28.MAY.18 | Posta Porteña 1911

El lado Oculto de la Trama Tupamara (cap. 9)

Por Álvaro Diez de Medina

 

El lado Oculto de la Trama Tupamara

 

 Libro de Álvaro Diez de Medina

 

Capítulo IX : Nace el libro

El fin de aquella improvisada tregua produjo la caída del ministro Magnani, quien fuera sustituido el 19 de agosto por Augusto Legnani Rodríguez (1912-1987). Abogado, Legnani reunía amplia experiencia en la cosa pública: había sido representante nacional y senador por el Partido Colorado, se había desempeñado como pro-secretario de la Corte Electoral y ministro del Interior, hasta que fuera designado representante permanente de Uruguay ante la Organización de Naciones Unidas en 1968. Ahora había regresado al país y, temporalmente, se hallaba alojado en el cuartel Palleja, por invitación de su primo y comandante del Batallón Florida (71)

 Legnani constituía la última esperanza del presidente en su procurada tarea de reconstruir la cadena de mando que la lucha antisubversiva diariamente cortaba

El discurso que Legnani pronunciara, empero, por cadena de radio y televisión en ocasión de las conmemoraciones del 25 de agosto, con su tono conciliador y en la misma línea que su antecesor renovó, de inmediato, el abierto desprecio con el que la oficialidad se había comenzado a referir a los “políticos” en general.

* * *

 Por la misma fecha en que el ministro daba sus primeros e infecundos pasos al frente de su cartera, los oficiales del Florida retomaron la presión sobre sus prisioneros: se debía poner fin al conflicto, y lo antes posible. Eleuterio Fernández sugiere que el argumento empleado por el Tte. Cnel. Legnani en este punto habría sido el de que Raúl Sendic debía rendirse ante oficiales del Florida, so pena de caer en manos de no identificados elementos de las Fuerzas Armadas, empeñados en asesinarlo y, para peor, embarcados en el proyecto de establecer un régimen “fascista” en el país.

 Difícilmente contara Legnani con la sutileza argumental necesaria a fin de presentar, en forma convincente y ante un activista avezado como Fernández Huidobro, un escenario de múltiples tendencias ideológicas militares en puja por el control de la situación. Menos verosímil es que retratara alguna de esas facciones como extremista, aduciendo el propósito de moderarla. Lo único indisputable es que los detenidos optaron por salir nuevamente a las calles, en procura de la asediada dirigencia tupamara y, sobre todo, de Sendic.

 Nada nos lleva, sin embargo, a dar crédito a Fernández Huidobro en su presentación de este cuadro. Pero dejemos a un lado el escepticismo, para atenernos a los hechos: a fines de agosto de 1972, los detenidos que ahora encabezaba Fernández Huidobro salieron nuevamente a las calles, con el propósito de persuadir a Sendic de entregarse a los efectivos del Batallón Florida

No había ya tregua alguna, y el objetivo era tan apremiante que los detenidos y sus captores pusieron sobre la mesa la posibilidad de que la entrega de Sendic fuera escenificada, empleando balas de salva, de forma de preservar su halo guerrillero,(72) así como el ascendiente sobre sus cómplices: otro giro en la mendacidad ínsita a esta historia.

Pero esta vez los tupamaros presos llevaban a las calles otra carta: la de una propuesta, formulada por los oficiales del Florida, a fin de que los tupamaros detenidos pudieran “trabajar en el ordenamiento” de lo que Fernández Huidobro describe en La tregua armada como “un vasto material del MLN sobre los ilícitos, material que asombró por su contundencia a hombres que hasta ese entonces no habían tenido oportunidad de verlo y que hubiera impresionado a cualquiera (sic)”

Así es cómo, sobre fines de agosto de 1972, nació el capítulo que protagonizan las que se llaman “comisiones de los ilícitos económicos”

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El primer sábado de junio de 1972, Mateo Amodio había visitado a Héctor en el cuartel Palleja. Le llevaba las novedades, cada vez más tristes, de un hogar golpeado por los problemas económicos, el estigma social, los enconos familiares que, en gran medida, exacerbaran las actividades subversivas de su hijo. Aquel día, sin embargo, sumó un pesar adicional: se había encontrado, pocos días antes, en la calle con la maestra de Héctor y de su hijo Daniel, Selva Pardo, quien le había manifestado pesar ante las noticias que recibía respecto a Héctor, y su contraste con la imagen de niño tímido y sensible que guardaba.

Dolido por aquella noticia, y tras la visita, Héctor tomó la determinación de escribirle a su maestra una carta, en la que trataría de explicarle a aquella mujer a la que tanto afecto le ligaba las razones que lo habían empujado a su atribulada existencia e incierta prisión. Ni bien regresó a la habitación que le asignaran tras aceptar cooperar con el teniente Méndez, comenzó a redactarla, completándola en el despacho del capitán Calcagno.

En el curso de la visita del sábado 17 de junio, Héctor le hizo entrega a su padre de la carta, que resultó bastante extensa. “¡Un poco más, y le escribís un libro!”, bromeó Mateo al recibirla. Al irse su padre del cuartel, Héctor lo había resuelto: escribiría un libro, respecto del cual comenzó a concebir la fantasiosa esperanza de que se convirtiera en un éxito editorial, que le ayudara a comenzar una nueva vida, una vez llegaran a sus manos los dichosos salvoconductos. Hacia fines de julio de 1972 el texto así concebido, de unas sesenta carillas, estaba pronto.

* * *

Aquellos días de Héctor y Alicia transcurrían inciertos y monótonos. Ambos habían creído que el más pronto y puntual desempeño de la tarea que les cometiera Méndez significaría su inmediata salida del país: el transcurso del tiempo, sin embargo, les demostraría que no sería así, y cada día sumaba un nuevo desánimo.

Acometieron, pues, aquel imposible trabajo con la meticulosidad que ambos dedicaran a la organización de sofisticadas tramas delictivas: relevando locales y sus direcciones, aun cuando les constara que muchas de ellas hubieran ya sido allanadas por las autoridades; vinculando nombres a alias; anotando para sus captores las estructuras que componían la sedición, así como los otros detalles que ellos procuraban: en quiénes se había inspirado aquel movimiento, qué desarrollos había tenido, qué libros lo habían orientado, qué núcleos de la sociedad les habían abierto sus puertas(73)

 La amistosa complicidad del soldado, apenas identificado por su apellido, Gómez, quien integrara la “cuerda” que capturara a Amodio, les había dado las únicas satisfacciones de aquel encierro: la devolución del reloj que le fuera arrebatado a Héctor en el apartamento de Maldonado y Gaboto, así como la lista de los detenidos que compartían los S2 de las diferentes unidades militares, y que ahora Héctor y Alicia empleaban, sacando ventaja de la falta de coordinación entre el OCOA y los S2 de las unidades militares, a fin de engrosar el relevamiento de sediciosos.

El fin de la tregua había traído una nueva alteración en sus vidas: Amodio había observado cómo Méndez, Calcagno, y hasta cierto punto el mismo Legnani, comenzaban a mencionarle la posibilidad de ir más allá en el combate militar contra la sedición, arremetiendo contra la complicidad de “los políticos”.

Era imposible, insistía inútilmente ante ellos Amodio, que esos oficiales de baja graduación se arrogaran la condición de fiscales de la República, y menos sin hacerse del poder político que afirmaban no codiciar. De a poco, aquellos oficiales lo iban arrumbando, y con él a Alicia, al dormitorio de Calcagno, cada vez menos interesados en él, cada vez más atraídos por el botín informativo que Fernández Huidobro, Rosencof, Mujica, Cámpora, el periodista Ettore Pierri y otros hacían brillar ante sus ojos.

 * * *

A comienzos de agosto de 1972, Mateo y uno de los hermanos de Héctor, Juan Carlos, viajaron a Buenos Aires a fin de presentarel libro escrito por Héctor en el cuartel y entregado a Mateo en el curso de una de sus visitas, a la redacción de la revista Siete Días Ilustrados. Contra toda expectativa, sin embargo, la redacción de Siete Días Ilustrados rechazó publicar el texto y así, de capa caída, regresaron a Montevideo Mateo y Juan Carlos, quienes se encargaron de darle a Héctor la mala noticia en el curso de su siguiente visita al cuartel: la desazón volvió a apoderarse del prisionero.

 * * *

Preso, atrapado con Alicia en el corazón de la incertidumbre, agobiado por las acuciantes dificultades económicas de sus padres y hermanos, se devanaba los sesos: ¿cómo capitalizar aquellas hojas? Le dio su respuesta a Mateo en el curso de la siguiente visita: tendría que ir a ver al periodista Federico Fasano Mertens, a quien Héctor conociera, en 1965, en ocasión de trabajar para el diario BP Color.

De 31 años en 1972, Fasano era un astuto y ambicioso periodista nacido en Argentina que, invocando su compromiso con lo que llamaba un periodismo “electrizante y sin mordazas” había logrado combinar con éxito y en tabloide la crónica y titulación desembozadamente sensacionalista con una agitación marxista sin pausas, a través de una larga lista de medios de prensa sucesivamente clausurados por las autoridades(74)

 El periodista hacía poco por esconder su activa simpatía por la sedición, pese a su también evidente inclinación al comunismo, lo que no le impidiera haber tejido una extensa red de connivenciasy transacciones con el sistema político que lo tornaran así en algo más que un cronista de acontecimientos: un aspirante a protagonizarlos.

Así narra Fasano su primer encuentro con Amodio Pérez: “Lo conocí a principios de la década del 60, cuando se fundó BP Color, el primer diario off-set de América Latina. Él era dirigente del Sindicato de Artes Gráficas, trabajaba en la sección fotomecánica del matutino, y yo era dirigente de la Asociación de la Prensa, y trabajaba como jefe de noticias en el diario (...) nos hicimos amigos”(75)

El 19 de setiembre de 1972, pues, narra Amodio Pérez que su padre, quien por entonces complementaba su magra jubilación manejando un remise que, en ocasiones, utilizaban Fasano o algunos de sus colaboradores, fue a visitar al periodista, a quien le hizo entrega del manuscrito original del libro, además de una nota cuyo texto vale la pena conocer en toda su extensión: “Petiso”, se dirigía Amodio a Fasano, “la forma periodística se la das vos, no hay problema por eso.

”Lo que te pido que tengas en cuenta, es que hay una real oposición de dos líneas de trabajo: en una estaba Sendic y, en la otra, estaba yo (ni Sendic ni yo estábamos solos, obviamente) pero la responsabilidad del trabajo la asumo yo y nadie más. ”Te digo esto porque de ninguna forma estoy dispuesto a que lo que yo haga, diga o piense sirva para contener una falsa imagen. Otra cosa, como leerás en el ‘prefacio’, esto no quiso ser un análisis político; eso queda para el próximo que estoy pensando y para el que espero también tu colaboración (negritas mías)

”Sobre las acciones, no puse nada porque alarga mucho el escrito y no tengo facilidades para escribir. Lo que puedo hacer es, sobre el cuento de ‘Actas Tupamaras’, cambiar los seudónimos por los nombres verdaderos, pero no creo que sirva y el riesgo es mucho.

”Como va con mi firma, no tengo más remedio que sacar lo de la negociación entre MLN-FF.AA. porque si no me cortan la cabeza. Te reitero pedido de reserva absoluta, con todos, pero en especial con (Ettore) Pierri,que fue detenido y puesto en libertad, pero trabaja con oficiales FF.AA. en investigación de delitos socio-económicos”(76) (cursivas mías).

”El libro sobre análisis lo tendré pronto para enero, más o menos. Acordate: suavizalo, pero que no pierda el sentido. Chau”

Un entusiasmado Fasano, según narra Amodio Pérez, recibió el manuscrito, comprometiéndose a entrar nueva y rápidamente en contacto con Mateo. Fasano, sin embargo, narra en 2015 los hechos de otro modo: “Al comienzo de la primavera de 1972, hace ya 43 largos años”, dice en referencia a Amodio, “su padre, un proletario a quien yo había designado jefe del taller de Impresora Alborada y que había trabajado conmigo en los otros diarios que dirigí hasta que fueron clausurados,(77) me entrega en mi domicilio, frente a la Plaza del Entrevero, una esquela de puño y letra de su hijo Héctor, donde me informa que está detenido en una unidad militar y que quiere verme para sacar un libro con sus memorias. Aclara que tiene escrito un borrador, al que yo debo dar forma periodística y editarlo. Insiste en que quiere explicarme personalmente las razones de su decisión y que, si acepto, la reunión podría llevarse a cabo en el batallón Florida. Le contesté que iba a reflexionar sobre el tema y lo llamaba”. La disparidad de versiones tiene una importancia crucial.

De creerle a Amodio, el 19 de setiembre Fasano habría entrado en posesión de su manuscrito; de creer a Fasano, él se habría limitado ese día a recibir la nota, también manuscrita, de Héctor (“una esquela”), y el pedido de este de una entrevista personal, formulado por su padre (78)

 El manuscrito, por lo tanto y en su versión de los hechos, recién habría llegado a manos de Fasano cuando este se entrevistara personalmente con Héctor, en el cuartel Palleja del Batallón Florida, la noche del 1 al 2 de octubre siguiente.

 En una entrevista que le hiciera, sin embargo, la revista Caras y Caretas, en agosto de 2015, Fasano daría un giro significativamente diferente a los mismos hechos.

En conocimiento de la nota de Amodio Pérez, afirma, así como del pedido de reunión que le formulara Mateo, el periodista se habría de inmediato reunido con su hermano y dirigente del núcleo de izquierda combativa Grupos de Acción Unificadora (GAU), Carlos Fasano, con el dirigente de esa formación, Héctor Rodríguez y, posteriormente, con el candidato presidencial frenteamplista, Gral. Líber Seregni, con quienes habría convenido en mantener el contacto planteado, “a ver hasta dónde llegaba”

Es en ese punto, asegura Fasano, que le dio respuesta a Mateo: aceptaba reunirse con Héctor, pero debía ver antes el manuscrito, “para saber dónde estoy parado”. El domingo 24 de setiembre, agrega en la carta abierta, Mateo “me entrega los originales de las 61 carillas de cincuenta líneas y ochenta espacios cada una, que debían ser transformadas por mí en un libro de trescientas páginas”.

 ¿Cuál es, pues, la versión correcta?

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Comencemos por el texto de la nota. Con solo leerla basta para entender que hace referencia a una entrega que la acompaña: “La forma periodística se la das vos”, comienza, y sus breves párrafos son apuntes que solo hacen sentido en referencia a otro documento.

 “Acordate: suavizalo, pero que no pierda el sentido”, concluye. Pero vale aquí precisar que, además, Fasano brindó dos versiones radicalmente diferentes en 2013 y 2015, y una de ellas nos obliga a creer que, en el curso del primer encuentro con Mateo, no impuso la condición de hacerse del texto, cosa por la que recién optará el 24 de setiembre, y tras las consultas que anota. ¿Con qué sentido? ¿No habría sido esa ronda de reuniones más relevante si Fasano hubiera ido a ellas con el texto del manuscrito en la mano?

Ahora vayamos a lo que habría recibido ese 24 de setiembre. Un documento, él mismo aclara, de 61 carillas, de cincuenta líneas y ochenta espacios cada una: solo que, en realidad, lo que recibiera fue un manuscrito de puño y letra de Amodio Pérez, no un texto mecanografiado a “ochenta espacios”(79)

 Se trata, en suma, del manuscrito que Fasano asegura en la misma entrevista de Caras y Caretas haber presentado, el 28 de setiembre, en original o copias fotostáticas, al Gral. Líber Seregni, los senadores Zelmar Michelini, Juan Pablo Terra (1924-1991), y Rodney Arismendi (1913-1989), al dirigente socialista José Pedro Cardoso (1903-1997) y a Héctor Rodríguez (1918-1996), así como al escritor Mario Benedetti (1920-2009) al día siguiente: “ahí informé sobre el contenido de los apuntes (sic) y la posibilidad de mi encuentro con Amodio en el Cuartel Florida” (cursiva mía)

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Otro ángulo expone la debilidad de la versión de Fasano. Asegura, textualmente, en su carta abierta, que recibió de Mateo una nota “donde me informa que está detenido en una unidad militar y que quiere verme para sacar un libro con sus memorias”.

Nada de eso, sin embargo y según vimos, figura en la nota(80)

 La versión más verosímil de este incidente parece ser, pues, la que propone Amodio: el 19 de setiembre de 1972, Mateo Amodio habría entregado a Federico Fasano el manuscrito, acompañado de una nota, también manuscrita. Fasano de inmediato habría activado sus vínculos políticos a fin de compartir esa información y, muy probablemente, habría distribuido entre estos copias fotostáticas del manuscrito (81)

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Aceptemos la versión de Amodio, o la de Fasano, lo cierto es que en la noche del 1 al 2 de octubre de 1972 tuvo lugar la reunión entre ambos, en el cuartel Palleja.

Según refiere Amodio, tras recibir de su padre en el curso de la visita la solicitud de un encuentro por parte de Fasano, se dirigió al capitán Luis Eduardo (Pescado) González, a quien le preguntó si podría recibir a “un periodista”. Sin mostrar mayor interés en el tema, el capitán González le habría dicho que sí, sujeto a que no lo supieran ni el Tte. Cnel. Legnani, ni el capitán Calcagno.

En la no menos curiosa versión de Fasano, fue el mismo capitán González quien recogiera al periodista en un taxi en el domicilio de Mateo Amodio. El taxi habría dejado a los pasajeros en las inmediaciones del cementerio británico, sobre la Avda. Rivera, desde donde ambos se dirigieran, a pie, hasta el cuartel. Ya en él, y siempre según Fasano, el capitán González, en compañía de otro oficial, lo condujo hasta una habitación, en la que se hallaba Amodio. Según este, la habitación en la que se entrevistaran era la que oficiaba de dormitorio del capitán Calcagno.

Los términos de aquella entrevista están también en disputa. La versión que de ella da Fasano formó parte de un acta, labrada el 4 de octubre siguiente, en el domicilio de la madre del senador Wilson Ferreira Aldunate, Fortuna Aldunate de Ferreira, en Constituyente 1436, piso 8 (82)

 Amodio, naturalmente, la disputa, y muy especialmente un supuesto intercambio respecto a pagos que habría hecho el prisionero a los capitanes a fin de “sacar el libro” del cuartel, o la participación de estos en el lucro que generara el libro, estimado en un millón de dólares, o en la finalmente frustrada oferta argentina de pagar 120.000 dólares por el manuscrito.

 En aquellas circunstancias, es razonable concluir que estas referencias del acta son manifiestamente absurdas: el propósito de Amodio al enviar el manuscrito a Fasano era, precisamente, el de explorar su publicación y venta, y no podía ser nunca el de entregarle al periodista un manuscrito ya supuestamente tasado en la fantasiosa suma de un millón, o siquiera ciento veinte mil, dólares (83)

Concentrémonos, entonces, en las coincidencias de ambas versiones y las explicaciones más razonables al episodio: los oficiales no habrían estado al tanto del hecho de que el manuscrito original había abandonado el cuartel, ni de quién exactamente era Fasano; el periodista le habría recriminado a Amodio que el manuscrito contuviera información incriminante respecto al Partido Comunista y a dirigentes políticos, a lo que Amodio le habría respondido que no se trataba de información novedosa, sino ya registrada en actas de los testimonios brindados por otros sediciosos presos, así como en documentación confiscada.

Amodio habría descalificado toda acusación de traicionar al MLN, y lo habría hecho en base a los testimonios de detalladas declaraciones, ya brindadas por otros detenidos como Píriz Budes, copia fotostática de las cuales ofreció a Fasano, tras sacarlas del armario de trabajo del capitán Calcagno.

Y respecto a las cuales, le habría informado a Fasano, aspiraba a que fueran el apéndice documental de su libro. A estas coincidencias, Amodio agrega algo que Fasano niega: las copias que le habría dado a leer aquella noche habrían correspondido a los testimonios de Píriz Budes, así como a los igualmente elocuentes de tres sediciosos más: Eleuterio Fernández Huidobro, Mauricio Rosencof y Jorge Manera.

En lo que sí vuelven a coincidir ambos es en que Fasano le habría preguntado a Amodio: “¿no te estarán usando?”, a lo que este le habría respondido que ya tenía negociados los términos de su salida del país, y que precisaba del dinero que generara la publicación del manuscrito a fin de reiniciar en el extranjero su vida con Alicia. Fasano habría pasado, pues, buena parte de aquella larga noche que diera comienzo entre las 10 o las 11 de la noche del día 1º y hasta el amanecer del día 2 de octubre, leyendo ávida y apresuradamente los testimonios que Amodio le ofreciera: debía abandonar el cuartel antes del cambio de la guardia y la llegada del capitán Calcagno.

Al retirarse, le habría asegurado a Amodio que pensaría en la propuesta.

Su insistencia, sin embargo, en que el detenido expurgara del manuscrito toda referencia al Partido Comunista, a los dirigentes políticos y, muy especialmente al senador frenteamplista Enrique Erro (1912-1984), le habría hecho entender a Amodio que su amigo finalmente no lo ayudaría: sin esas referencias, el libro carecía de todo sentido

 Y así se lo habría hecho saber esa noche a Alicia, sumido otra vez en el abatimiento.

 No tenía idea del follón que había armado.

 notas

71/  La frondosa imaginación conspirativa de Eleuterio Fernández aderezaría este hecho, atribuyendo la permanencia de Legnani en el Palleja a su temor a ser asesinado: algo inverosímil, dado su alejamiento del país e irrelevancia política en 1972. Del mismo modo, lo ubicará en sus relatos tras las puertas y atento a los pormenores de la tregua: varios detenidos han testimoniado no haber siquiera sabido que Legnani vivía en el cuartel mientras buscaba apartamento a su regreso de Nueva York, y él mismo ha declarado a Caula y Silva en 1986 haberse enterado de los rumores de una tregua por comentarios de su primo y “de algunos diputados y senadores”, ya siendo ministro de Defensa Nacional (Alto el Fuego. La obra completa, Ediciones B de Bolsillo, 2013, págs. 185 y 186)

72/  La tregua armada, ed. cit., fascículo 4, pág. 121. En 2017, y entrevistado por la revista Caras y Caretas, Mauricio Rosencof insistiría: “Nadie negoció nunca ninguna rendición incondicional. Nunca. Eso es falso”. (6 de mayo, 2017) Convenientemente, se abstiene de referir el debate que, al interior del grupo de presos, se abriera en torno a los diferentes alcances de una “rendición incondicional” y una “capitulación”

73/  Claramente informado por una fuente militar, Álvaro Alfonso refiere en su Jugando a las escondidas. Conversaciones secretas entre tupamaros y militares, Montevideo, s/f, pág. 114, que “el cabecilla tupamaro (Amodio) tenía una oficina donde trabajaba como un oficial más; sobre una mesa contaba con decenas de pequeños papeles diseminados con direcciones de locales clandestinos del MLN-T, y de dirigentes que aún se mantenían prófugos”. No se menciona a Rey Morales.

74/  Podría, de hecho, argüirse que se trató, en realidad, de un único medio de prensa que, bajo los sucesivos nombres de Extra (clausurado en junio de 1969), Democracia (clausurado en julio de 1969), De Frente (clausurado en abril de 1970), Ya (clausurado en febrero de 1971), La Idea (clausurado en setiembre de 1971) y El Eco (clausurado en diciembre de 1971), sostenía la línea editorial de promocionar las actividades de la sedición y sembrar sombras y sospechas sobre todos y cada uno de los actos gubernamentales con el poco escondido propósito de generar el cierre de la publicación, y así poder registrar otro ataque a la libertad de expresión.

75/  Entrevista publicada por la revista Caras y Caretas, 22 de agosto de 2015

76/  Pierri era un periodista tupamaro que trabajaba para Fasano en el periódico De Frente, y publicaba regularmente artículos en el semanario Marcha. Integrará, en 1988, la redacción del diario continuador de los anteriores, La República, dirigido por el mismo Fasano.

El incontestado texto contiene, pues, estos valiosos indicios: (a) Amodio estaba al tanto de las por entonces interrumpidas negociaciones en torno a la primera tregua; (b) Amodio percibía que estaba en su interés el que no trascendiera información alguna respecto a esas negociaciones; (c) Federico Fasano estaba al tanto de las negociaciones entre tupamaros y militares (y, presumiblemente, a través de su empleado, Pierri); (d) Fasano para nada insistirá, una vez los pormenores en torno al libro escrito por Amodio se hicieran públicos, en este crucial aspecto de la carta. Nadie, en efecto, estudiará su rol en la provisión de materiales para los “trabajos” de la segunda tregua.

77/ Héctor Amodio sostiene hoy que esta afirmación de Fasano es falsa, y que la vinculación de Mateo Amodio con Alborada SA y el propio Fasano estaba limitada al servicio de remise que, tras su jubilación, Mateo le prestaba en un Plymouth 1956 que había comprado a Erwin Schuler, esposo de su cuñada Nélida Pérez Aiello.

78/ En 2013, y en una carta abierta dirigida a Amodio Pérez desde las columnas de La República, Fasano sería tajante: “(Mateo) no me entregó en ese momento ningún manuscrito salvo una nota escrita por él, en letras de imprenta, pidiéndome la reunión. Jamás pedí yo entrevista alguna

79/  Tal como resulta de la fotocopia ampliada del manuscrito que él mismo exhibiera al aire en el curso del programa televisivo Código País de Canal 12, el 3 de setiembre de 2015 ‹https://www.youtube.com/watch?v=fJxmiW0-sr4›

80/  En setiembre de 2015, finalmente, Fasano comienza, en el curso de su debate televisado con Amodio en el ya citado programa Código País, una reflexión sobre aquella jornada afirmando: “cuando tu padre me entrega los manuscritos, las 61 carillas de cincuenta líneas cada una, de ochenta espacios… bastaba leerlas para darse cuenta de lo que estaba pasando…”

 81 / En 1986, entrevistado por los periodistas pro tupamaros Nelson Caula y Alberto Silva para el libro Alto el fuego, el Gral. Seregni rememoraría aquellas jornadas de esta manera: “Fasano me acercó aquel manuscrito, sin posibilidades en aquel momento ni de verlo en profundidad, ni de sacar conclusiones. Lo vi, pero no lo tuve el tiempo suficiente como para poder extraer cosas muy claras”. No mencionó el Gral. Seregni la nota de pocas líneas de Amodio Pérez, sino el manuscrito

82/ Nelson Caula, Alberto Silva, Alto el fuego. La obra completa, Barcelona, 2010, págs. 186 a 278

83/ Desacredita esta versión el mismo Fasano en las idas y vueltas de su narración en referencia a la reunión. En el periódico Última Hora (presentado como diario que meramente “se imprime en la editorial de la que es propietario el propio Fasano”), se hizo referencia al hecho de que Fasano había “concurrido a reuniones (sic) secretas realizadas (sic) en el Batallón de Infantería No. 1, donde habría mantenido largas entrevistas (sic) con Amodio”. “Finalmente”, reza la nota, “el libro (de Amodio) no fue publicado pues el propio Fasano rechazó el ofrecimiento que en ese sentido le realizó Amodio y una importante editorial extranjera” (Federico Fasano, Paren las rotativas, 1973, págs. 763 y 764, negritas mías)


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