13.OCT.18 | Posta Porteña 1959

Brasil : CON PODER LEGISLATIVO

Por Brecha/Tadeu Breda

 

La derecha obtuvo claras mayorías en ambas cámaras del Congreso nacional y determinará las políticas, independientemente de quien salga electo presidente.

Tadeu Breda, desde San Pablo / Brecha, 12-10-2018

Habrá segunda vuelta en las elecciones presidenciales brasileñas, pero un análisis más amplio ya deja entrever que la derecha salió ganadora del proceso. Los comicios del 7 de octubre dejaron muy claro que la política nacional se ha corrido mucho hacia la derecha, quizás incluso a la ultraderecha, favoreciendo al conservadurismo.

En las elecciones para el Congreso nacional, el desconocido Partido Social Liberal (PSL) de Jair Bolsonaro, que en la actual legislatura no tiene ningún senador y en las elecciones de 2014 sólo obtuvo un diputado (aunque luego sumó siete más que cambiaron de partido), pasó a ser la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, con 52 parlamentarios (de un total de 513), y obtuvo cuatro escaños en el Senado. El éxito de los candidatos del PSL se debe a la figura del líder del partido, Jair Bolsonaro, el ex capitán del Ejército que venció en la primera vuelta de las elecciones presidenciales con 46 por ciento de los votos válidos, es decir, fue el preferido de más de 49 millones de brasileños.

El Partido de los Trabajadores (PT), del ex presidente Lula –encarcelado desde el 7 de abril pasado–, será el que tenga más escaños en la Cámara de Diputados (56), pero aun así sus resultados representan un retroceso con respecto a las elecciones de 2014, en las que el partido consiguió 69 diputados nacionales.

Además, la agrupación ahora se encuentra aislada como fuerza centrista en la Cámara de Diputados, en medio de una clara mayoría derechista encabezada por el PSL e integrada por otros grupos que apoyaron el impeachment de Dilma Rousseff en 2016: el Partido Progresista (PP), con 37 diputados; el Movimiento Democrático Brasileño (MDB), del presidente Michel Temer, con 34; el Partido Socialdemócrata (PSD), con 34; el Partido de la República (PR), con 33, el Partido Republicano Brasileño (PRB), con 30; el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), con 29; los Demócratas (DEM), con 29, Solidaridad (SD), con 13; y Podemos, con 11 parlamentarios

En el Senado, donde se renovaron dos tercios de los escaños, las fuerzas partidarias difieren un poco, pero la orientación ideológica derechista se mantiene. De un total de 81 senadores, la derecha tradicional cuenta con mayoría propia (58 escaños: MDB, con 12 senadores; PSDB con nueve; DEM con seis; PSD con siete, PP con cinco; Podemos con cinco; PSL con cuatro; PTB con tres; PR con dos, y PRB, Pros, PSC, PTC y SD con uno cada uno), lo que le dará un poder significativo.

Perfiles castrenses

Los candidatos al Congreso que pudieron asociar su imagen al fenómeno del bolsonarismo consiguieron muy buenos resultados. Ejemplo de ello son sus hijos: Eduardo Bolsonaro fue el diputado federal más votado de la historia de Brasil, y representará al estado de San Pablo, el más populoso del país; y Flávio Bolsonaro, que fue el senador más votado en Rio de Janeiro, el segundo estado más poblado.

Además hubo varios otros candidatos de perfil conservador y militarista que supieron aprovechar la aceptación de Bolsonaro entre los brasileños. Entre ellos se encuentra el “Mayor” Olimpio, ex oficial de la Policía Militar y el senador más votado en San Pablo. De los 52 diputados nacionales que consiguió el PSL, 12 utilizan rangos como “mayor”, “cabo”, “sargento”, “coronel” o “comisario”. Las referencias militares también las usan otros partidos de derecha, de manera que el Congreso que tomará posesión en 2019 tendrá una inédita configuración pro-castrense.

Aritmética electoral

El cuadro se completa con los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Jair Bolsonaro es el favorito para vencer en la segunda, en la que se enfrentará a Fernando Haddad, del PT, ex ministro de Educación de Lula y ex alcalde de la ciudad de San Pablo, que obtuvo 29,26 por ciento, es decir, más de 31 millones de votos.

El capitán retirado Bolsonaro tiene todo a su favor. La suma de los votos de todos los candidatos del centro y de la izquierda –Haddad, Ciro Gomes (PDT) Marina Silva (Rede) y Guilherme Boulos (PSOL) – no alcanza a los de Bolsonaro. Mientras tanto, se espera que los votos de los candidatos de la derecha tradicional –Geraldo Alckmin (PSDB), Henrique Meirelles (MDB), João Almoedo (Partido Nuevo) y Álvaro Dias (Podemos) – se transfieran a Bolsonaro, si no directamente por su diálogo con estos electores, sí por el sentimiento anti-PT que se creó en el país tras las denuncias de corrupción y la prisión de Lula.

Ataques a la militancia social

La situación es muy grave para los sectores populares y los movimientos sociales brasileños. En su primer pronunciamiento después de la divulgación de los resultados por el Tribunal Superior Electoral, Bolsonaro volvió a desacreditar las urnas electrónicas, recordó que va a armar a la población y dijo con todas las letras: “Vamos a acabar con el activismo en el país”

Los discursos de Bolsonaro y su equipo permiten prever hacia dónde llevarán a la nación: Bolsonaro es un ex militar, cuyo candidato a vicepresidente es un ex general y cuya campaña es coordinada por un grupo de oficiales del Ejército. Todos ellos han celebrado reiteradamente la herencia del golpe de Estado del 1964 y de la dictadura que se instaló hasta 1985, además de ensalzar como “héroes” a los hombres que torturaron y asesinaron a quienes resistieron al régimen.

Por si fuera poco, una placa en homenaje a Marielle Franco –la concejala negra del PSOL asesinada este año por su actuación en contra de grupos parapoliciales en las favelas de Rio de Janeiro– fue destruida por dos candidatos del PSL, un activista fue asesinado a cuchilladas en Bahía por decir que había votado al PT, mujeres han sido agredidas en autobuses por leer libros feministas, electores hicieron videos y fotos de sí mismos apretando las teclas 1 y 7 de la urna electrónica –17 era el número de Bolsonaro– con la punta de una pistola. Todas señales de que bajo la presidencia del ex paracaidista el Estado no actuará solo en su misión de “acabar con el activismo”.

En Brasil siempre se ha perseguido a los militantes políticos, ya sea con agresiones, con asesinatos o con la cárcel. La persecución no terminó con la dictadura; sería más correcto decir que se incrementó luego de finalizada, en la medida en que aumentó la capacidad de vigilancia y represión del Estado. En un país violento por naturaleza –en 2017 más de 60 mil personas murieron asesinadas– ya se puede entrever qué resultados tendrá una política de acceso a las armas al estilo estadounidense, como la que propone Bolsonaro.

La mano dura en el terreno político y social vendrá acompañada por una apertura sin precedentes de la economía, ya que el gurú económico del candidato ultraderechista, Paulo Guedes, es un defensor de la “privatización de todo”, con aumento de impuestos a los más pobres y su reducción a los más ricos. Guedes además es defensor de crear alianzas con los “países que funcionan”, en palabras de Bolsonaro, es decir, los países centrales del capitalismo, léase el Estados Unidos de Donald Trump. Al militarismo y al ultraneoliberalismo del ex capitán se suma su reciente fe cristiana neopentecostal, que le hace citar constantemente a la Biblia y que le aseguró el apoyo de las iglesias evangélicas más fuertes e influyentes del país, como la Iglesia Universal del Reino de Dios

Limitaciones para el PT

Una victoria de Fernando Haddad no está descartada. A pesar de todas sus limitaciones –la falta de carisma, sobre todo, ya que se trata de un arrogante profesor universitario incapaz de dialogar con el pueblo más humilde–, y aunque el candidato del PT tenga por delante el dificilísimo reto de vencer el antipetismo, todos los brasileños que comprenden el riesgo que representa Bolsonaro para los restos de la democracia que nunca tuvimos van a votar por el candidato ungido por Lula. Aunque no crean en sus capacidades, aunque no crean en el PT.

Pero de todas formas, un eventual gobierno petista no será suficiente para frenar el avance de la derecha. No hay que hacerse ilusiones sobre la orientación de la política brasileña en los próximos cuatro años. La izquierda quedará aislada en la Cámara de Diputados: los parlamentarios que suscriben claramente a una ideología de izquierda no suman más que cinco decenas (por ejemplo, el PSOL sólo consiguió diez escaños). Si gana, Haddad tendrá que hacer alianzas con la derecha para poder gobernar y hacer frente a la ultraderecha. Pero en el peor de los casos podría sufrir un nuevo proceso de impeachment, como Dilma Rousseff, o los militares podrían decidir salir de los cuarteles.

En la segunda vuelta se definirán la presidencia de la República y también las gobernaciones. Todavía no está todo determinado, aun menos en unos comicios en que las fake news influyeron mucho en la opinión del electorado, y tras una campaña en la que un candidato fue detenido, otro fue acuchillado y un tercero hizo propaganda rezando en la cima de un monte

No obstante, es un hecho incuestionable que el giro a la derecha ha sido muy bien orquestado. El pueblo ahora sólo tendrá que decidir si prefiere que la represión, el ultraneoliberalismo y el fundamentalismo religioso se impongan en Brasil como un tsunami –a través de un Bolsonaro en el Ejecutivo y con un Legislativo alineado–, o que lleguen en forma de olas más pequeñas –con un Haddad presidente, pero con las manos atadas por el Congreso–. En cualquier caso, la derecha ya se asentó.


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