08.JUN.18 | Posta Porteña 1915

CARTA ABIERTA AL SECRETARIO GENERAL DE LA OEA

Por giocondaBelli-C.Grigsby

 

¿Cómo nos pide “fortalecer las instituciones democráticas” de la dictadura de Ortega, si no hay democracia?

 

Gioconda Belli  / CONFIDENCIAL - 7 junio 2018

Estimado Señor Luis Almagro:

Comprendo que sea difícil para usted asimilar que Daniel Ortega, uno de los nueve dirigentes de la Revolución Sandinista, se haya convertido en dictador.

La hermosa gesta de nuestra revolución opaca la mirada de quienes aún piensan que el FSLN que retornó al poder en 2007 en Nicaragua, es el mismo que apoyaron en los setentas y ochentas.

Por desgracia este espejismo confunde a quienes imaginan que en Nicaragua hay una izquierda que merece su apoyo. La mampara de los símbolos los ha llevado a ignorar en nombre de la ideología los hitos que han revelado la verdadera naturaleza de Daniel Ortega, un hombre que ha cedido sus principios en afán de conservar el poder absoluto que ostenta.

Su gobierno ha sido, sin duda, muy hábil en disfrazar las maniobras que le han permitido un dominio total sobre el Estado nicaragüense y sus instituciones. Tan es así que hasta usted parece negarse a las evidencias de su actual desgobierno. Yo creo, don Luis, que sus llamados a la legitimidad democrática de unas elecciones no son censurables.

Usted, como secretario de la OEA tiene razón de defender esos mecanismos civilizados y desear que esta crisis se solucione con elecciones. Pero usted debe también abrir un poco el entendimiento para ver con quién está tratando. Quiero llamar su atención señor Almagro, sobre hechos que muestran la naturaleza del Daniel Ortega, que ha sido capaz, desde el 18 de abril, de mandar a disparar contra manifestantes desarmados, causando la muerte de más de 120 personas en 48 días de protestas pacíficas en nuestro país.

Ortega y Murillo han desatado una campaña de odio. Paramilitares, fuerzas policiales y anti-motines son enviados cada noche con licencia para matar, a sembrar el caos. No es la primera vez que sucede. Desde 2008, esta táctica de lanzar pandilleros contra las demostraciones de descontento ciudadano la hemos vivido en carne propia muchos nicaragüenses. Hemos sido vapuleados mientras la policía observaba y garantizaba la impunidad de estos ataques violentos.

Así, mediante el miedo, controlaron nuestros gobernantes durante estos once años las calles del país. Ahora las quieren recuperar haciendo lo mismo. Excepto que esta vez la gente ha perdido el miedo. La extendida y constante presencia del pueblo en las calles, a pesar de estos castigos y asesinatos cotidianos, ha llevado al Orteguismo a perder toda mesura y a recurrir a falsedades para encubrir su responsabilidad. En un país que ha estado en paz, el más “seguro” de Centroamérica, el eufemismo de llamar “bandas delincuenciales” a quienes protestan es su manera de permitirse licencia para agredirlas y tratarlas como criminales.

La gente se defiende con piedras y morteros caseros. Se les ataca con matones pagados y personal que porta armas militares y que tiene la pericia y los fusiles Dragonov de francotiradores que matan a sangre fría.

¿No ve usted acaso en ello la repetición del guion venezolano donde se manda a saquear y a hacer desmanes a grupos de matones para acusar luego a los que reclaman democracia? Eso mismo está sucediendo en Nicaragua. No en balde Daniel Ortega es aliado incondicional de Venezuela y también de Cuba, dos países que usted califica de dictadura.

Daniel Ortega y su esposa son personajes afiliados a la doctrina de que “el fin justifica los medios” Esto lo hemos aprendido por las duras los nicaragüenses. El y su esposa han tergiversado y manipulado nuestra historia, nuestros valores. Daniel Ortega es un hombre cuya hijastra lo acusó de abusar sexualmente de ella desde los 11 años; un hombre casado con una mujer que hizo un pacto con él y actuó contra su hija a cambio de una cuota de poder. 

Daniel Ortega es un hombre que fue capaz de acusar de traición e incitar el odio entre las bases sandinistas contra sus propios compañeros. Personas honestas, héroes de la revolución, han sido calumniadas y perseguidas. Quien se opone a Ortega es maldecido y acusado de toda suerte de mentiras. Yo misma aparezco como terrorista en un video que han distribuido recientemente.

Daniel Ortega es un hombre que pactó con el presidente Arnoldo Alemán, condenado por su corrupción y saqueo del Estado para poder ganar las elecciones en primera vuelta con el 35 y no el 45% de los votos como estaba establecido. Para ganarse a la Iglesia Católica, pasó de ser ateo a ferviente cristiano, y le cedió a su némesis Monseñor Obando y Bravo, la prohibición absoluta del aborto terapéutico en nuestro país, derecho que existía desde el siglo XIX, para las mujeres cuyos embarazos representaban riesgo para sus vidas. Fue con los votos del FSLN que se reformó y pasó esta ley en la Asamblea Nacional.

¿Cómo va a llamarse democracia, Señor Almagro, un sistema donde no hay separación estado-partido, donde se remueve a una diputada del FSLN electa popularmente por abstenerse de votar a favor de conceder a un empresario chino el derecho para construir un canal interoceánico por nuestro territorio, una concesión de soberanía con múltiples repercusiones que la Asamblea orteguista aprobó en cinco días?

¿Y qué decir de los fraudes electorales, en las municipales de 2008, y en la reelección inconstitucional de 2011, resultado de un proceso viciado como pudieron comprobar organismos internacionales? Esa maniobra permitió a Ortega obtener una mayoría suficiente en la Asamblea para cambiar la Constitución y poder reelegirse indefinidamente.

Y es que la Asamblea, la Corte Suprema y el Consejo Supremo Electoral funcionan como instrumentos partidarios para hacer lo que se les manda. Carecen absolutamente de independencia, lo mismo que la Policía cuyos códigos y los del Ejército fueron cambiados para que incondicionales de Ortega fueran reelectos como jefes una y otra vez.

Sería muy largo, Señor Almagro nombrar las muchas tretas y maniobras con que la pareja Ortega-Murillo ha ejercido un poder cada vez más absoluto y concentrado en ambos. El nombramiento de Rosario Murillo, como vicepresidente es inconstitucional. Otra muestra de irrespeto a la legalidad y de la voluntad de esta pareja de establecer un poder dinástico.

Se lo puedo decir, es cierto, y publicar esta carta en los pocos medios independientes, pero ni esta carta, ni el reporte de la CIDH llegarán a ser conocidos por la mayoría nicaragüense pues la pareja presidencial y sus hijos son quienes controlan la mayoría de los canales de TV y las radios que abarcan todo el país. Cierto que recibieron a la CIDH, pero pídales que publiquen el informe con sus conclusiones y recomendaciones y verá que poco caso le hacen. Somoza también recibió a la CIDH después del genocidio en 1978.

Ayer como hoy, la presión popular y el deseo de que usted creyera en ellos, los obligó a hacerlo. Usted conoce de primera mano que en 2015 Ortega anunció que no admitiría observación internacional de las elecciones. El acompañamiento que admitió de la OEA no impidió la maniobra que anuló a la coalición de partidos que sí podía competir. En 2016, durante la segunda reelección consecutiva de Ortega, ustedes presenciaron una elección donde sólo Ortega podía ganar, pues no tenía competencia, y el electorado respondió con una masiva abstención. Los trucos los hicieron y ustedes sólo fueron testigos de un proceso cuyo contenido fue vaciado de antemano.

¿Cómo pedirnos, Señor Almagro, que en estas circunstancias aceptemos el  acuerdo que ha suscrito con el Gobierno, a espaldas de la sociedad nicaragüense, para “fortalecer las instituciones democráticas”  de la dictadura de Ortega?

¿Cómo pedirnos que no reclamemos una libertad que se ganó en una guerra larga y dolorosa que costó más de 50,000 muertes en los años 70 y 80? Un reclamo de libertad refrendado por el heroísmo de todos los caídos durante nueva revolución pacífica.

No dudo, Señor Almagro que usted quiera la democracia y que su posición sea guiada por buenas intenciones, pero en este caso, se ha equivocado. Lo que demanda Nicaragua es que la OEA condene la matanza de Ortega y apoye a la mayoría del pueblo nicaragüense en su reclamo de lograr la renuncia de Ortega y Murillo, para facilitar, a través de una transición constitucional, un gobierno que organice, con la ayuda de ustedes, un proceso electoral confiable y transparente, para elegir nuevas autoridades a la mayor brevedad posible.

Como mujer, como madre nicaragüense, unida al dolor de tantas madres que han perdido a sus hijos en esta ola de represión que no cesa, le escribo esta carta abierta para rogarle que deje de oxigenar a este gobierno que, cercado por su propio pueblo, utiliza su aval para seguir con sus desmanes y causar la muerte de más nicaragüenses.

Espero que reflexione, que se quite la venda de los ojos y deje que el pueblo nicaragüense cumpla con su futuro y con los miles de muertos que nos exigen no permitir que se entronice otra dictadura en nuestro país.

Lo saluda,
Gioconda Belli

    

¿Qué decirle a Luis Almagro?

 

En el siglo XXI al monstruo de las dictaduras le han crecido nuevas cabezas. No se engañe pensando que todas son iguales.

 

Carlos F Grigsby / CONFIDENCIAL 8 de junio 2018

Ahora que queda cada vez más claro que la OEA es la última aliada de Ortega y Murillo, la postura de Almagro con respecto del gobierno —que hasta ahora me había inspirado una ligera incredulidad— ha recrudecido para mí en verdadera y obcecada curiosidad. Me hallo a menudo preguntándome a mí mismo: más allá de las amonestaciones y aspavientos con que se le ha interpelado con bastante inutilidad, ¿qué se le podría decir?

A ver si lo entiendo, señor Almagro. Usted, un hombre de izquierda, fue nombrado secretario general de la OEA, una organización cuyos fines han sido siempre cuestionados por alinearse con los intereses del país que provee el 60% de su presupuesto anual, los Estados Unidos.

Usted aceptó ese puesto y poco tiempo después condenó públicamente, con la vehemencia que le es característica, al régimen de Maduro, sorprendiendo incluso al departamento de estado. Por su nueva postura fue duramente criticado en su país Uruguay; pero en el norte se dice que el otrora partidario del castrismo y el chavismo le insufla nuevo aliento a una organización en sus últimos estertores.

Los ciudadanos normales y corrientes vemos con suspicacia los gestos de los políticos. Por lo general, creemos ver en ellos personas de una ambición mayor que parecieran tener un olfato agudo para la oportunidad y un pecho frío para la doblez. Por eso los nicaragüenses escépticos piensan que entre usted y Ortega hay algún acuerdo debajo de la mesa

Pero quizá haya algo más a su renuencia a ver en este largo gobierno una dictadura. Quizá haya un hombre de izquierda que, a pesar de haber condenado al chavismo y al castrismo —y como resultado haberse vuelto uno de sus principales opositores en el hemisferio— quiera todavía salvar el proyecto de la izquierda en Hispanoamérica.

Usted ha visitado Nicaragua más de una vez. En esas visitas estoy seguro de que Daniel Ortega siempre le ha mostrado buena voluntad para negociar. Por eso, en una entrevista reciente, usted argüía que la disposición del gobierno a recibir a la CIDH, a aceptar la implementación de un grupo independiente de expertos que den justicia a los asesinatos, y a pedir la renuncia de Roberto Rivas, expresidente del CSE, son todas muestras de una apertura al cambio y a la negociación que lo descalificaría como régimen dictatorial. Como buen político, usted sabrá que, para realmente comprender la coyuntura de un país, hace falta conocer el contexto desde adentro. Déjeme darle una explicación desde adentro.

Para que el gobierno mostrara la buena voluntad de invitar a la CIDH, que arribó a Nicaragua el 17 de mayo, hicieron falta 30 días de protestas cruentamente reprimidas y 72 muertos, de los cuales 17 murieron de un disparo en la cabeza, 4 en el cuello y 13 en el tórax

También hizo falta que, al iniciar las protestas, el gobierno censurara sin éxito los principales medios independientes del país; digo sin éxito pues las redes sociales llenaron el vacío de información que la censura buscaba producir. Además, el 16 de mayo, un día antes de que llegara la CIDH, Ortega dio un discurso en una mesa de diálogo con distintas facciones representativas de la sociedad civil, en cuyo contenido no reconoció los muertos ni asumió responsabilidad por los hechos.

No obstante, como bien sabe, el reporte de la CIDH fue contundente: 76 muertos y más de 800 heridos. Al persistir las protestas y al persistir los asesinatos, Ortega se fue quedando solo. No solo perdía el apoyo de votantes sandinistas, sino también el de sus aliados en las cúpulas económicas. Como resultado, el 30 de mayo Ortega recibió una carta de los consejeros del COSEP, entre los cuales se encuentran los hombres más poderosos del país

En los párrafos de esa carta los consejeros le instaban a un adelanto de elecciones; así, su rompimiento con todos los sectores de la sociedad, salvo los integrantes de su partido que ocupan importantes cargos públicos y dirigen la policía nacional, era definitivo.

Un día después vendría la renuncia de Roberto Rivas, el segundo hecho de «buena voluntad» que menciona usted en la entrevista. Desde febrero de este año Rivas no desempeña sus funciones en el CSE, gracias a una reforma electoral que tuvo lugar debido a las graves sanciones que le fueron impuestas a éste por los Estados Unidos, quien lo acusa de cometer actos de corrupción significativa y graves violaciones a los derechos humanos

Como me dijo una amiga querida, hacer que Rivas renunciara era «como patear a un caballo muerto.» Si usted se fija bien, las fechas no son casualidad; irónicamente, la OEA se ha convertido en la última aliada del presidente, de manera que él debe hacerle concesiones para mantenerla de su lado. Además, el cronograma de reforma electoral que ustedes proponen le daría al gobierno valiosos meses en el poder —por lo menos hasta enero de 2019, y no sabemos cuánto más—, además de conferirle entretanto una legitimidad democrática que le es absolutamente desmerecida.

En la crisis actual Nicaragua no aguanta hasta enero de 2019, señor Almagro. El país está sumido en un auténtico estado de terror, ya que el gobierno ha permitido que al caer la noche las pandillas y los narcotraficantes impongan su anarquía. Sin mencionar que la aparición terrorífica de cadáveres de jóvenes en Medicina Legal y en la siniestra Cuesta del Plomo da señas inequívocas de que existe una persecución en contra de los involucrados en las protestas (no en vano la CIDH ha tomado medidas preventivas de seguridad con los líderes universitarios)

Esto se vuelve aun más preocupante si consideramos que el comunicado oficial del gobierno lanzado el 31 de mayo, en el cual rechaza cualquier responsabilidad de violencia en el país, así como la existencia de fuerzas de choque y grupos paramilitares afines a él, contradice directamente el informe de la CIDH. ¿No ve usted una grave contradicción allí? ¿No le inquietan esos gestos turbios?

Ahora bien, ¿que este gobierno ha invertido mucho en salud, en la construcción de escuelas, en infraestructura, en la rehabilitación de espacios públicos y en electrificación rural, al menos bastante más que los anteriores gobiernos? —Sí. ¿Que en la oposición actual hay muchos oportunistas con su propia agenda política que quieren aprovecharse de la crisis del país? —Sí.

¿Que ha habido violencia de los dos lados, así como falsa información de ambas partes? —Innegable. Pero ponga los hechos en la balanza, señor Almagro, y sopese cuántos jóvenes han muerto en comparación con cuántos policías.

Si descree de la falsa información que se difunde, vea la retórica que utilizan los medios oficialistas en comparación con la de los medios independientes. Vea los videos que atraviesan las redes; compare las marchas del gobierno y aquellas autoconvocadas. Lo exhorto a que se informe, y a que escrute esos gestos que usted considera «muestras de buena fe».

En el siglo XXI al monstruo de las dictaduras le han crecido nuevas cabezas. No se engañe pensando que todas son iguales


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