01.OCT.18 | Posta Porteña 1955

Mapa de un Engaño

Por Alvaro Diez de Medina

 

El lado Oculto de la Trama Tupamara

Libro de Álvaro Diez de Medina

Capítulo XIX:  Oro y política

La inesperada reacción de la Guardia Republicana y la Guardia Metropolitana los primeros días de junio de 1970 pasó inicialmente inadvertida para el MLN, hasta que, según relata el manuscrito de Amodio, “un abogado de los insurrectos (sic) de la Guardia Republicana solicita, por intermedio de los presos de Punta Carretas, un contacto entre la dirección del MLN y el grupo político que dirigía el expresidente del Consejo de Gobierno, Alberto Heber”

Alberto (Titito) Heber Usher (1918-1981) era, hacia 1970, una figura vastamente conocida. Nacido en el seno de una familia de prosapia nacionalista, /222 había ingresado a la Cámara de Representantes, por el departamento de Florida y formando filas del herrerismo ortodoxo, con la victoria electoral de su partido, en 1958. En los comicios de 1962, y en razón de revistar en cuarto lugar en la lista de candidatos nacionalistas al Consejo Nacional de Gobierno, Heber había resultado electo para integrar ese cuerpo, a cargo del Poder Ejecutivo colegiado, según lo dispuesto por la Constitución de 1952. Entre 1966 y 1967, por ende, Heber había pasado a ocupar la presidencia del Consejo, equiparándose, en lo protocolar, al jefe del Estado. Candidato presidencial derrotado para los comicios de noviembre de 1966, había pedido licencia en su cargo a fin de participar de la campaña, habiéndolo retomado en enero de 1967. En esa condición, Heber fue quien tuviera de su cargo hacer entrega de los atributos presidenciales a quien fuera investido como nuevo presidente de la República según la Constitución de 1967, Gral. Oscar D. Gestido (1901-1967)

A partir de ese momento, Heber se sumó a la oposición nacionalista al gobierno colorado encabezado por Gestido primero y, a partir de diciembre de 1967, por Jorge Pacheco Areco, oposición que ejerció, sobre todo, desde las páginas del diario El Debate, fundado, en 1931, por Juan P. Suárez y Luis A. de Herrera a fin de dar una tribuna al movimiento político encabezado por este /223

Heber era, naturalmente, una figura controvertida, y sobre todo en la izquierda, la que había alimentado el rumor, nunca plenamente sustanciado por hechos, de que, en vísperas de producirse el traspaso de mando presidencial bajo las reglas de una nueva Constitución presidencialista, el saliente presidente del Consejo habría mantenido reuniones con militares nacionalistas, con el propósito de analizar un golpe de Estado que impidiera el acceso de Gestido a la presidencia de la República /224 

Lo que el manuscrito de Amodio ahora presentaba era otro hecho, igualmente grave: el de un encuentro con la dirección del movimiento subversivo, solicitado por Heber a través del abogado de guardias policiales que se hallaban en abierto desacato de sus mandos. La reunión, según el mismo manuscrito, se habría realizado entre, por una parte, Lucas Víctor Mansilla Calleros (a) El Negro o Eliseo y, por otra, los representantes nacionales herreristas Héctor Gutiérrez Ruiz /225 y Alberto Gutiérrez Cirimello. “El sector que ellos representaban”, expresa Amodio, “veía con simpatías la labor del MLN, a quien (sic) comparaban con el contingente armado de Aparicio Saravia; entendían que sería conveniente mantener estrecho contacto a los efectos de profundizar el conocimiento mutuo que permitiera en el futuro acuerdos de fondo; a tales efectos solicitaban del MLN una tregua de 45 días en los que ellos, con la fuerza que tenían en los cuerpos policiales y en las Fuerzas Armadas, promoverían el derrocamiento del presidente Pacheco Areco y cuando ello se diera se conversaría con el MLN acerca de la adopción de un plan de gobierno común, amnistía para los presos del MLN y la integración de tupamaros a nivel de gobierno”

Según la versión del manuscrito de Amodio, este supuesto planteo sedicioso habría, naturalmente, sido recibido “con gran entusiasmo” por los tupamaros quienes, sin embargo, apenas otorgaron “una tregua de 20 días”. Según el punto de vista de Sendic, y en vista de que no había operativos en andamiento, nada se comprometía al abrir un diálogo con un “sumamente desprestigiado” Alberto Heber /226

El punto de vista de Amodio en relación a este tema, sin embargo, lo oponía drásticamente a Sendic: atribuía a Heber, y a su hermano Mario (1921-1980) falta de “honestidad”, una conducta “anti-sindical” e involucramiento en la quiebra del Banco Transatlántico (1965), así como el intento de prestigiarse (sic) políticamente al abrir conversaciones con el MLN. A los pocos días, en tanto, El Debate publicó la noticia relativa a la tregua en las acciones sediciosas, lo que Amodio vio como una confirmación de ruptura del compromiso de confidencialidad asumido por los representantes de Heber, pese a lo cual, anota el manuscrito, “el MLN mantuvo los contactos y contribuyó a financiar el diario, cosa que el ejecutivo ocultó a los comandos (de las llamadas “columnas”), ya que el malestar por la violación del acuerdo era grande”

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El 25 de junio de 1970, el Poder Ejecutivo dispuso el cierre, por cinco ediciones, de los periódicos El Popular (comunista) y El Debate (herrerista). La reacción de los nacionalistas ante el cierre fue ampliamente aplaudida por las publicaciones de la izquierda pro-tupamara: Gutiérrez Cirimello lo vinculó a las invocadas “ejecuciones” de sediciosos en el curso del operativo de Pando, Heber empleó la ocasión para llamar, en la plaza Constitución, a la juventud nacionalista a “guardar las armas de los antepasados, prontas para usarlas cuando se las necesite”, en tanto los legisladores nacionalistas distribuían en las calles una edición no autorizada del periódico. Dos días antes, la sedición había enviado al representante legal de las fuerzas policiales en desacato una carta muy reveladora. En ella, deslindaba algunas responsabilidades en actos criminales cometidos contra efectivos policiales, al tiempo que invocaba supuestos excesos represivos cometidos contra efectivos sediciosos. “Por eso”, indicaba la carta, “hemos llegado a la firme conclusión de que no podemos echar abajo este régimen liberticida sin atacar sistemáticamente a sus defensores, las fuerzas policiales (o armadas, en su caso) que lo defiendan y ejecuten su política”

Los sediciosos reconocían que la posición adoptada era “injusta”, pero recordaban haber alcanzado “el máximo desarrollo y los mejores pertrechos ofensivos para llevar a cabo esta estrategia”, por lo que informaban de la adopción de una tregua de 15 (sic) días, otorgados a fin de que las fuerzas policiales “recapaciten y comprendan cuál es el verdadero deber patriótico, como existen indicios de que ya están haciendo”. Eleuterio Fernández ha saludado, en su libro La tregua armada (1997) este documento, publicado en Cuba el 7 de julio de 1970, como “una de las primeras tratativas entre el MLN y las FF.AA.”, en una insólita expresión de ceguera: solo ello explica que, en retrospectiva, no midiera el alcance de este virtual ultimátum, en el que la sedición hacía a las “fuerzas policiales (o armadas, en su caso)” corresponsables, con sus vidas, de todos los cargos levantados por ella contra el gobierno

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La narración que el “libro” hace del episodio relacionado con la agitación en el seno de las guardias policiales así como con el contacto mantenido con los Representantes nacionalistas sigue, al comienzo, la línea del manuscrito de Amodio. El nunca identificado abogado (¿Carrace Hernández?) es, según ahora se interlinea, “defensor” de los “insurrectos de la Guardia Republicana, (interlineado: aprovecha la confusión del momento y establece contacto) con los dirigentes del Movimiento que se hallaban detenidos en Punta Carretas” /227 y, a través de ellos, obtiene la entrevista de los Representantes Nacionales con Mansilla. “El MLN”, interlinea, “acababa de hacer una demostración de fuerza” y, muñido de armamento nuevo, “era capaz de amedrentar (interlineado: y paralizar) el aparato represivo. (Interlineado: Y el amotinamiento de los cuerpos más efectivos de la Policía no solo estaban ratificándolo, sino que además funcionaba como un nuevo elemento de extorsión” (Fontana, 115)

El anónimo autor es más preciso en cuanto a la conversación supuestamente sostenida entre los sediciosos y los Representantes así retratados en un abierto concilio subversivo. Tras lo que se interlinea como una “extensa” conversación entre ambas partes “(interlineado: que ellos buscan por cualquier precio que sea amistosa)”. “(Interlineado: Habían propuesto)” una tregua, basada en su impulso político y la existencia de lo que ahora se convierte en “un importante sector de las Fuerzas Armadas que estarían apoyando sus gestiones”. “Como si todo lo anterior fuera poco”, enfatiza el autor antes de incluir un texto ilegible que no aparece en las versiones que se publican a partir de 1995, “plantearon la formalización de un plan de gobierno (...) que ellos iban a (interlineado: orquestar) desde el Parlamento, (interlineado: apoyados por grupos militares que le eran adictos)” (Fontana, 116)

El ficticio Amodio del texto es intenso en su rechazo al acuerdo planteado. Reconoce que la sedición “estaba reclamando una apertura hacia los sectores tradicionales, y de esa manera neutralizar la (interlineado: campaña) negativa que comenzaba a perfilarse desde el Parlamento”, pero interpreta que seguir el juego a Heber implicaría un “retroceso táctico y político para el MLN”. “Mucho más”, aclara por la vía de darle a la conversación un rumbo nuevo, “el compromiso que se adquiría con los nuevos aliados de compartir un futuro gobierno, sin ninguna posibilidad real de que llegado el momento –muy dudoso por otra parte, muy poca confianza se podía depositar en el nuevo frente que abríamos– pudiéramos funcionar tan solo un día en acuerdo”

El grupo de Heber, en esta interpretación, “buscaba utilizarnos para despojar del gobierno al Partido Colorado”, por lo que la aceptación final de una tregua de 20 días, a juicio de este autor, “no era (interlineado: otra cosa que) supeditar la acción del MLN a una estrategia tan jabonosa como la acción conjunta con el grupo blanco, en un momento en que la dinámica de los (interlineado: sucesos) que habíamos ido (interlineado: desencadenando) exigían una acentuación de las hostilidades”. “El MLN”, insiste, “estaba en condiciones inmejorables para practicar (interlineado: solo la táctica de desgaste del enemigo, que tan buenos resultados nos había dado”). Publicada en El Debate la noticia de la tregua pactada, el autor no resiste comentar que la misma nada decía “por supuesto, de las libras que el MLN había proporcionado al grupo blanco para poder financiar el órgano periodístico. (Interlineado: No creo que esta segunda “financiación” que hacía el MLN nos diese la satisfacción política que nos produjo la ayuda a la guerrilla de Inti Peredo” /228 Sin duda es el último párrafo en el tratamiento de este tema el que más pistas nos arroja.

“Las reuniones con los dos Gutiérrez continuaban desarrollándose”, comienza. En este punto, las versiones publicadas a partir de 1995 omiten un elocuente interlineado manuscrito incluido en el máster: “ahondando el compromiso y”, para sí incluir luego el interlineado: “la colaboración entre blancos y tupamaros”. El siguiente párrafo ha sido testado del máster, pese a lo cual quienes prepararan el texto que se diera a difusión a partir de 1995 consideraron que debía incluirse, y a despecho de su explosiva connotación: “Proporcionaban información para llevar a cabo el Plan Satán, de secuestros de diplomáticos prominentes, como medida para acelerar el golpe

Gutiérrez Ruiz estaba muy informado sobre los avatares del mundo diplomático, y dio al Movimiento una ayuda inapreciable en información sobre las actividades de los funcionarios extranjeros, especialmente en lo que se refiere a la Embajada norteamericana, donde mantenía cordiales relaciones –esto es algo, por otra parte, que Gutiérrez reconoce en forma constante, a pesar de tener una posición política nacionalista” (Fontana, 117)

El trabajo de edición es aquí contundente. El autor del “libro” ha dado un atrevido salto en la narración cronológica del manuscrito de Amodio, con el claro propósito de involucrar a ambos Representantes, y muy especialmente a Gutiérrez Ruiz, ya no en una conversación sediciosa... sino en la misma planificación del llamado “Plan Satán” que aún no se hubiera ni planificado, ni puesto en marcha /229

notas

222 Su abuela, Margarita Uriarte, se había casado en segundas nupcias con el Dr. Luis A. de Herrera

223 Con domicilio en la sede histórica del Partido Nacional, la Casa Vaeza, ubicada en Juan Carlos Gómez (ex Cámaras) 1384, El Debate fue editado entre 1931 y 1968. En 1970 se había relanzado como proyecto tabloide de 32 páginas, bajo la dirección de Héctor Gutiérrez Ruiz, Juan Carlos Furest y Diego Terra Carve, bajo el lema “El nacionalismo sin pueblo es una mentira”, y una entonación incongruentemente izquierdista en su línea editorial, que prontamente amainaría, con la cercanía de las elecciones nacionales de 1971. A este periódico le sucedería otro, de edición irregular y también en formato tabloide, entre 1980 y 1985, bajo el nombre de Nuevo El Debate y dirección de Washington Guadalupe, de línea editorial conservadora

224 Estas teorías conspirativas han sido reiteradamente presentadas por autores tupamaros como Eleuterio Fernández y Samuel Blixen con el claro propósito de validar la tesis de que, ya bajo la administración del último Poder Ejecutivo colegiado, fuerzas militares de derecha, nucleadas en torno a la llamada logia Tenientes de Artigas y bajo la batuta del entonces Cnel. Mario O. Aguerrondo, conspiraban a fin de dar un golpe de Estado, supuestamente resistido, con el mismo celo conspirativo, por fuerzas militares legalistas alineadas tras el Cnel. Líber Seregni. Lo que está mal fundamentada y ampliamente repetida tesis implicaría, en suma, es sostener que ya bajo la última administración regida por la Constitución de 1952, fuerzas militares de distinto signo político conspiraban con miras a organizar un golpe de Estado según su paladar y medida. De hecho, más de un dirigente político de relevancia sostuvo en conversaciones privadas haber oído por vez primera la propuesta de dar un golpe de Estado, supuestamente preventivo de otro, de derecha, de boca del Cnel. Seregni, lo que explicaría el sorpresivo relevo de mandos militares producido en la misma jornada del 1º de marzo de 1959, y mientras tenía lugar la ceremonia de asunción de mando del nuevo Poder Ejecutivo colegiado. La relación que el mismo Seregni realiza de esta época para Alfonso Lessa (Estado de guerra. De la gestación del golpe del 73 a la caída de Bordaberry, 2010, pág. 30 y ss.) Es detallada en la atribución de intenciones golpistas al núcleo militar cercano a Aguerrondo (que no confirman fuentes independientes), pero también lo es al rememorar que un desaire que le infiriera al mismo Seregni el consejero Heber en la sede del Batallón de Infantería 1, había despertado “ofrecimientos de levantarse en armas” entre sus allegados, situación que nunca puso este oficial en conocimiento del mando, pese a su flagrante gravedad

225 Gutiérrez Ruiz (1934-1976) era un joven parlamentario de 36 años de edad, que recién había accedido a la Cámara de Representantes por el departamento de Tacuarembó en 1967. Herrerista, había hecho sus primeras armas políticas junto a Alberto Heber pero en 1968 se había sumado al recientemente creado Movimiento Nacional “Por la Patria”, encabezado por Wilson Ferreira Aldunate

226 Fernández Huidobro sugiere (La tregua armada, La República, 1997), y Blixen explicita (Sendic: acción y legado, Trilce, 2000), que el por entonces Cnel. Alberto Ballestrino habría sido parte de estas conversaciones, llevadas a cabo en otras oportunidades que la reseñada en el manuscrito. El primero lo hace en un característico estilo ladeado, sugerente e impreciso: “mantuvimos, como es lógico, los contactos necesarios y tal vez algún general de los más ‘duros’ del proceso, recuerde sus épocas de coronel –también ‘duro’– y ciertas reuniones, cambiando de coche, en Pasaje Hansen, a media cuadra de Propios (...) Por esos días insólitos, Pacheco mandaba allanar la casa de (l Gral. Julio César) Vadora (1927-2011) y (el Gral. Alberto) Ballestrino (1923-2003) (...) ¿Se acuerdan?”. Solo que el episodio que cita nada tiene que ver con el argumento que pretende hacer: se trató de un operativo dispuesto por Pacheco Areco, y al frente del cual estuviera el coronel Ramón Trabal, a fin de identificar a oficiales en actividad asistentes a una cena en el domicilio del Gral. Vadora, tal vez con el propósito de analizar el desplazamiento del presidente. Había, por cierto, ocurrido el año anterior, y casi en coincidencia con el levantamiento y posterior reimplantación de la militarización de los empleados bancarios dispuesta por el Poder Ejecutivo que llevara a la izquierda a pedirle en agosto al Gral. Seregni que interrumpiera un viaje por Europa a fin de estar disponible para actuar ante las Fuerzas Armadas en caso de que el Poder Legislativo desplazara al presidente de la República (Jorge Chagas, Gustavo Trullen, Pacheco. La trama oculta del poder, Rumbo, 2005, pág. 214)

227 Recuérdese: según el manuscrito, el contacto se realizó a través de sediciosos presos en el Penal de Punta Carretas, en tanto el autor del “libro” lo ubica a nivel de los “dirigentes” presos

228 El autor no distingue, claramente, entre Inti y Chato Peredo

229 En agosto de 1997, Marcos Gutiérrez, uno de los hijos de Héctor Gutiérrez Ruiz, le refirió al periodista César di Candia y en el curso de un reportaje publicado por el semanario Búsqueda, todo lo que sabía acerca de la relación de su padre con los tupamaros, tras el robo de lingotes de oro pertenecientes a la familia Mailhos. Según Marcos Gutiérrez, su padre mantuvo conversaciones con los jefes tupamaros mientras estos estaban actuando en la clandestinidad y luego fue secuestrado por un comando del MLN. El diario blanco El Debate, que era dirigido por Gutiérrez Ruiz, “tenía un desfinanciamiento grande y los tupamaros que se habían robado el oro de Mailhos tenían dificultades lógicas para convertir ese dinero (…) hasta donde yo sé, hubo un acuerdo político por el cual mi padre les consiguió un contacto para poder vender uno o más lingotes y a cambio de eso el MLN financió un tiempo El Debate, relató Marcos Gutiérrez”. (“Gutiérrez Ruiz y los lingotes”, Búsqueda, 21 de setiembre de 2006).


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