30.JUN.18 | Posta Porteña 1922

NOTAS de Democracia y dictadura: el sostén del estado (4)

Por Rodrigo Vescovi/Ecos

 

Capitulo V.2.4

 

Sobrevivir en la Cárcel

 

Notas

191. JCJ de las FFAA, 12-13

 192. Lectura de Massera. Actas de la Asamblea General, 19 de noviembre de 1969, A.G., 37

193. «Fue su último contacto humano, antes de entrar en el mundo de la oscuridad, del silencio y de los ruidos insensatos, donde el tiempo es otro, donde el cuerpo es otro, donde todo adquiere un orden y una lógica en la que uno no es nadie» Maren y Marcelo Viñar, 1993, 24

194. VVAA, Represión y olvido 1995, 40-41

195. VVAA, 1981, 8. Otros agentes de la represión iban inclusive más lejos. Como sus colegas argentinos y chilenos, abogaban directamente por la desaparición y asesinato de los disidentes. En 1981 un coronel y juez militar, preocupado por la inmensa campaña internacional por la liberación de los presos políticos de Uruguay, señalaba: «Tenemos mil seiscientos problemas porque no tenemos milseicientos muertos». Rosencof, 1987, 6. Quizá la tradición civilista y pacífica del Uruguay condicionó a que los represores buscaran más la destrucción psíquica que física

196. Tejera dice que «hubo quienes vivieron la cárcel de distinta manera. Para Patricio, el Chileno, fueron unas vacaciones, leyó y comió igual o mejor que nunca». Y una ex presa, entrevistada por Graciela Jorge, manifiesta que cuando cayó presa se lo tomó «como una vacación, tanto y tanto había vivido en esos últimos meses; la muerte de mi compañero, el redoblar la militancia por él y por mí, el consolar a los compañeros inconsolables; y yo, sin permitirme desmayar, sin permitirme llorar»

197. La carta de León Lev a Tochi y Sandra Mariana, continua: «Las buenas calificaciones escolares son expresión de su inteligencia, fruto del esfuerzo de mami, y también, ¿porqué no, una demostración de cariño por mí, porque saben que me alegran mucho, me hacen sentir muy, pero muy orgulloso.» León Lev, 19.

198. Graciela Jorge, 133

 199. Benedetti, 1986, 16

200. Una de las obras más estremecedoras se titula Memorias del Calabozo, Tomo I y II, escrita por Eleuterio F. Huidobro y Mauricio Rosencof y editada en el estado uruguayo por TAE y en el español por Txalaparta

201. VVAA, 1981, 8.

202. Maren y Marcelo Viñar, 1993, 24

203. «Las visitas y las cartas eran tan restringidas –declara Ubaldo Martínez—que el tabaco, al ser el único nexo que nos quedaba con el exterior, los milicos lo utilizaban como medio de tensión»

204. Una luchadora social viajó a la prisión en la que estaba su compañero, ella no obtuvo permiso para pasar, sus hijos sí. A los pocos días el preso le escribía. «Si aunque no te hubiese podido tocar, por lo menos te hubiese visto. Pero no importa, sé que estás bien. Alguien, te vio, te describió, eras vos, me sentí mejor.» Carta del archivo del autor

205. VVAA, 1981, 46

206. «El grado de convencimiento tiene mucho que ver con la actitud que se adopta. Años después, cuando nosotros hicimos un balance en ese sentido, nos encontramos con un hecho estadístico en el penal de Libertad que fue verificado por nuestros compañeros médicos y que resultó paradojal. Ahí donde estaba el grueso de la población carcelaria más pesada en eventuales años de cana, aunque no fuera estrictamente matemática, había cierta correspondencia entre más cana y más compromiso, entre causas más pesadas y menos problemas psicológicos que en otras partes del penal donde estaba la gente más liviana, la que tenía perspectivas de salir. Muchos de ellos habían caído medio por accidente. Esto nos está diciendo que la fortaleza psicológica tiene cierta relación con el grado de convencimiento. A mayor convencimiento, a mayor compromiso interior, mayor fortaleza.» Manifestó Mujica. Campodónico, 122

207. Las guardianas eran prisioneras «comunes» que llevaban muchos años y tenían enormes condenas. Con ese trabajo policial, les acortaban las penas y obtenían privilegios gastronómicos

208. Benedetti, del poema «Ciudad en que no existo»

 209. «Nosotras sentíamos la necesidad de compenetrarnos con otras situaciones y también, que se conociera la nuestra y así fuimos cimentando relaciones ricas y perdurables. El trabajo [impuesto en la cárcel] fue un tópico obligado de conversación, porque dentro de un panorama general donde reinaba la injusticia, era quizás el punto más sentido. Comentamos con ellas lo que nos saltaba a la vista sobre las condiciones laborales carcelarias, su escaso pago, su obligatoriedad, el ritmo que se exigía. Poco a poco, fuimos tomando de común acuerdo con la mayoría de las presas, algunas medidas tendientes a la autoprotección y a la protesta. Enlentecimos el ritmo del trabajo y disminuimos la producción. También empezamos a conversar en el horario de trabajo. No era una conversación estridente, simplemente tratábamos de humanizar la situación. Hicimos una pequeña comisión para plantear nuestras exigencias a las monjas [las responsables de la primera prisión adonde encerraron a las luchadoras sociales]: dos presas comunes y dos políticas hicieron su debut comunicando a la encargada que no estábamos dispuestas a seguir trabajando en esas condiciones [...]. La encargada tragó saliva y se retiró escandalizada

210. Sendic entablaba largas conversaciones con gauchos que habían sido arrestados, acusados de haber matado a otro hombre en un duelo. Fernando O’Neill, quien tendrá una destacada participación en la resistencia de los años sesenta y setenta; se hizo anarquista en su largo presidio a mediados del siglo XX, gracias a luchadores sociales como Boadas Rivas. Ver al respecto su libro de memorias: Anarquistas en acción

 211. Actas de la Asamblea General, 464

212. Graciela Jorge, 108

 213. Tras la exitosa fuga de «Bidegain por Bidegain», en la que –en una visita y, al parecer, sobornando o amenazando a los guardias– dos hermanos se cambiaron las ropas, otros presos utilizaron la táctica del «cambiazo». En febrero de 1972, en una cárcel argentina, Víctor Fernández Palmeiro se fugó. En su lugar se quedó su hermano Gonzalo, que nada tenía que ver con la organización en la que militaba Víctor, el PRT

 214. Citado en las Actas de la Asamblea General, del 12 de agosto 1972, 464

215. Es muy difícil saber con exactitud cuántos planes de fugas no se llevaron a cabo. El ministro del Interior avisó del descubrimiento de dos de ellos: «En la semana de turismo fueron descubiertos, y felizmente conjurados, dos planes muy inteligentemente elaborados. Por uno de ellos se procuraba la evasión de delincuentes comunes de la penitenciaría de Miguelete mediante la voladura de una pared del establecimiento. Se hallaron cargas de pólvora y otros elementos destinados a provocar ese suceso. Fue interceptado también –y obra en poder del Ministerio– otro plan para facilitar la huida masiva de las señoritas sediciosas alojadas en el Departamento Central de Policía. Este plan fue encontrado por la policía femenina al revisar a la esposa de un detenido por delitos comunes, que pretendió introducirlo al penal en la vagina.» Actas de la Asamblea General del 12 de agosto 1972, 464

216. Detalles de las fugas de las mujeres en Graciela Jorge, Historia de 13 palomas y 38 estrellas / 217. Graciela Jorge, 90-91 / 218. www.nodo50.org/fau/Revista/ll/ll4/Lucha13.htm

219. En referencia al siguiente párrafo «En efecto, el secreto de la cuestión de los presos, en un momento en el cual los aparatos represivos actúan muy selectivamente, buscando a los agitadores, a los que realizan acciones violentas, a los que difunden consignas correctas, a los que propagandean como se hace una molotov o cualquier otro tipo de arma casera, es el de la lucha y la solidaridad con los presos que cayeron porque son culpables de luchar, de atacar al estado». Texto nº 2. Archivo del autor

220. «Uno de los factores que transformó los penales en lucha democrática [fue] que el nivel político que nosotros llevamos –sigue explicando Lev, pero ahora refiriéndose a mediados los años 75, 76, 77...–, la presencia masiva de los comunistas, transformó los campos de concentración y los penales militares en expresión de lucha de presos políticos. Eso fue lo que cambió cualitativamente. Porque además, nuestra metodología no fue la de la resistencia física, sino la de la resistencia política y la resistencia ética. Por eso discrepamos con los métodos de otros compañeros, huelgas de hambre, creyendo que la acción pasaba por llamar la atención. Ante el exterminio físico y psicológico, nosotros demostramos que nuestra actitud era la mejor manera de derrotar al fascismo.»

221. Ver «Contradicciones entre organizaciones». «No es casual –anota Mercado– que, hasta bastante entrado el período de la dictadura vos sintieras que las organizaciones de izquierda plantearan que los presos políticos existieron en el Uruguay a partir del 73, se sindicaba como presos políticos después de 1973. Y que siempre la reivindicación de los presos políticos caídos antes del golpe de estado, era una reivindicación problemática.» Entrevista inédita del 3 de diciembre de 1987 de Milita Alfaro a López Mercado. Texto nº 26, archivo del autor. Ricardo recuerda que, en un principio, quienes reivindicaban la lucha por la liberación de presos por luchar, como los tupamaros, eran «Ariel Collazo, Alba Roballo y cuatro más»

222. Graciela Jorge, 109

 223. Mujica analiza aquella situación. «Los balances son necesarios, pero digamos que no son las cárceles los lugares más adecuados para hacerlos. Con el correr de los años, la vida de la cárcel va creando una sociedad fragmentada, subdividida, llena de culpas que se echan los unos a los otros. Colmada de interpretaciones que cumplen el papel de pulverizar al otro y antagonizar, en lugar de tener en cuenta el valor de la lucha común que los terminó juntando a todos [...]. Y a mi juicio, las compañeras tuvieron una actitud mucho más inteligente que los compañeros. Las más conscientes trataron de manejar las cosas de tal modo que en el penal hubiera un cuadro, el de los mamelucos, frente al de los uniformes. No se plantearon un funcionamiento político, sino uno de resistencia. Hicieron todo lo posible para evitar que alguien se quebrara, no lo regalaban, trataban de recogerlo, de ampararlo. Y además, trataron de evitar los inevitables antagonismos que se dan en situaciones duras, los vieron como parte de un precio a pagar, los sobrellevaron con inteligencia. Me parece que la experiencia de los hombres fue distinta, mucho más conflictiva. Vista con perspectiva, la actitud de las compañeras fue la más inteligente. En el penal se entró en la revisión, en el enjuiciamiento.» Campodónico 125 y 126

 224. Enrique Rubio, en el artículo «Héctor Rodríguez (1918-1996). Un gigante al servicio del pueblo» recordaba su presidio junto a uno de los mayores líderes sindicales. «Los años que compartimos, con Héctor y con otros compañeros, en la celda 263, nos marcaron para siempre. Allí nos enseñó, entre otras cosas, lo que él consideraba la clave de la política: el análisis de la coyuntura; la idea de que la gente se une o divide por lo que sucede realmente, más que por las grandes ideas o valoraciones del mundo. De ahí la importancia de la táctica aplicada con sentido estratégico; mediante sus historias veíamos su capacidad para generar grandes movimientos colectivos de participación directa -movilizaciones, plebiscitos, huelgas- en torno a pocas banderas. [...] “Militaré hasta que salga el último preso político”, dijo Héctor cuando fue puesto en libertad.»  

Citado en www.brecha.com.uy/numeros/n569/hector.html

225. También fueron importantes los numerosos ejercicios físicos y de vista. Uno de ellos era el fijar la mirada en un objeto cercano y luego en el horizonte, así sucesivamente. La falta de la infinidad de perspectivas, que uno contempla cuando no está preso, puede ser peligroso, mental y visualmente. Al igual que la ausencia de referencias de tiempo y de espacio. La denominada tortura blanca, utilizada en varias de las cárceles más modernas de los países democráticos, suprime toda referencia de tiempo y espacio, a través de un ambiente indiferenciado y carente de vida: luz artificial las veinticuatro horas, muros blancos con ángulos redondeados, contexto aséptico –sin cucarachas ni arañas–, ausencia de objetos y de contacto con presos y carceleros, y vigilancia a través de cámaras

226. En el capítulo «Los hijos de los luchadores sociales» se explica la cantidad de regalos artesanales que los niños recibían de sus padres presos. Ricardo, en una de las cartas que escribió desde su celda a su compañera, con fecha del 28 de agosto de 1972, hace referencia a unos dibujos para sus hijos. «Cuídenlos, ¿no se podrá forrarlos en nylon y colgarlos en el cuarto de los nenes? Otros tan lindos no voy a mandar porque como te imaginas yo no los hice y el dibujante tiene muchísimos pedidos.» Texto nº 25, archivo del autor

227. Recuerda que a veces llegaba una entraña y entonces se planteaba la discusión de qué hacer, cómo repartirla entre todos. «A veces se hacía y se picaba ahí entre los cocineros, pese a las críticas de «individualistas reaccionarios» que venían después»

228. Se le preguntó a Montero: «¿Había distinción con respecto a la solidaridad entre los presos según a qué organización pertenecían?». «No, no había –contesta él-. Nos intercambiábamos libros, yo le pasaba [a uno] los trabajos de medicina, los de economía. No había ninguna diferenciación. Había una discusión sí, porque ya estaban los disidentes, los denunciantes, la línea de los blancos, que venían por el hijo de Pivel Devoto. El gurí de Pivel que se había abierto hacia una cuestión más nacionalista. Todas eran salidas románticas para descargar responsabilidades sobre lo que ya pasó. Había actitudes así. Lavar su pasado.»

229. El artículo «La historia de los muchachos suecos y uruguayos detenidos en el Uruguay. ¡Torturados, encarcelados y condenados!» detalla los linchamientos a los que son sometidos algunos de los detenidos, en el período actual. En concreto, varios hijos de luchadores sociales acusados de efectuar un robo.

En la página www.muchachos.cjb.net se encuentra mucha información del caso de estos jóvenes y en www.melodysoft.com/cgi-bin/foro se narra lo que les sucedió el 27 de septiembre de 1999: «Empiezan a torturarlos para que firmen las declaraciones en los que se los inculpaba en el robo. Los terminan destrozando. Golpes en los testículos. Paseos por los pisos de la comisaría arrastrados de los pelos. Trompadas. Patadas. La peor parte se la llevaron los hermanos Giménez, por ser gringos e hijos de exiliados políticos. Pero la más grave lesión fue la que recibió Miguel (el hermano menor), cuando un oficial le ordena que se arrodille, y al estar éste esposado en un escritorio, no puede hacerlo, entonces esta “persona” lo tira al piso y le pisa la cabeza. En ese momento Miguel siente como una explosión. Era su oído. Luego de un año, Miguel a veces escucha y otras tantas, no. No recibieron asistencia médica.» Antes de 1968 también había malos tratos en las cárceles uruguayas. Algunos de los tupamaros que fueron detenidos –como presos comunes, pues escondían entonces su afiliación política—como José Mujica en 1964, afirman que si bien no había tortura como método aplicado a los interrogatorios, las palizas eran brutales. En 1956, en el marco de una huelga de obreros del tambo (granjas de producción de productos lácteos) varios huelguistas, acusados de acciones contra los rompehuelgas y esquiroles, fueron arrestados y heridos gravemente con sables en una comisaría, teniendo que ser hospitalizados, antes de pasar casi cinco meses en la cárcel de Florida

230. En episodios como el motín de Libertad del año 2002, en el que los reclusos destrozaron el interior del penal, los presos rompieron el aislamiento y el individualismo dominante y pasaron a organizarse, a solidarizarse entre ellos y a establecer criterios comunes

 231. Resulta evidente que en la cárcel no todo fue fraternidad, las presos vivieron las actitudes positivas y negativas propias de los seres humanos en las situaciones límites. «Lo pasaron a un galpón donde los prisioneros ya no estaban incomunicados. Allí aprendió de la grandeza y mezquindad que, como en cualquier grupo humano –pero amplificado–, pueden tejer las relaciones de treinta y tres sujetos encerrados» Maren y Marcelo Viñar, 1993, 30

232. Graciela Jorge, 110

233. Blixen, 285

234. Blixen, 284

235. Graciela Jorge, 100

236. Silva y Caula, 85. Reflexión de los autores

237. Debido a la presión internacional, al cabo de un tiempo, fue autorizada a entrar y hablar con los internos. Pero fue incapaz de atenuar las agresiones. En 1973, en Libertad se produjeron las situaciones y diálogos, narrados al detalle en el film Los ojos de los pájaros. Los reclusos, cuando estaban delante de los delegados de esta institución humanitaria, denunciaban las torturas y les hablaban de sus preocupaciones y las de sus compañeros. Hasta que un miembro de la Cruz Roja se enteró que todas las conversaciones eran escuchadas y les propuso a sus colegas denunciar la situación. –Si lo hacemos –le contesta uno de los responsables– no nos dejaran entrar más. –Entonces, ¿de qué sirve que estemos aquí?

–Para testificar, al menos, lo que aquí sucede. Esta difícil situación que vivían los prisioneros y los delegados de las asociaciones por la defensa de los derechos humanos provocó que un entrevistado manifestara: «La Cruz Roja, en vez de servirle a los presos, les servía a los milicos» y recordase la visita de otra delegación en misión humanitaria, «cuando los milicos los dejaron solo con Almirati, Bergara y algún otro, el tipo dijo: “Aquí pueden hablar con confianza porque soy del PC francés y Almiratti dijo algo así como: “Éste es el peor de todos, es del partido de los patrones, del imperialismo francés”.

Hay que saber que por esa época se había dado todo lo de Argelia y la represión en Francia de los militantes argelinos con la complicidad de todos los partidos»

 238. Alba Antúnez, Raquel Dupont, Grazia Dri, Flavia Schilling, Lia Maciel, Stella Sánchez, María Elena Curbelo, Cristina Cabrera, Yessie Macchi, Mauricio Rosencof, Eleuterio Fernández Huidobro, José Mujica, Jorge Manera, Henry Engler, Adolfo Wassen, Jorge Zabalza, Julio Marenales y Raúl Sendic

 239. «Dice el diccionario que un rehén es una persona que queda en poder del enemigo como garantía o fianza mientras se tramita la paz, un acuerdo, un tratado [...]. Para comprender la dimensión de la insania basta incorporar este dato: durante once años, cuatro mil días con sus respectivas noches, fue alimentada una maquinaria que, ni por un minuto (y fueron 5.760.000 minutos) dejó de molestar, de provocar, de atosigar, de insultar y destratar a nueve hombres que ni siquiera podían hablar entre sí, que no veían la luz del día, que comían en el suelo, que defecaban en un balde. No hay delito que justifique ese tratamiento. Para una persona normal es difícil imaginar las explicaciones que instalaron esa fábrica de la inhumanidad. La búsqueda es extenuante: no hay coyuntura política, crisis interna, amenaza exterior que explique la continuidad, la perseverancia de esa abyección. Hubo, sin embargo, una razón –además de la venganza que retrata de cuerpo entero a los vengadores– para la constancia de los once años: los cuerpos especiales y las unidades militares que custodiaban a los rehenes cobraron suculentas compensaciones suplementarias. No es pequeña la novedad: ese refinado mecanismo de destrucción lenta, paulatina, progresiva de un ser humano, era también y quizás en primer lugar, una cuestión de lucro. Bien: incorporado el dato, las indignidades se nos hacen “entendibles”. Se puede encontrar una razón para el sadismo diario del vigilante que, en el cuartel de Colonia, cumple la misión de golpear permanentemente la puerta del cubículo donde Sendic está metido: un plus salarial.» Blixen 291 y 292

240. Debido al pequeño error de localización de Zabalza y sobre todo a las fuentes que apuntan que en la actualidad Henry Engler sufre un deterioro psíquico provocado por lo padecido en su largo encierro –ver al respecto Campodónico, página 124 de la primera edición del ensayo biográfico sobre Mujica, quien afirmaba: «Padece una enfermedad psiquiátrica y vive en Suecia»– se hizo necesario aclarar este asunto. A través de una carta con fecha del 27 de enero de 2002, de respuesta a su amigo Pedro Montero y destinada a esta obra, el mismo Henry matiza, desmiente y explica lo sucedido. «Querido Perico: Te mando unas líneas para tratar de dar un poco de claridad al tema. No me trastorné en Colonia sino en Paso de los Toros. Fue allí donde me agarraron las alucinaciones auditivas. Sobre lo que aparece en el libro Mujica, de que hoy estoy enfermo síquicamente, mandé una carta pidiendo explicaciones al Observador. Campodónico se disculpó por haber escrito una información incorrecta, pero así lo entendió de sus entrevistas a Mujica. Yo le dije que me parecía mal que no se hubiese informado mejor y él me dijo que no lo consideró necesario dada la seriedad de la fuente (Mujica). En la segunda edición del libro se introdujo la corrección de esa parte y allí se dice que estoy trabajando como médico en Suecia [...] En cuanto a mi cristianismo, el pastor empecinado en contactarse conmigo era mormón, un montevideano muy sencillo, pobre de recursos materiales, que tenía abierta su casa a los que eran más pobres que él. La casa estaba llena de necesitados que vivían allí. Se llama Aguilar y fue amenazado varias veces para que cortara su relación conmigo. Le permitieron escribirme, pero nunca verme. Utilicé el libro de Mormón para quedar enganchado a la realidad, porque había caído en la idea de ser un nuevo Mesías, y el libro me trajo muy de a poco a la realidad. Pero el resultado fue que “sentí” y me di cuenta de la existencia de Dios, cosa que sin duda, es lo más notable que me ha sucedido jamás. No ejerzo ninguna religión particular [...] Voy alguna vez por año a cualquier iglesia que sea, (podría ser una mezquita), para sentir físicamente una proximidad con Dios, pero ejerzo mi fe totalmente en forma individual, con el derecho de cada viviente de acceder a Dios personalmente y sin intermediarios. Respecto a cómo uno se define, estamos de acuerdo en esas líneas de Perico: soy un tupamaro cristiano sendicista. Para mí, tupamaro es el que siente en carne propia la injusticia cometida contra cualquier ser humano, en cualquier parte del universo y reacciona contra ello. Cristiano es el que sabe que Dios es. Sendicista es el que sabe que los hechos nos unen y las palabras nos separan. El que quiere para su hermano lo mejor de lo que quiere para sí mismo. El que cree en el mensaje humano, en el impacto del ejemplo. [...] Abrazos. Henry.»

241. Blixen, 292. Autor, que en la página anterior explica que Bordaberry, en 1975, realizó una declaración que circuló en todas partes menos en Uruguay, en respuesta a las cartas difundidas mundialmente de intelectuales preocupados por la salud de los rehenes y las condiciones inhumanas de su encierro: «”Ninguno de ellos es rehén, como le han informado a usted […] Se encuentran alojados en una cárcel modelo” ¿Cómo hacía Juan María Bordaberry para comulgar en misa todos los domingos? ¿Cómo hacía el sacerdote para que no le temblara la mano cuando le ofrecía la hostia?»

 242. En 1972, Ricardo, a través de una carta, pedía a su compañera «pastillas para dormir más fuertes, tomé tres y no dormí en toda la noche (es importante que sean fuertes). Me querías arreglar con chirolas y a veces ni con dos o tres valium lo podía hacer». Texto nº 25, archivo del autor. En la misma carta y ante el ofrecimiento de un departamento de la Universidad para que diera clases, el recluso expresa otra de las durezas de su presidio: la incertidumbre sobre el tiempo que estaría encerrado: «sobre si aceptar o no el cargo hay que tener en cuenta que no tengo ni la menor idea de hasta cuándo estaré preso y que al tomar el cargo no le quite el lugar a ningún compañero»


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