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ARGENTINA | El PC, la Triple A y el "Enemigo Principal "

Por ASTARITA

 

En una nota anterior (aquí) critiqué el silencio de sectores de la izquierda acerca de las responsabilidades de Perón en la formación y accionar de las bandas parapoliciales en los 1970

Rolando Astarita [Blog]    18 abril 2018

A fin de brindar más elementos para el análisis, en esta nota pongo el foco en el folleto que publicó el PC frente al ataque del que fue objeto, en la ciudad de Córdoba, el 10 de octubre de 1974. Es un documento significativo por la manera en que la dirección comunista diluye las responsabilidades criminales de los gobiernos peronistas en “el golpismo pinochetista” y “el imperialismo y la CIA”. Un tipo de razonamiento que prevalece, hasta el día de hoy, en prácticamente todas las variantes del oportunismo pequeño burgués o burgués reformista.

El ataque al PC Córdoba y sus antecedentes

En el atardecer de aquel 10 de octubre el local del PC de la ciudad de Córdoba fue tomado por asalto por policías y comandos civiles. Irrumpieron violentamente al grito de “bolches hijos de puta, los vamos a matar”, destrozaron instalaciones y sometieron a los militantes, durante dos horas, a torturas y simulacros de fusilamiento.

Posteriormente los compañeros fueron interrogados en comisaría, donde recibieron amenazas de todo tipo (véase Miguel Jorquera “Un ataque de las Tres A, Córdoba, 1974”, Página 12 4/02/2007). Lo más grave es que cinco días después murió la militante Tita Clelia Hidalgo, a raíz de una hemorragia provocada por la introducción del caño de un arma en la vagina.

El ataque tuvo como antecedente inmediato el golpe policial (ocurrido entre el 27 y 28 de febrero de 1974) que sacó del gobierno provincial a Obregón Cano y Atilio López.

El movimiento fue conducido por el jefe de la policía provincial, teniente coronel Antonio Navarro (Cano lo había cesado de su cargo), y por eso se lo conoce como el “Navarrazo”. Consumado el ataque, el 2 de marzo Perón designó interventor de Córdoba a Duilio Brunello, funcionario del Ministerio de Bienestar Social, vinculado a López Rega. Obregón Cano y Atilio López no fueron repuestos en sus cargos.

Esto es, el presidente Perón legitimaba el golpe. Además, a Navarro se le permitió abandonar el país, y solo fue declarado “prófugo de la Justicia” cuando ya se encontraba en las islas Canarias. En cuanto a Brunello, continuó la política de ataque a la izquierda y la vanguardia obrera. La provincia, de hecho, fue militarizada. Luego, en septiembre, ya bajo el gobierno de Isabel, fue nombrado interventor Raúl Lacabanne. Al asumir declaró que estaba en guerra contra la izquierda, y enseguida profundizó la política represiva. La Triple A y los grupos parapoliciales tuvieron carta blanca para asesinar políticos opositores, sindicalistas y militantes. En este contexto se produjo el asalto al local del PC.

El análisis político del PC

Pocas semanas después del ataque, el PC publicó un folleto titulado “Las 3 A y la CIA, ¡Córdoba acusa!” (http://www.ruinasdigitales.com/revistas/3A.pdf)

El título ya es significativo: los grandes culpables eran la Triple A y la CIA. Ni palabra, en tapa o en el interior del folleto, del rol de Perón y de Isabel Perón. Pero este ocultamiento operaba a través de un análisis político centrado en la distinción de facciones en pugna. Es que, según el PC, las luchas del pueblo desde el Cordobazo, y los triunfos electorales del 11 de marzo de 1973 (Cámpora) y del 23 de septiembre de ese mismo año (Perón), constituían avances profundos en la liberación nacional. Pero los enemigos, conformados por la oligarquía terrateniente y los monopolios yanquis, no se habían dado por vencidos y prepararon la venganza. Lo cual podría haberse detenido con un frente de todos los que habían ayudado a vencer a la dictadura. Lamentablemente, ese frente no se había logrado.

En consecuencia, ahora había un gobierno peronista sometido a dos presiones: por un lado, “la reacción gorila”, con sus ramificaciones “que llegan hasta la derecha del FREJULI” (el Frente que había llevado a Cámpora y Perón al gobierno). Esa derecha intentaba frenar y derrotar el programa de liberación nacional votado por el pueblo. Por eso, si lograba su objetivo, se debilitaría la base de masas del gobierno, y se crearían las condiciones para un golpe contrarrevolucionario. Del otro lado, la presión del movimiento antiimperialista, democrático, anti-oligárquico. “Si prima la presión que proviene de la profundidad del pueblo, entonces incuestionablemente se ahondará el proceso revolucionario” (p. 8). Dos presiones que invitaban a elegir “aliados principales” contra “enemigos principales”.

La derecha, continuaba el análisis del PC, contaba con la ayuda de la CIA y su objetivo era un golpe tipo Pinochet. Su primer ensayo había sido la masacre de Ezeiza (vuelta de Perón). Pero no se investigó (en este punto el PC ni siquiera alude a la responsabilidad de Perón en esa “no investigación”)

Después vino el Navarrazo y los ataques a militantes “peronistas, comunistas, radicales y de otras tendencias” por parte de bandas de civiles armados, que actuaban junto a la policía. De manera que “desde la provincia mediterránea se quiere detonar el golpe de Estado en todo el país” (p. 9). Solo entonces, se observa de pasada que “llama la atención” por qué “las autoridades nacionales, civiles y militares, y especialmente el 3er Cuerpo de Ejército, no intervinieron para restablecer al doctor Obregón Cano, que era la autoridad legítima, secuestrado por un grupo sedicioso”. ¿Llamaba la atención, a la luz de lo que había ocurrido hasta entonces?

En cualquier caso, lo que sigue es en el mismo tono: los grupos de derecha actúan con el apoyo de la CIA, sin que los gobiernos de Perón e Isabel asomen siquiera el radar del PC. De la intervención Lacabanne dice que su labor “es puramente represiva” (ibíd.). De nuevo, ni palabra sobre el rol del gobierno nacional. Del otro lado, el pueblo que avanza en la lucha por la liberación

Al pasar, el documento denuncia a los “grupos ultraizquierdistas” que “bajo el signo de un planteo ‘revolucionario’ echan leña al fuego” y “facilitan la acción de los gorilas, que sueñan con el asalto al poder” (p. 10). En definitiva, es como si el Navarrazo y el accionar de las bandas parapoliciales se desarrollaran en el vacío. Los responsables últimos del terrorismo de derecha, según el PC, eran la CIA, el imperialismo monopolista y la oligarquía terrateniente. ¿El gobierno nacional? Ni palabra.

Sin embargo, el rol de Perón en el ataque a Córdoba, es innegable. A principios de 1974 era imposible que un jefe de policía se rebelara contra un gobierno provincial sin el consentimiento del líder máximo del peronismo, y presidente de la nación.

Más todavía, en las horas previas al Navarrazo Perón, ante la mesa directiva de las 62 Organizaciones y la CGT, había calificado a Córdoba de “foco de infección” (véase Alicia Servetto, “El derrumbe temprano de la democracia en Córdoba: Obregón Cano y el golpe policial 1973-1974”, Estudios Sociales, Revista Universitaria, Año IX, Nº 17, 2º semestre de 1999).

Era un llamado a acabar con la tradición del Cordobazo y del clasismo obrero. Pero el PC silenció el asunto porque reconocer el rol de Perón en el navarrazo, y en el surgimiento de las bandas parapoliciales, equivalía a admitir que era “enemigo principal” del activismo obrero independiente y de todo lo que oliera a izquierda.

Por eso también se silencia el rol de Isabel Perón en el accionar de Brunello y Lacabanne. Más aún, en el folleto de marras es rescatado el interventor Brunello: se afirma que “no responde a las intenciones del grupo golpista del teniente coronel Navarro” (p. 9); y que “ejerció sus funciones procurando que se respetaran las libertades democráticas” (sic, p. 10). O sea, el PC caracterizaba a Brunello como el “ala dialoguista” (digamos, un “Videla modelo 1975-6”) del ensayo cordobés de golpe de Estado.

Colaboración con el enemigo de clase

La no denuncia del rol de Perón e Isabel Perón en la formación y actuación de los grupos parapoliciales estuvo lejos de ser un “olvido” del PC.

Por el contrario, fue el producto de su voluntad de colaborar con la “burguesía nacional antiimperialista y anti-oligárquica”, y con el “movimiento nacional”, su conductor incluido. Por eso, hacia el final del folleto el PC convoca “a todos los hombres y mujeres de la patria, a todos los partidos políticos, a todas las instituciones sociales, sindicales, campesinas, estudiantiles, del empresariado nacional, etcétera, a cerrar filas y forjar un frente sólido, único capaz de impedir el golpe de Estado y hacer avanzar al país hacia la liberación nacional” (p. 14)

Así, en tanto reconocía que los Lacabanne y Navarro, y las bandas parapoliciales preparaban un golpe militar, llamaba a “cerrar filas” en torno al gobierno que amparaba y promovía a los Lacabanne, los Navarro y las bandas parapoliciales.

Digamos por último que el ocultamiento del PC de las responsabilidades de Perón en la represión parapolicial se hizo con uno de los discursos más característicos del reformismo.

El mismo consiste en diluir las responsabilidades en los ataques a la clase obrera de los gobiernos, partidos o dirigentes “progresistas” o “antiimperialistas”, para apuntar los cañones al “enemigo principal”, sean el “golpismo”, el imperialismo (la CIA), o una combinación de ambos. Los gobiernos y líderes “progresistas”, cuando son criticados, lo son por su “inconsecuencia”, o sus “vacilaciones” para movilizar a las masas y “derrotar al enemigo principal”

Lo cual equivale a sacarlos del campo “del enemigo principal”. Para eso, se sobredimensionan las diferencias entre las fracciones al seno del campo burgués, por más tenues que sean; y se disimulan sus afinidades, por más profundas que sean.

Además, y esto es vital, se caracteriza de “golpe fascista” (o “golpe militar”, o “golpe de la derecha”, etcétera, hay para todos los gustos) cualquier movida contra el “ala progresista”, aunque se opere en los marcos de la democracia burguesa, y de la justicia burguesa. Y en un caso estilo Córdoba 1974, se disimula el rol de, al menos, parte de los autores intelectuales de un golpe de verdadera naturaleza “pinochetista”.

En definitiva, en esta particular lógica política, cualquier cosa sirve para preservar la orientación volcada a la colaboración de clases. Es la base para promover “acuerdos para la unidad de acción”, o frentes de unidad nacional. Por eso, no es casualidad que encontremos tantos discursos de este tenor en los tiempos que corren. Como tampoco es casualidad que se siga disimulando el rol de Perón en la formación y accionar de las bandas parapoliciales. Revisar la historia tiene sus peligros para el relato del oportunismo


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