26.FEB.18 | postaporteñ@ 1884

Una Vez Más, Sobre Teoría y " verdades de partido "

Por ASTARITA

 

Con cierta frecuencia, cuando subo ( al blog) notas referidas a la táctica política del socialismo, algunos lectores, disconformes con las políticas habituales de la izquierda en Argentina, preguntan cuál sería la política adecuada en las condiciones actuales, donde no hay posibilidad de que se produzca, en lo inmediato, una revolución socialista. Qué hacer, por dónde empezar, es la pregunta.

Rolando Astarita

En este respecto, es frecuente encontrarnos con algunos acuerdos generales en la militancia de izquierda, entendida en sentido amplio. Por ejemplo, se admite que es necesario acompañar las luchas obreras frente a los ataques del capital; y sostener las peleas democráticas, contra medidas represivas del Estado (gobierno, poder judicial)

Además, que estas peleas se deben combinar con la propaganda por los objetivos del socialismo; y con la crítica al modo de producción capitalista, su Estado y las expresiones políticas que lo defienden.

Hasta aquí, entonces, existe un acuerdo más o menos amplio. Sin embargo, cuando se trata de llenar esas ideas generales de contenido, empiezan las disensiones e incluso los enconos.

Algunos piensan que todo se debe a vanidades y egos, y que si los “referentes” fueran un poco más humildes, las cosas andarían mucho mejor.

Pero el asunto no es tan sencillo. X, por caso, defiende el programa del chavismo “que abre el camino a la reconstitución del socialismo en el mundo”, y Z dice que el chavismo llevó a la clase obrera a la desmoralización y desorganización

O también, el partido X convoca a imponer un programa de transición al socialismo, y el partido Z dice que es necesario conformar un frente nacional para derrotar a Macri

dice que lo más importante es obligar a la burocracia sindical a “bajar a la lucha”, pero retruca que hay que darle la espalda a los burócratas. Y así se van sumando diferencias, que no hay forma de reducir a un tema de egos o personalismos.

Se plantea entonces la pregunta de qué hacer, cómo superar este estado. Admitiendo que no hay soluciones fáciles y lineales, en  lo que sigue, doy una respuesta provisional al problema. Mi idea –se inspira en Lenin, o en el Marx de la Crítica del Programa de Gotha– es que no hay que empezar por las diferencias tácticas –esto es, de política cotidiana- sino por las cuestiones teóricas más fundamentales.

Por ejemplo, es claro que si X defiende el “socialismo chavista” y Z dice que eso no es socialismo, lo que está implicado no es una cuestión táctica, sino las bases mismas de lo que se entiende por socialismo.

Pero lo mismo ocurre con otras diferencias que, en apariencia, son más “de superficie”; por ejemplo, las que tratan de la utilidad de tal o cual consigna de agitación.

Lo central entonces es que si no hay acuerdo en los temas de fondo –por ejemplo, en la teoría de la explotación, en la caracterización del Estado, etcétera-  las coincidencias tácticas sobre consignas, o de otro tipo, son, como reza el dicho, “pan para hoy, hambre para mañana”

Enfaticemos, además, que no se trata de acordar formulaciones de compromiso, sino de estar de acuerdo en el contenido. Recurriendo a un ejemplo histórico, cuando Lenin explica a los ultraizquierdistas, en 1920, cómo había surgido el bolchevismo en 1903, dice que fue “sobre la solidísima base de la teoría del marxismo” (véase “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’”). Esto es, desde el inicio los acuerdos entre los militantes revolucionarios acerca de las tareas inmediatas tenían un cimiento teórico.

Sin embargo, hoy ni siquiera hay acuerdo, en la izquierda, en que lo fundamental es el acuerdo en la teoría.

Peor aún, ni siquiera hay acuerdo en que la teoría sea importante. Como dije en una entrada anterior, El Capital (ver aquí) es “para los días de fiesta”

La idea que predomina es que primero se decide la táctica política, y si la teoría coincide con ella, bienvenida la teoría; de lo contrario, “que se joda la teoría y no estorbe”

No exagero: cuando en alguna nota del blog expliqué que en el capitalismo es imposible eliminar la desocupación, y que esto hay que decirlo, una lectora envió un Comentario en el que me acusaba de poner a la agitación de muchos partidos de la izquierda “en una encerrona”. O sea, esta lectora entendía (¿y sufría?) a la teoría como una carga, un estorbo. Era casi la misma queja de Bernstein cuando Rosa Luxemburgo le criticaba el abandono de la teoría marxista.

De la misma manera, cuando sostuve, en este blog, que la ley del valor trabajo se impone objetivamente, y por lo tanto es imposible que el Estado capitalista maneje los precios a voluntad, mi afirmación encontró toda suerte de críticas. Pero no se criticó la ley del valor trabajo de Marx (o la teoría del fetichismo de la mercancía), sino el que recordara que la ley del valor trabajo tiraba al tacho de las ilusiones la consigna del control de precios.

El resultado de todo esto es que la crítica al capitalismo y a su Estado, y la instrumentación de una propaganda y agitación adecuadas, se reemplazan por consejos bienintencionados de política sindical  del tipo “unamos las luchas”, “promovamos dirigentes de base contra la burocracia”, “llamemos a un congreso de delegados de base”, etcétera.

Las cuestiones doctrinarias del socialismo pasan a un plano muy secundario, o se vulgarizan al extremo (“este es un gobierno de ricos, por eso gobierna para los ricos”; discursos de este tipo, propios de curitas de pueblo, los escuchamos a cada rato en Argentina, en boca de “marxistas”)

En definitiva, es una reedición de la vieja creencia economicista de que basta luchar por reivindicaciones sindicales para superar la conciencia capitalista y reformista de la clase obrera. Creencia que está potenciada por importantes dosis de socialismo vulgar (ver aquí). Todo lo cual deteriora aún más la teoría, y profundiza el desprecio por ella.

Esto ocurre al margen de que en algunos grupos de izquierda se mantenga un “departamento de teoría” (con revista “teórica” incluida), donde, para recreo de los intelectuales del partido, y adyacencias, se filosofa más o menos libremente sobre temas varios. Lo importante, en todo caso, es que semejantes elaboraciones jamás representen “una encerrona” para las políticas “prácticas” de los políticos “prácticos”.

Mi idea entonces es que no hay fórmulas mágicas para salir de la actual situación. Lo que se necesita es un cambio de criterio que debería empezar por el primer y elemental paso: anteponer la verdad científica a las “verdades de partido” (ver aquí).

Y con ello desterrar la “verdad de partido” más brutal y dañina, la que dice que la teoría solo sirve si no es un estorbo para “la verdad de partido”


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