19.MAY.18 | postaporteñ@ 1908

LOS SECRETOS DEL MLN

Por H.FONTANA/ElObservador

 

De todos los movimientos armados que hubo en América Latina, el MLN Tupamaros es el que tiene el archivo más voluminoso. Eso es gracias al trabajo de hormiga que hizo David Cámpora, una especie de tupamaro rebelde, obsesionado por documentar la historia de este aún hoy mítico grupo. Lo trancaron, le temieron, lo negaron, pero él siguió adelante, y ahora editará varios libros.

Hugo Fontana / El Observador 25-11-2006



El contador David “Chichí” Cámpora (1934) ingresó al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros en 1968. En 1972 fue detenido y sentenciado por la Justicia a dos años de cárcel. Permaneció en el Penal de Libertad y en diversos cuarteles hasta fines de 1980. Restaurada la democracia, se editó el libro Las manos en el fuego, acaso el primer trabajo testimonial sobre la dictadura, escrito por Ernesto González Bermejo, cuyo protagonista es Cámpora. Casi 20.000 ejemplares vendidos hicieron de él uno de los tupamaros más conocidos.

El 12 de diciembre de 1980, día del cumpleaños de su hija, se fue para Alemania. Lo sacaron directamente desde la cárcel en el auto blindado del embajador alemán, quien lo subió al avión, custodiado por un militar. Estuvo en Alemania hasta 1985 y de allí viajó a Suecia, donde estuvo ocho meses buscando volver a Montevideo “con algo político en las manos. Lo hicimos a escondidas, para que nadie pensara que aquello era un intento de dirección desde el exterior”

¿La intención era diseñar un proyecto político?

En esos cinco años recorrí Europa teniendo contacto con muchos tupamaros exiliados, y cuando pensaba volver, algunos me invitan a participar en la elaboración de un trabajo que se llamó Rumbo: no línea sino interpretación: ¿qué pasa de ahora en adelante?

¿Ese debate se dio dentro del MLN?

Sí, claro. Retupas, con la vieja línea y un poco desconcertados, como todos se desconciertan ante la derrota: políticamente queda un vacío que se supera mediante la autocrítica. Cuando volví a Montevideo en mayo de 1985, me estaban esperando mi mujer y mis hijos. Yo, que siempre fui un duro, en el lugar donde entregan las valijas no podía dejar de llorar. Había estado un año clandestino, nueve años preso y cinco en el exterior. ¡Quince años! Fue una sensación de ¡cuánto tiempo perdí!

Y allí también me esperaban, discretamente, tres compañeros enviados por Eleuterio Fernández Huidobro y Julio Marenales. “Chichí, te venís con nosotros, tenemos que laburar”. Le digo al Ñato que necesito discutir políticamente, entender qué pasó y adónde vamos. “Dejate de discutir, hay que organizar”, me contesta.

Toda la convicción que tenía cuando ingresé al MLN se había transformado en un montón de preguntas.

¿Ahí comienza la reorganización?

En marzo de 1985; Conventuales es el primer acto de la reorganización. Para entonces se consideraba que los compañeros que estaban en la cárcel y los que estábamos en el exilio no podíamos ser dirección. Esa fue una forma que tuvo la represión de disolvernos: el terror en el país, la distancia en el exilio y el enclaustramiento en la cárcel.

¿Se puede trazar una cronología de esos hechos?

Tanto en el Ejecutivo como en el Comité Central se van acumulando trabajos. En una reunión del Central surgen muchas críticas al trabajo sobre los ilícitos económicos, que se había empezado en 1972 en el Batallón Florida.

Un día el Ñato dice: “Ya que tanto critican, que levanten la mano los que conocen el tema”. Fuimos cinco en treinta. Entonces planteo que hay cantidad de cosas que tampoco sé. Todos estábamos igual.

El Ñato, en su Historia de los tupamaros, llega hasta el 68 y dice que lo siguiente debe ser escrito entre varios. Surge la necesidad de difundir la actividad interna del MLN entre los compañeros para explicarnos qué fue lo que nos pasó. De allí sale la idea de hacer un racconto de los principales sucesos definiendo el dibujo que hace una organización en su desarrollo. El Ñato siempre me había llamado “el hombre de las carpetas”, siempre fui un respetuoso de los archivos, de la memoria, y el Comité me encarga la tarea para su comunicación interna.

En una primera instancia ese archivo tiene carácter oficial.

Exactamente; se resuelve en la Convención. En agosto de 1987 armo el primer equipo y empezamos a discutir un plan de trabajo que se mantiene. Creo haber formado a unos 30 compañeros: el trabajo de archivo es muy tedioso, lo menos romántico que se pueda imaginar, y la gente se cansa, se aburre, se va. Finalmente renté compañeros. Conseguí fondos en Alemania y recorrí un montón de países buscando material.

A fines de 1993 presenté un informe en el que consideraba culminada la primera etapa: consecución, acondicionamiento, clasificación, listado y archivo del material escrito de Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, México, La Habana, Barcelona, París, Estocolmo y Berlín.

Entonces planteo una segunda etapa, el procesamiento del material, sabiendo que lo que resta por obtener tarde o temprano va a llegar. El procesamiento de la información se ata con mi idea de hacer una cronología, que me terminan bochando.

Trabajé años en eso: 400 páginas, un trabajo chino, pero lo voy a seguir hasta que me muera porque facilita a los investigadores de una forma esencial. Y al mismo tiempo hice una cronología básica de unas 35 páginas, tabulada en tres columnas: MLN, Uruguay, exterior.

La tercera etapa propone recoger testimonios para rellenar con sangre viva los espacios vacíos, y empezar la investigación de los sucesos oscuros. Y hay una cuarta, la comunicación de la historia del MLN. Una olla muy rica.

El MLN parece generar una narración cada vez más voluminosa.

Sí. Y la gente que trabaja en algo así se pone impaciente, pero un archivo no da frutos, un archivo sirve. Uno solo obtendrá agradecimientos de quienes lo usan. Hay un equipo de tres investigadores y un acuerdo con la editorial Trilce. La idea es como si fuesen pequeños azulejos, elegimos un episodio en la historia del MLN que nos parezca un buen punto de arranque, y eso se describe en un libro de 175 páginas, totalmente a fondo. Se lee todo lo que haya y se toman todos los testimonios posibles. Se pone el primer azulejo. Todo el trabajo de investigación se hace a partir del archivo, se discute mucho, se va a la biblioteca, se agotan las fuentes. El primer libro será sobre el Casino San Rafael, seis meses antes y seis después del asalto, para explicar el contexto interno del MLN, el de Uruguay y el internacional.

¿Por qué se empieza por el Casino San Rafael, que fue un operativo exitoso?

Es que ya en el Casino San Rafael hay una tremenda crítica política. El operativo se hace a dos días de la Financiera Monty. Está el marketing de la Financiera, esto es propaganda armada, y asaltamos el San Rafael porque precisamos plata. Somos unos tarados políticos, por impacientes, y nadie se dio cuenta. Hoy nos damos cuenta, y con todo amor hay que exponerlo.

¿En qué momento ese archivo oficial se transforma en oficioso?

Hasta 1993 trabajo orgánicamente, hago informes y rindo cuentas. Mi impresión es que el MLN comenzó a sentir un poco de temor con respecto a lo que yo estaba haciendo. Chichí está averiguando mucho. En el medio está lo que digo sobre el caso del peón Pascasio Báez en Las manos en el fuego, libro que fue rechazado por el Ejecutivo.

El MLN no vendió un ejemplar pero todos los derechos de autor de González Bermejo y míos fueron donados al MLN.

También está el tema de Mario Píriz Budes, un episodio que investigo con quien entonces era mi compañera, Gabi Weber, en Asunción del Paraguay y aquí. Quiero entender cómo surge, de la materia prima de un revolucionario, un traidor. ¿Qué es un traidor? Quiero entender; déjenme investigar. Redacté un artículo. Me lo vetaron.

La versión oficial del caso Píriz Budes sostiene que se trataba de un doble agente, un infiltrado

No es así. En lugar de mi artículo, publican uno del Ñato en Mate Amargo, sosteniendo que después de un largo trabajo de investigación el asunto está cerrado. El MLN, de 1985 en adelante, apoya sus pies políticos en el prestigio de la época dura, tiene buena opinión pública, y lo que hoy tiene el MPP es el mismo fruto anterior, más la figura del Pepe.

¿Eso qué le pasó se puede entender como una censura ideológica?

Soy enemigo de las etiquetas, prefiero usar más palabras. En determinado momento Chichí, que es muy leal y muy disciplinado pero que labura a fondo, empieza a destapar algunos tarros desagradables. Jamás pensé darlos a publicidad. Pero revuelvo una olla muy rica donde hay una cantidad de cosas que huelen muy bien y otras que huelen a podrido

A mi entender, la reacción del colectivo fue “no me empañen esta estatua, el pueblo me está mirando”. Por ejemplo, la idea de las mateadas me pareció espléndida, pero la gente hacía preguntas y uno no podía ir a mentir ni a callarse la boca. Y se hicieron las dos cosas.

¿El MLN le quita apoyo orgánico?

No. Fue como una especie de nadie sabe nada, se disolvió en el aire, como decía Marx. Pero fui a Alemania a buscar unos papeles y cuando volví la gente que estaba rentada no había cobrado un peso.

Le pasó como a Trotsky: fue a cazar perdices y cuando regresó Stalin le había desmantelado el despacho.

Ahí va. Pero yo quiero que esto se entienda bien, porque no hay ninguna mala intención; creo que es un gesto político, colectivo. El Ejecutivo pensó: Chichí está por hacer alguna cagada. No me trabaron las manos, pero de hecho eso se fue disolviendo, fui dejando de militar y dedicándome cada vez más al archivo. Mi pequeña huella.

¿Es en ese momento cuando el archivo toma carácter oficioso?

Exacto. Y eso se refleja en una cosa que pasó muchas veces: viene un investigador, habla con Marenales, y él le dice “te conviene ir a lo de Chichí, que él tiene el archivo del MLN”. Entonces lo llamo: “vo, Julio, el archivo es mío, lo hice y lo banco yo desde hace años. Está a disposición de todo el mundo, pero no es del MLN”

Cuando el volumen físico del material recogido fue en aumento, y también el de mi edad, empecé a buscar adonde llevar el material. A instancias de Virginia Martínez, a quien he cooptado autoritariamente como mi sucesora, me reuní con Álvaro Rico, director del Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos (CEIU) de la Facultad de Humanidades. Tuvimos una larga charla y me ofreció un lugar, un largo corredor con matafuegos y deshumificador. Yo puse tres condiciones: que el archivo no perdiera su identidad quedando dentro de otro archivo; que esté siempre abierto a todos los investigadores, y que me permitan seguir trabajando en forma honoraria, bajo la directiva del CEIU. El Consejo de la Facultad agradeció la donación, el archivo es del CEIU y se acabó la discusión con Marenales. Hay un reglamento, nadie puede retirar material más que la gente del equipo, que se llama Documentación y Archivo de Lucha Armada (DALA), DC, David Cámpora.

¿Vienen investigadores del exterior?

De todas partes. Hace poco vino un australiano para una maestría, un estudio comparativo entre el IRA, el Movimiento Independentista de Quebec y el MLN. Se había enterado del archivo por un trabajo hecho por un profesor que dicta en Pontevedra y vino a estudiar. Australia se comunicó con Galicia y llegó a Montevideo. Ha venido gente de Argentina, de Chile, de México, de Estados Unidos. Hay muchos documentos originales, como una carta del Chato Peredo agradeciendo las libras que le mandamos a Bolivia. Con el equipo del CEIU, en dos años el reordenamiento puede estar pronto. Y también quisiera en un futuro poder digitalizar todo el material. Espero vivir lo suficiente para terminar con estas etapas.

¿Qué repercusiones tiene el planteo de Raúl Sendic cuando propone desactivar el MLN y sugiere que los tupamaros se integren a otros movimientos o partidos políticos?

Cuando empiezan las reuniones del Comité Central, él plantea, medio a lo bestia, medio a lo canario como decía las cosas, “¿por qué no disolvemos el MLN?”. En ese momento me indigné. ¡¿Está loco?! Con todo lo que nos costó…

Y también plantea la idea del Frente Grande. Cuando empiezan las reuniones con la gente del exilio, los que salían de la cárcel, los que habían quedado en el país, todos desconfían de todos en el sentido político, no en el de la lealtad.

Con las derrotas pasa lo mismo que cuando se mete un palo en un avispero: se desordena todo, nadie entiende nada y cada uno empieza a diseñar algo que choca con otros diseños.

En el 85 hay problemas de línea y de trabajo con Sendic, y él se fue abriendo de la organización. Pertenecía, iba, pero iba sin ganas a las reuniones del Comité Central. Entonces lanza la idea del Frente Grande y del trabajo Por la Tierra y contra la Pobreza. Esta última fracasó, pero lo que hace Mujica con la 609, abriendo la cancha, Sendic lo quería hacer en el 85, ¡hace veinte años!

Ese era uno de los problemas de los lineazos de Sendic, que uno, en el momento, no los podía entender. ¡Eran tan de futuro!

¿Es entonces cuando Sendic pierde espacio dentro del movimiento?

No, Sendic no pierde espacio. Sencillamente se retira.

 


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