27.ABR.18 | postaporteñ@ 1902

A 100 AÑOS DE LA CONTRA REVOLUCIÓN RUSA:

Por colectivo Fanni Kaplan

 

ÁNGEL PESTAÑA “70 días en Rusia, lo que yo vi”  (6)

 

En el capitalismo estatizado, militarizado y centralizado del leninismo, el pueblo solo servía de comparsa y de coro para las visitas, recepciones y mítines de los delegados que visitaban el país. La regla principal del poder bolchevique era la criminalización generalizada de la protesta. En estas notas constatamos que los obreros industriales que luchan por sus condiciones materiales y lógicamente se oponen a los patrones bolcheviques reciben el peor trato del mundo: la huelga y la resistencia al trabajo son castigados con años de presidios y campos de concentración.

En este caso la represión es justificada por dos razones porque ganan más que otros obreros y por la importancia estratégica imperialista del armamento que fabrican los obreros. Es importante señalar que estas son las clásicas justificaciones de la represión del proletariado por el capital mundial(son las mismísimas razones por las que la derecha y la izquierda reprimen, por ejemplo, al proletariado minero, en todo el mundo)

Por eso es lógico que Pestaña sindicalista y socialdemócrata justifique la represión y solo deplore sus excesos. Esa es la visión que llevó a nivel mundial a que la socialdemocracia, que no era directamente reprimida por el leninismo, apoyara directa o indirectamente diversas formas del capitalismo ruso y del terrorismo de Estado bolchevique

El antagonismo era tan grande entre la burguesía y el Estado bolchevique, por un lado, y la masa popular por el otro, que no era de extrañar que el pueblo imaginase que todos los delegados extranjeros “del proletariado” no eran otra cosa que actores a sueldo de los bolcheviques, para consolidar sus mentiras, su poder. Simplemente al pueblo le resultaba más acorde con todo el despotismo bolchevique, que de socialismo y del comunismo, no tenía más que el nombre.

COLECTIVO FANNI KAPLAN

***

Los dos días que pasamos en Sarátov fueron animados y provechosos. Sólo una cosa les faltaba para llenar nuestra ambición. Que el pueblo, el verdadero pueblo, no aquél que nos servía de comparsa y de coro en nuestras visitas, recepciones y mítines, hubiera también intervenido en los festejos y participado de las demostraciones de contento y algazara que parecíamos presidir con nuestra presencia. En Sarátov, como ya hemos dicho, dejamos el Volga, con harta tristeza por mi parte y tomamos el tren, el mismo que nos condujera de Moscú a Nijni - Nóvgorod, que había sido dirigido hacia Sarátov con esta intención. 

Partimos al segundo día de estancia, ya de noche, hacia Tula. Aún faltaban muchos días para que el Congreso diera comienzo a sus tareas. Por tanto no nos apremiaba llegar a Moscú y optamos por visitar Tula. Tula es también un centro industrial de bastante importancia. Las industrias son de guerra y allí se fabrican los samovares. Visitamos las fábricas de cartuchos, cuyos obreros eran antibolcheviques acérrimos y convencidos. Tres meses antes de nuestra visita, habían sostenido una huelga que perdieron, por lo que los bolcheviques les impusieron condiciones leoninas al volver al trabajo, a más de haber sido condenados a penas que variaban, entre uno y ocho años de presidio, a treinta y cinco huelguistas, considerados como promotores del conflicto

Bueno será advertir—siempre en honor a la imparcialidad más absoluta, y para que no extravíe el juicio de nuestros lectores— que no se tome en su crudeza, ni como arma para combatir a los bolcheviques, el caso de las condenas por la huelga de las fábricas de municiones de Tula. Digamos, sin eufemismos, que nos pareció dura y desproporcionada la condena que el Soviet impuso; pero digamos, también, que la huelga no tenía justificación, además de ser de efectos contrarrevolucionarios en aquel momento. 

Los obreros de las fábricas de municiones de Tula, ya en tiempos del zarismo, gozaban de privilegios y ventajas que no disfrutaban los obreros de otras fábricas. Estas ventajas fueron también respetadas por el Gobierno sovietista, en la proporción adecuada y posible de los salarios y condiciones que para el resto de los trabajadores se mantenían. Y gozando de estas ventajas, hallándose en condiciones de superioridad con relación al resto de los obreros de toda Rusia, ¿qué razón justificaba la declaración de esta huelga? 

Pero hay otra condición que agrava aún más la terrible circunstancia que rodeó a aquella huelga. Hemos dicho que las fábricas de municiones de Tula son las más importantes de toda Rusia, que equivale a tanto como a decir que son las únicas que existían en Rusia para la fabricación de cartuchos, bayonetas y armas cortas del Ejército, por lo que eran las solas proveedoras de estos materiales de guerra. En estas fábricas se acuerda declarar la huelga y plantear el conflicto cuando la provocación de guerra de Polonia a Rusia era algo que todo el mundo preveía. ¿No era esto dejar al Ejército Rojo sin medios de defensa ante el enemigo? 

Digamos siempre que aquella huelga no era posible ampararla en aquellos momentos. No la justificaba la conquista de mejoras, pues la situación de aquellos obreros era mejor que la de todos los obreros de la Rusia Soviética. Y en cambio, con su declaración, podía darse lugar a la invasión de Rusia por los ejércitos reaccionarios. 

Siempre podrá tacharse de excesiva la condena que se impuso a los treinta y cinco obreros considerados como promotores de la huelga; pero la conducta de éstos, como la de todos sus compañeros, no fue ni oportuna ni justa. Como comandante en jefe del sector de las fuerzas del Ejército Rojo que vigilaban y prestaban servicio en las fábricas de municiones figuraba un anarquista, integrante de uno de los grupos anarquistas que existían en la actualidad. Quisimos conversar con él; pero el que no supiera hablar francés, ni nosotros ruso o inglés, que eran los idiomas que hablaba, impidió poderle hacer preguntas acerca de la verdad de lo sucedido. 

Sin embargo, no por él sino por una joven de la localidad, que hablaba el francés correctamente, pudimos cambiar impresiones acerca de la situación del país. La forma de expresarse de esta joven, nos llevó en seguida a darnos cuenta de que nos hallábamos ante una persona nada favorable al bolchevismo y a la revolución misma, por lo que sus manifestaciones resentíanse de la misma parcialidad que las oficiales y oficiosas, aunque en sentido totalmente opuesto. Me confirmó la opinión que yo venía formando acerca de lo que el pueblo ruso, el de las poblaciones que visitábamos, tenía de nosotros.

 Decían que éramos unos cuantos individuos que los bolcheviques habían contratado en Europa, pagándoles espléndidamente, para que representáramos el papel de delegados de los socialistas y comunistas mundiales, y que por eso el pueblo se mantenía a distancia de nosotros y se reía, en su fue- ro interno, de la farsa que representábamos unos y otros. Esta afirmación me fue nuevamente confirmada por muchísimas personas a quienes visité en Moscú. No era, pues, una invención de mi interlocutora, era una verdad, que todo, o la mayoría del pueblo, creía de un modo absoluto. De Tula—y como aún nos quedara tiempo— fuimos a Ivánovo Vosnosiensky, famoso centro industrial textil, conocido por el Mánchester ruso. 

Prescindo, por no cansar la atención con repeticiones, de la descripción de las recepciones oficiales, que también fueron brillantísimas. En el domicilio del Soviet oficial de la villa, conversamos con todo el elemento oficial, al que hicimos preguntas acerca de la situación económica y política de la región. 

—La economía —nos dijeron— es malísima. De los centenares de fábricas textiles que hay en la ciudad y en la provincia, apenas si trabajan dos decenas, y aún no muy intensamente. La mayoría de los obreros y obreras textiles, han tenido que emigrar, dedicarse a otros trabajos, si se encuentra colocación, o bien padecer mucha hambre y miseria por falta de recursos. 

Políticamente, el Soviet se envanecía de ser Ivánovo Vosnosiensky uno de los puntales más firmes del bolchevismo. 

—Aquí, en nuestra población —nos afirmaron— se constituyó el primer Soviet ruso el año 1905, cuando aquel grandioso movimiento revolucionario. Aun no se había decidido ningún partido político a constituirlo, cuando nosotros lanzamos la iniciativa.

Ahora mismo, del Soviet de aquí, han sido designados varios camaradas para presidir los de algunas regiones importantes de Rusia, la de Sarátov entre ellas. Es una prueba de confianza que el partido nos da; y nosotros, acatando sus órdenes, correspondemos con la misma lealtad. 

A una pregunta nuestra, de si ya en 1905 el elemento bolchevique predominaba en Ivánovo, nos contestaron que no; entonces eran los mencheviques y los socialistas revolucionarios los que predominaban. "Aun ahora —afirmaron—, en la revolución de marzo y de noviembre de 1917; eran aquí la mayoría; pero el partido comunista se ha librado de ellos. Algunos se han hecho comunistas; otros se han marchado. Somos muy severos para estos contrarrevolucionarios (1)

Partimos aquella misma noche de Ivánovo Vosnosiensky, y al día siguiente, 14 de julio, a las once de la mañana, llegamos a Moscú. 

En los 14 días que duró la excursión, recorrimos bastantes centenares de kilómetros, visitamos ciudades, pueblos y aldeas rusas, tomamos parte en más de treinta mítines y vimos algunos de los errores fundamentales del comunismo ruso y los tremendos defectos de la centralización comunista. Pero lo que más me impresionó fue la visita a las escuelas-jardín de Simbirsk. 

Cuando allí se me aseguró que sólo los hijos de los comunistas tenían derecho a concurrir a las escuelas jardín, por haber sido sus padres los que hicieron la revolución, la silueta de una burguesía, tanto o más avara y cruel que la destruida, y siempre más interesada por ser nueva y necesitar afianzar su predominio, surgió en mi mente con la rapidez de esas visiones que no se borran jamás.

¡Cuánto quisiera haberme equivocado!

¡Cuánto hubiera deseado que aquello hubiera sido nada más que obra de la fantasía impresionada a causa de los prejuicios que la convivencia forzada en un régimen capitalista pudiera determinar en mí! 


1/ En realidad no se habían “marchado” como le dicen a Pestaña, sino que habían sido fusilados, desaparecidos o encerrados en los campos de concentración.


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