05.MAR.18 | postaporteñ@ 1886

Gastón Boero, sexólogo: "La mujer que trabaja se independiza, y la mujer que es independiente no le conviene al hombre"

Por VOCES

 

ERAMOS LOS BICHOS RAROS DE PAYSANDÚ

Por Jorge Lauro y Alfredo García /Semanario Voces 26 de febrero 2018 ( se reproduce en dos entregas)

Parte I

La leyenda negra de Artigas estaba predominando. Estudiábamos historia en Hermano Damasceno, que era una mentira redomada. Todo el mundo con Hermano Damasceno Que el 25 de Agosto, que el 18 de Julio… Y no servía para nada el asunto.

Tuve a Oreggioni de profesor de Historia, el padre de Beto, de Arca. Nos hizo estudiar en Acevedo Díaz, que era la verdad histórica. Ahí yo discutía todas las fechas, el 25 de Agosto, el 18 de Julio.

La fecha de independencia de Uruguay no es el 25 de agosto sino que es el 28 de agosto de 1828, firmada en Río de Janeiro por el gobierno de Buenos Aires y por Brasil —donde ya estaba de emperador Pedro I—, y por el delegado de Inglaterra, Lord Ponsomby, que ya venía con experiencia anterior: él había hecho la paz y había fundado los Países Bajos entre Alemania y Francia, y aplicó el mismo sistema para que nosotros fuéramos una especie de separación. Yo decía todo eso en aquella época. Ahora está todo demostrado —o por lo menos supongo que lo enseñarán—, pero en aquella época no, para nada. Éramos los bichos raros del liceo de Paysandú que teníamos esa historia.

Que no era la historia de Hermano Damasceno

Tiene una calle y todo. La otra cosa por la que peleamos con la asociación de estudiantes que teníamos fue por sacarle el nombre a la Plaza Flores. ¿Cómo en Paysandú va a haber una plaza con ese nombre, si fue el tipo que conquistó y destruyó Paysandú? Venancio Flores.

¿Y saben quién logró cambiarle el nombre? Este que está en la foto conmigo, mi amigo  Mario Delgado Aparaín. Escribió No robarás las botas de los muertos, sobre la caída de Paysandú. Muy bien hecha. La presentó en el teatro Florencio Sánchez, allá en Paysandú. Todos los sanduceros se pusieron orgullosos y le cambiaron el nombre a la plaza, que no sé cómo se llama ahora. Yo estoy medio enojado con Paysandú.

Usted es de grandes enojos, me parece. Está enojado con la Universidad, con Paysandú… ¿Con quién más está enojado?

La Universidad me dio la razón.

¿Después de tantos años?

Sí, señor. En un documento que tengo por ahí arriba hay un certificado. Léalo. Está ahí atrás, ahora tenemos posgrado de medicina sexual.

Abril de 2017.

El año pasado. Demoraron diez años en la Universidad, pero los cagué a gritos.

Markarián hizo algo bueno, entonces.

Yo no tengo nada contra Markarián.

Arocena se ve que no le dio mucha bola.

Fue un proyecto que nosotros presentamos en 2007 a la Facultad de Medicina. El Consejo lo aprobó y pasó a la Escuela de Graduados, que también lo aprobó, pero pasó a la Universidad, para la última aprobación, y demoró diez años. Por eso despotricaba contra la Universidad.

Es de locos.

No puede ser, recorrió diez departamentos dentro de la Universidad. Era un proyecto, simplemente, para hacer un posgrado en una especialidad que la Facultad no tenía. Además, yo me voy de este mundo ahora, pero…

No se apure. ¿Qué apuro tiene?

No tengo ningún apuro, pero soy realista. Por la edad que tengo, me tengo que ir.

Pero hoy la longevidad… ¿Qué edad tiene ahora?

Noventa y cuatro y medio.

Es más joven que Vidart

Soy más joven que Vidart, sí. Ahora nos están haciendo reportajes para un ciclo que va a hacer el Canal 5 en la mañana sobre los adultos distinguidos de más de ochenta años. Vidart y yo estamos primeros ahí.

Lo entrevistamos el año pasado a Vidart

Y está en actividad completamente. Yo paré ahora, porque estoy con la literatura. Volví a mi viejo querer.

¿Qué está leyendo?

El último de Paul Auster. Pero no me gusta Paul Auster, no tiene la garra de los escritores norteamericanos que a mí me gustan, de Faulkner para acá, que son impresionantes.

A mí no me atrapó, tampoco

Pero si me lo regalan, lo leo. Siempre en un libro se encuentra algo que sirve. Es lo mismo que cuando usted va al cine y ve películas viejas que son una porquería: siempre en esas películas hay algo, algún encuentro, alguna cosita que viene bien.

Es terrible leer un libro tan grande si a uno no le gusta

Es la historia de un adolescente, en distintos episodios. Hay que escribir un libro así sobre la adolescencia. Tiene aciertos, también. Pero no es mi escritor preferido dentro de los actuales. O como este otro que era periodista deportivo, que nunca me acuerdo el nombre. En el nombre del padre, escribió, la historia de una de las familias mafiosas más famosas. ¿Cómo se llama aquel que lo perdonaron en Estados Unidos porque dio todos los datos de Sicilia, para el desembarco de los Aliados en Italia?

Me parece que el nombre empieza con ese. No me acuerdo. Bueno, Kennedy estuvo con la mafia. Y el padre de Kennedy, Dios me libre. ¿No leyó a James Ellroy? Escribe unas novelas policiales terribles. Fue al que le mataron a la madre, que era prostituta y la dejaron en Los Ángeles tirada en la calle con el vientre abierto y le sacaron los órganos genitales. Una cosa espantosa fue. El padre de él era un alcohólico, y él con doce años se tuvo que ir con él. El padre era mafioso también, y él se crió así.

Fue a un reformatorio y a otro, y un buen día en uno se puso a escribir, y salió escritor, y vendió mucho, porque hizo novelas policiales. Habla muchísimo de la policía de Los Ángeles, que la tiene que haber conocido en pila. Acá hay un montón de libros de él, los tengo casi todos.

¿Le gusta la novela policial?

No, me gusta Ellroy. En novelas policiales ya pasé por todo lo de Borges, Agatha Christie y todo lo de aquella época. A los diez años yo me había leído el Quijote, fue un tío mío que me lo dio para leer. “Tiene muchas malas palabras”, me dijo.

Me dio el Quijote original, y esa fue mi primera lectura. Fui a la escuela 6 de Paysandú. Mi tía era la directora, María Luisa Pons, que había sido becada por el Consejo de Secundaria —que en aquella época no se llamaba así— y fue a Italia a estudiar con la Montessori. Volvió y aplicó en la escuela 6 de Paysandú el método de María Montessori: los protagonistas en la escuela éramos nosotros, los gurises. De cuarto año en adelante nos daban libertad. Había un día en que se hacían redacciones, y el tema lo elegíamos nosotros.

No había pupitres, eran seis en una mesa, tres gurisas y tres gurises. No había distingo de sexo ni nada por el estilo. Una de las gurisas, la Flaca de León, estaba en mi mesa junto con la Queca Lerena, mire si me acordaré. Ese día fue notable, porque las redacciones que leíamos después eran divinas. “Si yo fuera invisible”, era el tema de la redacción. Yo escribí que me iba de pesca por el Río Uruguay en la lancha de mi viejo sin que él supiera. Claro, yo tenía diez años y veía a mi viejo irse de pesca. Después me empezó a llevar.

Ese era el sueño

El Río Uruguay, la pesca, el surubí. Todas esas cosas

Ahí aprendió a nadar

Sí. El viejo me tiró al agua con un cinturón y me dijo: “Nadá.” Y chau.

Muy pedagógico

Y aprendí.

¿Sigue nadando hasta hoy?

Dejé de este año. Nadé hasta fin de año. Tuve un problema de columna, y además lo que me más me jodió es que tuve un prurigo que me afectó toda la piel, con una picazón que me enloquecía. Me sacaron el agua y la pileta. Ahora tengo un personal trainer, un fisioterapeuta que viene todos los días de lunes a viernes. Hago la gimnasia acá en casa, para fortalecer las patas. Estoy operado de la cadera, también. Tengo una prótesis de cadera.

Usted es un testigo privilegiado de cómo han cambiado los tiempos. Uno mira esta biblioteca… Hoy se ha abandonado el libro

Se pasó a esto, (señala la computadora) que también lo tengo. Porque si no… Mi hija es mi secretaria, con ella ando fenómeno.

La literatura ha perdido presencia

No creas que tanto. Al principio sí, por todo lo novedoso que tiene la internet, donde cada cual se siente autor. Pero por ese lado los muchachos se empiezan a enganchar otra vez con la lectura, y no es cómodo leer en la computadora como con un libro. No puedo subrayar en la computadora, y acá subrayo, escribo, anoto. Los muchachos están volviendo. Es más, si le preguntan a Canalda, de Fin de Siglo,  o a Abella, de Banda Oriental, van a ver que están vendiendo muy bien. Hay un repunte del libro. Volvió la Cámara del Libro, también. Tengo todos los premios que se dan en el Uruguay.

Del Bartolomé Hidalgo para acá

El primero fue el Morosoli. Después me dieron el premio mundial en Canadá, de la Sociedad Internacional de Medicina Sexual, de la que yo era socio. Ahora me borré, porque tengo que escribirles yo a ellos para ilustrarlos, pero me dieron el premio al primer sexólogo de América del Sur. Eligieron también a otra de Estados Unidos —una mujer de Nueva York a la que he visto por televisión y que he conocido allá—, a uno de Canadá —esto fue en Montreal—, a otro de Europa —una psicóloga española, una muchacha relativamente joven— y a otro de Australia. Éramos cinco o seis. Y a otro al que le dieron el premio fue a Pelé.

¿A Pelé?

A Pelé, porque hacía la propaganda del Viagra, y todo eso lo pagó Pfizer. A mí me llevaron y me trajeron. Yo era el representante de mi país en una organización internacional, para mí fue un orgullo representar al Uruguay. Por lo menos salí campeón mundial de sexología.

No es poca cosa

Y después me dieron el Bartolomé Hidalgo, que lo tengo por ahí. Y después me han dado de la Federación Internacional, de la Federación Latinoamericana, y después me nombraron Ciudadano Ilustre. Y chau. Ahora, yo no le tengo bronca a Paysandú. Al contrario, soy muy sanducero. Lo que pasa es que en Paysandú no me reconocen, me envidian. Los médicos son insoportables.

No solo en Paysandú

En todos lados. No me hables de los médicos. Sí, yo quería ser médico, y soy médico, y me gusta la medicina, por supuesto. Pero los colegas…

Son bravos

Son bravos. Uno pasa por muchas etapas en la medicina. La primera es cuando uno se recibe. Para mi viejo yo era “m’hijo el dotor”. En aquella época, además, no te olvides. Mi padre, cuya foto tengo ahí, estaba orgulloso de tener un hijo que fuera doctor. Después uno se engrupe, con los primeros éxitos. Yo me recibí en 1952,  y la gente tenía respeto hacia los médicos. La gente tenía la toalla para el médico en la casa y todo eso. Después se le empezó a dar la toalla usada. En la época de la Segunda Guerra Mundial yo era practicante. La penicilina apareció acá por 1944 o 1945, y en esa época yo era practicante externo e hicimos equipos para dar las inyecciones de penicilina. Se daba una cada tres horas. En aquella época en Uruguay había poder adquisitivo, la clase media estaba bien. Y nosotros cobrábamos.

La época de las vacas gordas

La época de Luis Batlle. Aunque yo siempre estuve fiel a Carlos Quijano, porque fui de los repartidores de Marcha en Paysandú. Y teníamos la Asociación de Estudiantes Sanduceros, que es la más vieja del Uruguay. Ahí tengo el acta de fundación, 1907. Después se llamó “Idea y acción”, por el diario que sacábamos.

Estábamos en las etapas de los médicos

Cuando uno tiene éxito y el título, y la gente lo respeta, sobre todo en aquella época, uno evidentemente se engrupe. Parece que somos capaces de resolver todos los problemas, y de curar a todo el mundo. Eso hay que bancarlo. Yo digo que uno se cae en el corso y se le llena el culo de papelitos, entonces tiene que tomar un enema evacuador para los papelitos y tres Unirat para los ratones que tiene. Ahí con los fracasos uno se empieza a curar y a ver hasta dónde llega. Después viene la etapa de si usted elige ser solamente asistencial o si elige ser docente de la Facultad. Yo pensaba irme a trabajar a Paysandú, porque allá los médicos se llenaban de oro, pero me presenté a un concurso acá y lo gané, y entré con un cargo docente en la Facultad como ayudante de investigación. Después me presenté al concurso de ginecología y obstetricia, y entré, y después pasé a ser grado dos y tres, y bueno. Después vinieron los milicos y no hice nada, también. Yo soy de los del insilio, como digo siempre.

De los que permanecieron acá

De los que permanecimos y aguantamos el país. Porque había que aguantar, después de todo, porque mire que estábamos categorizados en A, B y C. Yo nunca supe en qué categoría estaba, porque cada vez que iba a la comisaría a pedir mi documento de identidad para inscribirme en un concurso me decían que no podía, pero no me decían qué categoría era. Y a mi mujer, que también es médica, de pedo la dejaron inscribirse en Salud Pública para el cargo de jefa en Dermatología. Yo empecé en el año 1957 con la sexología, y la ley de educación sexual salió en el 2007. Estuve cincuenta años peleando. ¿Cómo no me voy a pelear? Peleando en el buen sentido, para que la gente sepa. ¿Y saben lo que influyó muchísimo en que saliera la ley de educación sexual en Secundaria?

Yo hablé con los blancos, con los colorados, con los frenteamplistas y con los del Partido Independiente, con todos los que tenían representación parlamentaria. Hablé con ellos en el momento en que yo tenía el programa “El sentido del sexo”, en el Canal 10. Ese programa fue lo que conmovió a toda la sociedad uruguaya, porque se dieron cuenta que no sabían nada. Las burradas que decían en las preguntas que nos hacían. Apareció cada cosa… Apareció uno, por ejemplo, preguntando si era legal tener relaciones anales. Dije que yo no podía decir si era legal o no porque yo era médico, no abogado. Eso puso en evidencia…

La ignorancia sexual del Uruguay

Claro. Y ahí fue, en el primer gobierno de Tabaré, en 2007. Habíamos empezado a trabajar en el gobierno de Batlle, después de una asamblea muy grande que hubo con toda la Sociedad de Sexología de Sudamérica, que se hizo en la Intendencia, donde yo propuse hacer una comisión acá para que se dedicara a imponer la educación sexual. Ya en los años sesenta se había hablado mucho de educación sexual cuando vino la planificación familiar, que venía de parte del gobierno de Estados Unidos.

El representante de eso acá fue Hermógenes Álvarez, que tenía la clínica C de la Facultad, que pasó a ser de Planificación Familiar. Él me llamó a mí y a otros más, que hicimos la parte educativa. Es decir, teníamos que formar gente para explicarles a los tipos cómo tenían que evitar el embarazo y todo eso.

Yo había sido presidente de la Asociación de Estudiantes, que había militado siempre ahí.  En el sindicato no, porque me fui y lo mandé a la puta que lo parió, siendo miembro de la comisión directiva. Me calenté, y chau. Me limitaban el trabajo, después les cuento eso. Volviendo a la educación sexual: en ese momento —el movimiento de los sesenta, que se abortó, porque desapareció todo— hubo un movimiento que iniciaron los médicos católicos acá, en los sesenta. Flores Colombino fue de los que empezó, como médico católico que era, dando clases a los católicos para que entendieran cómo era el asunto. Claro, dentro del pensamiento religioso del catolicismo.

Yo ya estaba hablando por radio, y me trataron de pornógrafo, y de yancófilo, porque yo estaba en la enseñanza de la educación sexual en Planificación Familiar. Me pusieron en la lista negra: yo era imperialista y pornográfico. Los mandé a cagar a todos. Decían que yo promovía la promiscuidad sexual. Promiscuidad no es libertad, libertad es otra cosa, es lo que yo defendía y defiendo. Así que caí muy bajo, para los estudiantes y para el Sindicato Médico. Del sindicato ya me había ido; yo trabajaba en Central Médica, que era una empresa, y el sindicato no nos dejaba trabajar en empresas. Es decir que el Sindicato Médico, que me defendía a mí, no me dejaba trabajar. Así que o renunciaba o seguía en la comisión directiva, en el comité ejecutivo. Bueno, muy bien: se van a la puta que los parió. Y chau, me fui. Gómez, que era el secretario, me dijo que no me fuera.

¿Gómez Haedo?

No, Carlitos era muy amigo. Con Carlitos somos de la misma época, De esos no me queda ninguno. Soy el sobreviviente de esa generación, porque que yo sepa… De los once del primer año de Facultad el único que sobrevive soy yo. Los demás…

Ya no están

No están. Hablo con las viudas de algunos de los amigos del alma, como Bacigalupi, por ejemplo. Siempre hablo con la mujer de él, que tiene mi edad. Somos de los sobrevivientes.

¿Cuál fue la peor época para ser sexólogo? Al principio, como pionero, era algo medio herético

Al principio fui muy mal visto, pero fundamentalmente por mis colegas, que me decían que yo iba a los medios de comunicación y que eso no se debía hacer, y que yo hacía mi propaganda. Yo no iba a hacer mi propaganda. Lo único que gané, les decía yo, es que mi consulta de la Española se llenaba de gente. De tres consultas que tenía pasé a cinco. Pero no me pagaban. Con Arnaldo Gomensoro y su mujer, Elvira Lutz, hicimos el primer consultorio sexológico. Después ellos se abrieron y me dejaron solo, y yo encontré a Margarita Ripoll, una buena psicóloga, y seguimos ella y yo.

Siempre yo tenía la idea —que no es mía sino de Masters y Johnson— de que las consultas sexológicas que hacen las mujeres, los hombres o las parejas tienen que tener su representación en los consultados: si yo estoy con una mujer haciendo una consulta sobre un problema femenino, hay una mujer al lado mío, y no voy a ser el macho que manda. Estaba muy bien eso, y trabajábamos juntos. Después, con los hombres, de los problemas masculinos, me encargaba yo, y muchas veces los casos femeninos y psicológicos se los pasaba a Margarita, pero en general trabajábamos los dos.

Había mucha incultura popular en esa época

No había ninguna cultura. Era un analfabetismo sexual, completo. Y la gente confunde y sigue confundiendo lo que es sexual con lo que es social. Yo fui a la radio, con Héctor Morás que me llevó, y a la televisión, a donde me llevó Nidia Telles. Ellos me enseñaron a ser comunicador. Le digo siempre a Nidia que ellos me encontraron la vuelta, pero en aquella primera etapa, no. Iba a las cinco de la tarde en Canal 10, además. Un horario fenómeno. En ese momento estaba hablando simplemente de los problemas de la mujer, y ahí apareció la sexualidad.

De a poquito la gente me fue llevando a mi terreno. Claro, todo el mundo me conocía, me veía, y estaban interesados. Y eso me dio una fama que yo qué sé si sigue hasta ahora, pero lo cierto es que la gente me seguía mucho y mis colegas se empezaron a poner nerviosos conmigo. Y yo era miembro de la Sociedad Uruguaya de Ginecología. Cada vez que iba a las sesiones, era: “Dale, sexólogo.”

Un día entré al block quirúrgico de la Española, estaba por operar, y un colega también, y me dice: “¿Cómo te va, sexólogo?” Le dije que si me lo decía en serio, lo aceptaba, porque yo era sexólogo. “Pero si me lo decís sobrándome, te vas a la puta madre que te parió”

¿Y cómo lo tomaba la gente?

Estaba dividida, también. Había muchos que llamaban al canal por teléfono, algunos me apoyaban y otros no. Sería un 60-40, o un 50-50. Los católicos me tiraron con todo, por ejemplo. Sin embargo, en esa época me llamaron de la Sociedad Uruguaya de Sexología, que la refundaron Flores Colombino, la Dra. Camachoy Chalela, que era cura y hablaba de sexología. Yo era muy amigo de él. Cuando él empezó, también la gente llamaba a la radio.

“Nosotros damos información, cada cual después hace lo que quiere con el sexo, de acuerdo a sus ideas”, decíamos. Últimamente lo que tuve en este sentido fue cuando la Sociedad Médica de Sexología trajo a un franchute —no me acuerdo el nombre— que vino a hablar acá y a mí me invitaron especialmente porque decían que él era un genio. De entrada tuvimos diferencias en cuanto al abordaje de los problemas sexuales, porque él se iba directamente al síntoma y yo al criterio, es decir, a la ideología, y de acuerdo a la ideología de cada persona yo ya sabía cómo pensaba, y ya con eso tenía un dato interesante. Y ahí empezamos a discutir. “Usted siga con lo suyo y yo sigo con lo mío, y a los dos nos va bien, y chau”, le dije.

¿Cuáles eran los problemas más habituales en las consultas?

En el consultorio ginecológico de la Española hice una estadística, en el año 1960 o por ahí. Les preguntaba a las mujeres cuál era la respuesta sexual relacionada al orgasmo. La falta de orgasmo era la consulta más común. Me dio que nueve de cada diez estrellas —como decía aquella propaganda de jabón— no tenían orgasmos, y de todas las edades. Después con Margarita en el consultorio hicimos varias otras estadísticas. En el momento actual la consulta más frecuente, tanto en hombres y en mujeres, es la falta de deseo. Es decir, que falta el comienzo, el arranque. Y bueno, en este momento el placer sexual otra vez entró en descrédito, porque la gente está en la computadora, en la comunicación o en no sé qué cuernos, anda en otras historias, y a la parte sexual la van dejando de lado.

¿Cuán importante es ese placer sexual en la armonía y la salud de una sociedad?

Tiene mucho que ver. En general una persona, hombre o mujer, que esté insatisfecha desde el punto de vista sexual, tiene mal carácter. Anda mal, anda desequilibrado, porque funcionan bien todos los demás sistemas pero lo sexual no anda.

Parece el estereotipo de la histérica, cuando la mandan a…

Histeria viene de útero, sabe usted. La histeria no nos preocupa mucho, porque estamos más en las causas que la provocan, que son las que también provocan la falta de respuesta, fundamentalmente en la mujer, aunque en el hombre también se dan casos de falta de deseo sexual.

¿Era una sociedad saludable la de los cincuenta?

Era una sociedad donde estaba todo planificado y clasificado desde el punto de vista sexual: el hombre tenía que ser el dueño de la sexualidad —y lo sigue siendo, por supuesto—y además la mujer tenía que abstenerse de tener relaciones hasta llegar al matrimonio, después de lo cual tenía relaciones con el destino de tener hijos. Tenía que ser una buena madre, y de lo demás no se hablaba.

¿Las mujeres ya se cuestionaban eso?

Las mujeres venían muy confundidas, estaban mal informadas o desinformadas. Las mujeres son las que pidieron el voto, ¿se acuerda? Las sufragistas. Empezó en Inglaterra y después en Estados Unidos. ¿Por qué? Porque en aquella época de la reina Victoria el ideal de la mujer era aquella que tenía hijos sin orgasmos. Esa es la formación cultural sajona que nos vino, y que se seguía acá, a través de la religión católica. Todavía se estaba discutiendo la virginidad de María, sin pecado concebida. Eso se resolvió con Pío IX, que dijo que las resoluciones del Papa eran indiscutibles y chau, que tenían valor de ley y punto. Eso estaba clarito, la mujer tenía que hacer eso. La buena mujer.

Las mujeres de Gardel, como digo yo, eran tres: la novia ideal, la prostituta que servía para todo, y la madre, que era sagrada. Dios me libre los tangos de Gardel donde habla de la madre… Pero después tiene un tango que es buenísimo: “El cariño de una piba que me llevaba doblado en malicia y experiencia me sacó de perdedor.” ¿Quién lo sacó de perdedor? La tipa. Esa letra es de Esteban Celedonio Flores. Las letras son fenomenales, pero son todas machistas.

Todo el tango lo es

Todo el tango es machista. Y el tango criollo. ¿Cómo se llamaba? El tipo al que la mujer lo engaña…

“Las trenzas de mi china…”

“Las pruebas de la infamia las traigo en la maleta, las trenzas de mi china y el corazón de él.” Yo soy tanguero de alma, además. No toco más, pero tocaba el piano, y tocaba tangos y milongas. Me gustaba la música típica. A eso se agregaba que en aquella época se tocaban rancheras y todas esas cosas.

¿Cómo se conjuga el machismo en el tango con la visión suya de la emancipación de la mujer?

Porque claro, porque yo pongo el tango como ejemplo del dominio masculino, de cómo estaban las mujeres hasta los años cuarenta o cincuenta. En ese momento se seguía el esquema de las tres mujeres de Gardel: la madre, la novia, y “la milonguera de melena recortada”. ¡Qué tangazo, madre mía! Hay que escucharlo, por Gardel.

El proceso llega hasta los sesenta. La revolución sexual que empieza por el sesenta y pico también llegó acá

En 1966… Llegó, sí.

No sé cuánta influencia tuvo

Sobre la sociedad no, porque la sociedad del Río de la Plata es siempre muy chata. Hay que cambiar criterios de dos mil y pico de años…

¿Dos mil y pico? Ahora vamos a hablar de los orígenes de…

De la misoginia, que es peor todavía que el antisemitismo o la matanza de judíos que hizo Hitler. El holocausto de las mujeres es desde el comienzo de la historia. Hay, por ejemplo, antecedentes de los escritos que se hicieron allá por los primitivos habitantes, los que inventaron la escritura cuneiforme, en la Mesopotamia: inventaron la escritura, la rueda y la misoginia. La mujer estaba sujetada al hombre, y desde esa época siempre la mujer ha sido secundaria. En esa época hubo también un matriarcado, es decir, que eran las mujeres las que dominaban desde el punto de vista político. Y se habla mucho de Esparta en ese sentido, donde las mujeres educaban a los hijos para la guerra.

Pero tiraban por los precipicios a las niñas mujeres

Ah, sí, y no solamente a las niñas. Vamos a hablar de cómo es la sexología en el momento actual, de cómo hemos llegado a donde estamos. Hay una cosa que la medicina y la psicología nunca estudiaron ni enseñaron, y que es lo que yo llamo el sistema sexual, que no está descrito en ningún lado como tal, salvo en lo que yo escribí.

No crean que soy excepcional ni nada por el estilo, simplemente que yo lo encaro de esa manera: hay un sistema sexual que no está enseñado, que no está incorporado, porque lo primero que se hizo fue apartar el sexo del resto del cuerpo, por razones filosóficas, desde Aristóteles, primero, que es un machista infame, y cuyo libro de moral todavía está a la venta.

¿Qué otro autor, salvo la Biblia, se ha mantenido tanto tiempo? La filosofía, entonces, está prácticamente en contra de la enseñanza y de la integración del sexo. Se toma el caso de Sade como un ejemplo negativo. Sade decía lo que se le ocurría y lo que pensaba sobre el sexo. ¿Hacía las cosas que se le ocurrían? No creo. Pero en fin… Después vienen las religiones.

continuará


Comunicate