19.MAR.18 | postaporteñ@ 1889

ARG | Solicitud de "ANTIIMPERIALISMO" vacía de contenido

Por ASTARITA

 

En anteriores notas, y el alguno de mis libros, polemicé con la idea, sostenida en muchos sectores de la izquierda, de que Argentina es un país sometido a una dominación colonial (o semicolonial, o neocolonial

En esta pequeña nota vuelvo sobre las consecuencias de esas diferencias para el discurso y la táctica política.

Rolando Astarita 

El “disparador” es la propuesta de declaración presentada por el legislador del Partido Obrero – Frente de Izquierda, Gabriel Solano, a la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para que esta repudie la visita de Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional.

La declaración propuesta dice que se persigue “… un propósito colonial y ajustador, para avanzar, en acuerdo con el gobierno de Macri, contra las conquistas laborales, los salarios, las jubilaciones y el gasto social, en pos de asegurar los beneficios capitalistas y el pago de la deuda externa usuraria (énfasis agregado)”

También afirma que los ataques a los jubilados, el pacto fiscal con las provincias, el impulso de la reforma laboral, y otras medidas “fueron dictadas por el FMI y asumidas como propias por el gobierno macrista y los gobernadores que mayormente responden al Partido Justicialista.” Y termina lamentando que la visita de la presidenta del FMI no haya sido repudiada por esta Legislatura pero confiamos en que el pueblo argentino saldrá a la calle, como lo hizo en las jornadas de diciembre, para evitar la política colonial y de ajuste capitalista que el FMI y el Gobierno quieren acordar contra nuestro pueblo” (véase http://www.po.org.ar/comunicados/politicas/la-presidenta-del-fmi-viene-a-dictarle-a-macri-el-libreto-del-ajuste).

De manera que, según este discurso, Argentina está sometida a una relación colonial, y el FMI impone (“le dicta el libreto”) a la clase dirigente las medidas que debe adoptar.

Un discurso que está en línea con la idea (de Trotsky) de que la burguesía de un país como Argentina “es una clase semi-gobernante, semi-oprimida” (véase “Not a Workers and Not a Bourgeois State?”, 1937-8).

La Corriente de la Dependencia, muchos marxistas “tercermundistas” y todo tipo de progresistas comparten este criterio, aunque discrepen en lo que atañe a las capacidades “antiimperialistas” de la clase capitalista nativa. Así, algunos dirán que los capitalistas “nacionales” deben integrar “el frente por la liberación nacional” y otros, más radicalizados, asegurarán que esta burguesía es “cobarde para enfrentar al imperialismo”

En cualquier caso, la idea que recorre estos discursos es que existe un “enemigo principal” foráneo, responsable de, al menos, muchos de los males y padecimientos de la clase trabajadora y las masas populares. De ahí también que se plantee la posibilidad de la “unidad de acción antiimperialista” con las corrientes nacionalistas, burguesas o pequeño-burguesas.

Y si la Legislatura se niega a votar la patriótica declaración, ello se explicará por la “claudicación” de los partidos burgueses frente a sus deberes nacionales.

Desde el enfoque que defiendo, todo esto no tiene sentido. El gobierno de Macri, los gobiernos provinciales, las cámaras empresarias, los partidos burgueses argentinos, esto es, la clase dominante argentina aplica las medidas del “ajuste” no porque se lo ordene el FMI, o alguna otra institución extranjera, sino porque las mismas están en la lógica de la respuesta capitalista a las crisis económicas.

Actúan en defensa de sus intereses, y en todo esto la patria tiene poco que ver. Macri no necesita que Lagarde “le dicte el libreto” para subir las tarifas o retrasar los salarios en relación a la inflación. Tampoco la UIA o la SRA para reclamar las reformas laborales. En otros términos, Macri, la SRA, la UIA, los legisladores de Cambiemos y del PJ, y similares, no son “semi-oprimidos” por el FMI, o por cualquier otro poder extranjero (ni semi, ni un cuarto, ni un décimo)

Es claro, por otra parte, que el FMI, el Banco Mundial, la OMC, la OCDE y otras instituciones acuerdan, en los lineamientos fundamentales, con la actual orientación del gobierno argentino. Acuerdan porque son parte de la superestructura global del capital, y buscan mejorar las condiciones de la explotación globalizada del trabajo. De ahí la natural convergencia con los explotadores nativos.

Esta convergencia tiene múltiples manifestaciones. Por ejemplo, cuando el FMI aboga por políticas que garanticen el pago de las deudas, no solo vela por los intereses de los acreedores extranjeros, sino también por los intereses de los acreedores argentinos. Asimismo, los capitales que fugan de Argentina no lo hacen obedeciendo mandatos de algún poder colonial, sino porque consideran conveniente participar de esa manera de la explotación globalizada del trabajo. En este marco, por supuesto, pueden darse tensiones y choques. Pero se trata de diferencias absolutamente secundarias frente a la contradicción central y dominante, la que existe entre el capital (de cualquier nacionalidad) y el trabajo (de cualquier nacionalidad)

Por eso es absurdo pedirle a los partidos de la clase dominante que firmen declaraciones como la propuesta por Solano. Es como reclamarle al papa que se haga ateo; no tiene sentido.

De hecho, absurdos de este tipo llevan agua al molino del nacionalismo y ponen la mira en el lugar equivocado. Más todavía, incluso si alguna fracción burguesa o pequeño-burguesa firmara semejantes “pronunciamientos”, ello no representaría ningún avance en términos de conciencia socialista. Con el costo adicional de embellecer a los oportunistas siempre dispuestos a posar de ardientes defensores de la patria. Hay que hablar claro: los partidos mayoritarios de la Legislatura no van a repudiar al FMI porque el FMI es parte de la misma naturaleza social que ellos. Y la táctica socialista nunca puede consistir en pedirle peras al olmo.


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