06.ABR.18 | postaporteñ@ 1894

Mapa de un Engaño

Por Álvaro Diez de Medina

 

El lado Oculto de la Trama Tupamara

 Libro de Álvaro Diez de Medina

Capítulo VI

Desde el lugar más oscuro

El protagonista de lo que ahora se pondría en marcha era Eleuterio Fernández. Acompañado de ahora en más por el capitán Carlos Calcagno, al igual que Rosencof y Wassen por otros oficiales del Batallón Florida, saldría tras la reunión del 26 de junio a las calles a fin de establecer contacto con los asediados restos de la sedición, y sobre todo a generar el clima que llevara a deponer las armas. Rendición incondicional, o una capitulación: eso se vería después.

 Las salidas de los sediciosos del Palleja, acompañados por oficiales del mismo, con sus pausas, respiros y confidencias en cafés, sus visitas conjuntas a locales, sus reuniones con sediciosos procurados, como Henry Engler, /46 tenían por propósito aliviar las condiciones de los dirigentes detenidos, poner fin a las torturas a que eran sometidos, y expandir la grieta por la que el astuto sedicioso intuía pudiera deslizar un futuro para lo que restara de la “organización”.

Y, claro, para él mismo.

Con miras a ello, los enviados del Palleja tenían que alcanzar dos imprescindibles objetivos: el expreso reconocimiento, por parte del aparato armado que habían montado en las calles y casas del país, en el sentido de que estaba embarcado en una derrota sin atenuantes, así como la rendición de Raúl Sendic, el rostro simbólico del movimiento sedicioso/47

Un poco característicamente matizado Fernández se acerca, en su obra, a reconocer el primero de sus objetivos: “Nosotros”, escribe, “por estar presos, debíamos reconocer –exigiéndonos ser lo más desalmadamente fríos en esas circunstancias– nuestra proclividad a creer que los golpes del enemigo eran mucho más grandes de lo que verdaderamente eran. Pero los compañeros de “afuera”, severamente perseguidos, inmersos en la lucha minuto a minuto, debían reconocer su tendencia a creer que las cosas estaban mejor de lo que estaban”

 Efraín Martínez Platero, en tanto, refiere sin tanto adorno los alcances del segundo objetivo al preguntarse ante Leonardo Haberkorn en Historias tupamaras, Ed. Fin de Siglo, 2015 (pág. 63): “¿(E) sa negociación facilitó la caída de Sendic de alguna manera? Y claro, si es lo que buscaban (las Fuerzas Armadas). Pero los responsables que llevaron eso adelante no son lo suficientemente críticos o auto-críticos para darse cuenta de hasta dónde eso dio por tierra con un montón de cosas”/48

Como fuere, la tarea de Fernández Huidobro debía apuntalarse con un bien condimentado relato a los sediciosos de “afuera” respecto a las torturas que ahora sí se habían vuelto práctica corriente en las unidades militares. “Trasladé a mis compañeros”, anota Fernández Huidobro en su aderezado trabajo, “tal vez el más completo panorama que una organización de izquierda hubiera recibido hasta el momento, de lo que significaba la tortura de nuevo tipo (sic):/49 la tortura masiva

Los compañeros muertos en ella, los intentos de suicidio, las hojas de afeitar guardadas como preciado tesoro para cuando no se aguantara más”/50

El mensaje, en suma, que había combinado con Cristi, Trabal y Legnani en el cuartel, expresado por el más elocuente de los detenidos/51

 * * *

El 5 de julio, en un terreno baldío vecino a la sede del Batallón de Infantería 13, ubicado en avenida de las Instrucciones 1933, y sobre la avenida Pedro de Mendoza, lo que aún restaba de la dirección sediciosa se reunió en un monte “sucio y chircal alto”. “No hay lugar más oscuro”, alecciona aforísticamente Fernández Huidobro, “que aquel que está debajo de la lámpara”. E incluye la lista de presuntos asistentes: el propio Fernández Huidobro, Sendic, Julio Marenales, Engler, Mujica, José María Pérez Lutz (a) El Goyo, Ángel María Yoldi Arciet (a) Roberto, Pancho o Facundo,/52 entre otros, /53 participaron de lo que el primero llamaría el “heroico congreso del MLN, de los más gloriosos que haya hecho”: la llamada “reunión del chircal”, de la que surgiría una de las más increíbles resoluciones que puedan concebirse en el marco de aquel naufragio.

El texto preliminar constaba de dos puntos. El primero reivindicaba “las circunstancias de atraso e injusticia” que supuestamente originaran la actividad subversiva, incambiadas en 1972. El segundo afirmaba que el “desmantelamiento militar del MLN” sería “estéril”, en la medida en que no se diera respuesta a los “males que aquejan al país”

Pero, agregaba de inmediato el “glorioso” congreso, “queremos dejar clara que nuestra voluntad es de pacificación y que vemos con satisfacción (sic) y expectativa (sic) el paso dado por las FFAA”. En ese positivo estado de ánimo, el encuentro anticipaba que “si las FFAA o quien sea, inician o ayudan a iniciar un camino de Reconstrucción Nacional nos encontrarán a su lado incondicionalmente (sic)” /54

* * *

La respuesta del “heroico” congreso no quedaría, sin embargo, resumida en esa nota.

 A ella se le sumaría un “Aporte del MLN para un Plan de Pacificación Real”, buscando dar cuerpo a los términos de una rendición. Se trataba de la propuesta de “una ley o paquete de leyes de Pacificación Nacional” (a aprobar, naturalmente, por las instituciones contra las que se alzara la sedición), enfocados en un “frente económico”: “reforma agraria, fomento de la pesca, retorno de los técnicos (¿?), etc. (sic)”

La “reforma agraria” se orientaría a expropiar “todas las tierras en situación actual de latifundio, para lograr mayor productividad (sic) y una justa distribución de su producto”, para lo cual se proponía generar una “mística nacional” (sic), así como el “traslado masivo de población al campo –o retorno a él– de cerca de 300.000 personas para el área afectada por la reforma que es apenas (sic) un tercio del territorio nacional”

Tras detallar algunos puntos de este insólito proyecto (y, ni siquiera, los más relevantes), el documento diseñaba un supuesto plan de desarrollo pesquero, consistente en la renovación de la flota y la instalación de una planta industrial/55

Cuando el lector del documento piensa que tales prioridades eran el cerno de la bandera tupamara, el texto sorprende con otros, casi irreflexivos, aditamentos: la nacionalización del comercio exterior y el crédito, así como la de todos los “escalones de intermediación” (sic)

 En cuanto a los miembros de la sedición que depusieran las armas en caso de que tan vasto programa fuera puesto en marcha, la propuesta era sencilla: “instalar un instituto de preparación para el trabajo del agro en el penal de Libertad u otro lugar, y decretar la libertad de todos los presos políticos (sic) en seis meses, un año y un año y medio, con destino a esos trabajos.

Respecto a clandestinos y otras personas organizadas o en el exilio, se incorporarían inmediatamente a los trabajos sin pasar por las prisiones; lo mismo los dirigentes” (cursivas mías). Garantizado el propuesto “plan de pacificación”, la sedición haría entrega de armas y materiales. Lo que el documento naturalmente omite es el propuesto tratamiento de los casos de sediciosos culpables de “crímenes de sangre”: algo sobre lo que, sin embargo, Fernández Huidobro y los oficiales del Florida ya habían conversado y que, naturalmente, lo ponía a él y a los sediciosos negociadores en la posición de identificar a quienes los hubieran cometido.

El encuentro del chircal había, por lo tanto, respondido a las FFAA que sí aceptaba la rendición de su “aparato militar” de cuarenta “compañeros” ya reclutados entre adolescentes, casi ningún local y pocos pertrechos, sujeto a la aceptación de sus propios términos, entre los que revistaba nada menos que la expropiación de un tercio de la propiedad inmobiliaria rural del país, así como la nacionalización de todos los renglones de su actividad de intermediación financiera.

 Fernández Huidobro volvió presuroso al cuartel Palleja, increíblemente satisfecho con su logro negociador. La respuesta que allí recibiera, anota aun en 1997, “no fue negativa”. “Que venga un dirigente, concretamente Raúl Sendic, a negociar directamente con nosotros”, habría sido, siempre en esta versión, la reacción de los oficiales. “Volví a la calle con esa nueva propuesta, y Raúl la aceptó”, nos cuenta Fernández Huidobro en La tregua armada.

notas 

46/ Fernández Huidobro logró, a través de Engler, entrar en contacto con Sendic y Marenales, en tanto utilizó a Elsa Dubra Díaz como forma de llegar a Engler. Elsa Dubra, a su vez, gestionó el contacto con Engler a través de Washington Rodríguez Beletti y Kimal Amir (cf: Samuel Blixen, Fugas. Historias de hombres libres en cautiverio, Ed. Trilce, 2004). En el reportaje que le hiciera Jorge L. Marius para el libro Palabra de Amodio (pág. 211), Amodio sostiene que fue “a través de la familia Dubra, más concretamente a través de Elsa Dubra, quien fue durante algunos meses correo oficial entre Fernández Huidobro y el exterior del ‘Florida’”, que el senador nacionalista Wilson Ferreira Aldunate (1919-1988) habría recibido “la información de que yo estaba conspirando para dar un golpe, información que luego Federico Fasano confirmará”. No hay razones para estimar que esto sea así: sigue resultando más verosímil el establecer que Ferreira recibió esta versión de Fasano, así como que habría estado al tanto de las salidas de Fernández Huidobro en el marco de una “tregua” por boca de la familia Dubra.

47/ Blixen señala, en Fugas... que Fernández Huidobro le solicitó a Elsa Dubra en su domicilio de la calle Iturriaga un “contacto con el Ejecutivo (...) para que el Bebe fuera al cuartel”

48/ Sin tanto melindre, el tupamaro Ricardo Perdomo Perdomo, en su Yo soy Rufo y no me entrego, acusó a Fernández Huidobro de haber salido ya del Palleja con el objetivo de inducir a Sendic a rendir las armas y entregarse él mismo

‹http://federaciondebasespatriagrande.blogspot.com.uy/2012/10/ yo-soy-rufoy-no-me-entrego-parte-final.html›

49/ La tortura “de nuevo tipo” era la más vieja del herramental: golpizas, empleo de “submarino” (“tacho”), ocasional uso de “picana” eléctrica, sin que las fuerzas de seguridad tuvieran tiempo para elaborar mucho más las técnicas que tan buen resultado les dieran, en tan poco tiempo

50/ El “completo panorama” trazado por Fernández incluiría una característica puesta en escena. El 5 de noviembre de 2007, el periodista Gerardo Tagliaferro entrevistó al dirigente tupamaro Efraín Martínez, en este punto y junto a Sendic y Engler, uno de los tres más importantes de la sedición, aún en libertad. Refiriéndose entonces a los encuentros sostenidos entre ellos y los detenidos en misión ya en el mes de agosto y en ocasión de la segunda tregua (Eleuterio Fernández y Mauricio Rosencof), Martínez aseguró: “simplemente me mostraron cómo estaban”. Ya ingresando en el cuartel Palleja como parte de las negociaciones, Sendic y Martínez testimoniaron más: “algunos con cadenas; el Pepe (Mujica) venía de la tortura, estaba Wassen, Rosencof, el Ñato, Marenales. A mí me llevaban para ver cómo podíamos hacer para llegar a un acuerdo para parar las torturas que había en los cuarteles”. Solo que las torturas ya se habían detenido como parte de la tregua, y Marenales mismo ha reconocido en varias oportunidades que ninguno de ellos estaba siendo torturado en ese momento: “hubiera sido sadismo”, reflexiona, “ya que a esa altura estaba todo terminado”. “Yo caí herido y me llevaron al Hospital Militar, pero al ser trasladado al batallón Florida no me torturaron. A Mujica tampoco, porque fue detenido sin violencia como consecuencia de la forma en que lo atraparon. Al Bebe Sendic, que también cayó herido, tampoco lo tocaron. A Wassen sí lo torturaron. A Rosencof creo que también. A Manera le dieron mucho en el 5º. de Artillería (...) Engler (...) tengo mis dudas.” (Sergio Márquez Zacchino, Marenales, pág. 86, negritas mías)

 51/El capitán Calcagno, refiere Blixen en Fugas... se mostraba preocupado ante Fernández Huidobro, y este ante Elsa Dubra y, verosímilmente, ante Engler, Sendic y Marenales, por el hecho de que “los viejos (...) como llamaban a los generales (...) podían estar tratando de sabotear la tregua”

52/Maestro por formación, fue uno de los integrantes del comando sedicioso que asesinara al Cnel. Artigas Álvarez. Falleció en prisión, de cáncer, en 1984: naturalmente, la versión tupamara es que su muerte fue producto de la falta de tratamientos médicos

53/Marcelo Estefanell podría haber sido uno de los asistentes.

54/Restaría apreciación a lo narrado el omitir aquí el increíble final del breve texto, característico de la más trillada correspondencia comercial: “Quedamos a la orden para cualquier tipo de contactos, y esperamos la respuesta a esta nota hasta el 7 de julio a las 18:00 horas”. (¿O qué?, cabría al lector preguntar de inmediato, ante lo que luce como un ultimátum que no se atreve a confesar su nombre)

55/  ¿Había, realmente, el país transitado el prolegómeno de una guerra civil en aras de diseñar un plan de renovación de su flota de pesca artesanal?


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