06.ABR.18 | postaporteñ@ 1894

A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA: ÁNGEL PESTAÑA ¨70 días en Rusia, lo que yo vi¨ 4

Por F.KAPLAN

 

PRESENTACIÓN (POR EL COLECTIVO FANNI KAPLAN)

En esta parte del relato de Pestaña vemos hasta qué punto se ha agudizado el contraste entre el poder y el avasallamiento del pueblo, entre el espectáculo y la propaganda estatal por un lado y la desposesión generalizada del proletariado por el otro. Todo es símbolo del poder (banderas, retratos, himnos…)…mientras la miseria y la esclavitud del proletariado sigue avanzando.

Se constata una brutal sumisión de toda la población al Estado y consecutivamente la militarización generalizada de la vida… Ya no basta con escuchar discursos e himnos durante todo “descanso” y “admirar” los retratos de los Lenin/Trotsky, sino que se le exige a los proletarios asumir una posición particular, de atención militar, de posición física…rígida actitud militar y con la mano a la altura de la gorra”

 ¡En un momento dado todos se ponen “espontáneamente” a cantar! No basta con callar y someterse hay que gritar y bendecir públicamente su propia sumisión.  Lo que George Orwell denunciará en “1984” como máxima sumisión al totalitarismo “estalinista” existe ya plenamente con Lenin y Trotsky.

¡Vemos hasta qué punto es mentira la historia escrita por el trotskismo buscando inocentar a Lenin y a Trotsky! En realidad, fueron esos supuestos “héroes revolucionarios” los promotores del terrorismo de Estado, del culto a la personalidad, de los esclavos cantando obligados su propia esclavitud, de los “minutos de odio” contra “Bronstein” que describe Orwell.

COLECTIVO FANNI KAPLAN

***

Una excursión por el Volga

El día primero del mes de julio salimos en tren especial para Nijni-Novgorod. En la expedición iban veintisiete delegados extranjeros, más los rusos que el Comité de la Tercera Internacional agregó para que nos acompañaran y sirvieran de intérpretes e intermediarios. El jefe "responsable" era Luzowsky. Entre los excursionistas figuraba toda la delegación italiana, con su venerable D'Aragona, el funambulista Serrati y el simpático y lánguido Bombacci, más preocupado en hacer destacar su hermosura que en estudiar lo que en Rusia pasaba. También estaban Cachín, Frossard, Rosnier y su compañera, de Francia.

Llegamos a Nijni-Novgorod al siguiente día, a las once de la mañana, siendo recibidos en los andenes por el Comité Soviético local y todos los representantes oficiales del Gobierno. Las tropas de la localidad, formadas en el interior y el exterior de la estación, nos rindieron honores militares. Al entrar el tren en agujas una banda de música atacó los primeros compases de "La Internacional", himno oficial del Gobierno

Al detenerse el tren, cesó la música de tocar. Pero apenas pusimos pie en tierra y saludado a los representantes oficiales, la banda volvió a entonar el himno; y todos los presentes, excepto los delegados, se mantuvieron en rígida actitud militar y con la mano a la altura de la gorra. La seriedad militar de aquellos hombres nos dejó estupefactos. Yo me había hecho la ilusión de que saldría a recibirnos el Soviet, pero sin aparatosidades de ninguna clase; lo que veía ni lo hubiera soñado siquiera; nunca me lo hubiese creído.

Entre tanto, el pueblo, la multitud, permanecía alejada y distanciada de nosotros, pues el cordón de tropas formado impedía que pudiera acercarse. Creo que aunque hubiera podido tampoco se hubiera acercado; pero abstengámonos de comentar; relatemos solamente. Terminados los saludos, cambio ligerísimo de impresiones y lo que es de rigor, tomamos los autos que nos esperaban y partimos hacia el río Volga, al que un escritor llamó la "espina dorsal de Rusia"

El vapor estaba engalanado y empavesado con banderas rojas y letreros alusivos a la Tercera Internacional. Tampoco faltaba el conocido "Proletarios de todos los países, uníos", Llegados al vaporcito, un ruido ensordecedor se elevó simultáneo de todas partes. Era que, por orden del Soviet, todas las sirenas de los barcos y las fábricas nos saludaban. Cinco minutos duró la serenata. Luego, la banda de música, que acababa de llegar, nos obsequió nuevamente con "La Internacional". Ahora alcanzaba majestuosidad, pues con los acordes de la música se elevaban las voces de la multitud cantando el himno.

Trasladados al salón comedor, nos sirvieron un espléndido banquete. El vapor reunía todas las comodidades de confort que pueden exigirse. Como los vagones particulares que recorrían las líneas férreas rusas, en tiempos del zarismo, aquel era uno de los vaporcitos particulares que sus dueños utilizaban para excursiones y orgías escandalosas por el Volga. El que utilizábamos había pertenecido a un renombrado personaje de la nobleza. Terminado el banquete, el auto nos llevó al teatro principal de la ciudad, donde había de celebrarse un mitin.

El teatro estaba atestado de gente. Ya no cabía nadie. Aparte la curiosidad que pudiera haber por oír a los delegados, el Soviet local decretó que el día de nuestra llegada sería día de fiesta, para que el pueblo saliera a recibirnos. Terminado el mitin, volvimos al barco, y se convino que al día siguiente remontaríamos la corriente para visitar los grandes talleres metalúrgicos de Soromovo; que después de la visita a Soromovo retornaríamos hacia Nijni-Novgorod para, definitivamente, seguir hacia Kazán, a la margen del río, descendiendo hasta Astrakán, adonde propuso Serrati que llegáramos, si teníamos tiempo para ir. La visita a los talleres metalúrgicos de Soromovo que con los de Putilof, en Petrogrado, creo que son los más importantes de Rusia, nos puso en contacto, a través de los intérpretes oficiales y de los delegados que nos acompañaban, con trabajadores rusos.

Como es de suponer nuestra visita era siempre precedida de un aviso del Comité de la Tercera Internacional y del Soviet de la población que abandonábamos, así es que en cada población que visitamos no faltó recepción.

Como Soromovo no es una población, propiamente dicha, sino unos grandes talleres, algo distantes de las verdaderas ciudades, todos los que habitan allí viven únicamente para la fábrica. Cuando no se trabaja hay que abandonar el lugar y las únicas autoridades suelen ser los directores. Fuimos recibidos por el director de los talleres, un entusiasta comunista que había residido muchos años en París como emigrado, y que al estallar la revolución se reintegró a su país. Visitamos todos los departamentos, la mayoría en estado lamentable, pues la falta de materias primas impedía trabajar intensamente y reparar los desperfectos que el tiempo y el desgaste ocasionaban. Estos talleres, fueron creados para hacer competencia a los de Putilof, en la construcción de material de guerra, en la época zarista. No pudiendo lograr su objetivo, se dedicaron más tarde, y con preferencia, a la construcción locomotoras y de maquinaria agrícola. Durante la guerra europea construían sólo material de guerra, igual que en el momento de nuestra visita.

Los departamentos eran imponentes. Los que mejor se conservaban eran los de fundición y laminación y los de torneado y acabado de cañones ligeros y ametralladoras.

Por aquel entonces estaban construyendo el primer tanque de guerra. Para modelo les servía uno que los ingleses abandonaron cuando el Ejército Rojo entró en Bakú. Lo tenían a medio desmontar y al lado estaba el que construían. Terminada la visita de los talleres, se celebró un mitin, que las sirenas de las fábricas anunciaron para que el trabajo cesara. Como las casas y viviendas de los obreros están dentro del recinto que ocupan los talleres, acudió toda la gente a oír a los oradores.

El aspecto de la mayoría de los concurrentes era de completa indiferencia. Hubiérase creído, viéndolos, que sólo deseaban que se terminara cuanto antes para irse a comer, pues ya se acercaba la hora. En la mayoría de los rostros de las mujeres que acudieron al mitin, se dibujaba una sonrisa burlona y de incredulidad por lo que se decía.

Pude observar que los fumadores no tenían papel de fumar; pero el ingenio lo suplía. De un trozo de papel de periódico o de cualquiera otro -el de seda de las máquinas de escribir era muy buscado- hacían un cucurucho muy fino y elegante; luego, por la parte más ancha del cono doblaban, en forma de escuadra, un trozo como de uno o dos centímetros. De esta forma quedaba improvisada una pipa que llenaban de tabaco, o de algo que se le parecía. La parte puntiaguda del cucurucho, la cortaban un poco y ya tenían hecho el cigarro. Una cerilla, y a fumar. Por lo ingenioso del procedimiento, y porque revelaba cómo la necesidad aguza el ingenio, he querido describirlo

De regreso a bordo, hicimos camino atrás hasta Nijni- Novgorod, donde hizo alto el barco y se nos sirvió la comida. Terminada ésta, tomó rumbo abajo, hacia Kazán, adonde debíamos llegar al día siguiente. Cuando el vapor se disponía a partir, recomenzó la serenata de silbidos y sirenas del día anterior, que duró hasta que perdimos de vista la población. La navegación en el Volga, es algo de lo más sugestivo que he presenciado en mi vida, y si supiera hacerlo, si mi pluma tuviera la facilidad descriptiva de llevar al papel la belleza de una excursión por aquel grandioso río, la describiría para deleite del lector. No reuniendo esas facultades, permitidme que no profane el encanto, limitándome sólo a la tarea que me he impuesto.

El recibimiento que se nos hizo en Kazán no fue tan importante ni tan aparatoso como el de Nijni-Novgorod, acaso por tratarse de una ciudad más secundaria. En el desembarcadero del río se hallaba el Soviet de la villa y todos los representantes comunistas. Vuelta a la banda de música, a la "Internacional" y a las actitudes militares.

Se nos paseó por la población en autos oficiales, y por la tarde se celebró mitin. El tomar parte en estos actos públicos resultaba antipático a no poder más. Apenas hacía irrupción en la tribuna el Soviet de la villa, precedido de los oradores que habían sido designados para tomar parte y de todos los delegados, pues todos concurríamos, la banda de música atacaba "La Internacional". Cuando el presidente del Soviet local, que era quien presidía el mitin, daba por empezado el acto, y cuando después de la presentación obligada concedía el uso de la palabra al primer orador, más música y más "Internacional"

Mientras hablaban los oradores extranjeros, no había aplausos, porque no nos entendían; pero al traducir los discursos al ruso, lo mismo que al hablar un orador del país, cada párrafo era subrayado por el aplauso del público; la banda acometía "La Internacional", que todo el mundo había de escuchar de pie y los más acérrimos comunistas saludaban militarmente.

Era una verdadera obsesión. Terminó por causarnos tal disgusto que, el que más y el que menos, se escabullía en cuanto se percataba que había mitin o recepción oficial. Aquella misma tarde, ya de noche, partimos para Simbirsk. 


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