo sé, pero no veo esa contradicción, me parece que para el sector trabajador lo mejor es que el agro o el interior esté dinámico y pensando cómo crecer y cómo contratar. Hoy lamentablemente no es ese el estado de ánimo.

EC —¿Cómo observa las repercusiones, ahora sí, teniendo en cuenta que se desarrolló el acto, que el presidente Tabaré Vázquez recibió a los delegados de los autoconvocados que fueron a llevar la plataforma a la Torre Ejecutiva –fue una sorpresa, no se sabía, finalmente Vázquez ahí estaba–, estuvo reunido con ellos 40, 45 minutos, que el lunes siguiente el gobierno anunció algunas medidas de apoyo a sectores del agro –que a su vez fueron criticadas por las gremiales, que las consideraron insuficientes–, y hubo por otro lado el lanzamiento de una mesa de trabajo con gremiales del agro y representantes de los autoconvocados? ¿Cómo observa este paquete de repercusiones?

EB —Creo que hay dos estrategias o dos enfoques. Uno es jugar para la tribuna, agitar a la barra brava y decir “esto es la derecha que conspira, la derecha internacional que injustamente sacó a Dilma y Lula y ahora está buscando patear el tablero”.

EC —¿Dónde ubica esa reacción?

EB —En el diario La República típicamente; en la senadora Constanza Moreira, que salió a pegarme con el tema marihuana, una cosa sorprendente; en los sectores que creen en la religión de la lucha de clases, que se frotan las manos y dicen “esto es lucha de clases, vamos a azuzarla y a enfrentar”. Es como aquello del diputado Pablo Anaya, “vamos a repetir oligarca todo el tiempo”.

EC —Ayer Javier Miranda en su discurso habló con preocupación de tendencias de desestabilización que corren por América Latina y que han hecho lo suyo contra gobiernos de izquierda. Hoy cuando entrevistábamos al diputado Alejandro Sánchez, del MPP, la consulta era a quiénes se refería, y él decía: “No es a los autoconvocados, es a alguna gente que se ha subido a esa movida y ha realizado ese planteo del tipo ‘esta es la oportunidad para que se vayan, para sacarnos de encima a la izquierda’”

EB —Sí, si uno entra a WhatsApp o se pone a buscar audios, encuentra disparates, como traer las ovejas a Montevideo, etcétera. En los dos extremos siempre el dar manija y el tratar de promover el enfrentamiento para pescar en el río revuelto. Me parece que en general son figuras políticas muy menores que buscan medrar en un conflicto y azuzar cada uno a un bando

Yo trato de hacer todo lo contrario, en vez de azuzar, trato de decir “siéntense a conversar y busquen la solución”, porque si esto se toma como boxeo perdemos todos, pero si el gobierno lo toma con una actitud de aikido, de decir “vamos a tomar esto y vamos a tratar de revitalizar la inversión en seis meses, vamos a agarrar las diez mochilas y vamos a ver qué podemos hacer en cada una” y en seis meses tenemos al sector agropecuario invirtiendo, electoralmente saldría muy bien parado.

EC —¿Cabe la posibilidad de que ocurra eso? Usted empezó poniendo el foco en una parte de la reacción de la izquierda, la que ha tendido a ver en toda esta movilización un cuco. ¿Cómo ve la reacción de la otra parte de la izquierda? ¿Cómo ve en particular la forma como el presidente Vázquez se ha movido?

EB —Merece un crédito, me parece que vio la movilización de Durazno, vio que era algo…

EC —Recalculó, han dicho algunos analistas, porque al principio habló del caos y el desorden, y por eso dijo “vamos a dialogar solamente con las gremiales”…

EB —Sí, creo que el acto de Durazno convalidó que esto era algo importante, consistente, que no era una manga de locos que gritaban. Era algo que tenía un pienso atrás y que no era decir “aprovechemos esto para sacar al Frente” ni muchísimo menos. Hubo un cuidado muy particular de que no hubiera ni una consigna de ese tipo. Me parece que está bien, que hizo una lectura correcta y que merece la oportunidad de una mesa de diálogo. Hay mucho temor de que esto sea demorar, fragmentar, dar algo mínimo que simplemente ayude a poner a la gente en contra, a decir “les dimos primero estos US$ 7 millones, después les damos otros US$ 5 millones y todavía siguen pidiendo más…”

Hay la gran duda de si se va a armar una agenda seria procompetitividad en Uruguay, pro sostener que las exportaciones sigan con un dinamismo fuerte en el mediano plazo, o si simplemente va a ser ganar tiempo y esperar que la gente se canse y tenga que irse a trabajar porque se vienen las cosechas.

EC —En ese contexto, ¿cómo vio las primeras medidas, las que se anunciaron el lunes pasado?

EB —De nuevo, si es un comienzo y luego se va a trabajar en el resto, me parecen bien; si es esto, me parece que vamos a tener un problema de poca sustentabilidad, se va a plantar poquísimo trigo, ya estamos importando carne de Paraguay, el otro día compré un lenguado y era de Alaska, vamos a importar cada vez más y vamos a tener caídas de empresas exportadoras. Hay que tomar esto en serio y buscar algo integral, para lo cual no hay mucho espacio fiscal, pero desagregando tema por tema se puede generar un paquete que devuelva el interés en invertir. El discurso original de Astori era “lo que se precisa es llevar la inversión lo más alto posible”

Ahora uno no sabe si el discurso es ese o es “jorobate, sos un oligarca, no pidas que para vos no hay nada”. Si se recupera el discurso de invertir, invertir, invertir, me parece que es bueno para todos y obliga a la oposición a ser un poco más creativa a la hora de disputar la próxima elección

Para mí el Frente Amplio lo puede tomar como una amenaza, pero también como una oportunidad. Los productores lo único que quieren es condiciones para trabajar y soñar con que pueden seguir invirtiendo, no les interesa quién lo haga sino que se haga y terminar con una sensación de “yo me aprieto el cinturón todos los meses un agujero más y en las intendencias, en el gobierno, en el Estado en general, la sensación es de despilfarro”. Capaz que es solo una sensación, capaz que hay un problema de comunicación, pero la sensación de mucha gente es de hastío muy fuerte con la clase política en general.

EC —El Poder Ejecutivo no era el único destinatario de la proclama del 23 de enero en Durazno, las intendencias también. ¿Cómo vio la respuesta en ese otro plano?

EB —Ya están pasando un montón de cosas, intendencias que anuncian revisiones de costos, intendencias que anuncian algunas medidas y periodistas que se ponen a buscar y encuentran en distintas intendencias cosas que evidentemente funcionaban muy mal. Entonces el movimiento ya logró por lo pronto un primer chequeo al decir “estamos apagando la luz cuando no hay clientes en el almacén, ¿y el Estado qué está haciendo?”

Empiezan a verse resultados. Me parece que es un movimiento potencialmente de ciudadanía que es muy positivo, un movimiento que dice “vamos a prestar más atención a qué hacen con nuestro dinero quienes lo administran”. Eso es muy sano y no es izquierda o derecha, es cultura cívica, es querer saber qué hacen con los US$ 17.000 millones que usa el Estado para funcionar, cómo se determinan los gastos, cómo se evalúan. Hoy de mañana quería entrar a la página del Mides para ver si está logrando los objetivos y la página estaba caída; capaz que era un problema mío. Esto no es contra el Mides, pero ¿el Mides está logrando los objetivos?, ¿cómo se cuantifican?, ¿dónde está la gráfica que dice “tanta gente que estaba marginada ahora consiguió un trabajo de tal cosa”?, ¿cuánto está integrando?

Es un mito que esta gente no quiere el Mides, no quiere políticas sociales. Quiere políticas sociales que realmente terminen con la pobreza, y tiene la percepción de que la perpetúan en un clientelismo político masivo. Hay evidentemente un problema de comunicación en el medio, porque de un lado se percibe que es una vaca y del otro lado se percibe que es un tiburón. Hay que tratar de llegar a ver qué es realmente.

EC —Quedó dicho que el sábado los delegados del movimiento Un solo Uruguay se reunieron en Durazno, discutieron un largo rato y finalmente optaron por la apertura, por la expectativa, pusieron una pausa a las medidas de protesta a la espera de la mesa de trabajo que el Poder Ejecutivo está anunciando. ¿Qué viene ahora? ¿Qué futuro tiene el movimiento?

EB —Creo que lo que viene ahora es que se convoque lo antes posible la mesa de trabajo, para ahuyentar el fantasma de “nos van a demorar para cansarnos”. Lo antes posible habría que fijar una reunión, fijar una agenda y decir “esta es la primera reunión, vamos a tratar de llegar a resultados en tal lapso”. Eso es lo que yo como ciudadano espero, que se sienten y que se comprenda de un lado que ya hay un déficit fiscal muy alto, que no hay muchísimo dinero para dar, pero que se puede trabajar en diversos puntos para aliviar la situación.

EC —¿Es sostenible el movimiento?

EB —Creo que va a ser sostenible. De nuevo, no estoy muy adentro del movimiento…

EC —¿Puede dar lugar, por ejemplo, a una nueva institucionalidad gremial? Porque se ha hablado de que también las gremiales del agro están cuestionadas acá, quizás por la forma como han manejado su relación con el gobierno. Pero incluso por otro motivo, porque hace falta alguna forma de asociación más horizontal, que no vaya rubro por rubro, los lecheros por un lado, los ganaderos, los hortifruticultores, sino que abarque incluso estas otras realidades de las que usted venía hablando, los transportistas, el comercio, etcétera. ¿Ese puede ser uno de los pasos?

EB —Sí, creo que va a ser algo muy difícil de clasificar, creo que va a ser un movimiento ciudadano…

E —¿No se va a una nueva institucionalidad gremial? ¿No va a terminar en la formalización?

EB —Puede ser, pero no va a ser algo que se parezca ni a la Asociación Rural ni a la Federación Rural ni al PIT-CNT. Me parece que es un movimiento de ciudadanos preocupados porque perciben que hay cosas que funcionan mal.

Pero es muy temprano para decir “esto va a cuajar en tal o cual cosa”. Como decía un amigo, lo bueno que tiene esto es que sigue siendo algo medio anarcolírico. Nos preocupan un montón de cosas, nos preocupa que los ingresos que tenemos mes a mes son cada vez menos, nos preocupa que el Estado incurra en vicios que cuando salieron los partidos tradicionales se suponía que se iban a terminar, que se terminaba el clientelismo, que se terminaba el usar las empresas públicas para promover a un político con potencial carrera. Se percibe un agotamiento, pero me parece que es un movimiento como los indignados de Europa, como Occupy Wall Street. Capaz que después no queda nada, como de Occupy Wall Street no quedó nada. Es temprano para saberlo, pero es muy parecido a eso


Comunicate