08.FEB.18 | postaporteñ@ 1879

EL CONFLICTO CON EL CAMPO

Por El País /búsqueda

 

Para sorpresa del gobierno y del cuerpo político en general, los reclamos del campo han llegado para quedarse

CARLOS STENERI

El País Lunes, 05 Febrero 2018

Su convocatoria por fuera de los carriles tradicionales usando las redes sociales los convierte en un hecho político y de protesta ciudadana nuevos. Las formas de hacer política del siglo XXI ya están entre nosotros.

Sin duda, no estamos ante un fenómeno nuevo. Ocurrió antes en nuestro país con la irrupción en el interior de la radio a transistor en las épocas de Nardone (Chicotazo), quien posibilitó la victoria al Partido Nacional en 1958. 

En Brasil, años atrás las clases medias nacientes mostraron su descontento al sentir que sus mejoras estaban en riesgo dada la crisis económica. Y ahora en nuestro país viene ocurriendo lo mismo cuando los empresarios rurales, generalmente medios y pequeños, ven que se esfuman rápidamente los avances logrados en la década reciente.

Y más preocupante aun, cuando se constata que el residente de las ciudades observa los reclamos con curiosidad cargada de descreimiento sin entender cabalmente lo que sucede.

En realidad, nuestro modelo económico debe financiar un gasto público muy alto cuya contrapartida es una carga impositiva excesiva al sector privado y endeudamiento público creciente

Como buena parte de ese gasto son transferencias improductivas, se encarece el funcionamiento del sistema económico descargando sus efectos nocivos sobre los sectores exportadores y los que compiten con las importaciones

En definitiva discrimina contra las fuentes genuinas de crecimiento y la propia viabilidad del sistema. Por tanto se trata de una malignidad de índole estructural que solo se resuelve con reformas estructurales y no con paliativos. No hay salida permanente neutralizando los síntomas, sino erradicando sus causas.

Este es el aspecto crucial que debe entender tanto el gobierno, quienes hacen los reclamos y también la política en general. En definitiva, esta es su brazo ejecutor pero también la encargada de transmitirle a la sociedad la necesidad de introducir cambios. Obviamente que no es tarea fácil, y para eso está.

Hoy estamos en una fase de negación al decir que no estamos tan mal, generalmente mirando complacientemente al pasado reciente y desviando la mirada hacia dónde vamos.

En este cruce de caminos se encuentra hoy esta administración a quien le queda poco tiempo para introducir cambios de rumbo sustanciales a pesar de tener mayoría parlamentaria

 Entre lo poco que intentó, la materia de inserción internacional naufragó por oposición interna en sus propias filas. Lo mismo con la educación

En vez de negociar políticas de estado con la oposición para recoger el sentir amplio de la sociedad, prefirió hacerlo entre casa para preservar el manto sagrado de la unidad del partido

Y con ello se degradó la calidad de las políticas, se ninguneó a la minoría que es casi la mitad del electorado y se lesionó el espíritu democrático al ser éste doblegado por la lógica del funcionamiento del partido único.

Entretanto, para capear el temporal actual, se anuncian medidas puntuales compensatorias, que no resuelven el fondo del problema

Razonando por el absurdo, si todos los reclamos se mitigan con una renuncia fiscal menor a la decena de millones de dólares, entonces hubo sobre actuación de los autoconvocados e impericia del gobierno para evitarse el problema. Todos sabemos que la resolución del tema es más complicada, y que se trata de ganar tiempo. No se sabe bien a quien, porque estas cosas de no ser bien resueltas a tiempo, las resuelve la lógica de los hechos de manera inesperada

Frente a esta realidad, corresponde mirar hacia adelante repensando hacia donde queremos ir sin repetir errores.

Una vez más, la contención del gasto público es prioritaria. Su crecimiento anual no puede superar al crecimiento del PIB, sin descartar que durante un periodo inicial esa pauta sea inferior para llevarlo a un nivel compatible con la sostenibilidad de todo el sistema. Rápidamente saldrá a la palestra que la propuesta lesiona las políticas sociales.

En realidad, se trata de fortalecer su viabilidad determinando cuales son esenciales, eliminando dentro del estado todas las ineficiencias, incluidas las empresas públicas.

En segundo término, corresponde topear por ley cuanto se puede recaudar a través de las tarifas públicas. Hay que poner salvaguardias al uso abusivo del instrumento.

Tercero, acompasar la imposición a la renta empresarial (IRAE) a la nueva realidad internacional. Argentina acaba de anunciar rebajas que la llevan al 25% en el 2020.

En Paraguay están en 15% y ya existen movimientos en Brasil en el mismo sentido. El resto del mundo está en una tónica similar liderado por EEUU.

Cuarto, la modernización de las normas laborales sigue en el debe. La mención del tema asoma el cuco de la pérdida de derechos laborales, hecho que no está en la agenda. El punto es eliminar regulaciones obsoletas que estrechan la entrada y salida del mercado laboral, lo cual perjudica tanto a empleados como empleadores, fundamentalmente a los jóvenes.

Por último, reflexionar sobre la inserción internacional que necesitamos. Hace quince años que estamos en el mismo lugar, después de la firma del TLC con México. Pasaron demasiadas cosas en el mundo para quedarnos en lo mismo.

Sin darnos cuenta nos hemos envejecido como sociedad al no acompasarnos al ritmo de la historia.

Las manifestaciones del campo son reflejo de un “Uruguay distinto” al que “el Frente le tiene pánico”, sostiene senador blanco

Búsqueda 1 Feb. 2018 Entrevista de Federico Castillo

Su despacho tiene una estupenda vista al Centro y al ruido de Montevideo, pero Sebastián da Silva dice que es un hombre de campo y rápidamente se ufana de los kilómetros que hace todas las semanas recorriendo el interior del Uruguay. Es senador suplente y dirigente del sector Todos del Partido Nacional, aunque también se define como uno de los productores rurales autoconvocados que encabezan las protestas contra el gobierno. Pese a su notorio rol político afirma que esta manifestación no tiene partidos.

Asegura que se trata de una movida “generacional” y que surge espontáneamente de la gente que vio “fundirse” a sus padres en 1982 y que vivió la crisis en carne propia en 2002. “Eso es lo que el gobierno no ve. El reflejo es decir que es la oligarquía versus la clase obrera. Y te puedo asegurar que nadie de los que están al lado de las rutas, de los cuales yo formo parte, se siente oligarca”

Advierte además que si el gobierno sigue sin atender los reclamos del agro, se vendrá “un choque de trenes”.

— ¿Le molestó que el presidente Tabaré Vázquez propusiera que hagan una vigilia de “agradecimiento” en lugar de una de protesta?

—Y es una mojada de oreja, sí. ¿Pero por qué? Porque el Frente quedó sin interlocutor con el sistema agropecuario. Al tipo con mayor prestigio —Tabaré Aguerre— se lo fagocitó el sistema, se transformó y terminó renunciando. El MPP no tiene legitimidad moral para hablar con el agro.

 A José Mujica, su legado como presidente le quita autoridad moral para hablar de eficiencia. Alfredo Fratti, todo Melo sabe que tiene un campo en Paraguay. Daniel Garín fue destituido de la Facultad de Veterinaria por no ir a trabajar. Ernesto Agazzi, cuando era ministro, confundía un campo de soja, porque lo veía verde, con cualquier otra cosa. Es muy difícil. Porque el resto de la izquierda es dogmática y siempre miró al sector agropecuario con desconfianza

Ahí es donde hay un problema que va a culminar, lamentablemente, con un choque de trenes en el momento que envíen la Rendición de Cuentas. Ahí se va a ver claramente la opción del gobierno: dar US$ 7 millones a un sector que genera US$ 9.000 millones en exportación, y lo que le va a dar a los sindicatos compañeros, que va a ser mucho más que eso

— ¿Usted ha dicho que lo que propone Vázquez es una limosna, qué tipo de respuesta lo hubiera conformado?

— Bastaba con que dejara sin efecto el aumento tarifario de fin de año para ponerle un poco de agua a este fuego. Acá lo que no se ve es que la popularidad de todas estas medidas se dan por un reflejo generacional de gente que está en el entorno de los 40 años y que siendo gurí vio cómo en 1982 se iban fundiendo sus padres y en el 2002 vivió la crisis en sus primeros años de aleteo económico.

No es casualidad que la dirigencia de los autoconvocados esté por los 40 años, son hijos de su tiempo, son los que manejan las redes, saben convocar. Esto no es partidario, es generacional, y están mirando cómo, más temprano que tarde, pueden estar viviendo lo del 2002 o lo que vivieron sus padres en 1982. Quizá no hipotecando campos, sino entregando al banco una cosechadora, una fumigadora o un tractor. Y eso es lo que el gobierno no ve. El reflejo es la oligarquía versus la clase obrera. Y te puedo asegurar que nadie de los que están al lado de las rutas, de los cuales yo formo parte, se siente oligarca.

— ¿Usted se define como un productor autoconvocado?

— Sí, sí, sí. Porque la autoconvocatoria es producto del tiempo en que vivimos. Creo que solo una generación que entiende cómo se comunica en la actualidad puede lograr esto. A Durazno fue la Mesa Nacional de Colonos, que es el eslabón más chiquito de la cadena y la parte más poderosa, que es la Cámara de Industria Frigorífica. Juntos. Y esta manifestación popular, que no puede ser liderada por ningún partido político, es la primera de muchas en una sociedad que ve cómo el Frente Amplio se rifó la bolilla de Max Weber, que hablaba de la ética de la responsabilidad y nunca tuvieron la decencia de decir “muchachos, nos equivocamos”. Nos equivocamos con Ancap, en mantener a rajatabla a un vicepresidente que le mintió al país.

Y eso es lo que genera esta reacción.

— Ahora, ¿cómo se desdobla usted de su condición de autoconvocado con la de político, suplente de un senador, dirigente y militante notorio de los blancos? ¿No deja un flanco abierto ahí para que digan: esto está politizado?

—Yo… a ver, de los 365 días del año soy cinco o seis senador. El resto de mi actividad es absolutamente aburrida: es campo, novillos, soja, sorgo, lana. Entonces, es muy difícil querer camuflar algo que no soy

¿Quién le pone el cascabel al gato?

Búsqueda 8 Feb. 2018 por Daniel Gianelli

Las protestas y movilizaciones de los ruralistas “autoconvocados” han vanguardizado demandas compartidas por otros sectores productivos, como por muchos ciudadanos de a pie, respecto del gasto público, el agobiante peso de la presión tributaria, el elevado costo de la energía y de otros servicios públicos. Servicios cuya prestación, en relación con sus costos, además, no se considera satisfactoria.

A pequeños y medianos empresarios les preocupan también los costos laborales y la inflación de regulaciones propias de naciones del primer mundo para una economía de escala y nivel claramente inferior.

Previsiblemente la oposición ha procurado capitalizar políticamente todos estos cuestionamientos que ellos mismos plantean desde hace tiempo. Principalmente los blancos, que sueñan con desplazar al Frente Amplio.

Desde el oficialismo, no menos previsiblemente, se descalificó y desmereció la protesta por ser parte de una supuesta campaña de “la derecha” para desestabilizar al gobierno “progresista”. Campaña que asocian a la “conspiración” político- periodístico-judicial que quiere impedir que Lula vuelva a la presidencia en Brasil.

Más allá de estos enfoques interesados, muchos ciudadanos tienen la sensación de que ni por izquierda, ni por derecha, ni por el centro se percibe que el sentimiento que emerge de la protesta ruralista, que cruza horizontal y verticalmente a la sociedad uruguaya independientemente de actividades y preferencias políticas, es el esbozo de una rebelión del contribuyente ante un Estado que limita sus posibilidades de desarrollo y que siente que lo asfixia.

Se trata de un sentimiento que incluye otros cuestionamientos sobre la actuación de gobernantes y políticos, que no deberían ignorar o desatender.

Cuando el ruralismo y otros sectores productivos protestan por el aumento del gasto público, de los impuestos y de las tarifas, los costos salariales y las regulaciones impuestas lo hacen porque saben que pese a la bonanza económica vivida — el gobierno se ufana por 15 años consecutivos de crecimiento económico—, poco o nada se hizo en materia de infraestructura vial o ferroviaria

Y porque basta la exigencia de un gigante empresarial como UPM, sin siquiera comprometerse a concretar la inversión, para que de buenas a primeras el gobierno se ponga a trabajar. Y, como si nada, el ministro de Obras Públicas considera necesario destacar lo obvio: que el ramal Paso de los Toros- Montevideo beneficiará a otros productores. ¡Bueno sería que solo UPM pudiera usar las vías!

Cuando el ruralismo y otros sectores productivos protestan por el gasto, los impuestos y las tarifas, lo hacen porque son conscientes del despilfarro de los recursos que le son extraídos y porque saben por experiencia que ningún ministro de Economía, por más austero que sea, puede evitarlo.

La burocracia tiene hábitos e inercias incontrolables. Pero además, porque quien más quien menos tiene conocimiento de acomodos en la administración pública que pagan adhesiones, compran lealtades políticas o paz sindical.

Hábito que no conoce color político y al que ni siquiera la dictadura militar fue ajeno. Uruguayismo que los políticos explotan y que muy pocos combaten honestamente.

La oposición machaca en las pérdidas de Ancap, del FONDES, de lo descabellado del proyecto Alas Uruguay, o del de la regasificadora — que se le quiere endosar a la multinacional Shell—, o los gastos de las tarjetas corporativas, o el costo del Antel Arena. O los sueldos gerenciales en empresas públicas que se rigen por el derecho privado que superan el 60% del sueldo del presidente de la República. Etc., etc., etc.

Son estas “aventuras” empresariales, estas malas inversiones, estos malos negocios a cargo de la nomenclatura frenteamplista lo que fastidia y harta a quienes se esfuerzan día a día por mantener sus actividades a flote y a quienes ni siquiera lo lograron.

Ridiculizar sus quejas y cuestionamientos, atribuirles intenciones desestabilizadoras o señalar que su verdadero propósito es eliminar los programas sociales del gobierno — aunque algún día otros tendrán que revisarlos y reenfocarlos para evitar que terminen siendo un instrumento clientelar—, es no entender nada.

Es política barata, maniqueísmo puro. Y lo saben. Saben que no tienen mejores argumentos para defender lo indefendible.

La oposición explota todas estas situaciones y el oficialismo acierta cuando devuelve el golpe y cuestiona el manejo de recursos y la discrecionalidad con la que contratan personal las intendencias en poder de la oposición (12 nacionalistas y una colorada), cuyas prácticas no suelen ser muy diferentes a las de quienes critican al gobierno nacional. Abundan los cargos de confianza política muy bien remunerados y tampoco destacan por su eficiencia y calidad los servicios que prestan.

En las últimas semanas se ventilaron un par de casos en las comunas bajo gobiernos blancos en Lavalleja y Cerro Largo. La Junta Departamental de Lavalleja negó autorización a la intendenta Adriana Peña para conceder aumentos salariales considerados escandalosos a varios de sus principales colaboradores. Entre ellos su pareja, quien debido al revuelo público anunció que no lo cobraría.

En Cerro Largo, el intendente Sergio Botana acaba de reconocer que ni bien reasumió la jefatura comunal en 2015 reingresó a 202 funcionarios (“fuera de la norma”, pero en “un acto de justicia”, explicó) cesados por Pedro Saravia, quien lo suplió en el cargo mientras el intendente hacía campaña para lograr la reelección. Botana calificó los ceses de “persecución política”. Saravia lo negó.

Sea como fuere, Botana sabe que todo funcionario destituido tiene vías legales para lograr el reintegro al cargo si su cese fue un acto arbitrario. Sabe que lo suyo fue una alcaldada para recompensar servicios que contribuyeron a su reelección.

La semana pasada circuló en Internet una fotocopia del contrato de adscripción a la ministra de Educación y Cultura, con una remuneración mensual más que envidiable para la mayoría de los trabajadores públicos y privados, de una notoria militante feminista, de origen colorado reconvertida años atrás en activista frentista.

El director de Redacción de El País, Martín Aguirre, aludió en su columna del pasado domingo a un biólogo adscripto al Ministerio de Economía e ironiza sobre los aportes que el adscripto podría efectuar al ministro Astori

El fastidio y el hartazgo respecto de ciertas prácticas y manejos políticos, del aprovechamiento y abuso que hacen gobernantes y políticos de los recursos que el Estado obtiene de los contribuyentes, no tiene color político.

 Es un sentimiento cada vez más extendido y profundo que debe ser tenido en cuenta y contemplado a riesgo de enfrentar nuevas protestas. Protestas a las que ciertamente no se va a sumar la dirigencia sindical, que solo se moviliza por ventajas y privilegios propios, los que solo son posibles con más y más recursos extraídos a los contribuyentes.

¿Habrá en el ámbito político quien se anime a ponerle el cascabel al gato?


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