21.MAY.18 | postaporteñ@ 1909

A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA

Por colectivo Fanni Kaplan

 

ÁNGEL PESTAÑA “70 días en Rusia, lo que yo vi” (7)

 

Resulta particularmente significativa la putrefacción humana de los líderes socialdemócratas y “comunistas” que eran invitados para, esos lujosos viajes, en medio de la brutal miseria del proletariado ruso. Al interior de esa miseria, el espectáculo de esos pretendidos “líderes del proletariado mundial”, terriblemente corruptos, simboliza a la perfección lo que fue el leninismo en los hechos

¡Y la terrible realidad objetiva de la dictadura leninista sobre el proletariado

Hasta se explica cómo, el desarrollo de la miseria provocada por la contrarrevolución leninista, había incentivado todas las formas de prostitución: Pestaña constata que los líderes de la “vanguardia del proletariado mundial” pagaba a las empleadas del hotel por los “favores especiales”. Bonita contribución leninista, al hambre del proletariado y a la prostitución generalizada que impone capitalismo. En todo caso, queda bien clarito, que la dictadura total del capitalismo, burocrático, corruptor y prostituyente, no es fruto del estalinismo, como escribirá luego la historia oficial sino del mismísimo capitalismo impuesto por Lenin y Trotsky.

Colectivo Fanni Kaplan

 

Nuevamente en Moscú

El poder abandonar la estación para dirigirnos al hotel, de vuelta en Moscú, resultó harto difícil. Recados y avisos; autos que se anuncian pero que no llegan; imposibilidad de abandonar la estación sin que la orden sea dada. En fin, nos resignamos a esperar.

Por último, a las cuatro horas de espera, se presentaron varios autos y tres camiones. Como no hubiera bastantes vehículos cómodos para todos, se desarrolló una escena grosera y repugnante. El asalto a los autos fue tan brutal, que incluso se quedaron en tierra tres de las seis mujeres que figuraban en la comitiva. Alguien les hizo ver a los asaltantes su incorrección y grosería y algunos descendieron, protestando de aquella irrupción, impropia de hombres que se estimen en algo. Los demás nos acomodamos como mejor pudimos en los camiones.

La vida en el hotel no había cambiado. Sólo hallamos más camaradas delegados; ingleses y franceses. Se anunciaba la llegada de otros, entre los que se contaban los malogrados Vergeat, Lepetit y Lefevre (1) y algunos alemanes; incluso se hablaba de un delegado del Partido Comunista español. Nuestra manutención fue espléndida. Éramos la aristocracia en este sentido. Hacíamos cuatro comidas. El desayuno, que consistía en un trozo de queso, pan y té. La comida, a las doce, compuesta de una sopa de legumbres, un plato de cacha (harina de mijo), otro plato de carne, pato generalmente, pan y té. A media tarde, otra ración de queso, pan y té. Tanto en la ración del desayuno, como en el de la tarde, el queso era con frecuencia reemplazado por el caviar, alimento hecho con huevas prensadas de esturión, muy apreciado en Rusia y en todos los países del Norte. Por la noche, a las diez, cenábamos. La cena solía componerse de los mismos platos que la comida. Diariamente se nos repartía un paquete de cigarrillos y una caja de cerillas, sin hacer omisión de los no fumadores.

Disponíamos también de cuarto de baño, de barbero y de varios autos para cuando necesitásemos trasladarnos al Kremlin o a otra parte. Bien es verdad que el abuso que se hacía de los autos por parte de algunos delegados, privaba a otros de poderlos utilizar cuando les era preciso. Nosotros hemos de decir que preferimos siempre ir a pie. Era más cómodo y no se entretenían los autos en servicios, recreativos a veces. Así pensábamos alguno que otro delegado nada más. La convivencia en el hotel nos hizo penetrar en la psicología de muchos de los que querían ser los futuros dictadores del proletariado de Europa.

Había quienes, diariamente, se hacían servir por el peluquero y si éste no les complacía con arreglo a sus gustos, lo trataban sin consideración, exponiéndole a ser expulsado del trabajo. Alguno hubo que fue a quejarse al Comandante, valiéndole al servidor severas repulsas del superior Jerárquico. No faltaba, tampoco, quien cada noche sacara sus botas al pasillo, como es uso en los hoteles de Europa, para que los "camaradas" de servicio las lustrara y abrillantara, con el subsiguiente agradecimiento en reprimendas del "camarada comunista" delegado, cuando descubría en su calzado el más leve descuido.

Todavía quedaban otros más repugnantes. Explotando el hambre que sufrían las mujeres encargadas de la limpieza del hotel, las pedían favores especiales a cambio de una parte de la ración que a ellos les correspondía¡Cuántas miserias morales!¡Y aquéllos eran, y siguen siéndolo algunos, los continuadores de Lenin en el apostolado de regeneración social!

Como hiciera mucho calor y casi todos lleváramos ropas de invierno, el Comité de la Tercera Internacional tuvo la atención de repartirnos unas "rubaskas" o blusas típicas del país; y algunos delegados que, por las dificultades que tuvieron para llegar a Rusia lo hicieron desprovistos de ropa de repuesto, se les entregó la necesaria. A todo el que lo deseó se le entregó también unas sandalias. Este reparto, que quitaba la posibilidad de recibir algunas prendas— los que las necesitaban más que nosotros las gentes del país, pues nosotros, al regresar a Europa, podíamos proveernos de todo—, desató la avaricia de alguno, al extremo de pedir ropa para sus hijos, que estaban en Europa.

Otro hubo que, por habérsele caído el reloj al suelo y habérsele parado, asedió a Zinoviev durante ocho días para que se le concediera otro.

—He roto el mío —decía—, justo es que me den otro.

Y para terminar con estas miserias morales: nunca olvidaré que un delegado del Partido Socialista Independiente Alemán se quejara a Lenin de la comida que se nos daba, diciendo que aquello "era una porquería", cuando, debo repetirlo, nuestra alimentación representaba un esfuerzo enorme, dados los recursos con que contaba el país y el gobierno.

Quienes así obraban allí, molestando continuamente con quejas y reclamaciones al Comité de la Internacional, y quienes obraban con mentalidad de burgués cuando aún no eran nada, ¿qué harían y cómo obrarían mañana si una revolución les daba el Poder en el país que representaban? Y, además, es que todos ellos son los que decían entonces en Moscú, y aun repiten en Europa, que nosotros tenemos la mentalidad de pequeños burgueses. ¡Qué cinismo!


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