18.JUL.18 | Posta Porteña 1927

Mapa de un Engaño

Por Alvaro Diez de Medina

 

El lado Oculto de la Trama Tupamara

 

Libro de Álvaro Diez de Medina

 

Capítulo XIV

Historia de una obra apócrifa

El máster

 

La que aquí he denominado versión máster (y corresponde al texto conformado por los dos juegos de fotocopias consignados en el Archivo Cámpora) da comienzo de la misma forma en que se transcribe en el libro La piel del otro, pág. 11:/138

“En 1963, la izquierda no alineada en el Partido Comunista había alcanzado la madurez necesaria como para comprender que el proceso electoral en nuestro país, de ninguna manera permitiría el advenimiento de un gobierno popular”. Cuatro párrafos más adelante, sin embargo, se da ingreso a la página numerada en el máster como I.b, y que resultará eliminada de todas las publicadas versiones posteriores. La transcripción de este texto es pertinente.

Revela la intención editorial de quien compusiera el máster, al tiempo que exhibe sus pretensiones literarias, pese a infligir al lector un estilo pomposo y sin méritos, empeñado en dar a su Amodio una voz petulante: “(...) que hipotequé a lo largo de 10 años. Me limito apenas a consignar hechos que hablan por sí solos, y que creo que son capaces de ilustrar sobre las causas profundas que determinaron la debacle del MLN.

A pesar de que muy a menudo esas causas se reflejaron en incidentes que pueden parecer insignificantes (manuscrito interlineado: anecdóticos o meramente) personales, detrás de ellos estaban latiendo con toda su carga destructiva las (manuscrito interlineado: razones que provocaron) nuestra destrucción. ”Siempre he sido un luchador. Solo puedo relatar las cosas desde la óptica de un militante, de un hombre de acción. Luego vendrán los ‘teóricos’ (manuscrito interlineado: que se juegan únicamente en el plano de las ideas, y tratarán de llenar) los vacíos que esta historia pueda haber dejado. (Interlineado manuscrito:

Pero toda esa teoría deberá pasar inevitablemente por estos hechos, que hasta ahora un falso sentido del poder político ha condenado al secreto. Yo creo en el efecto positivo de su divulgación, porque su divulgación es una tarea que compete a todos los uruguayos bien intencionados y (ilegible) porque es importante que todo lo que atañe al MLN se conozca. Para evitar la caída en los mismos errores, el mismo infantilismo que hoy nos acusa. No existen movimientos o grupos políticos indestructibles.

Así sirvan estas revelaciones únicamente como llamado de atención para quienes todavía están en la cima, o para los que recién se inician en ella (sic) en cualquier parte que estén, me doy por satisfecho. En lo personal, solo pretendo que se sepa quién es realmente Héctor Amodio Pérez, y disipar totalmente las absurdas calumnias que me acusan, como forma engañosa de lavarse las culpas.

 Creo, repito, que los hechos son demasiado elocuentes como para que yo deba tomar mi defensa). ”Luego de varias reuniones, los distintos grupos que a mediados de 1963 participaron en las tratativas para formar un movimiento armado que abriera un nuevo y dinámico frente de lucha, logran ponerse de acuerdo para integrar una Comisión Coordinadora (sic) integrada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, el MAC, la FAU y el Partido Socialista.

Por el MLN participa (Washington) Rodríguez Belleti ((a) El Flaco), por el MAC Eleuterio Fernández Huidobro”. Estos párrafos, escritos por alguien que claramente no pertenecía al MLN, según lo revela su referencia a una “Comisión Coordinadora”, resultaron expurgados de la versión final, en tanto la primera página se incluyó con leves retoques

El párrafo que comienza, en Fontana 13 así: “... por los anarquistas Mauricio Gatti y por el Partido Socialista …”/139 es, en realidad, el comienzo de la versión más depurada del texto. A partir de allí (Fontana, 14), el autor volverá a hablar de la “Coordinadora”, a la que, por lo demás, le adiciona el comentario de que se la purificaría, “hasta poder convertirla en el Movimiento Nacional de Liberación (sic) que deseábamos”… algo que nadie comentara hasta entonces, ni comentaría después, y se daría de bruces con la improvisada realidad que fue urdiendo el movimiento subversivo

Tanto los “guiones”, como el máster, nuevamente exhiben la no pertenencia de su autor al MLN /140

 Su arrebato imaginativo, por lo demás, se despliega en ocasión de tratar el asalto al Club de Tiro Suizo de Nueva Helvecia, el 31 de julio de 1963. Haciendo referencia a un episodio poco conocido, como lo era el accidente de automóvil que daría a la Policía el primer indicio respecto a los autores del robo, el autor de la versión expresa que ese caso, así como el robo de la armería de la calle Galicia, “iba a dejar evidenciado quiénes estábamos constitutivamente preparados para la acción directa” (Fontana, 13) /141

La nota manuscrita que en este punto se suprimiera comentaba: “entiendo que decir constitutivamente pueda parecer un término excesivamente emocional para hablar de un buen o mal papel de un guerrillero en un operativo, pero (ilegible) nosotros incubados en una prolongada etapa de formación teórica, que genera un miedo visceral a la acción, el compromiso en el campo de los actos concretos”

* * *

Veamos las ofuscaciones del texto en todo su despliegue.

En Fontana 13, el máster se refiere a la actuación de los integrantes del maoísta Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), organizado en 1963, así como la Federación Anarquista del Uruguay (FAU), organizada en 1956. El autor es draconiano en su juicio. Estos integrantes, y muy especialmente los anarquistas, eran “deficientes” e “inoperantes”, iban “a la zaga”, cometían “torpezas imperdonables”, eran “obstruccionistas” y “frenadores” (sic), por lo que su abandono del movimiento sedicioso fue “tomado como una bendición”

Asumiendo que el autor del texto es Amodio Pérez, Julio Marenales comenta esta presentación así: “Todo esto es inexacto. La FAU se separó a raíz de la expropiación (sic) en que participaron y fueron apresados los compañeros cañeros que eran integrantes de la dirección del sindicato. Los compañeros de la FAU no fueron consultados por esa operación, pero discreparon duramente por la participación de los sindicalistas”

La “expropiación” a la que Marenales se refiere es, en puridad, el asalto a la sucursal Buceo del Banco de Cobranzas, (142) perpetrado el 11 de junio de 1964 por tres delincuentes que habían pertenecido al grupo de “cañeros” organizados por Raúl Sendic: Nelson Ariel Santana Pérez (a) Oribe (quien más adelante se sumará a la llamada Columna 20 del movimiento sedicioso), Julio Vique y Atalivas Castillo Lima (a) Rosendo, Enrique o Ata (quien luego intervendrá en acciones tan importantes como el asalto al Casino San Rafael o la más importante de las fugas de presos del Penal de Punta Carretas, y revistaría en la llamada Columna 30)

Todos ellos resultaron capturados por la Policía, tras participar de un intenso tiroteo, y por la liberación de los tres reclamaría, un mes después, un “Movimiento pro Liberación de los Luchadores Sociales Vique, Santana y Castillo”, organizado en torno a la redacción del virtual epicentro periodístico de la sedición, el diario Época.

 A ese “Movimiento” prestarían su adhesión figuras políticas tales como los colorados Luis Hierro Gambardella, Alba Roballo, Zelmar Michelini, Aquiles Lanza, Hugo Batalla, Alfredo Lepro y Enrique Martínez Moreno, así como nacionalistas (Antonio U. Hernández), comunistas (Enrique Rodríguez), tempranos simpatizantes de la sedición como Enrique Erro y Carlos Elichirigoiti, y religiosos como el pastor Emilio Castro y los sacerdotes católicos Juan C. Zaffaroni, Jorge Galeano, Martín Bruzzone y Carlos del Monte.

Marenales, por tanto, presenta en su anotación un cuadro falso: si el asalto fue en junio de 1964, la FAU se separó de la organización sediciosa en 1965, precisamente con posterioridad a su propia detención, el 14 de octubre de 1964, tras participar del asalto a otra sucursal del Banco de Cobranzas, a la que siguieran las de Manera Lluveras y Alberto Giménez Andrade (Alberto Zapicán)(143)

El manuscrito de Amodio Pérez, en tanto, pone aquí el foco en un punto totalmente descuidado por el autor del máster, o por el comentario de Marenales. Refiriéndose a la “olla de grillos” en la que deviniera el llamado “coordinador”, Amodio explica esa situación en base a los recelos que, entre los adherentes al MAC, el MIR y la FAU, despertaba la posible capitalización electoral de las acciones del grupo por parte del Partido Socialista y, muy especialmente, Raúl Sendic, a cuya iniciativa, precisamente, se debiera el fallido asalto de junio de 1964.

Tal, pues, el origen de la crisis que llevara a que, en enero de 1965, la FAU abandonara el “coordinador” junto con el médico independiente Mario Navillat (a) Rogelio o Dionisio, precipitando su disolución (144)

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Fontana 27 arroja más luz, aun a través de la invariablemente farragosa prosa del autor del máster. Comienza en una nota melancólica: los problemas del “coordinador” le habían impedido a la organización “lanzarnos a una ofensiva que resintiera realmente los cimientos del régimen burgués”

 Se trata, claro, de una elaboración del autor del texto. Tal concepto está ausente del manuscrito de Amodio, y suscitó, en Julio Marenales, un lacónico y preciso comentario en el sentido de que “el Coordinador jamás se planteó semejante cosa. Era un movimiento de apoyo al movimiento cañero”. Transcribe a continuación el “libro” la sorprendente versión de que, en 1965, “los militantes que ya estaban en la clandestinidad no eran más de una docena”. Hace caso omiso a una nota manuscrita del máster que así retrata las afectaciones de su autor: “éramos los Robin Hood del (ilegible) (...) más que la izquierda era una etérea tribuna crítica encargada de (ilegible) ante los (ilegible) de la derecha (...) miedo bastante frívolo (...) en esa hora de nada valían las posiciones solemnes enarboladas en la discusión teórica. Éramos apenas un grupo de compañeros igualados por el miedo al fracaso y por el vértigo que nos producía el tremendo vacío político que se abría delante nuestro.

 Ninguno de nosotros dudábamos que la legalidad que cuestionábamos como inocua y (ilegible) también nos había servido para sentirnos en un cómodo ‘fuera de plazo’ desde el cual se podía criticar al régimen y jugar a la oposición al amparo de un retórico pero funcional a los mismos que tanta (ilegible) despertaba en los (ilegible) De allí en adelante no íbamos a enfrentarnos con principios políticos, sino con compañeros empeñados en monopolizar la conducción política (ilegible) y tampoco teníamos muchas esperanzas de que se nos dispensase a nosotros un trato diferente”.

En 1965, sin embargo, el único “clandestino” era Raúl Sendic Antonaccio (145)

Pero la lectura de esta página revela algo más. No hace mención, por cierto, al fallido intento de liberar a tres cañeros presos por las autoridades (Julio Vique, Atalivas Castillo y Nelson Santana). La disolución del “coordinador” que narra (y que, en el máster se describe, y luego suprime, como fruto de “un acto administrativo, sin ninguna solemnidad”) es presentada en Fontana 27 como la concomitante fundación del MLN, que ocurriría, en realidad, en 1967, en el curso de una reunión, celebrada en un casa ubicada en la calle Feliciano Rodríguez y que procurara Mauricio Rosencof, con la presencia de Sendic, Manera, Marenales, Fernández Huidobro y Amodio (Rosencof era todavía un colaborador). La frase transcripta en el sentido de que “el MLN estaba formado” es, por tanto, palmariamente incorrecta (146)

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1965 es un año clave en la vida del movimiento que así venía cobrando forma.

El comité ejecutivo conformado el año anterior logró establecer una semblanza de organización simple y eficaz, constituyendo células de seis integrantes, agrupadas por sector de actividad, a su vez dirigidos por miembros ya fogueados, en las áreas militar y política. No menos importante: impuso el exitoso criterio de férrea “compartimentación” entre ellas. Ya amparado en la obtención de dos locales en Montevideo, el movimiento sedicioso emprendió, por tanto, las tareas de formación política de sus miembros bisoños así como la realización de acciones propagandísticas y armadas, destinadas a dar visibilidad a los que ahora sí se comenzarán a denominar “tupamaros”, a dar entrenamiento militar a jóvenes (en varios casos a solicitud de las autoridades formales del Partido Socialista del Uruguay, entusiasmadas con la idea de formar su propio grupo de choque) y, sobre todo, un perfil “nacionalista” a sus acciones

Así, el año transcurriría entre atentados explosivos contra un anexo de la embajada de Brasil, bombas incendiarias (147) arrojadas contra las sedes de las compañías International Harvester Co., Coca-Cola, Pan-American Airways y General Electric, la representación de la OEA, las representaciones locales de Colgate Palmolive, All American Cables y Western Telegraph, nuevamente la embajada de Brasil, la compañía Bayer, Moore-McCormack Lines, Radio Carve, la Cámara Mercantil, el domicilio del presidente de la gremial de barraqueros, el del comandante de la Guardia Republicana, Tte. Cnel. Alberto Ballestrino, así como una intensa agitación sindical y social que, por ejemplo, se materializaría en el organizado abucheo de jóvenes cristianos simpatizantes de izquierda contra el nuncio apostólico y el vicario apostólico Sede Plena de Uruguay, designado por la Santa Sede.

Estas y otras acciones, ya publicitadas en volantes como de autoría “tupamara”, fueron producto de la coordinación política y militar dispuesta por el comité ejecutivo, respectivamente a cargo de Fernández Huidobro y Rivero Cedrés.

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Las intenciones del autor del máster, en cuanto a construir la imagen de Amodio como el traidor paradigmático de una causa noble, quedan aún más en evidencia al tratar este período y en la transcripción que hallamos en Fontana 28, donde se presenta el caso de la expulsión, en junio de 1965, del sedicioso Alberto Giménez, a quien se le atribuía haber delatado a Jorge Manera, tras el asalto a una sucursal del Banco de Cobranzas, el 14 de octubre de 1964, cuando fuera detenido junto con Julio Marenales. El texto del máster destaca el episodio (“el cargo era lo suficientemente serio como para actuar con la máxima cautela - se trataba, además, de la primera traición dentro del Movimiento, algo intolerable en una organización tan reducida y sin el menor síntoma de desgaste moral…”), pese a que el mismo no revistiera, en su momento, otra relevancia que la de un aprendizaje.

La acusación contra Giménez, presentada por Manera y Marenales tras su liberación en junio de 1965 y en ausencia del inculpado, fue hecha en un local ubicado en José L. Terra, esquina Larrañaga, y no era, por cierto, la de traición, sino la de no haberse comportado adecuadamente en prisión. Fue empleada como una medida ejemplarizante, y no mereció ulteriores comentarios. Se comprende, sin embargo, la pertinencia del comentario, en la medida en que resalta el tema de la traición como una nota recurrente de la saga mitológica que el autor construye.

El manuscrito efectivamente escrito por Amodio, en tanto, se referirá a Giménez, aunque desde otro ángulo: apenas desde el de su estrecha relación con Sendic, y la “ausencia de autocrítica” que este revelaba, al retirarse irritado de la reunión en que se dispusiera la separación de aquel. Y la versión de Amodio, una vez más, es ratificada por la anotación de Marenales al texto publicado en Mate amargo: “El asunto de Giménez no es exactamente así”, aclara. “En primer lugar no se planteó ninguna sanción ‘más grave’. Si bien había indicios de que Giménez en la tortura podía haber señalado al compañero Manera, no eran elementos tan categóricos, al punto de que Sendic no resultó convencido por los argumentos. Giménez no fue en realidad expulsado. Se le fue separando paulatinamente”

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La transcripción del máster en Fontana 30 arroja otras confirmaciones

Al referirse a los sediciosos que habían viajado a Cuba por esta época, y sin aclarar las fechas en las que lo hicieran, el máster asume su envío por parte del “comité ejecutivo”, pese a que algunos de ellos ya habían viajado a la isla con anterioridad al período reseñado (1965/1966), y otros lo harían con posterioridad, evidenciando que tales ejercicios de turismo revolucionario se hacían sin necesidad de previa autorización: lo más interesante, empero, es que el orden en el que los viajeros son presentados en el texto corresponde al mismo en el que Amodio los refiere en su manuscrito.

 La relación de los viajes hecha por Amodio se había detenido en la inutilidad de los cursos de capacitación emprendidos en Cuba por los viajeros: “totalmente inútiles más adelante, ya que consistieron en instrucción de guerrilla rural”. En cambio, la relación que presenta el máster en Fontana 30 incluye una extensa consideración teórica sobre la supuesta incomprensión cubana del fenómeno tupamaro, luego validada por supuestos hechos: “fue necesario que pasase un buen tiempo, y demostrásemos en la práctica que una guerrilla ciudadana (sic) no era un disparate inventado por los burguesitos radicalizados, para que se nos prestase la atención que reclamábamos. La guerrilla urbana para el Uruguay se constituyó como una vía para empuñar las armas”. Enumerar los errores de esta página es sencillo(148) El sindicalista portuario Ruben Sassano no era, como se indica en el texto respecto a este momento, “nexo” alguno entre el MLN y el Partido Comunista, aún desconectados entre sí.

El término “guerrilla ciudadana” no era, ni lo sería jamás, de empleo por parte del movimiento tupamaro. No hubo, notoriamente, tal demostración práctica del “éxito” de la guerrilla urbana en Uruguay: de hecho, la poca capacitación recibida por los viajeros lo fue en técnicas de guerrilla rural, y ellos llegaron a la isla mayormente como integrantes del pro-castrista Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), creado por Ariel Collazo en 1961, y no como tupamaros. Por fin, el régimen comunista cubano terminó por no prestar mayor atención al MLN, pese a lo que afirmarían, con insistencia, las Fuerzas Armadas con posterioridad a la derrota de la sedición.

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El año 1965 tiene particular relevancia en nuestra historia, por cuanto fue cuando Amodio conociera a Alicia Rey Morales. Nacida el 13 de octubre de 1939 de una familia muy humilde de trabajadores textiles de la empresa Campomar y Soulas en Juan Lacaze (Colonia), Rey había viajado de joven a Montevideo a fin de emprender estudios de Derecho: en la Facultad comenzaría a militar en la juventud del Partido Socialista, donde conocería a su pareja sentimental, el estudiante de medicina y posteriormente también tupamaro Ismael Bassini Campiglia. Funcionaria del Rectorado de la Universidad de la República, en 1965, y por indicación de Sendic, trabaría contacto con Amodio en el bar León de Carballo, Avda. Larrañaga (hoy Luis A. de Herrera) 3851, Brazo Oriental. Alicia Rey era bien diferente de Héctor Amodio, y ello tal vez explica la inmediata simpatía entre ellos: mientras ella obviamente exhibía una inclinación a la formación teórica, él era, por sobre todo, una personalidad práctica. Metódicos, sin embargo, ambos se encontrarían en el concierto de las acciones subversivas. Hacia noviembre de 1966, Alicia rompería su relación con Bassini. Vivía, por ese entonces, en el apartamento de Justicia 2222 que alquilaba Amodio, y ambos lo hacían en compañía del sedicioso argentino Daniel Rodríguez Primón.

 Ya separada de Bassini, se uniría sentimentalmente a Héctor sobre fines del año. En 1967 quedaría, pues, conformada la pareja que así protagonizaría en conjunto el resto de su participación en la saga tupamara. Ya desde febrero de 1966, Alicia se había integrado al comando político de la organización, junto con Eleuterio Fernández y Edith Moraes, en tanto Héctor lo había hecho al comando militar, junto con Manera y Rivero. Pequeña, inquieta, inteligente, Alicia será tenida por la personalidad más firme de la pareja.

Había sido campeona de salto ornamental en su Juan Lacaze nativo, y como tal había participado de un campeonato universitario. Buena bailarina, participó de torneos de charlestón, y era aficionada a los versos del poeta peruano César Vallejo, los que recitaba con facilidad entre sus amigos.

Ahora, en su calidad de integrante del comando político, era uno de los integrantes de la organización sobre los cuales descansaba la tarea de dar cursillos a los reclutas de la misma. Una de las muchas ofuscaciones que rodean su personalidad insiste en considerarla una experta tiradora e, incluso, erróneamente afirmar que había sido campeona de tiro. Cuando, en agosto de 1970, cayera presa en la redada de la calle Almería junto con otros requeridos, uno de los efectivos policiales se asombraría de encontrarla tan pequeña: en modo alguno podía ser una experta tiradora con su físico. “¡Al fin uno que lo reconoce!”, exclamó Alicia, mientras la arrestaban. En aquel 1966, Alicia y Héctor se aprestaban a pasar a la clandestinidad.

Había sido ella quien había colocado, el 9 de octubre de ese año, un artefacto explosivo en la puerta del domicilio del exjefe de Policía de Montevideo, excomandante de la Región Militar No. 1 y por entonces Cnel. Mario O. Aguerrondo (1910-1977), en la calle Vázquez Ledesma de Villa Biarritz, y las acciones armadas iban cobrando intensidad en la agenda tupamara.

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La experiencia combinada de acciones de propaganda armada de 1965, ambientadas en el clima de repudio a la intervención militar estadounidense en República Dominicana, llevó al movimiento sedicioso a plantear, durante la segunda mitad del año, un énfasis más local de sus actividades. La necesidad de formar políticamente a los nuevos reclutas, así como la oportunidad de capitalizar conflictos sociales, como los sindicales que surgían en Radio Carve y la cadena de tiendas Manzanares, fueron preparando los términos de la primera “convención nacional” del movimiento, celebrada en enero de 1966, y cuyo desenlace sería la separación formal del MIR y el grupo de las juventudes socialistas del cerno tupamaro.

La transcripción contenida en Fontana 31 con respecto a esa primera “convención nacional” del MLN vuelve a desnudar la no pertenencia del autor del máster a la sedición. En ese texto se plantea una supuesta dicotomía entre el MIR y las juventudes socialistas, y una posición (“mayoritaria”, según nota manuscrita y expurgada): en tanto los primeros procuraban descartar el camino de las armas, los segundos basaban la estrategia en crear “condiciones revolucionarias” que, en una siguiente etapa, facilitaran “la toma del poder”. Se trata de una fabulación. Nada tan claro surgió de aquel evento. Si bien muchos sabían que Raúl Sendic había concebido, años antes, que el “coordinador” operara como una suerte de “brazo armado” de la izquierda política, nadie llevó en aquella germinal etapa el punto al nivel de una discusión de rumbos(149)

Basta seguir las trayectorias personales de los participantes del MIR y las juventudes socialistas a partir de entonces, así como su fusión en lo que luego se conociera como el Movimiento de Unificación Socialista Proletario, para comprender que lo que allí se discutía era, en realidad, la mera prelación de una organización política sobre la armada: algo que los hechos definieron pronto, una vez los efectivos del MUSP se apartaran de la organización

El MIR abandona, pues, el movimiento tupamaro, comprometiéndose a hacer entrega a este de sus armas y explosivos, lo que nunca ocurriría (150)

Como resultado de la “convención”, por lo tanto, el “comité ejecutivo” integrado por Sendic, Rivero y Fernández Huidobro quedó efectivo, cometiéndose a un grupo integrado por Manera, Marenales y Amodio el diseñar un plan de trabajo en el área de servicios e infraestructura, que así nació y pronto desarrollaría el montaje de un laboratorio de explosivos, taller de falsificación de documentos, la capacitación de cuadros en técnicas de defensa personal, explosivos, manejo de armas, suministro de primeros auxilios así como el relevamiento exhaustivo de la red cloacal de la ciudad, visitada semanalmente por una de las células entre 1965 y 1966. El 18 de febrero de 1966, los sediciosos copan la carpa de la Federación Uruguaya de Teatro Independiente (FUTI) a fin de robar uniformes y armas prestados por el ejército con destino a su empleo en una obra de teatro, y el 13 de mayo siguiente asaltan la sucursal Uruguayana del Banco La Caja Obrera, en una acción que, por su buena organización y cuantioso botín, sería de gran estímulo a las actividades del grupo y pasaría a integrar su leyenda interna referida al ingenio y rápida respuesta de los encargados de la operación.

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Tal como lo evidencia Fontana 32, el autor del máster entendió del caso extenderse en relación a la participación de un grupo de activistas provenientes de Argentina en la etapa prologal del movimiento subversivo. El manuscrito de Amodio dispensa poco espacio al tema, referido apenas como el único caso de difícil adaptación de nuevos integrantes a la incipiente organización. El máster, en cambio, se extiende sobre el papel jugado por el escritor español Abraham Guillén en la presentación de los integrantes argentinos, los orígenes políticos de estos en el grupo Tacuara, el fracasado intento por parte de ellos de hacer de Guillén una suerte de mentor intelectual del grupo. El punto que el autor claramente procura en el máster es el de tratar de presentar al Amodio de su creación como un adversario de la formación teórica, por oposición a la práctica revolucionaria. “Determinar hasta qué punto el MLN se fundó como deudor de Abraham Guillén,(151) es algo que (¿reservo?). Por otra parte, cada uno de nosotros arrastraba consigo y trataba de dejar de lado, una carga teórica y académica, que hasta aquel momento, fuera de los conocimientos elementales que debe manejar cualquier revolucionario, solo nos había aportado divisionismo y parálisis”(152)

Los argentinos mencionados por Amodio son José Baxter (a) Joe,(153) Jorge Andrés Cataldo (a) El Pata, Ruben Daniel Rodríguez Primón y José Luis Nell Tacci. ¿Qué había traído a estos agitadores a Uruguay?

 El 29 de agosto de 1963, Baxter, de apenas algo más de 20 años, junto con Nell, de 23, y un grupo del que también formaba parte Cataldo, llevaron adelante el violento asalto al Policlínico Bancario, ubicado en Gaona 2100, frente a Plaza Irlanda, en la Capital Federal, Buenos Aires. El asalto, sorprendente por su precisión e inusitado para aquel tiempo, había causado la muerte de dos empleados del Policlínico, graves heridas a otros tres, y reportado un importante botín a los criminales, aún considerados por la Policía como comunes. Al gastar los delincuentes parte del botín en restaurantes y prostitutas en París, los servicios de seguridad franceses que contaban con los números de los billetes robados en Buenos Aires permitieron, finalmente, identificarlos, y así se supo, pocos meses después, que el asalto había sido, en realidad, el primer golpe supuestamente destinado a financiar actividades subversivas por parte de miembros de la organización nacionalista católica y anti-semita denominada Tacuara, precisamente en proceso de división entre grupos de simpatías falangistas y católicas por un lado, y los que transitaban en rápido acercamiento al marxismo-leninismo por otro, de la mano de sediciosos como Baxter

La resolución del caso permitió a la Policía argentina detener a varios de los involucrados en el episodio, entre ellos Nell, quien por entonces cumplía su servicio militar en Río Gallegos, así como librar orden de captura contra varios más, entre los cuales se hallaban Cataldo y Baxter. Poco después, Nell se daría a la fuga desde el edificio de Tribunales, a donde fuera conducido a fin de prestar declaración. Para entonces, los miembros del llamado Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara habían dispuesto su disolución, sumándose al peronismo revolucionario

 Fue, pues, huyendo de las consecuencias del golpe al Policlínico que llegaran a Uruguay Baxter, Nell y Cataldo, a quienes se sumarían Rodríguez Primón, Jorge Rulli, Patricio Errecalde Pueyrredón y Eduardo Rodríguez.

 Baxter permanecería, sin embargo, poco tiempo en Uruguay. El 22 de diciembre de 1966, producido el fracaso del asalto a la empresa FUNSA, a raíz del cual moriría el sedicioso de 23 años y colaborador del diario de izquierda radical Época Carlos Flores, los integrantes montevideanos de la organización, entre los cuales se hallaban Amodio y Rey, con excepción de seis de ellos, pasarían a la clandestinidad.

Es en este punto que Baxter organiza su huida del país, tras obtener fondos prestados, según narra Amodio en su manuscrito, invocando engañosamente a la dirección del movimiento tupamaro. Baxter habría con posterioridad pasado por Cuba, tal vez China, tal vez Vietnam, y en 1973 la prensa argentina aseguraba que contribuía a financiar actividades del MLN con recursos obtenidos del gobierno chileno encabezado por Salvador Allende. Tras sumarse al llamado Ejército Revolucionario del Pueblo, de orientación trotskista, moriría en un accidente de avión, en el aeropuerto parisino de Orly, en julio de 1973. Nell también aseguraría haber viajado a China y Vietnam tras su paso por Uruguay en esta primera etapa. De regreso en su caso al país, se sumaría nuevamente a la actividad sediciosa tupamara, cayendo preso el 14 de julio de 1967, en el domicilio del también sedicioso Leonel Martínez Platero (a) Javier

La caída de Nell tendría significativo impacto en la sedición: apenas se conoció, los activistas debieron abandonar la infraestructura de la que disponían, incluyendo los locales ubicados en El Pinar y Lagomar,(154) así como el sótano de un inmueble en la calle Gonzalo Ramírez, operando al tiempo el pase a la clandestinidad de los sediciosos “legales” que aseguraban el menguado apoyo a los “clandestinos” desde el frustrado golpe del 22 de diciembre de 1966 (155)

 En setiembre de 1971, participará de la primera fuga del Penal de Punta Carretas, conocida como “El Abuso”. Su carácter difícil, y el hecho de haberse visto involucrado en un episodio de probable abuso sexual de una sediciosa,(156) llevó a la organización a trasladarlo, a fines de 1971 y a través de Paysandú/ Concepción del Uruguay, de regreso a Argentina, donde se sumará a las llamadas Fuerzas Armadas Peronistas y, posteriormente, al grupo subversivo Montoneros.

Partícipe, en su calidad de integrante de la temida Columna Sur de Montoneros de la trágica jornada del regreso del Tte. Gral. Juan D. Perón a Argentina, el 20 de junio de 1973, se sumará al tiroteo conocido como la “masacre de Ezeiza”, en el cual recibe un balazo que lo deja cuadripléjico(157)

El 9 de setiembre de 1974 sus amigos lo trasladan a la actual Estación Anchorena de la localidad de Martínez (Buenos Aires), donde Nell se suicida de un balazo en la boca asistido por sus amigos.

El manuscrito de Amodio deja bien en claro su antipatía hacia Nell. “Personalidad nociva… soberbio… doctoral… pretendía llevar un ritmo de vida que no se correspondía con el MLN… acostumbraba llevar a su novia a los locales (…)”. Su tratamiento del tema, sin embargo, es vastamente excedido en el máster: allí los llamados “tacuaristas” serán analizados con mucho mayor rigor, al extremo de calificar a Tacuara como una “organización terrorista de derecha”, sin percatarse el autor de que, en este caso, era apenas la ubicación del activista en el arco político lo que lo hacía “terrorista”, desde que el procedimiento y la organización a los que suscribía eran los mismos. El autor del máster trae al ruedo de este punto todo su trueno.

En Fontana 36 los tacuaristas “parecían turistas más que combatientes (...) eran los pitucos de la revolución (…) se demostraban inoperantes en las tareas revolucionarias, egoístas y escasos de espíritu solidario”. Baxter plantea la posibilidad de pedir asilo en una embajada, antes de emprender viaje a Cuba, que el Amodio del máster juzga como “el pretexto de un cobarde o un oportunista”.

Y aún más: en Fontana 37, las denuncias formuladas por el Amodio del máster contra los tacuaristas sirven para denunciar la “insensibilidad” de la dirigencia tupamara: “(manuscrito: para decidir qué actitud tomar ante problemas que debían ser analizados en profundidad seria) ya más adelante, uno de los factores del debilitamiento interno que permitió el desmembramiento del Movimiento, sin que atinásemos a advertir las causas”

En tanto Amodio señala, por fin, en su manuscrito que sería apenas Cataldo quien en algo contribuiría con el movimiento tupamaro en aquella etapa, y hasta su partida del país en la compañía también sentimental de Elsa Garreiro (a) La Gallega,(158) ninguno de los agitadores argentinos habría participado, como incongruentemente lo indica el “libro”, de la “convención nacional” ni, por tanto, se podría haber planteado su incorporación al grupo.

Difícilmente, pues, hubieran podido plantear que la formación doctrinaria quedara a cargo del español Guillén, un autor que logró, en aquella época, vestir prendas de ideólogo de la lucha armada en base a sus orígenes ácratas, pero pronto fue percibido como un mero charlatán(159) que, tras la muerte del Gral. Francisco Franco en 1975, retornaría a España para vivir como conferenciante y menguado promotor de la cultura cooperativista, mientras oficiaba de catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid.

Hoy, su vasta obra édita e inédita se encuentra justamente olvidada.

 

Notas

138/ Y que, a partir de este punto, emplearé como única versión final del libro, desde que corresponde, con modificaciones que iré indicando, al mismo texto publicado en 1995 por el semanario Mate amargo, al editado por Arca como la Autobiografía de Amodio Pérez, y al publicado por Jorge L. Marius. Las indicaciones se harán como “Fontana”, seguidas por el número de página al que se refieren, en la primera edición de 2001

139 /Blixen, en su libro Sendic (pág. 121) correctamente incluye aquí al hermano de Mauricio, Gerardo Gatti

140/  En sus comentarios al “libro” referidos a este punto, publicados en Mate amargo el 3 de agosto de 1995, Julio Marenales confirma esta interpretación al afirmar: “En los primeros tiempos del Coordinador nadie pensaba en la fundación de una organización política. Solamente hacia el final de esa etapa comienza a plantearse esa cuestión. Aún así, cuando se funda la organización, en la Primera Convención de 1966 no se le pone nombre y este aparecerá meses después”

141/  El máster atribuye al “coordinador” el asalto al club de tiro, editorializando en cuanto a que el mismo “rompe la todavía sagrada ‘legalidad’ del régimen uruguayo”. Marenales (Mate amargo, 3 de agosto de 1995) naturalmente anota aquí: “Tampoco es cierto. La acción del Tiro Suizo no fue realizada por lo que se llamó el Coordinador. Este organismo, integrado también por la FAU, es posterior al Tiro Suizo”. Curiosamente, esta palmaria discordancia tampoco despierta en él duda alguna en cuanto a la autenticidad del “libro” que comentaba

142 / Ubicada en la planta baja del edificio en el que vivía Violeta Setelich, concubina de Raúl Sendic Antonaccio

143 /Nacido en 1927, Giménez había adherido tempranamente al movimiento cañero y a Sendic. Rodeado de un halo de misterio, construido por su presunto analfabetismo hasta los 18 años, su habilidad artesana, su supuesta ascendencia indígena, su envidiable estampa física, abandonaría el país tras obtener la libertad en 1965, donde se convertiría en músico, “luthier” y el amor de la vida de la poetisa y cantante Violeta Parra (1917-1967)

144/  La relación que de estos episodios hace Blixen en su libro Sendic (pág. 121) mezcla, por tanto, eventos. La de enero de 1965, en Parque del Plata, fue una reunión del “coordinador” que, a la luz de los problemas anotados, derivara en la decisión de disolverlo, dejando a sus componentes en libertad de realizar acciones de pertrechamiento, con una imaginada finalidad común. Ausente Sendic de la misma por hallarse en Bella Unión, fue informado por Rodríguez Beletti de lo decidido, en razón de lo cual se convoca a un “simposio”, al que asisten Fernández Huidobro y Falero Montes de Oca (MAC), Rodríguez Beletti y Germán Vidal (MIR), Mauricio Gatti (FAU), Navillat (independiente), Rivero Cedrés y Amodio (PS). Al no haber acuerdo en cuanto a la doble militancia propugnada por los socialistas, Navillat y Gatti ratifican la disolución del “coordinador”

145 /Verdad notoria que también comenta en sus anotaciones Marenales: “el único compañero ilegal en tiempos del Coordinador era Raúl Sendic”

146/ Julio Marenales, anotando el “libro” en la edición del 3 de agosto de 1995 del semanario Mate Amargo, confirma que “cuando se funda la Organización en la primera convención de enero de 1966, no se le pone nombre, y éste aparecería recién meses después”. ¿Cómo podía Marenales pensar que Amodio cometería tamaño error? ¿Cómo este punto no despierta sus sospechas en cuanto a la autenticidad del “libro” que publicaba?

147/  Muchos de los explosivos empleados fueron preparados por Hébert Mejías Collazo, un militante del MRO y MAC que participaría en el lanzamiento del MLN, así como de otro grupo guerrillero, OPR-33.

148 / El mismo Marenales no contiene su estupor: “esto es una verdadera ensalada”, anota

14/ 9 Y en ello coinciden, una vez más, tanto Amodio en su manuscrito, como Marenales en sus anotaciones. Este último afirma que “en ningún momento la Organización de esa primera época se planteó un enfrentamiento con las fuerzas represivas. Las acciones eran de pertrechamiento”

150/ Es, por lo tanto, una fantasía la relación incluida por Blixen en su libro Sendic en cuanto a que la separación semejara un matrimonio en disolución (“o más bien como amantes furtivos”), con un reparto equitativo de los pertrechos. En el local de José L. Terra esquina Larrañaga se resolvió que el MIR devolviera el material en custodia, lo que nunca ocurrió. La fuente de Blixen, claro, muy probablemente sea José Mujica, quien le relatara los pormenores de la reunión, e incluso la anécdota de Sendic desestimando méritos “revolucionarios” mediante la frase “las credenciales se ponen viejas, y hay que renovarlas”, que habría despertado en Mujica admiración y sorpresa, así como la conclusión de que “el Bebe” “es un paisano parco y socarrón, que la ve lunga”. Solo que es otra fabulación: Mujica estaba preso desde julio de 1964, acusado de intentar rapiñar a un funcionario de la empresa Sudamtex.

151/  Abraham Guillén Sanz (1913-1993) era castellano, original de Corduente. Estudiante becado de Economía, el estallido de la guerra civil en España lo empujaría hacia la militancia comunista primero, y anarquista después. Integrante, por lo tanto, de la Federación Anarquista Ibérica (CNT-FAI), habría participado de acciones armadas revistando en el Cuarto Cuerpo de Ejército que comandaba Cipriano Mera (1897-1975). Detenido al fin de la contienda, condenado a muerte, su pena fue conmutada por la de prisión, de la que huyera en 1948 con rumbo a Argentina, Guillén anudaría allí lazos con el peronismo a través de John William Cooke (1919-1968) y su publicación periódica, De Frente, por lo que se le atribuye haber participado de los planes de Cooke en organizar una formación militar peronista como alternativa a la agitación anti-peronista de las Fuerzas Armadas argentinas. Ya derrocado el gobierno de Juan D. Perón (1895-1974) en 1955, Guillén se sumaría a los sectores de la llamada “resistencia peronista”, en especial las experiencias de incipiente guerrilla urbana y rural que aquella ensayara entre 1959 y 1960. Detenido en el marco de las normas relativas a la conmoción interior, Guillén viajó a Cuba en 1961, y de allí a Montevideo, donde se vincularía con Sendic, ante quien insistiría en la idea de que los “bosques de cemento son más seguros que los bosques de árboles”. Crítico del llamado “foquismo”, así como de la supuesta orientación “castrista y guevarista” del movimiento tupamaro, Guillén fue perdiendo ascendiente entre los subversivos uruguayos. En 1973 regresó a Buenos Aires, donde las puertas del periodismo y la academia le fueran abiertas gracias a la emergencia de la primavera montonera de la administración Cámpora; de allí, partió a Lima (Perú) en 1974, apadrinado por contratos de organismos internacionales, al tiempo que consolidaba su papel de inspirador teórico de movimientos guerrilleros urbanos latinoamericanos y el socialismo llamado “auto-gestionario”

152 / Marenales consigna el reconocimiento que Guillén recibía respecto a “sus experiencias militares en la guerra española”. Está bien claro que esas supuestas experiencias no impresionan a Amodio, según surge de su manuscrito, y esa línea de pensamiento es la que recoge el autor del “libro”

153 / El contacto más estrecho de Guillén, a quien conociera en La Habana.

154 / Es huyendo de este tropiezo que la sedición da con el abandonado rancho de Pajas Blancas, Rincón del Cerro, que designará con el nombre de “Marquetalia”, donde languidecerán, hacinados, activistas sin empleo alguno entre julio de 1967 y octubre de 1968, con lo que ello suponía en términos de conflictos personales. Fue recién entonces que se resolvió, y para poner fin a esta tensa situación, formar dos llamadas “columnas”: la 1 (dirigida por Sendic y Fernández Huidobro) y la 2 (dirigida por Manera y Marenales): Blixen, en su libro Sendic (pág. 148) erradamente data este paso a mediados de 1967

155 / Fernández Huidobro, refiriéndose a este momento en la obra de Blixen sobre Sendic (pág. 147) sostendrá que la “paciente labor de inteligencia policial” había alterado negativamente para ellos la situación: una forma de soslayar la responsabilidad que por entonces le cupo a él mismo, a Manera, Marenales y Sendic en ignorar la conducta peligrosamente irresponsable de Nell

156 / Del que, por cierto, no encontramos eco alguno en la historiografía tupamara, pese a ser comentario frecuente de algunos de sus integrantes. Quien habría estado a cargo de su traslado a Argentina habría sido el “cañero” Alberto Raúl Caccioli Aguilera u Olivera (a) El Tío Quique, Tabarez, Carlos María Verdón Tabarez, quien caería abatido por las Fuerzas Armadas el 22 de junio de 1972, a orillas del arroyo Naquina (Bella Unión, Artigas), tras haber dado muerte al soldado del Regimiento de Caballería Nro. 10, Eugenio Godoy. La mujer en cuestión se habría llamado, o era denominada como, Bárbara, y era una “periférica” o “legal” que colaboraba con la sedición dando cobertura a un local ubicado en la calle Nueva York.

157 /Carlos Manuel Acuña, Por amor al odio. La tragedia de la subversión en la Argentina, Ediciones del Pórtico, agosto 2003, pág. 366.

158/  Nacida en España, ciudadana legal uruguaya, también colaboradora del diario Época, su partida a la República Argentina equivaldría a una sentencia de muerte. Allí se casó con el militante argentino Raimundo Villaflor, integrante de las FAP, con quien fuera detenida en la calle, en 1979, y trasladada a la sede de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), en la ciudad de Buenos Aires, de donde desaparecería, hacia 1980.

 159/ Pese a los comentarios de Marenales en Mate Amargo, no han faltado integrantes de la sedición que recordaran la molestia que despertara en el médico coloniense Mario Navillat el que Guillén hubiera empleado el tenor de algunos de los cursos de formación que aquel impartía a fin de redactar algunos de sus trabajos teóricos.


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