25.MAY.18 | postaporteñ@ 1910

Venezuela / La Abstención Humilló A Maduro

Por varios

 

La abstención más alta en una elección presidencial en 60 años dejó desnudo al gobierno cívico-militar encabezado por Maduro y Cabello. La enorme mayoría de los venezolanos dieron la espalda a la farsa electoral, dejando vacíos los centros electorales y las calles el 20 de mayo.

La imagen de Maduro saliendo de su centro de votación y saludando triunfalmente a una cancha vacía, más allá de la cual se reunían un puñado de militantes del partido oficial, resumió la jornada del domingo.

El 67% de la votación que el gobierno se auto adjudicó palidecen al lado de la abstención oficialmente aceptada del 54%, la más alta en una elección presidencial en la historia del país. Los estimados independientes ubican la abstención por encima del 70%, cifra corroborada anónimamente por funcionarios del Consejo Nacional Electoral a agencias de noticias internacionales. Pese a que las autoridades prohibieron que se filmaran los alrededores de los centros de votación, a través de las redes sociales circularon las imágenes de calles vacías y centros de votación sin colas que delataban una bajísima concurrencia de votantes.

Los mecanismos de extorsión política instituidos por el gobierno, como el llamado “carnet de la Patria”, registrado en puntos de control a las afueras de los centros de votación para constatar si las personas que reciben asistencia social o adquieren alimentos subsidiados participaban en la elección, demostraron su limitada eficacia. Desesperado, Maduro lanzó la propia mañana del domingo la consigna de “Votos o balas” para intentar amedrentar a la población para que participara en la elección. Al final todo fracasó, la mayoría de los trabajadores y los habitantes de las comunidades populares boicotearon la elección.

Tanto el candidato opositor Henri Falcón como el Frente Amplio Venezuela Libre (que agrupa a la MUD y a chavistas opositores como Nicmer Evans y el ex ministro chavista preso Miguel Rodríguez Torres), desconocieron el resultado y plantearon la necesidad de realizar nuevas elecciones.

La bancarrota política de la oposición patronal y proyanqui es total, se niegan a realizar ninguna acción contra el gobierno y llaman a confiar en la presión de gobiernos extranjeros, celebrando el no reconocimiento de la elección por la mayoría de los gobiernos del hemisferio. Los balbuceos incoherentes y el inmovilismo de esa dirigencia, cuyos zigzagueos y vocación negociadora aportaron a la derrota de las protestas populares del año pasado, le han valido un enorme repudio popular, solo superado por el repudio al gobierno de Maduro.

Al celebrar su pírrico y fraudulento triunfo electoral, Maduro pronunció un grotesco discurso en el que aseguró que ahora sí iba a resolver los problemas económicos del país. Luego de más de cinco años gobernando, en los cuales la economía se contrajo a la mitad, recortando drásticamente las importaciones y la producción nacional para sostener los pagos de la deuda externa, hundiendo al país en la hiperinflación con precios que se duplican mensualmente, aplicando una brutal represión con centenares de asesinatos y miles de presos por protestar, forzando a más de dos millones de emigrantes a salir del país para escapar de los salarios de hambre, las perspectivas con Maduro son totalmente sombrías.

El Partido Socialismo y Libertad llamó a la abstención y a la movilización para derrotar el fraude electoral y el hambre. Solo la lucha de los explotados y oprimidos puede derrotar al gobierno e imponer las reivindicaciones de alimentación, salarios dignos y salud para todos, en la perspectiva de un cambio de régimen y de sistema que ponga el poder verdaderamente en manos de las organizaciones obreras y populares.

Simón Rodríguez Porras

Miembro del Partido Socialismo y Libertad (PSL) Sección venezolana de la Unidad Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI)

 

Observatorio Electoral Venezolano 

El pasado domingo pasó lo que tenía que pasar

 

El pasado domingo pasó lo que tenía que pasar. Lo ocurrido no fue sino la consecuencia de un proceso ilegal y apresurado, convocado a destiempo, diseñado con un evidente sesgo a favor de la candidatura del Presidente Maduro, todo lo cual fue ampliamente registrado en sus diversos aspectos por el Observatorio Electoral Venezolano (OEV), así como por otras organizaciones.

Fue el colofón de un proceso que se expresó en nuevas transgresiones a las normas vigentes, emblematizadas ese día por el intento de violar la libertad de los electores mediante acciones llevadas a cabo abierta e impunemente por el oficialismo mediante el uso del Carnet de la Patria, lo que, dicho sea de pasada, constituye la magnificación casi infinita del delito –compra de votos con recursos públicos– que, sin mayores pruebas, se tradujo en su momento en la “des proclamación” de los tres diputados de Amazonas y de la circunscripción indígena sur, electos para la Asamblea Nacional en el año 2015.

Por otra parte, en la tarde del mismo domingo, en actos separados e invocando cada uno sus razones, los candidatos Henri Falcón y Javier Bertucci comunicaron al país que no reconocerían los resultados que un poco más tarde anunciaría el Consejo Nacional Electoral (CNE), a la vez que proponían la realización de una nueva consulta hacia finales de año. Posteriormente, cabe advertirlo, Bertucci reconoció el triunfo del candidato, pero dejando en pie sus reparos respecto a la manera como tuvo lugar la elección.

En una alocución extremadamente breve, el CNE anunció, en efecto, el triunfo del candidato Nicolás Maduro, al tiempo que indicaba que la participación no alcanzaba el 50 por ciento, y sin que durante su comunicación hubiese alguna alusión a la posición asumida por los mencionados candidatos y dejase ver que su grave acusación pudiera tener alguna consecuencia sobre los resultados dados a conocer.

Dentro de este marco, luego de la intervención de la Presidenta Tibisay Lucena, el rector del CNE, Luis Emilio Rondón, declaró  “… su no aceptación a estos resultados…”, destacando “…el incumplimiento a la normativa electoral, así como a los acuerdos suscritos por los propios candidatos…”,  al tiempo que ponía a la orden de los candidatos su oficina “para atender las denuncias y esclarecer” los reparos que se pudiesen tener respecto a estos comicios. Tampoco en este caso hubo declaración alguna por parte de las autoridades electorales, lo que no deja de sorprender.

En virtud de lo anteriormente expresado, el OEV estima que lo ocurrido en el evento electoral del domingo 20 de mayo, dejó en los venezolanos la convicción generalizada de encontrarse ante unos comicios que no cumplieron los requisitos mínimos necesarios para ser calificados de imparciales, equitativos, transparentes y, por ende, confiables. Fue, por tanto, un evento que dejó dudas en las cifras emitidas y que puso de manifiesto las actuales inconsistencias de nuestro arbitraje electoral, derivadas fundamentalmente de su actuación parcializada. Dudas que comenzaron a generarse  desde el momento mismo en que la Asamblea Nacional Constituyente llamo a la realización de los comicios. Tenemos, pues, al Presidente Maduro reelegido en medio de incidentes que cuestionan severamente la legitimidad de su nombramiento.

Después de realizados las pasadas elecciones, el país sigue, entonces, enganchado en su crisis, aun cuando ésta cobró otras dimensiones y características que obligan a los diversos actores políticos a repensar su responsabilidad en la elaboración de los consensos necesarios para hacerle frente  a los graves desacomodos económicos y sociales que confronta Venezuela.


Observatorio Electoral Venezolano 22 mayo 2018

 

VZLA | La rebelión de las bases

 

Tomás Straka * PRODAVINCI, 21-5-2018

En un solo aspecto las elecciones del 20 mayo se desarrollaron según lo previsto por los analistas: Nicolás Maduro ha sido proclamado ganador y buena parte de la comunidad internacional desconoce la legitimidad de los comicios. Pero a partir de este punto las cosas parecieron haber tomado por sorpresa a muchos, comenzando tal vez por el mismo gobierno. La amplitud de la abstención y el hecho de que por primera vez el abstencionismo parece traducirse en un propósito claro ha descolocado a todos los actores del drama.

El 21 de mayo nadie está en el lugar en el que estaba el 20, y la decisión que cada uno tome ante las cifras definirá su destino inmediato y tal vez el de todo el país.

La abstención ha sido una protesta de dimensiones similares a las de las firmas contra la Constituyente del 16 de julio de 2017, pero con dos diferencias: esta vez la protesta vino, en su aspecto más notable, del lado de quienes apoyan (o al menos se creía que apoyaban) al gobierno; y no demuestra seguir un liderazgo. Al contrario, ha rematado algunos liderazgos en declive, como el de Maduro, demostrando cuán hondo es el vacío en este aspecto. El Frente Amplio es el que más puede parecerse a un ganador en la jornada, aunque mucho de su triunfo haya sido por carambola.

Como los opositores no tenían razones para votar, lo singular está en que los chavistas no lo hayan hecho tampoco.

Eso demuestra que el nivel de descontento ya llegó muy adentro entre quienes se consideran chavistas o, en todo caso, están dentro de las redes del gobierno por empleo, ayudas u otra razón; y que Maduro carece de liderazgo en las bases de la alianza de partidos que es el chavismo. No ir a votar podría leerse como una especie de rebelión de las bases contra la dirigencia chavista; la respuesta a las dádivas —bonos, compra de votos, cajas CLAP— y a las amenazas, reales o supuestas, de expulsión del empleo o pérdida de beneficios que en este contexto pueden ser, literalmente, de vida o muerte para una familia.

No siempre la abstención tiene perfiles tan definidos ni se traduce en consecuencias tan contundentes. Desde que comenzó a aparecer como fenómeno en la década de 1980, ha sido objeto de diversas interpretaciones. Hoy sabemos que aquello era el síntoma de un desencanto más amplio por la política, que creció hasta llevar al “anti-político” Hugo Chávez a la presidencia en 1998.

Pero a partir de entonces el acto de abstenerse no estuvo enhebrado con alguna estrategia que le diera un real sentido, más allá de que sus consecuencias, no deliberadas, podrían haber sido importantes en los resultados electorales. Sólo en dos ocasiones se llamó a la abstención como una táctica clara: en las elecciones parlamentarias de 2005 y en las regionales de 2017. En ambas con resultados desastrosos para la oposición.

El chavismo jugando en solitario se alzó con victorias resonantes, incluso en 2017 cuando ya estaba claro que había dejado de ser una mayoría nacional y el gobierno de Maduro ya había perdido el prestigio internacional que siempre acompañó a Chávez. Por eso, el llamado a abstención del Frente Amplio como mínimo generaba dudas entre muchos opositores

¿Por qué insistir en una táctica que había fracasado? ¿Por qué creer en un grupo en el que están los muy desprestigiados partidos de la MUD, a quienes se les acusa de la cadena de reveses vivida por la oposición desde octubre de 2016? ¿No ocurriría como en las otras ocasiones y simplemente Maduro se alzaría con la victoria ante el forfait de la oposición?

La respuesta provenía del hecho de que países claves de la comunidad internacional —Estados Unidos, Europa, Latinoamérica— habían señalado que no considerarían legítimas unas elecciones convocadas en las condiciones que imperan en Venezuela.

Esta postura es un triunfo de la oposición; de hecho, el único real que había tenido desde hace más de un año. Pero esperar a que la presión internacional surta efecto es demasiado para los niveles de angustia de los venezolanos. De allí un dilema que acompañó a muchos opositores: si votaban, avalaban implícitamente al sistema electoral, lo que era un mentís a lo denunciado por la comunidad internacional; y si no lo hacían, les dejaban el campo libre a Maduro.

Así fue cobrando forma la opción de Henri Falcón. Se pensó que tal vez podría convertirse en un sustituto de la MUD, al menos sería alguien con quien dialogaría el gobierno y que, con suerte, podría significar alguna forma de cambio. Falcón se perfilaba como una especie de mal menor, bien porque fuera convocado a alguna forma de gobierno de unidad nacional por un Maduro debilitado, bien porque una votación masiva a su favor pudiera generar un quiebre en el gobierno; o, quién sabe, porque lograra ganar (¡y además ser reconocido ganador!) por algún prodigio del destino.

El hecho de que VTV cubriera su campaña e incluso transmitiera sus cuñas abonaba estas ideas; así como las insinuaciones de Maduro, Rodríguez Zapatero e incluso miembros del equipo de Falcón, de la posibilidad de un gobierno de unidad después del 20. A su vez, el ascenso sistemático de uno o dos puntos por semana de Javier Bertucci, pasándolo de no ser nadie a que todos lo conocieran, terminaba de redondear la posibilidad de un nuevo mapa.

Las encuestas parecían indicar que algo más de un 50% votaría, por lo que el escenario de un Maduro triunfador por la maquinaria y acaso por trampa, junto a dos opositores pro-sistema, empezó a convencer a algunos analistas. Pero eso no ocurrió. No se vieron colas en ninguna parte.

Falcón demostró no tener la fuerza suficiente para sustituir a la MUD y su desconocimiento de las elecciones parece matar la posibilidad de que integre alguna unidad con Maduro (aunque no sabemos qué decidirá en las siguientes horas si este insiste en el llamado hecho por Maduro de dialogar con los dos candidatos). Maduro tampoco puede decir que fue avalado por los votos.

Es evidente que si muchos opositores tuvieron un dilema ante Falcón y otros simplemente habían decidido firmemente no votar, algo parecido estaba pasando entre los sectores que gravitan en torno al chavismo. Que el carnet de la patria tenga 13 millones de personas registradas y que el CNE le haya atribuido cerca de seis millones de votos, dice bastante de la capacidad de movilización de este y en general de todos los sistemas de ayudas gubernamentales. Esas largas filas de personas sacando el carnet de la patria y participando en esa especie de forcejeo entre el PSUV y Somos Venezuela para ver quién inscribe más militantes, dice más de las carencias de los que allí vemos bajo el sol, que de una auténtica militancia.

Ni Falcón pudo convertirse en el jefe de la oposición, ni Maduro parece serlo del chavismo. Es difícil saber, con la información disponible, por qué creó un movimiento propio ad hoc, Somos Venezuela, pero algo debe decir de cómo están las cosas dentro de su bloque. Al cabo, ya está el precedente del mismísimo Henri Falcón. Antes de romper con el chavismo creó su propio grupo regional, Revolución Eficiente (RE). Involucrar a Somos Venezuela con la red del carnet de la patria pone directamente en manos de Maduro la red de distribución de ayudas, lo que potencialmente debilita al PSUV y acaso le haya pasado alguna factura.

Por su parte, el Frente Amplio, que llamó a la abstención, es el que tiene más razones para sonreír: la misma está, según los cálculos, cerca del 52% y era el dato que faltaba para que la comunidad internacional considerase a Maduro un presidente ilegítimo. Pero como vemos, lo que hizo la diferencia en la abstención no fueron los opositores que se quedaron en sus casas, sino los chavistas que probablemente no tengan ni idea de qué es este Frente, o teniéndola les importe muy poco.

Otro que tiene razones para sonreír es Javier Bertucci, que de ser casi un desconocido creció en pocas semanas a más del 10% de los votos. Ya ha reconocido los resultados de las elecciones, por lo que es probable se dedique a hacer crecer su movimiento cohabitando de alguna forma con el gobierno y seguramente aceptando el llamado al diálogo de Maduro, si el presidente insiste en hacerlo.

Gente asustada porque ha oído que el carnet de la patria registraría su voto y así podría perder el CLAP o la pensión, que a lo mejor teme que la llegada de un opositor al gobierno signifique que la desalojen de su apartamento de la Misión Vivienda o la boten del ministerio (basta revisar lo que dicen algunos en las redes para hacer verosímil ese temor), gente, como vemos, con razones contundentes para votar, dijo basta.

O le perdió el miedo a Maduro, porque no le cree nada, ni las amenazas reales o atribuidas; o ya está tan harta que no le importa lo que pase. O incluso actuó dentro de las rivalidades que probablemente hay en el chavismo, con un partido fundado por Chávez y otro por Maduro

Por todo esto el de Maduro parece ser un triunfo pírrico, para recordar una palabra que hizo famosa el “comandante eterno”. Lo deja además de ilegítimo, con una contundente demostración de falta de liderazgo dentro del bloque gubernamental. Tiene poder real y algún margen de acción, pero ante las tormentas que se avizoran por el estado de la economía, el recrudecimiento de las sanciones después de estos comicios y la venganza que la Conoco-Phillips espera cobrar más temprano que tarde, muchos de los que tienen intereses en el gobierno, como China, Putin, y a lo mejor los militares, se estarán preguntando si es Maduro el hombre para seguir adelante. Si la rebelión de las bases del chavismo no le produjo una herida de la que ya no se podrá recuperar.

* Historiador venezolano. Integra el Instituto de Investigaciones Históricas Hermann González Oropeza de la Universidad Católica Andre?s Bello (Caracas) y dirige la maestri?a en Historia en esa casa de estudios.


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