12.ABR.18 | postaporteñ@ 1896

A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA: ÁNGEL PESTAÑA ´70 días en Rusia, lo que yo vi´(5)

Por F.KAPLAN/Pestaña

 

PoooRESENTACIÓN (POR EL COLECTIVO FANNI KAPLAN)

 

En esta parte se constata perfectamente que políticamente el zarismo continuaba vigente, que el leninismo solo había militarizado más al zarismo, que el leninismo fue mucho más centralista, verticalista, autoritario y, en general, estatista, que el zarismo. La famosa autonomía regional de cada república, era una mentira más, de todo el sistema de mentiras que el leninismo había institucionalizado y caracterizaba tan bien al régimen bolchevique (como explicaría unos años después el compañero Ciliga “en el país de la mentira desconcertante”): todo era mentira machacada con propaganda como no había hecho ningún otro régimen capitalista hasta esa fecha.

En cuanto a los intereses materiales de la población todo era peor que en la época zarista, empezando por el propio reparto de la tierra y los frutos del trabajo: todo para el Estado, nada para la gente. También se pone en evidencia que los únicos privilegiados eran los miembros del partido (renovación de capas de la burguesía), que el estatismo, el centralismo y la burocracia era irracional desde el mismo punto de vista burgués porque tenía como resultado que solo eran rentable la producción en ciertas tierras y no en otras dejando muchas sin cultivar en un momento de miseria y hambre generalizada.

A pesar de lo catastrófico de todo eso, Pestaña creía todavía poder ver algo del “verdadero comunismo”, como decía la campaña leninista, en las “granjas de Estado”. En realidad, esta es una confesión de Pestaña sobre las ilusiones que todo el anarco sindicalista se hizo, en todo el mundo, sobre el verso del leninismo. Por supuesto que en esa granja supuestamente “comunista” se constata que sucede exactamente lo mismo que en cualquier empresa capitalista, en cuanto a relaciones entre patrones y trabajadores. Ante la sorpresa de Pestaña solo le responden sin vergüenza, que es solo un “ensayo”. Es decir, va constatando que también aquí todo es mentira desconcertante. Es mentira desconcertante adornada con música, con himnos, con banderas, con cánticos y apologías de los Dioses del poder. Eso es lo único constante, en las diferentes repúblicas, en las granjas de Estado, en los centros industriales… Cuanto menos pan, más circo, es decir Religión de Estado.

 

COLECTIVO FANNI KAPLAN

***

 

 

El recibimiento que se nos hizo en Simbirsk igualó al de Nijni- Novgorod. Del lugar donde se halla el embarcadero del río a la población, mediará la distancia de un kilómetro, cuya carretera estaba intransitable. Los autos apenas podían circular, pero el Soviet no tenía medios de ordenar su arreglo. Se nos llevó, primero, al domicilio social del Soviet, donde se nos obsequió con un almuerzo. Terminado éste nos dirigimos a una gran plaza, situada en el centro de la población, en la que se hallaban formadas todas las tropas de la guarnición para asistir a otro mitin con música. En el centro del cuadro que formaban las tropas se había erigido una tribuna en forma de catafalco, a unos cuatro metros de altura, para desde allí dirigir la palabra.

Después de presenciar el desfile de las tropas, unos nos dirigimos al teatro y otros a la Academia de oficiales del Ejército rojo, donde también se celebraba otro mitin. Presenciamos el paso de un entierro que llamó nuestra atención por algo típico y propio del país. La caja, era llevada en hombros y descubierta. La tapa la llevaban cuatro individuos que iban detrás. Es costumbre que no se cierre la caja del muerto hasta el momento de bajarlo a la fosa. No se quiere privar al difunto, al parecer, de que se sature de luz solar hasta el último momento.

Se comprenderá que, hallándonos en Simbirsk y en misión obligada y oficial, no faltaran alusiones a lo más importante. Y ¿qué otra cosa más importante para Simbirsk y para los comunistas que recordar nos hallábamos en el lugar del nacimiento de Lenin? Vladimiro Ilich Uliánov—Lenin, del que dice Zinoviev que su padre "era de origen campesino" y que "trabajaba en la región del Volga en calidad de director de las escuelas populares", era hijo de la capital donde nos hallábamos en aquel momento. Todos los discursos que se pronunciaron aquel día en Simbirsk, fueron otros tantos panegíricos a la persona del jefe comunista, al "revolucionario sin precedentes, al hombre que supo conducir al proletariado a la más grande epopeya que la humanidad conoce".

Yo, como no estaba designado para tomar parte en ningún mitin de los dos que iban a celebrarse, por haber hablado en el de la Plaza, opté por ir a presenciar el del teatro y ponerme en contacto con el elemento civil. La concurrencia era numerosa y se hacía difícil acercarse al teatro. Cuando ya estaba sentado en una de las sillas del escenario, vino a llamarme Lusowsky, para decirme si quería ir a tomar parte en el mitin de la Academia militar, pues a Serrati, que con otro había sido designado, no se le encontraba por ninguna parte. Acepté, trasladándome allá enseguida. Se nos sirvió un té y un sanguiche al estilo ruso, y luego hablamos Sadul y yo. Ya tarde regresamos a bordo, a fin de partir aquella misma noche para Samara.

En unos tinglados del embarcadero, entre los montones de mercancías y de restos de todas cosas allí abandonadas, se hallaban un centenar de familias tiradas por el suelo y en el más completo abandono. La promiscuidad, la suciedad y la miseria, delataban un hondo sufrimiento. Pregunté por qué estaban allí, y me contestaron que eran familias que habían emigrado al interior de Rusia el año anterior, a causa de la invasión del general blanco Denikin, y que ahora volvían a su país. Hacía días que esperaban un barco, y mientras llegaba habían de acampar a la intemperie y en medio de la suciedad, sin que nadie se preocupara de su tristísima situación. La misma noche, partimos para Samara, donde se repitieron las recepciones oficiales, los mítines y "La Internacional".

Pasamos el día en Samara. De allí fuimos a Sarátov habiéndonos detenido antes en Marx-Stad, (ciudad de Marx), que era una antigua colonia formada por alemanes, originarios de aquellos que la reina Catalina atrajo hacia su país concediéndoles privilegios respetados hasta el momento de estallar la revolución. En Sarátov abandonamos el río para regresar en tren hacia Moscú, pasando antes por Tula y por Ivanovo-Vosnosiensky.

Mas antes de dar por terminada la excursión por el Volga y retornar a Moscú, debemos decir algunas cosas, que seguramente, interesarán a quien nos lea. Antes de llegar a Samara, visitamos unas minas que comenzaban entonces a ser explotadas. Se trata de unas riquísimas minas de Gips, una piedra bituminosa que no tiene desperdicio alguno. Puede ser usada como combustible en hornos donde se precise mucho calor; fundiciones de hierro y de metales, por ejemplo. Si se la quiere someter a reacciones químicas, puede obtenerse del Gips sustitutivos de la bencina y del petróleo. Los residuos de la preparación química, pueden ser utilizados también como combustible en los hornos de fundir minerales. Las cenizas de este combustible son utilizables totalmente como sustitutivo del cemento, pues tienen las mismas propiedades que éste. De los sondeos practicados hasta entonces, se tenía seguridad de que las minas poseían unos 24 millones de "pounds" de mineral. Si se tiene en cuenta que el "pound'' ruso, equivale a unos 16 kilos de los nuestros, se comprenderá la inmensa riqueza de la mina.

En unos pueblos musulmanes, formados hace siglos por emigrados de Turquía, y que aún conservan su religión y costumbres, quisimos conocer el juicio que les merecía la Revolución. Para aquellas gentes nada significaba la Revolución. Al contrario, estaban muy quejosos del Gobierno, porque no toleraba que los jóvenes aprendieran el Corán en la escuela. Querían que sus hijos aprendieran a leer; pero solamente el Corán, lo demás no les interesaba. Les preguntamos si les había satisfecho el reparto de las tierras hecho por el Gobierno.

—Aquí —nos dijeron— la tierra está lo mismo que antes. Todo el mundo tiene lo que necesita y no ambiciona más.

La miseria de aquella gente, viviendo en el terreno más fértil de toda la Rusia central, pues están enclavados sus pueblos en los límites conocidos por "tierras negras", que son las productoras de la mayor parte del trigo que se consume en Rusia, era algo que laceraba el alma. Miseria material y miseria espiritual. El aspecto de sus casas, como el de las personas, era paupérrimo, primitivo, rudimentario. No tenían más deseo que saber leer el Corán y vegetar en la miseria. También visitamos unas escuelas jardines que había cerca de Samara, donde se nos recibió con la misma fastuosidad que se nos venía recibiendo en todas partes. Se nos obsequió con un banquete y las niñas y niños dijeron discursos alusivos al acto. Pregunté qué normas seguían para la admisión de los niños. En aquellas escuelas-jardines para todos, era lógico pensar que no se había hecho selección. Me dijeron que todos aquellos niños eran hijos de comunistas, pues siendo los comunistas quienes habían hecho la revolución, eran sus hijos los llamados a beneficiarse en primer lugar. Y que tanto en aquella como en las demás instituciones del Gobierno, no se ingresaba si no se era comunista activo, miembro del partido, mientras las plazas a cubrir eran justas. Cuando sobraban se aceptaban a quienes no fueran comunistas.

Visitamos también la República Chuvasky, una de las muchas Repúblicas comprendidas en la República Socialista Federativa de los Soviets Rusos. Después de explicarnos las características del país, nos interesó saber en qué consistía la autonomía que gozaban dentro del régimen centralista ruso. Nos lo explicaron ampliamente. Ellos eran autónomos, pero venían obligados a acatar todas las órdenes, leyes y decretos que los Soviets establecieran, sin poder modificarlos en lo más mínimo. Ajustar a la característica de las leyes y decretos de Moscú las condiciones económicas, sociales y políticas del país; pagar los impuestos, igual y en las mismas condiciones que las demás provincias; dar al Ejército Rojo los hombres que éste pidiera y acatar la disciplina del Partido Comunista y la dictadura del proletariado.

Como a través de todas estas manifestaciones, no viésemos la autonomía concedida y que ellos mismos decían gozar, insistimos en nuestras demandas y aclaraciones, llegando a la conclusión de que toda aquella autonomía quedaba reducida a nombrar de entre los naturales del país sus propios funcionarios y autoridades, aun cuando el número de los mismos y sus atribuciones, era en Moscú en donde se determinaba. En resumen, que no había tal autonomía. Nos interesó saber qué efectos había producido la Revolución, y más que la Revolución en su aspecto político, por ser una región eminentemente agrícola, nos interesaba saber cómo se había recibido el reparto de tierras. Como hablábamos con hijos del país, nos contestaron que las decisiones del Gobierno de Moscú, respecto a la tierra, habían producido pésimo efecto y peores condiciones de vida que las que gozaban en tiempos del zarismo.

Aquí —nos dijeron— en este país, desde que nuestros antepasados lo ocuparon, existía la costumbre de un reparto periódico de todas las tierras cultivables. Cada tres años se realizaba, previa discusión en juntas y reuniones de vecinos, el reparto de las tierras, y para evitar que a quien le tocara una tierra mala o lejos del pueblo se hallase siempre en inferioridad con el que le tocara una tierra buena o cerca de la población, se procedía de manera que no correspondieran a nadie las tierras que había cultivado en el reparto anterior. Con el procedimiento que aquí se seguía, cada labrador, alternativamente, trabajaba tierras buenas o malas, cercanas o lejanas de la ciudad, según las que le correspondieran en el reparto. Ahora, todo esto, ha desaparecido. Al que le tocó o se apoderó de una tierra buena o cerca del pueblo en el reparto, vive mejor, trabaja menos y obtiene más beneficio que aquel a quien le cupo una tierra mala o lejos de la población. Se está dando el caso, de que tierras antes cultivadas, quedan hoy incultas, pues por estar lejos de la población o ser de escaso rendimiento, y no teniendo esperanza quien la cultiva de mejorar su condición por un reparto ulterior, la abandona y se marcha. Esto sin contar los muchos agricultores disgustados por el sistema establecido.

— ¿Por qué no reclamáis a Moscú? —les dijimos—. Amparaos en el derecho de autonomía. Tal vez consigáis que se os respete.

Ya hemos reclamado —nos dijeron—; pero no hemos adelantado nada. Y luego, ¡cuesta tanto tiempo antes de que se obtenga la más breve contestación, que resulta preferible dejar las cosas como están. Además, la disciplina del partido y el evitar que la contrarrevolución alce la cabeza, obliga a transigir y callar en muchas cosas.

En Sarátov visitamos un dominio comunista, lo que aquí llamamos una granja del Estado. Fuimos con la esperanza de ver algo constituido en comunismo verdadero. He aquí lo que pudimos averiguar sobre su organización.

El "Dominio Comunista" era una antigua Granja de uno de los más ricos propietarios de la región. Hecha la revolución el Soviet de Sarátov se incautó de la Granja, y nombró un director y un perito agrónomo para la explotación. Los obreros fijos ganaban un salario de dos mil rublos al mes y el "payot" (la ración). Los eventuales tenían la ración y 75 rublos diarios. El director podía despedir a cualquier obrero cuando así lo creyera conveniente, sin darle satisfacción alguna, y con sólo ocho días de anticipación, y los obreros venían obligados a trabajar ocho horas diarias como en una empresa industrial cualquiera. Asombrado ante estas explicaciones, dije a Lusowsky que aquello no tenía nada de comunista, que era igual que cuantas industrias habíamos visitado hasta entonces. Me contestó que aquello era un ensayo de comunismo. Me quedé perplejo ante la respuesta y ante el ensayo de organización comunista. Y téngase en cuenta que para visitar el "Dominio Comunista" y conocer su organización, habíamos hecho un viaje de unos veinte kilómetros en un camión y por una carretera intransitable.

En Sarátov, como centro industrial bastante importante, y por la razón de ser ciudad convergente de todos los productos de una región riquísima en cereales, lo que la clasifica de población de primer orden, las recepciones no tenían fin. Visitas a centros oficiales; paradas y desfiles militares; visitas a fábricas e industrias, discursos, mítines y la consabida banda de música que nunca nos abandonaba en llegando a cualquier ciudad con su Internacional a troche y moche.En estPRESENTACIÓN (POR EL COLECTIVO FANNI KAPLAN)

 

En esta parte se constata perfectamente que políticamente el zarismo continuaba vigente, que el leninismo solo había militarizado más al zarismo, que el leninismo fue mucho más centralista, verticalista, autoritario y, en general, estatista, que el zarismo. La famosa autonomía regional de cada república, era una mentira más, de todo el sistema de mentiras que el leninismo había institucionalizado y caracterizaba tan bien al régimen bolchevique (como explicaría unos años después el compañero Ciliga “en el país de la mentira desconcertante”): todo era mentira machacada con propaganda como no había hecho ningún otro régimen capitalista hasta esa fecha.

En cuanto a los intereses materiales de la población todo era peor que en la época zarista, empezando por el propio reparto de la tierra y los frutos del trabajo: todo para el Estado, nada para la gente. También se pone en evidencia que los únicos privilegiados eran los miembros del partido (renovación de capas de la burguesía), que el estatismo, el centralismo y la burocracia era irracional desde el mismo punto de vista burgués porque tenía como resultado que solo eran rentable la producción en ciertas tierras y no en otras dejando muchas sin cultivar en un momento de miseria y hambre generalizada.

A pesar de lo catastrófico de todo eso, Pestaña creía todavía poder ver algo del “verdadero comunismo”, como decía la campaña leninista, en las “granjas de Estado”. En realidad, esta es una confesión de Pestaña sobre las ilusiones que todo el anarco sindicalista se hizo, en todo el mundo, sobre el verso del leninismo. Por supuesto que en esa granja supuestamente “comunista” se constata que sucede exactamente lo mismo que en cualquier empresa capitalista, en cuanto a relaciones entre patrones y trabajadores. Ante la sorpresa de Pestaña solo le responden sin vergüenza, que es solo un “ensayo”. Es decir, va constatando que también aquí todo es mentira desconcertante. Es mentira desconcertante adornada con música, con himnos, con banderas, con cánticos y apologías de los Dioses del poder. Eso es lo único constante, en las diferentes repúblicas, en las granjas de Estado, en los centros industriales… Cuanto menos pan, más circo, es decir Religión de Estado.

 

COLECTIVO FANNI KAPLAN

***

 

 

El recibimiento que se nos hizo en Simbirsk igualó al de Nijni- Novgorod. Del lugar donde se halla el embarcadero del río a la población, mediará la distancia de un kilómetro, cuya carretera estaba intransitable. Los autos apenas podían circular, pero el Soviet no tenía medios de ordenar su arreglo. Se nos llevó, primero, al domicilio social del Soviet, donde se nos obsequió con un almuerzo. Terminado éste nos dirigimos a una gran plaza, situada en el centro de la población, en la que se hallaban formadas todas las tropas de la guarnición para asistir a otro mitin con música. En el centro del cuadro que formaban las tropas se había erigido una tribuna en forma de catafalco, a unos cuatro metros de altura, para desde allí dirigir la palabra.

Después de presenciar el desfile de las tropas, unos nos dirigimos al teatro y otros a la Academia de oficiales del Ejército rojo, donde también se celebraba otro mitin. Presenciamos el paso de un entierro que llamó nuestra atención por algo típico y propio del país. La caja, era llevada en hombros y descubierta. La tapa la llevaban cuatro individuos que iban detrás. Es costumbre que no se cierre la caja del muerto hasta el momento de bajarlo a la fosa. No se quiere privar al difunto, al parecer, de que se sature de luz solar hasta el último momento.

Se comprenderá que, hallándonos en Simbirsk y en misión obligada y oficial, no faltaran alusiones a lo más importante. Y ¿qué otra cosa más importante para Simbirsk y para los comunistas que recordar nos hallábamos en el lugar del nacimiento de Lenin? Vladimiro Ilich Uliánov—Lenin, del que dice Zinoviev que su padre "era de origen campesino" y que "trabajaba en la región del Volga en calidad de director de las escuelas populares", era hijo de la capital donde nos hallábamos en aquel momento. Todos los discursos que se pronunciaron aquel día en Simbirsk, fueron otros tantos panegíricos a la persona del jefe comunista, al "revolucionario sin precedentes, al hombre que supo conducir al proletariado a la más grande epopeya que la humanidad conoce".

Yo, como no estaba designado para tomar parte en ningún mitin de los dos que iban a celebrarse, por haber hablado en el de la Plaza, opté por ir a presenciar el del teatro y ponerme en contacto con el elemento civil. La concurrencia era numerosa y se hacía difícil acercarse al teatro. Cuando ya estaba sentado en una de las sillas del escenario, vino a llamarme Lusowsky, para decirme si quería ir a tomar parte en el mitin de la Academia militar, pues a Serrati, que con otro había sido designado, no se le encontraba por ninguna parte. Acepté, trasladándome allá enseguida. Se nos sirvió un té y un sanguiche al estilo ruso, y luego hablamos Sadul y yo. Ya tarde regresamos a bordo, a fin de partir aquella misma noche para Samara.

En unos tinglados del embarcadero, entre los montones de mercancías y de restos de todas cosas allí abandonadas, se hallaban un centenar de familias tiradas por el suelo y en el más completo abandono. La promiscuidad, la suciedad y la miseria, delataban un hondo sufrimiento. Pregunté por qué estaban allí, y me contestaron que eran familias que habían emigrado al interior de Rusia el año anterior, a causa de la invasión del general blanco Denikin, y que ahora volvían a su país. Hacía días que esperaban un barco, y mientras llegaba habían de acampar a la intemperie y en medio de la suciedad, sin que nadie se preocupara de su tristísima situación. La misma noche, partimos para Samara, donde se repitieron las recepciones oficiales, los mítines y "La Internacional".

Pasamos el día en Samara. De allí fuimos a Sarátov habiéndonos detenido antes en Marx-Stad, (ciudad de Marx), que era una antigua colonia formada por alemanes, originarios de aquellos que la reina Catalina atrajo hacia su país concediéndoles privilegios respetados hasta el momento de estallar la revolución. En Sarátov abandonamos el río para regresar en tren hacia Moscú, pasando antes por Tula y por Ivanovo-Vosnosiensky.

Mas antes de dar por terminada la excursión por el Volga y retornar a Moscú, debemos decir algunas cosas, que seguramente, interesarán a quien nos lea. Antes de llegar a Samara, visitamos unas minas que comenzaban entonces a ser explotadas. Se trata de unas riquísimas minas de Gips, una piedra bituminosa que no tiene desperdicio alguno. Puede ser usada como combustible en hornos donde se precise mucho calor; fundiciones de hierro y de metales, por ejemplo. Si se la quiere someter a reacciones químicas, puede obtenerse del Gips sustitutivos de la bencina y del petróleo. Los residuos de la preparación química, pueden ser utilizados también como combustible en los hornos de fundir minerales. Las cenizas de este combustible son utilizables totalmente como sustitutivo del cemento, pues tienen las mismas propiedades que éste. De los sondeos practicados hasta entonces, se tenía seguridad de que las minas poseían unos 24 millones de "pounds" de mineral. Si se tiene en cuenta que el "pound'' ruso, equivale a unos 16 kilos de los nuestros, se comprenderá la inmensa riqueza de la mina.

En unos pueblos musulmanes, formados hace siglos por emigrados de Turquía, y que aún conservan su religión y costumbres, quisimos conocer el juicio que les merecía la Revolución. Para aquellas gentes nada significaba la Revolución. Al contrario, estaban muy quejosos del Gobierno, porque no toleraba que los jóvenes aprendieran el Corán en la escuela. Querían que sus hijos aprendieran a leer; pero solamente el Corán, lo demás no les interesaba. Les preguntamos si les había satisfecho el reparto de las tierras hecho por el Gobierno.

—Aquí —nos dijeron— la tierra está lo mismo que antes. Todo el mundo tiene lo que necesita y no ambiciona más.

La miseria de aquella gente, viviendo en el terreno más fértil de toda la Rusia central, pues están enclavados sus pueblos en los límites conocidos por "tierras negras", que son las productoras de la mayor parte del trigo que se consume en Rusia, era algo que laceraba el alma. Miseria material y miseria espiritual. El aspecto de sus casas, como el de las personas, era paupérrimo, primitivo, rudimentario. No tenían más deseo que saber leer el Corán y vegetar en la miseria. También visitamos unas escuelas jardines que había cerca de Samara, donde se nos recibió con la misma fastuosidad que se nos venía recibiendo en todas partes. Se nos obsequió con un banquete y las niñas y niños dijeron discursos alusivos al acto. Pregunté qué normas seguían para la admisión de los niños. En aquellas escuelas-jardines para todos, era lógico pensar que no se había hecho selección. Me dijeron que todos aquellos niños eran hijos de comunistas, pues siendo los comunistas quienes habían hecho la revolución, eran sus hijos los llamados a beneficiarse en primer lugar. Y que tanto en aquella como en las demás instituciones del Gobierno, no se ingresaba si no se era comunista activo, miembro del partido, mientras las plazas a cubrir eran justas. Cuando sobraban se aceptaban a quienes no fueran comunistas.

Visitamos también la República Chuvasky, una de las muchas Repúblicas comprendidas en la República Socialista Federativa de los Soviets Rusos. Después de explicarnos las características del país, nos interesó saber en qué consistía la autonomía que gozaban dentro del régimen centralista ruso. Nos lo explicaron ampliamente. Ellos eran autónomos, pero venían obligados a acatar todas las órdenes, leyes y decretos que los Soviets establecieran, sin poder modificarlos en lo más mínimo. Ajustar a la característica de las leyes y decretos de Moscú las condiciones económicas, sociales y políticas del país; pagar los impuestos, igual y en las mismas condiciones que las demás provincias; dar al Ejército Rojo los hombres que éste pidiera y acatar la disciplina del Partido Comunista y la dictadura del proletariado.

Como a través de todas estas manifestaciones, no viésemos la autonomía concedida y que ellos mismos decían gozar, insistimos en nuestras demandas y aclaraciones, llegando a la conclusión de que toda aquella autonomía quedaba reducida a nombrar de entre los naturales del país sus propios funcionarios y autoridades, aun cuando el número de los mismos y sus atribuciones, era en Moscú en donde se determinaba. En resumen, que no había tal autonomía. Nos interesó saber qué efectos había producido la Revolución, y más que la Revolución en su aspecto político, por ser una región eminentemente agrícola, nos interesaba saber cómo se había recibido el reparto de tierras. Como hablábamos con hijos del país, nos contestaron que las decisiones del Gobierno de Moscú, respecto a la tierra, habían producido pésimo efecto y peores condiciones de vida que las que gozaban en tiempos del zarismo.

Aquí —nos dijeron— en este país, desde que nuestros antepasados lo ocuparon, existía la costumbre de un reparto periódico de todas las tierras cultivables. Cada tres años se realizaba, previa discusión en juntas y reuniones de vecinos, el reparto de las tierras, y para evitar que a quien le tocara una tierra mala o lejos del pueblo se hallase siempre en inferioridad con el que le tocara una tierra buena o cerca de la población, se procedía de manera que no correspondieran a nadie las tierras que había cultivado en el reparto anterior. Con el procedimiento que aquí se seguía, cada labrador, alternativamente, trabajaba tierras buenas o malas, cercanas o lejanas de la ciudad, según las que le correspondieran en el reparto. Ahora, todo esto, ha desaparecido. Al que le tocó o se apoderó de una tierra buena o cerca del pueblo en el reparto, vive mejor, trabaja menos y obtiene más beneficio que aquel a quien le cupo una tierra mala o lejos de la población. Se está dando el caso, de que tierras antes cultivadas, quedan hoy incultas, pues por estar lejos de la población o ser de escaso rendimiento, y no teniendo esperanza quien la cultiva de mejorar su condición por un reparto ulterior, la abandona y se marcha. Esto sin contar los muchos agricultores disgustados por el sistema establecido.

— ¿Por qué no reclamáis a Moscú? —les dijimos—. Amparaos en el derecho de autonomía. Tal vez consigáis que se os respete.

Ya hemos reclamado —nos dijeron—; pero no hemos adelantado nada. Y luego, ¡cuesta tanto tiempo antes de que se obtenga la más breve contestación, que resulta preferible dejar las cosas como están. Además, la disciplina del partido y el evitar que la contrarrevolución alce la cabeza, obliga a transigir y callar en muchas cosas.

En Sarátov visitamos un dominio comunista, lo que aquí llamamos una granja del Estado. Fuimos con la esperanza de ver algo constituido en comunismo verdadero. He aquí lo que pudimos averiguar sobre su organización.

El "Dominio Comunista" era una antigua Granja de uno de los más ricos propietarios de la región. Hecha la revolución el Soviet de Sarátov se incautó de la Granja, y nombró un director y un perito agrónomo para la explotación. Los obreros fijos ganaban un salario de dos mil rublos al mes y el "payot" (la ración). Los eventuales tenían la ración y 75 rublos diarios. El director podía despedir a cualquier obrero cuando así lo creyera conveniente, sin darle satisfacción alguna, y con sólo ocho días de anticipación, y los obreros venían obligados a trabajar ocho horas diarias como en una empresa industrial cualquiera. Asombrado ante estas explicaciones, dije a Lusowsky que aquello no tenía nada de comunista, que era igual que cuantas industrias habíamos visitado hasta entonces. Me contestó que aquello era un ensayo de comunismo. Me quedé perplejo ante la respuesta y ante el ensayo de organización comunista. Y téngase en cuenta que para visitar el "Dominio Comunista" y conocer su organización, habíamos hecho un viaje de unos veinte kilómetros en un camión y por una carretera intransitable.

En Sarátov, como centro industrial bastante importante, y por la razón de ser ciudad convergente de todos los productos de una región riquísima en cereales, lo que la clasifica de población de primer orden, las recepciones no tenían fin. Visitas a centros oficiales; paradas y desfiles militares; visitas a fábricas e industrias, discursos, mítines y la consabida banda de música que nunca nos abandonaba en llegando a cualquier ciudad con su Internacional a troche y moche.a pPRESENTACIÓN (POR EL COLECTIVO FANNI KAPLAN)

 

En esta parte se constata perfectamente que políticamente el zarismo continuaba vigente, que el leninismo solo había militarizado más al zarismo, que el leninismo fue mucho más centralista, verticalista, autoritario y, en general, estatista, que el zarismo. La famosa autonomía regional de cada república, era una mentira más, de todo el sistema de mentiras que el leninismo había institucionalizado y caracterizaba tan bien al régimen bolchevique (como explicaría unos años después el compañero Ciliga “en el país de la mentira desconcertante”): todo era mentira machacada con propaganda como no había hecho ningún otro régimen capitalista hasta esa fecha.

En cuanto a los intereses materiales de la población todo era peor que en la época zarista, empezando por el propio reparto de la tierra y los frutos del trabajo: todo para el Estado, nada para la gente. También se pone en evidencia que los únicos privilegiados eran los miembros del partido (renovación de capas de la burguesía), que el estatismo, el centralismo y la burocracia era irracional desde el mismo punto de vista burgués porque tenía como resultado que solo eran rentable la producción en ciertas tierras y no en otras dejando muchas sin cultivar en un momento de miseria y hambre generalizada.

A pesar de lo catastrófico de todo eso, Pestaña creía todavía poder ver algo del “verdadero comunismo”, como decía la campaña leninista, en las “granjas de Estado”. En realidad, esta es una confesión de Pestaña sobre las ilusiones que todo el anarco sindicalista se hizo, en todo el mundo, sobre el verso del leninismo. Por supuesto que en esa granja supuestamente “comunista” se constata que sucede exactamente lo mismo que en cualquier empresa capitalista, en cuanto a relaciones entre patrones y trabajadores. Ante la sorpresa de Pestaña solo le responden sin vergüenza, que es solo un “ensayo”. Es decir, va constatando que también aquí todo es mentira desconcertante. Es mentira desconcertante adornada con música, con himnos, con banderas, con cánticos y apologías de los Dioses del poder. Eso es lo único constante, en las diferentes repúblicas, en las granjas de Estado, en los centros industriales… Cuanto menos pan, más circo, es decir Religión de Estado.

 

COLECTIVO FANNI KAPLAN

***

 

 

El recibimiento que se nos hizo en Simbirsk igualó al de Nijni- Novgorod. Del lugar donde se halla el embarcadero del río a la población, mediará la distancia de un kilómetro, cuya carretera estaba intransitable. Los autos apenas podían circular, pero el Soviet no tenía medios de ordenar su arreglo. Se nos llevó, primero, al domicilio social del Soviet, donde se nos obsequió con un almuerzo. Terminado éste nos dirigimos a una gran plaza, situada en el centro de la población, en la que se hallaban formadas todas las tropas de la guarnición para asistir a otro mitin con música. En el centro del cuadro que formaban las tropas se había erigido una tribuna en forma de catafalco, a unos cuatro metros de altura, para desde allí dirigir la palabra.

Después de presenciar el desfile de las tropas, unos nos dirigimos al teatro y otros a la Academia de oficiales del Ejército rojo, donde también se celebraba otro mitin. Presenciamos el paso de un entierro que llamó nuestra atención por algo típico y propio del país. La caja, era llevada en hombros y descubierta. La tapa la llevaban cuatro individuos que iban detrás. Es costumbre que no se cierre la caja del muerto hasta el momento de bajarlo a la fosa. No se quiere privar al difunto, al parecer, de que se sature de luz solar hasta el último momento.

Se comprenderá que, hallándonos en Simbirsk y en misión obligada y oficial, no faltaran alusiones a lo más importante. Y ¿qué otra cosa más importante para Simbirsk y para los comunistas que recordar nos hallábamos en el lugar del nacimiento de Lenin? Vladimiro Ilich Uliánov—Lenin, del que dice Zinoviev que su padre "era de origen campesino" y que "trabajaba en la región del Volga en calidad de director de las escuelas populares", era hijo de la capital donde nos hallábamos en aquel momento. Todos los discursos que se pronunciaron aquel día en Simbirsk, fueron otros tantos panegíricos a la persona del jefe comunista, al "revolucionario sin precedentes, al hombre que supo conducir al proletariado a la más grande epopeya que la humanidad conoce".

Yo, como no estaba designado para tomar parte en ningún mitin de los dos que iban a celebrarse, por haber hablado en el de la Plaza, opté por ir a presenciar el del teatro y ponerme en contacto con el elemento civil. La concurrencia era numerosa y se hacía difícil acercarse al teatro. Cuando ya estaba sentado en una de las sillas del escenario, vino a llamarme Lusowsky, para decirme si quería ir a tomar parte en el mitin de la Academia militar, pues a Serrati, que con otro había sido designado, no se le encontraba por ninguna parte. Acepté, trasladándome allá enseguida. Se nos sirvió un té y un sanguiche al estilo ruso, y luego hablamos Sadul y yo. Ya tarde regresamos a bordo, a fin de partir aquella misma noche para Samara.

En unos tinglados del embarcadero, entre los montones de mercancías y de restos de todas cosas allí abandonadas, se hallaban un centenar de familias tiradas por el suelo y en el más completo abandono. La promiscuidad, la suciedad y la miseria, delataban un hondo sufrimiento. Pregunté por qué estaban allí, y me contestaron que eran familias que habían emigrado al interior de Rusia el año anterior, a causa de la invasión del general blanco Denikin, y que ahora volvían a su país. Hacía días que esperaban un barco, y mientras llegaba habían de acampar a la intemperie y en medio de la suciedad, sin que nadie se preocupara de su tristísima situación. La misma noche, partimos para Samara, donde se repitieron las recepciones oficiales, los mítines y "La Internacional".

Pasamos el día en Samara. De allí fuimos a Sarátov habiéndonos detenido antes en Marx-Stad, (ciudad de Marx), que era una antigua colonia formada por alemanes, originarios de aquellos que la reina Catalina atrajo hacia su país concediéndoles privilegios respetados hasta el momento de estallar la revolución. En Sarátov abandonamos el río para regresar en tren hacia Moscú, pasando antes por Tula y por Ivanovo-Vosnosiensky.

Mas antes de dar por terminada la excursión por el Volga y retornar a Moscú, debemos decir algunas cosas, que seguramente, interesarán a quien nos lea. Antes de llegar a Samara, visitamos unas minas que comenzaban entonces a ser explotadas. Se trata de unas riquísimas minas de Gips, una piedra bituminosa que no tiene desperdicio alguno. Puede ser usada como combustible en hornos donde se precise mucho calor; fundiciones de hierro y de metales, por ejemplo. Si se la quiere someter a reacciones químicas, puede obtenerse del Gips sustitutivos de la bencina y del petróleo. Los residuos de la preparación química, pueden ser utilizados también como combustible en los hornos de fundir minerales. Las cenizas de este combustible son utilizables totalmente como sustitutivo del cemento, pues tienen las mismas propiedades que éste. De los sondeos practicados hasta entonces, se tenía seguridad de que las minas poseían unos 24 millones de "pounds" de mineral. Si se tiene en cuenta que el "pound'' ruso, equivale a unos 16 kilos de los nuestros, se comprenderá la inmensa riqueza de la mina.

En unos pueblos musulmanes, formados hace siglos por emigrados de Turquía, y que aún conservan su religión y costumbres, quisimos conocer el juicio que les merecía la Revolución. Para aquellas gentes nada significaba la Revolución. Al contrario, estaban muy quejosos del Gobierno, porque no toleraba que los jóvenes aprendieran el Corán en la escuela. Querían que sus hijos aprendieran a leer; pero solamente el Corán, lo demás no les interesaba. Les preguntamos si les había satisfecho el reparto de las tierras hecho por el Gobierno.

—Aquí —nos dijeron— la tierra está lo mismo que antes. Todo el mundo tiene lo que necesita y no ambiciona más.

La miseria de aquella gente, viviendo en el terreno más fértil de toda la Rusia central, pues están enclavados sus pueblos en los límites conocidos por "tierras negras", que son las productoras de la mayor parte del trigo que se consume en Rusia, era algo que laceraba el alma. Miseria material y miseria espiritual. El aspecto de sus casas, como el de las personas, era paupérrimo, primitivo, rudimentario. No tenían más deseo que saber leer el Corán y vegetar en la miseria. También visitamos unas escuelas jardines que había cerca de Samara, donde se nos recibió con la misma fastuosidad que se nos venía recibiendo en todas partes. Se nos obsequió con un banquete y las niñas y niños dijeron discursos alusivos al acto. Pregunté qué normas seguían para la admisión de los niños. En aquellas escuelas-jardines para todos, era lógico pensar que no se había hecho selección. Me dijeron que todos aquellos niños eran hijos de comunistas, pues siendo los comunistas quienes habían hecho la revolución, eran sus hijos los llamados a beneficiarse en primer lugar. Y que tanto en aquella como en las demás instituciones del Gobierno, no se ingresaba si no se era comunista activo, miembro del partido, mientras las plazas a cubrir eran justas. Cuando sobraban se aceptaban a quienes no fueran comunistas.

Visitamos también la República Chuvasky, una de las muchas Repúblicas comprendidas en la República Socialista Federativa de los Soviets Rusos. Después de explicarnos las características del país, nos interesó saber en qué consistía la autonomía que gozaban dentro del régimen centralista ruso. Nos lo explicaron ampliamente. Ellos eran autónomos, pero venían obligados a acatar todas las órdenes, leyes y decretos que los Soviets establecieran, sin poder modificarlos en lo más mínimo. Ajustar a la característica de las leyes y decretos de Moscú las condiciones económicas, sociales y políticas del país; pagar los impuestos, igual y en las mismas condiciones que las demás provincias; dar al Ejército Rojo los hombres que éste pidiera y acatar la disciplina del Partido Comunista y la dictadura del proletariado.

Como a través de todas estas manifestaciones, no viésemos la autonomía concedida y que ellos mismos decían gozar, insistimos en nuestras demandas y aclaraciones, llegando a la conclusión de que toda aquella autonomía quedaba reducida a nombrar de entre los naturales del país sus propios funcionarios y autoridades, aun cuando el número de los mismos y sus atribuciones, era en Moscú en donde se determinaba. En resumen, que no había tal autonomía. Nos interesó saber qué efectos había producido la Revolución, y más que la Revolución en su aspecto político, por ser una región eminentemente agrícola, nos interesaba saber cómo se había recibido el reparto de tierras. Como hablábamos con hijos del país, nos contestaron que las decisiones del Gobierno de Moscú, respecto a la tierra, habían producido pésimo efecto y peores condiciones de vida que las que gozaban en tiempos del zarismo.

Aquí —nos dijeron— en este país, desde que nuestros antepasados lo ocuparon, existía la costumbre de un reparto periódico de todas las tierras cultivables. Cada tres años se realizaba, previa discusión en juntas y reuniones de vecinos, el reparto de las tierras, y para evitar que a quien le tocara una tierra mala o lejos del pueblo se hallase siempre en inferioridad con el que le tocara una tierra buena o cerca de la población, se procedía de manera que no correspondieran a nadie las tierras que había cultivado en el reparto anterior. Con el procedimiento que aquí se seguía, cada labrador, alternativamente, trabajaba tierras buenas o malas, cercanas o lejanas de la ciudad, según las que le correspondieran en el reparto. Ahora, todo esto, ha desaparecido. Al que le tocó o se apoderó de una tierra buena o cerca del pueblo en el reparto, vive mejor, trabaja menos y obtiene más beneficio que aquel a quien le cupo una tierra mala o lejos de la población. Se está dando el caso, de que tierras antes cultivadas, quedan hoy incultas, pues por estar lejos de la población o ser de escaso rendimiento, y no teniendo esperanza quien la cultiva de mejorar su condición por un reparto ulterior, la abandona y se marcha. Esto sin contar los muchos agricultores disgustados por el sistema establecido.

— ¿Por qué no reclamáis a Moscú? —les dijimos—. Amparaos en el derecho de autonomía. Tal vez consigáis que se os respete.

Ya hemos reclamado —nos dijeron—; pero no hemos adelantado nada. Y luego, ¡cuesta tanto tiempo antes de que se obtenga la más breve contestación, que resulta preferible dejar las cosas como están. Además, la disciplina del partido y el evitar que la contrarrevolución alce la cabeza, obliga a transigir y callar en muchas cosas.

En Sarátov visitamos un dominio comunista, lo que aquí llamamos una granja del Estado. Fuimos con la esperanza de ver algo constituido en comunismo verdadero. He aquí lo que pudimos averiguar sobre su organización.

El "Dominio Comunista" era una antigua Granja de uno de los más ricos propietarios de la región. Hecha la revolución el Soviet de Sarátov se incautó de la Granja, y nombró un director y un perito agrónomo para la explotación. Los obreros fijos ganaban un salario de dos mil rublos al mes y el "payot" (la ración). Los eventuales tenían la ración y 75 rublos diarios. El director podía despedir a cualquier obrero cuando así lo creyera conveniente, sin darle satisfacción alguna, y con sólo ocho días de anticipación, y los obreros venían obligados a trabajar ocho horas diarias como en una empresa industrial cualquiera. Asombrado ante estas explicaciones, dije a Lusowsky que aquello no tenía nada de comunista, que era igual que cuantas industrias habíamos visitado hasta entonces. Me contestó que aquello era un ensayo de comunismo. Me quedé perplejo ante la respuesta y ante el ensayo de organización comunista. Y téngase en cuenta que para visitar el "Dominio Comunista" y conocer su organización, habíamos hecho un viaje de unos veinte kilómetros en un camión y por una carretera intransitable.

En Sarátov, como centro industrial bastante importante, y por la razón de ser ciudad convergente de todos los productos de una región riquísima en cereales, lo que la clasifica de población de primer orden, las recepciones no tenían fin. Visitas a centros oficiales; paradas y desfiles militares; visitas a fábricas e industrias, discursos, mítines y la consabida banda de música que nunca nos abandonaba en llegando a cualquier ciudad con su Internacional a troche y moche.arte se constata perfectamente que políticamente el zarismo continuaba vigente, que el leninismo solo había militarizado más al zarismo, que el leninismo fue mucho más centralista, verticalista, autoritario y, en general, estatista, que el zarismo.

 

PRESENTACIÓN (POR EL COLECTIVO FANNI KAPLAN)

La famosa autonomía regional de cada república, era una mentira más, de todo el sistema de mentiras que el leninismo había institucionalizado y caracterizaba tan bien al régimen bolchevique (como explicaría unos años después el compañero Ciliga “en el país de la mentira desconcertante”): todo era mentira machacada con propaganda como no había hecho ningún otro régimen capitalista hasta esa fecha.

En cuanto a los intereses materiales de la población todo era peor que en la época zarista, empezando por el propio reparto de la tierra y los frutos del trabajo: todo para el Estado, nada para la gente. También se pone en evidencia que los únicos privilegiados eran los miembros del partido (renovación de capas de la burguesía), que el estatismo, el centralismo y la burocracia era irracional desde el mismo punto de vista burgués porque tenía como resultado que solo eran rentable la producción en ciertas tierras y no en otras dejando muchas sin cultivar en un momento de miseria y hambre generalizada.

A pesar de lo catastrófico de todo eso, Pestaña creía todavía poder ver algo del “verdadero comunismo”, como decía la campaña leninista, en las “granjas de Estado”

En realidad, esta es una confesión de Pestaña sobre las ilusiones que todo el anarco sindicalista se hizo, en todo el mundo, sobre el verso del leninismo. Por supuesto que en esa granja supuestamente “comunista” se constata que sucede exactamente lo mismo que en cualquier empresa capitalista, en cuanto a relaciones entre patrones y trabajadores.

Ante la sorpresa de Pestaña solo le responden sin vergüenza, que es solo un “ensayo”. Es decir, va constatando que también aquí todo es mentira desconcertante. Es mentira desconcertante adornada con música, con himnos, con banderas, con cánticos y apologías de los Dioses del poder. Eso es lo único constante, en las diferentes repúblicas, en las granjas de Estado, en los centros industriales… Cuanto menos pan, más circo, es decir Religión de Estado.

COLECTIVO FANNI KAPLAN

***

El recibimiento que se nos hizo en Simbirsk igualó al de Nijni- Novgorod. Del lugar donde se halla el embarcadero del río a la población, mediará la distancia de un kilómetro, cuya carretera estaba intransitable. Los autos apenas podían circular, pero el Soviet no tenía medios de ordenar su arreglo. Se nos llevó, primero, al domicilio social del Soviet, donde se nos obsequió con un almuerzo. Terminado éste nos dirigimos a una gran plaza, situada en el centro de la población, en la que se hallaban formadas todas las tropas de la guarnición para asistir a otro mitin con música. En el centro del cuadro que formaban las tropas se había erigido una tribuna en forma de catafalco, a unos cuatro metros de altura, para desde allí dirigir la palabra.

Después de presenciar el desfile de las tropas, unos nos dirigimos al teatro y otros a la Academia de oficiales del Ejército rojo, donde también se celebraba otro mitin. Presenciamos el paso de un entierro que llamó nuestra atención por algo típico y propio del país. La caja, era llevada en hombros y descubierta. La tapa la llevaban cuatro individuos que iban detrás. Es costumbre que no se cierre la caja del muerto hasta el momento de bajarlo a la fosa. No se quiere privar al difunto, al parecer, de que se sature de luz solar hasta el último momento.

Se comprenderá que, hallándonos en Simbirsk y en misión obligada y oficial, no faltaran alusiones a lo más importante. Y ¿qué otra cosa más importante para Simbirsk y para los comunistas que recordar nos hallábamos en el lugar del nacimiento de Lenin, Vladimiro Ilich Uliánov—Lenin, del que dice Zinoviev que su padre "era de origen campesino" y que "trabajaba en la región del Volga en calidad de director de las escuelas populares", era hijo de la capital donde nos hallábamos en aquel momento.

Todos los discursos que se pronunciaron aquel día en Simbirsk, fueron otros tantos panegíricos a la persona del jefe comunista, al "revolucionario sin precedentes, al hombre que supo conducir al proletariado a la más grande epopeya que la humanidad conoce".

Yo, como no estaba designado para tomar parte en ningún mitin de los dos que iban a celebrarse, por haber hablado en el de la Plaza, opté por ir a presenciar el del teatro y ponerme en contacto con el elemento civil. La concurrencia era numerosa y se hacía difícil acercarse al teatro. Cuando ya estaba sentado en una de las sillas del escenario, vino a llamarme Lusowsky, para decirme si quería ir a tomar parte en el mitin de la Academia militar, pues a Serrati, que con otro había sido designado, no se le encontraba por ninguna parte. Acepté, trasladándome allá enseguida. Se nos sirvió un té y un sanguche al estilo ruso, y luego hablamos Sadul y yo. Ya tarde regresamos a bordo, a fin de partir aquella misma noche para Samara.

En unos tinglados del embarcadero, entre los montones de mercancías y de restos de todas cosas allí abandonadas, se hallaban un centenar de familias tiradas por el suelo y en el más completo abandono. La promiscuidad, la suciedad y la miseria, delataban un hondo sufrimiento. Pregunté por qué estaban allí, y me contestaron que eran familias que habían emigrado al interior de Rusia el año anterior, a causa de la invasión del general blanco Denikin, y que ahora volvían a su país. Hacía días que esperaban un barco, y mientras llegaba habían de acampar a la intemperie y en medio de la suciedad, sin que nadie se preocupara de su tristísima situación. La misma noche, partimos para Samara, donde se repitieron las recepciones oficiales, los mítines y "La Internacional".

Pasamos el día en Samara. De allí fuimos a Sarátov habiéndonos detenido antes en Marx-Stad, (ciudad de Marx), que era una antigua colonia formada por alemanes, originarios de aquellos que la reina Catalina atrajo hacia su país concediéndoles privilegios respetados hasta el momento de estallar la revolución. En Sarátov abandonamos el río para regresar en tren hacia Moscú, pasando antes por Tula y por Ivanovo-Vosnosiensky.

Mas antes de dar por terminada la excursión por el Volga y retornar a Moscú, debemos decir algunas cosas, que seguramente, interesarán a quien nos lea. Antes de llegar a Samara, visitamos unas minas que comenzaban entonces a ser explotadas. Se trata de unas riquísimas minas de Gips, una piedra bituminosa que no tiene desperdicio alguno. Puede ser usada como combustible en hornos donde se precise mucho calor; fundiciones de hierro y de metales, por ejemplo. Si se la quiere someter a reacciones químicas, puede obtenerse del Gips sustitutivos de la bencina y del petróleo. Los residuos de la preparación química, pueden ser utilizados también como combustible en los hornos de fundir minerales. Las cenizas de este combustible son utilizables totalmente como sustitutivo del cemento, pues tienen las mismas propiedades que éste. De los sondeos practicados hasta entonces, se tenía seguridad de que las minas poseían unos 24 millones de "pounds" de mineral. Si se tiene en cuenta que el "pound'' ruso, equivale a unos 16 kilos de los nuestros, se comprenderá la inmensa riqueza de la mina.

En unos pueblos musulmanes, formados hace siglos por emigrados de Turquía, y que aún conservan su religión y costumbres, quisimos conocer el juicio que les merecía la Revolución. Para aquellas gentes nada significaba la Revolución. Al contrario, estaban muy quejosos del Gobierno, porque no toleraba que los jóvenes aprendieran el Corán en la escuela. Querían que sus hijos aprendieran a leer; pero solamente el Corán, lo demás no les interesaba. Les preguntamos si les había satisfecho el reparto de las tierras hecho por el Gobierno.

—Aquí —nos dijeron— la tierra está lo mismo que antes. Todo el mundo tiene lo que necesita y no ambiciona más.

La miseria de aquella gente, viviendo en el terreno más fértil de toda la Rusia central, pues están enclavados sus pueblos en los límites conocidos por "tierras negras", que son las productoras de la mayor parte del trigo que se consume en Rusia, era algo que laceraba el alma.

Miseria material y miseria espiritual. El aspecto de sus casas, como el de las personas, era paupérrimo, primitivo, rudimentario. No tenían más deseo que saber leer el Corán y vegetar en la miseria. También visitamos unas escuelas jardines que había cerca de Samara, donde se nos recibió con la misma fastuosidad que se nos venía recibiendo en todas partes. Se nos obsequió con un banquete y las niñas y niños dijeron discursos alusivos al acto. Pregunté qué normas seguían para la admisión de los niños. En aquellas escuelas-jardines para todos, era lógico pensar que no se había hecho selección.

Me dijeron que todos aquellos niños eran hijos de comunistas, pues siendo los comunistas quienes habían hecho la revolución, eran sus hijos los llamados a beneficiarse en primer lugar. Y que tanto en aquella como en las demás instituciones del Gobierno, no se ingresaba si no se era comunista activo, miembro del partido, mientras las plazas a cubrir eran justas. Cuando sobraban se aceptaban a quienes no fueran comunistas.

Visitamos también la República Chuvasky, una de las muchas Repúblicas comprendidas en la República Socialista Federativa de los Soviets Rusos. Después de explicarnos las características del país, nos interesó saber en qué consistía la autonomía que gozaban dentro del régimen centralista ruso. Nos lo explicaron ampliamente. Ellos eran autónomos, pero venían obligados a acatar todas las órden


Comunicate