29.AGO.18 | Posta Porteña 1944

A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA

Por ColectivoFanniKaplan

 

ÁNGEL PESTAÑA “70 días en Rusia, lo que yo vi” (12)

 

En esta parte queda clarísimo como los bolcheviques, al mismo tiempo que excluían todos los grupos revolucionarios del proletariado, conformaba la Internacional a su imagen, semejanza y obediencia. Mientras por un lado falsificaban, distorsionaban, ensuciaban a las organizaciones comunistas que estaban contra el Estado, que rechazaban el parlamentarismo, el sindicalismo, el frentismo (y en particular el reaccionario planteo leninista de “liberación nacional”)…, adulaban, halagaban y mimaban a las estructuras social democráticas, para con ellas, constituir la Internacional “comunista”. ¡Qué de comunista nunca tuvo absolutamente nada!

A unos los perseguían e incluso los desaparecían, a los putrefactos socialistas burgueses y sindicalistas los malcriaban, los llenaban de honores, de homenajes y banquetes. O sea que desde el principio la IC de Lenin, la que llamaron Tercera Internacional, fue la continuidad total, con lo más reaccionario, capitalista y estatista de la Segunda Internacional. Nos parece fundamental entender bien esto, contra el mito de que la Internacional “comunista” nació sana y luego la pudrió Stalin, como el trotskismo inventará luego

Pestaña nos da jugosos detalles acerca de ese procedimiento y el espectáculo del “comunismo”. ¡Todo era mentira, todo era espectáculo! Sin lugar a dudas en cuanto a propaganda y espectáculo montado por el Estado, los nazis fueron pichones de los bolcheviques: los imitaron todo lo que pudieron. También resulta evidente que los “muchachos” de Hollywood (potencia financiera mundial) y del imperio yanqui, aprendieron mucho de dicha escuela. Las escuelas yanquis de propaganda y cine, se modernizaron con el leninismo y el estalinismo, para acceder a su dominación mundial.

La rigurosidad de los detalles contados por Pestaña nos lleva a una afirmación todavía más global: los bolcheviques fueron pioneros en la generalización de la espectacularización misma del desarrollo del capital, que pretendieron dirigir a prepo, y que veríamos en las décadas posteriores en occidente. Solo que los leninistas le llamaban a su tentativa de dirigir el capitalismo “comunismo”, los nazis “nacional socialismo”, los frentes populismos “progreso” … Hasta que después, todo se les vino abajo y todos fueron reconociendo las “bondades del mercado” y hablaron cada vez menos de dirección y planificación y más de valores y precios. ¡Hasta el propio Stalin defendería la necesidad del valor en su sociedad “socialista”!

Claro que en ese espectáculo, el proletariado…está obligado a actuar, aplaudir, desfilar. En el gran banquete burgués, el proletariado es en realidad, el payaso o peor el pavo, que los burgueses despedazan y en gluten con placer.

COLECTIVO FANNI KAPLAN

 

Gran fiesta y banquete

 

Los bolcheviques se habían propuesto divertirnos en grande. Querían que nuestra estancia en Rusia fuera lo más grata posible. Entretenían nuestros ratos de ocio, tal vez con la intención de hacernos apartar la mirada de los cuadros de miseria que por toda Rusia se presenciaban. A la alimentación que, como ya hemos dicho, era abundante y extraordinaria y a las excepcionales condiciones en que viajábamos, les rodeaba un sinnúmero de cuidados, atenciones y preferencias que se nos prodigaba por dondequiera que íbamos. Disfrutábamos de toda clase de concesiones y distinciones pequeño-burguesas. Vimos cómo una noche en el teatro hacían levantar de su asiento a un espectador para que se sentara un delegado. Por todas partes las fiestas, banquetes y regocijos se multiplicaban en honor nuestro. Recibimientos aparatosamente montados, revistas militares, manifestaciones, banquetes y agasajos, no escasearon en honor de las delegaciones extranjeras. Había para sentirse halagado y enternecido.

¿Necesitábamos los delegados todo aquel derroche de superfluidades y vanas pompas? ¿Habíamos ido a Rusia a ser agasajados y festejados, o habíamos ido a identificarnos con el pueblo que hizo la revolución, a sufrir con él, a recogernos en su corazón y fortificarnos con sus dolores y con sus miserias?

¿Éramos unos viajeros de paso que gozábamos de los esplendores y suntuosidades que podía ofrecernos un Gobierno revolucionario, o éramos los portavoces de un grito de simpatía brotado de pechos de millones de hombres que lanzaban sus imprecaciones contra la injusticia y tendían sus miradas hacia el país ardiendo en fuego inmenso de regeneración social?

¿Es que se quería amortiguar, con aquellos espejismos pos revolucionarios, cual nuevas bodas de Camacho el rico, el suspiro inmenso de tanto dolor, para que no llegara su eco hasta nosotros?  Lo ignoramos. Lo cierto es que, con tanto festejo, se pretendía apartarnos de la realidad vital

Las fiestas, banquetes, desfiles, manifestaciones y otras algazaras con que fuimos recibidos en las poblaciones del Volga y la grandiosa e imponente manifestación del día 20 de julio, en Petrogrado, iban a quedar eclipsadas ante lo que se preparaba. ¿Querían los bolcheviques darnos la sensación de su poder y de la simpatía (?) que el pueblo de Moscú sentía hacia nosotros?

Había llegado el momento de "tirar la casa por la ventana'' (como dicen y hacen los que apenas se llamaron Pedro y de pronto se encontraron con un Don), y, ciertamente, lo iban a conseguir

Entre los preparativos de la gran fiesta que se organizaba, lo más “epatante” era la disposición teatral de la gran tribuna alzada en el centro de la Plaza Roja. Casi adosada a la muralla del Kremlin, dejando sólo libre el espacio ocupado por las tumbas de los comunistas allí enterrados, levantaron una imitación de montaña de madera.  Al centro de esta montaña aparecía la tribuna, figurando una torre cuadrada y cubierta de un tejido artístico.  A los dos lados de esta tribuna central, construyeron dos tribunas más bajas y espaciosas, capaces para unos centenares de espectadores cada una. Los delegados ocuparían las dos filas de preferencia de estas tribunas y las demás las personas afectas al Gobierno

La fiesta consistía en una Exposición de material de guerra, cañones, ametralladoras, tiendas de campaña, campamentos y residencias de Estados Mayores colocados en pabellones construidos exprofeso. Herramientas de trabajo y máquinas agrícolas no había ninguna... Un gran desfile de toda la guarnición de Moscú y una manifestación y desfile de todos los trabajadores, completaban el programa.

La fiesta se celebró el martes, 27 de julio.  El punto de reunión y formación de las tropas, militares y obreras de Moscú, era el de la Plaza del Gran Teatro. Allí se iniciaría el desfile hacia la Plaza Roja, entrando en ésta por la calle que hay entre la famosa capilla de la virgen ibérica y las murallas del Kremlin. Al partir de la Plaza del Gran Teatro, irían en formaciones de desfile, tanto los militares como los obreros. La manifestación cruzaría por delante de las Tribunas para continuar hasta la llamada Puerta Santa del Kremlin, en donde comenzaría la dislocación. Frente a las tribunas por nosotros ocupadas, había cuatro bandas de música que tocarían marchas y pasacalles sin interrupción y alternativamente. Al mismo tiempo se elevaría un globo cautivo por el lado de la Puerta Santa, mientras dos aeroplanos evolucionarían sobre la Plaza, arrojando literatura comunista.

Inútil decir que la Plaza Roja estaba tomada militarmente, y que nadie tenía acceso a ella ni podía estacionarse a no ser delegado o invitado especial. El desfile comenzó a las once de la mañana, terminando a las cuatro de la tarde. Durante él hubimos de permanecer en las tribunas soportando el calor asfixiante que hacía. Las bandas de música no cesaron un momento de tocar y el desfile se hizo seguido y matemático

Primero las tropas en veinticinco grupos, comenzando por el Estado Mayor y terminando por el Regimiento de la Milicia a caballo. Luego pasaron los obreros de todos los distritos de Moscú. Por orden correlativo lo hicieron los distritos de Khamovnikí, Samoscrerechíe y Presnia Rojo, los del distrito Municipal de Sokolniki y Rogosjko-Simonovsky. Los últimos fueron los del de Baumanovski

Se anunció el principio de la "procesión" —como textualmente decía el programa[1] por una salva de artillería. Puede calcularse que desfilaron ante nosotros más de trescientas mil personas

La concurrencia de los obreros de todas las fábricas, talleres y oficinas de Moscú a la manifestación, era obligatoria, pues así lo había decretado el Gobierno. En la “Pravda” y en las “Izvestias” del día anterior, se había publicado un decreto que así lo ordenaba. A las nueve de la mañana, todos los obreros de todas las fábricas, talleres y oficinas estaban obligados a presentarse en el lugar donde tenían habitualmente la ocupación.

Hecho el recuento y pasada revista, serían conducidos, bajo la vigilancia de los Comités de cada fábrica o taller, al punto de reunión. Cada grupo de obreros se colocaba en el sitio destinado a su distrito, y allí esperaba a que le llegara el turno del desfile. La falta de asistencia a la Manifestación sería castigada con la suspensión del racionamiento durante ocho días. A más de esto, no estando seguros los organizadores de la fiesta en que el pueblo concurriera a pesar de la amenaza, adoptaron otro procedimiento: repartieron piezas de ropa. A unos les dieron una blusa; a otros pantalones; a algunos zapatos, y no faltó quien tuvo la suerte de obtener dos piezas de ropa de las que se distribuían. Ese procedimiento era más seguro para forzar la voluntad de los reacios que cualquier otro[2]

La falta de asistencia a la manifestación, además de privar del racionamiento a los obreros, acarreaba el que se quedara sin la pieza de ropa que les correspondía. Contingencia grave en aquellas circunstancias.

A la manifestación y desfile concurrieron también batallones de la guarnición de Petrogrado. Llegaron la noche anterior en cuatro trenes especiales. La organización del desfile resultó por demás laboriosa. La amplísima plaza y jardines de frente al Gran Teatro de Moscú y los alrededores del antiguo hotel Metropole, rebosaban de gente y de soldados.

Distribuidos todos según el orden concertado, cada grupo se dirigía, según llegaba de la fábrica o cuartel, al lugar que se le tenía destinado con sus compañeros de barriada o de cuerpo de ejército.

Los grupos empezaron a llegar muy de mañana. Como la curiosidad nos había llevado hasta el lugar destinado a la organización, preguntamos, valiéndonos de alguien que sabía hablar francés, desde qué hora estaban allí. Algunos grupos —nos dijeron— sobre todo de soldados, que son los primeros que deben desfilar, están aquí desde las siete de la mañana.

El aspecto de aquella multitud de gente allí apiñada, era conmovedor, pues se veía que la gran mayoría estaba por la fuerza, obligados, contra su voluntad, violentando su conciencia.

Bastaba que nos vieran y se dieran cuenta que éramos extranjeros y además delegados, en cuyo honor se hacía la fiesta, para que nos contemplaran con cierto desprecio, no exento de curiosidad. Pero pronto los gritos y llamadas de los presidentes de los Comités de Fábrica o de los jefes de columna, les hacía olvidarnos, y a nosotros inquirir de qué se trataba.

Como la mañana era espléndida, ofrecía un cuadro encantador el conjunto abigarrado de banderas y estandartes con el verde de los jardincillos por fondo y la fachada del Gran Teatro como frontispicio. Las continuas e ininterrumpidas avalanchas de hombres que iban llegando, hacían que no pudiera fijarse demasiado la atención en los detalles si se quería abarcar el conjunto

Sin embargo, y acaso por el hecho mismo de aglomerarse tantos miles de personas en la plaza, no dejaba de impresionar el aspecto exterior de la mayoría. Quienes al lado de la blusa nueva que se les había dado el día anterior, mostraban sus calzones con remiendos de mil colores y todos deshilachados por debajo. Otros, llevando el pantalón nuevo, iban casi descalzos y mostraban los codos por las roturas de las mangas. No faltaban los que, más desgraciados en el reparto de las prendas de vestir, no les había correspondido ninguna o bien una que no debieron podérsela poner, si acaso no la destinaron a algún deudo o allegado que la precisaba más.

A medida que avanzaba la mañana y nuevos contingentes aumentaban los llegados en primer lugar, el tránsito por la plaza para los curiosos y mirones como nosotros se hacía imposible. En nuestro afán de verlo todo, ya que preguntar no podíamos, íbamos continuamente de un lado para otro, llegando una vez a encontrarnos presos entre grupos, teniendo que abrirnos paso casi a la fuerza. Cuando la aglomeración hizo imposible el que circuláramos libremente, optamos por marchar. Además, la hora del desfile se acercaba. Teníamos que ir a ocupar el lugar que como espectadores de honor, de primera clase, nos estaba reservado.

El desfile se hizo de diez en fila, a paso militar, marchando rígidamente, en formación perfecta y volviendo un poco la cabeza hacia las tribunas al pasar delante de ellas. A lo monótono y antipático del desfile, venía a unirse el ruido ensordecedor de los aeroplanos y el chinchín de los platillos de las bandas de música que no cesaron un momento de tocar.

Cada partida de veinte filas de manifestantes que pasaban, las dos o tres primeras filas de la otra partida gritaban frente a la tribuna central: ¡Hurra a la Tercera Internacional! Nos cabía el convencimiento de que aquello era una superchería más, y de que no daban las hurras voluntariamente. Por entre los artefactos de guerra que se exponían, llegamos hasta el punto en que terminaban los pabellones de la Exposición, y entonces se nos reveló todo claramente.

A la entrada misma de la Plaza Roja se hallaba un oficial del Ejército Rojo, que antes lo había sido del zarismo, encargado de dar la última ojeada al orden de formación. Estaba destinado a indicar al grupo de líneas los gritos y ¡hurras! reglamentarios que habían de lanzar. Vimos aquello y nos invadió una gran tristeza. La farsa que allí se representaba no podía ser más indigna, ni más infame. ¡Pobres seres traídos allí por la fuerza, para dar la sensación de que el pueblo nos aclamaba! Y, por último, ordenando hasta los saludos que nos habían de dirigir.

Terminado el desfile, algunos delegados se dirigieron al campo de aviación, donde se celebraba una fiesta aérea también en nuestro honor. Por cierto que fue desgraciada. A causa de habérsele roto una pieza de gobierno a uno de los aeroplanos, hubo de aterrizar violentamente y de la manera que pudo, yendo a chocar contra una de las tribunas que habían sido levantadas para los delegados

En primera fila hallábase sentada una delegada pocos días antes llegada a Moscú, representando con otros delegados a los obreros suecos. Una de las palas de la hélice del aeroplano le pegó en la cabeza y le rompió el cráneo. Aquella misma tarde murió en el hospital. A causa del accidente y en señal de duelo se suspendió la fiesta.

Aunque habíamos sido invitados a esta fiesta de aviación no quisimos asistir. Lo que habíamos visto por la tarde, nos quitó toda ilusión para hacer acto de presencia en ningún festejo. Preferimos, en vez de ir al campo de aviación, recorrer Moscú, recogiendo impresiones de la jornada. Nos interesaba saber qué opinaba el pueblo del desfile y de nosotros

Confesamos que nada podemos decir. No hablando el ruso, no podíamos inquirir noticias de primer origen; que son las verdaderas. Preguntar era difícil, y más que difícil, era no enterarse de nada. En cuanto sabían que éramos extranjeros y además delegados, las bocas se cerraban, escondiendo sus secretos como las tumbas de los faraones. Resignados volvimos al hotel.

Por la noche asistimos al banquete. Aun contrariándonos personalmente, asistimos a él. Lo visto por el día nos puso de mal humor. Accedí a los insistentes ruegos de los malogrados camaradas Petit y Vergeat de París. Fuimos los tres, no porque nos entusiasmara concurrir al banquete, sino para tener algo más que decir. Celebróse el banquete en el antiguo Palacio de la nobleza de Moscú. En la Sala Central, y sobre cuatro filas de mesas, que las ocupaban a lo largo, vimos colocados numerosos servicios. Los delegados extranjeros, en honor de quienes se celebraba el banquete, éramos un centenar, contando los rusos, y la concurrencia en la Sala era de más de dos mil personas

El banquete no podía ser más espléndido. Se nos sirvió sopa, pescado, carne y pan blanco, todo en abundancia. También se nos sirvió una bebida espirituosa de frutas, café y tabaco. Durante el banquete, una banda de música interpretó diferentes piezas, sin olvidar tres o cuatro veces "La Internacional''

Cantó un Orfeón y el famoso Schaliapine, magistralmente. Mientras los delegados, que teníamos nuestra comida en el hotel, banqueteábamos opíparamente, los músicos y orfeonistas no habían comido, ni tenían esperanza de comer. El pueblo de Moscú, carecía de lo más indispensable

Para hacer aquel alarde innecesario, se tuvo a todos los niños de Moscú cuatro días sin su ración ordinaria de pan. ¡Estábamos bajo la dictadura del proletariado![3]¡Cómo olvidarlo! Al día siguiente de la Manifestación y del banquete, Luzowsky, que no desconocía nuestro pensamiento, nos preguntó qué nos había parecido la jornada del día anterior.

—No se debió hacer —contestamos—. Y si queríais que el pueblo obrero de Moscú, rindiera homenaje de simpatía a los delegados extranjeros, hubiera sido preferible convocarlos para el domingo próximo, y con los que hubieran concurrido, organizar una manifestación.

—No hubiera venido nadie —contestó

—Bueno —dijimos—. Así sabríamos la verdad de las cosas, y no como ahora, que al parecer, es grandioso lo ocurrido, cuando en el fondo todo ha sido una comedia, de la que hemos sido espectadores ridículos

—¡Usted siempre igual! —Dijo Luzowsky—. Tenéis, camarada Pestaña, ideas muy chocantes. Y se alejó al pronunciar las últimas palabras


[1] Desde el principio, los bolcheviques fortificaron la religión de Estado zarista, sustituyendo al Zar por Lenin, Trotsky, Stalin…, presentándolos como figuras sobrenaturales como escribía la prensa oficial bolchevique, en donde los Lenin y compañía se los presentaban como nuevos zares y como dioses. ¡Solo un dios podría haber sobrevivido a los atentados como el de Fanni!, declaraban los líderes del bolchevismo en 2018 (como Zinoviev, Bujarin…). No es entonces extraño que toda la terminología oficial fuera tan respetuosamente religiosa. (Nota del Colectivo FK)

[2 ]Siempre se ocultó hacia el exterior de Rusia que, desde abril 1917, los bolcheviques reclutan a los proletarios pagándoles (en dinero o en especies) toda la actividad política, no solo para asumir una responsabilidad de dirigente, sino hasta para ir a aplaudir o concurrir  una manifestación. Hoy se conoce mejor que esa fue la mayor diferencia que los separó de otras fuerzas políticas en el control de los proletarios y les permitió apoderarse del Estado zarista. La cantidad enorme de dinero recibido por los bolcheviques, les permitirá luego de su entrada triunfal en el famoso tren blindado, organizado por los milicos alemanes, la conformación del mayor conglomerado de prensa del país (decenas de publicaciones, es muchísimos idiomas), la estructuración de organizadores, cuadros sovietistas remunerados, manifestantes y votantes pagados para ello. El capital entrado a Rusia para financiar a los bolcheviques, fue el factor decisivo en su fuerza relativa con respecto a las otras fuerzas socialdemócratas (fracción socialdemócrata de los SR como Kerensky y compañía, mencheviques…). Llamamos a investigar y discutir sobre este tema tan tabú, que atribuyó la fuerza de los bolcheviques a una radicalidad revolucionaria ficticia.  Los bolcheviques nunca estuvieron del lado de la revolución social. (Nota del Colectivo FK)

[3] ¡Cómo se ríe Pestaña del concepto mismo de dictadura del proletariado! Efectivamente ello sirvió muchísimo a la burguesía mundial para clamar la imposibilidad absoluta y general de una dictadura social contra la tiranía de la ganancia del capital.  Pero en el fondo, fueron los bolcheviques que hicieron de ese concepto la peor y más tiránica dictadura CONTRA el proletariado. Nota del Colectivo FK


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