15.OCT.18 | Posta Porteña 1960

A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA

Por ColectivoFanniKaplan

 

ÁNGEL PESTAÑA “70 días en Rusia, lo que yo vi”  (15)

 

La revolución social en toda Rusia tuvo, como en todas las grandes revoluciones sociales del siglo XX, como razón principal, la miseria del proletariado agrícola (llamado “campesino” por vivir en el campo y también como política del Estado para separarlo del proletariado urbano “ciudadano”) y como consigna central Tierra y Libertad. ¡Cómo había sido en México, como sería en la revolución en España, se trataba de expropiar toda la tierra para vivir libremente y para ello había que expropiar la propiedad privada y destruir el Estado! Desde todo el siglo XIX (y el XVIII, como en México) el movimiento comunista de las campañas era insurreccionalista y finalista: los partidos socialdemócratas nunca reclutaron realmente “campesinos”

Más, los veían con total desprecio atribuyéndoles que solo luchaban como “pequeño burgueses”, cuando en realidad esa fuerza del proletariado mundial fue decisiva en todos los grandes procesos revolucionarios y soportaron todo el peso social de décadas de revolución y contrarrevolución en todos los grandes movimientos sociales del siglo XIX y XX. En Rusia, esa fue la fuerza social que destruyó el zarismo y enfrentó al capitalismo y el Estado, la que sufrió todo el peso social de la guerra contra el zarismo y la guerra de clases en general. En dicho proceso revolucionario, el proletariado fue afirmando la lucha por la Tierra y definiendo su programa y su partido como socialista revolucionario

Frente a ello, los partidos demócratas, socialdemócratas, (como los bolcheviques), en su proyecto de realizar las tareas democráticas burguesas, imitando al zarismo, solo prometían las reformas agrarias. En su camino hacia el poder, como todos los otros partidos burgueses (incluida la fracción Kerensky que cínicamente se reivindicaba del “socialismo revolucionario”), los bolcheviques prometieron la tierra a los campesinos, lo que evidentemente eran consignas democrático burguesas y no revolucionarias, como era la lucha de los socialistas revolucionarios de la campaña y las ciudades. Mientras el socialismo revolucionario aspiraba a la apropiación social y total de la tierra contra el capital y el Estado, los bolcheviques promovieron la propiedad individual y la propiedad Estatal. Ninguna de esas formas de propiedad privada, podía satisfacer al proletariado resistiendo siempre, desde las bases mismas del comunismo histórico en el uso de la tierra (Mir).

Pero la realidad fue todavía peor: los bolcheviques, impusieron a sangre y fuego la política de hambrear al proletariado para aumentar la plusvalía agraria. Sometiendo al proletariado agrícola, a la propiedad individual o a la Estatal (¡ambas formas privativas de propiedad de la tierra!), el partido bolchevique generó una dictadura implacable, requisicionando los cultivos (tanto para alimentar las ciudades como para obtener divisas con el comercio exterior [1]). Fue esa la “guerra civil”, la guerra del Estado (de los militares zaristas y bolcheviques) contra el proletariado pauperizado por las necesidades del capital y sus guerras.

Es, en ese cuadro, que debe entenderse la visita de Pestaña y los otros delegados internacionales al Departamento de Agricultura. Se está en plena guerra civil, en la mayor hambruna de la historia, cuando toda la política bolchevique se está concentrando en el terror de Estado. La historia ha sido tan falsificada que sin entender que esa era la contradicción central entre la burguesía y el proletariado lo que cuenta Pestaña sería incomprensible. En cambio, con ese eje fundamental la incapacidad de los bolcheviques para ganar políticamente al proletariado, para comprender el comunismo de aquellos “brutos” [2]que no le concedían ningún valor a la moneda emitida por el banco central, y la represión infinita contra el mismo, adquiere una claridad total.

COLECTIVO FANNI KAPLAN

(Todas las notas son de nuestro colectivo)

 

En el Departamento de la Agricultura 

Siendo Rusia un país eminentemente agrícola, nos interesaba sobremanera conocer el funcionamiento de este departamento, y más que su funcionamiento, queríamos conocer el resultado de la revolución en el campo. Nuestros deseos sólo fueron satisfechos muy sumariamente. Desconocedores del idioma y convencidos de que no siempre hallaríamos en cada Departamento gubernamental un fiel intérprete de francés, solicitamos uno del comandante del hotel. En esta ocasión no lo encontramos. Entonces, el compañero Borghi, de la "Unione Sindicale Italiana", y yo, que éramos los que deseábamos hacer esta visita, recurrimos a un intérprete no oficial, y a esto atribuyó nuestra casi infructuosa visita a este departamento. 

A pesar de los esfuerzos de  Sasha Kropotkin., que era la intérprete, los informes que nos suministraron fueron muy incompletos. Notamos en seguida, apenas comenzamos las preguntas que llevábamos en un cuestionario, que el encargado de informarnos procuraba eludirlas o contestaba con evasivas. Esta desconfianza nos disgustó mucho, pues nada la justificaba. Sin embargo, entre los informes que obtuvimos y otros que facilitaron algunos delegados, pudimos formarnos un juicio de lo ocurrido. 

Por otra parte, hemos de hacer constar, por la importancia que entraña, que en dicho Departamento ignoraban el setenta por ciento de las cosas surgidas en Rusia con el problema de la "tierra”. Los datos eran escasos e incompletos. El problema más álgido de Rusia, el problema de la tierra, y el de las relaciones de los campesinos con el Gobierno, se desarrollaba al margen del Departamento encargado de su solución. Quien haya leído algo sobre la situación del campesino en Rusia, durante el régimen zarista, opinará como nosotros acerca del interés que despertaba el conocimiento de lo ocurrido con la tierra. 

En el antiguo régimen, las supervivencias de un comunismo primitivo eran ostensibles. Cuantos esfuerzos hicieron los terratenientes, los pequeños propietarios de tierras y las autoridades, para destruir esos gérmenes, fueron inútiles. El Mir (organización del trabajo comunista) y el Artel (organización del trabajo colectivista), habían sobrevivido a todos los intentos de absorción contra ellos dirigidos. Y conocedores de esto, nos interesaba mucho saber qué había sido de tales organizaciones. Pero no se nos pudo decir

Ya en nuestra excursión por el Volga, sacamos la conclusión de que el problema de la tierra en Rusia, en realidad no existía, por lo menos con las características que este problema suele presentar en el resto de Europa. En casi todos los países europeos, es de escasez; en Rusia no. En Rusia, era, y sigue siendo, más que otra cosa, un problema de medios de comunicación. Hay en el corazón mismo de Rusia regiones casi vírgenes. El hombre, por falta de vías de comunicación, casi no ha tenido ocasión de posar en ellas su planta. Por eso, los datos que el Departamento de Agricultura pudiera proporcionarnos, tenían para nosotros una capitalísima importancia. 

Ya dejamos sentado que, el Gobierno de los Soviets, declaró la tierra propiedad nacional y la repartió en lotes individuales y colectivos. Los colectivos vienen a representar la transformación del antiguo Mir en dominio comunista [3]

Pero con ser este aspecto muy interesante, no era el que más nos preocupaba. Sabíamos, y los bolcheviques mismos nos lo habían confirmado, que el decreto declarando la tierra propiedad nacional siguió las huellas que le trazara el Congreso panruso campesino celebrado a últimos de julio de 1917, estando todavía Kerensky en el poder. De los informes recogidos en nuestras indagaciones, sacamos la conclusión de que el hecho real del reparto de tierras se había efectuado con anterioridad a la promulgación del decreto bolchevique.

Al preguntar a nuestro informante oficial si eran ciertas nuestras informaciones, las confirmó plenamente, objetando, no obstante, que el reparto, en muchas regiones, había sido una añagaza de los propietarios para sustraerse a los efectos de la disposición oficial. Ocurría con mucha frecuencia, dijo, que los propietarios se ponían de acuerdo con sus antiguos obreros, declarando ante el Soviet local que las tierras de los primeros habían sido repartidas entre los segundos. 

Los obreros, incautos y temerosos de por si volvía lo pasado, prestaban su aquiescencia a esta superchería, y el propietario seguía en el disfrute pleno, aunque oculto, de sus propiedades. Descubierto el engaño, constituyéronse los Comités de pobres, es decir, de aquellos que nunca habían tenido propiedad alguna y que, en avalanchas, abandonaron las ciudades dirigiéndose al campo a participar en el reparto de las tierras. Los componentes de estos Comités, como no tenían compromiso alguno con los propietarios y, además, comprendían mejor que el campesino el alcance de la revolución, descubrieron los engaños y procedieron, de acuerdo con los Soviets locales, a un nuevo reparto de las tierras. Resultado de la acción de estos Comités y del nuevo reparto de las tierras que propusieron, fueron las primeras luchas que ensangrentaron al país. 

Los antiguos propietarios, al igual que los obreros a quienes se les había repartido tierras, opusiéronse resueltamente a las divisiones de los Comités de Pobres, teniendo que intervenir el Gobierno para zanjar diferencias. Pero los conflictos arreciaban. Los desposeídos [organizados en] los Comités de Pobres organizaron la resistencia, adquiriendo caracteres de guerra civil. El Gobierno, sin embargo, no podía desamparar a los Comités de Pobres, puesto que les había dado vida y poderes casi omnímodos, hallándose ante un conflicto que ponía en peligro su propia seguridad y existencia. 

Entonces, continuó nuestro informante, vino el decreto del año 1919 disolviendo los Comités de Pobres. Fue este decreto uno de los triunfos más resonantes de Lenin en el seno del Partido Comunista. La oposición a que se dictara era fuertísima; pero Lenin hubo de hacerles ver los peligros que corría Rusia de encenderse en una verdadera guerra civil, mil veces más peligrosa que las intentonas de Yudenich, Denikin y demás lacayos de la burguesía mundial. Fue precisa toda la autoridad del jefe para triunfar de la oposición. A partir de este momento, las funciones desempeñadas por los Comités de Pobres pasan a los Soviets locales, zanjando así uno de los mayores peligros corridos por el Gobierno sovietista. 

—Y a los pequeños propietarios, a los que ya en el antiguo régimen lo eran de unas hectáreas de tierra que les permitían justamente vivir a ellos y los suyos sin explotar el trabajo ajeno, a estos, ¿cómo los ha tratado la revolución? ¿Qué prevenciones ha tomado para desposeerlos el Gobierno? 

—Ninguna. Estos han continuado como anteriormente. Únicamente, una vez hecha la recolección y retirada la parte que como racionamiento les corresponda según las estadísticas oficiales, deben entregar el resto a los empleados del Comisariado de Aprovisionamiento. En el régimen de propiedad de la tierra que poseían, nada ha variado; en lo demás están sujetos a las disposiciones que el Gobierno dictó. 

—Si—respondimos nosotros—. Algo así como lo que ocurre con los propietarios de una casa pequeña. Siguen siendo propietarios de la casa, pero no pueden disponer de ella. Es un derecho de propiedad intervenido; más bien imaginario que real; algo muy diferente de cómo entiende el derecho de propiedad la burguesía mundial y los Códigos de todas las naciones. 

—Algo de eso viene a ser—contestó nuestro interlocutor. 

— ¿Es cierto—preguntamos—que en muchísimos casos, los campesinos abandonan las tierras que les han correspondido en el reparto y uniéndose en grupos se trasladan de lugar para labrar en común las tierras baldías prescindiendo de toda intervención oficial? 

—Cierto —nos contestó el informante—, De esos casos pueden citarse muchos, sobre todo en los confines de la Rusia Central y de la Ucrania, En estas regiones, obedeciendo los campesinos a impulsos naturales, mancomunan sus esfuerzos y se trasladan de un lado para otro y cultivan tierras que están abandonadas. Pero el Gobierno se ha opuesto siempre a esos procedimientos[4]

— ¿Y a qué se cree obedece ese impulso del campesino? 

—A sustraerse a las cargas oficiales e impuestos del Gobierno. Como no podemos pagarles sus productos en especies, ya sea en máquinas, ropas u otros utensilios, no quiere cedernos lo que les sobra. Al rublo soviético no le concede ningún valor. Hasta hace bien poco tiempo tenía más valor, entre los campesinos, el rublo zarista que no el soviético. Ahora ya va cambiando. La estabilidad del Gobierno contribuye a ello. 

— ¿No existe el temor—argüimos—de un posible retorno al régimen de propiedad privada de la tierra? 

—Imposible mientras los comunistas estemos en el poder. Declarada la tierra patrimonio nacional, sin que al particular le sea dable venderla, legarla o enajenarla; perdiendo todo derecho al usufructo de la tierra que le haya correspondido en cuanto no la cultive, o muera; revertiendo al Estado el derecho a disponer del lote que se halle en esas últimas condiciones, no puede el particular adquirir derecho de propiedad alguno. Por lo tanto, el derecho privado de propiedad de la tierra no puede retornar. 

—De acuerdo con lo que se nos dice. Pero entonces - insistimos— el pequeño propietario, éste que conserva el lote de tierra que poseía en el antiguo régimen sin que ninguna disposición oficial le afecte, salvo la de requisición de los productos que le sobren después de la recolección, ¿puede o no puede vender, traspasar, legar o enajenar una tierra, de la que sigue siendo propietario con todos los fueros de la ley? 

—Nada podemos decirle sobre el particular, pues nada se ha legislado. Aunque es de presumir que ese derecho de propiedad se mantiene a precario, ya que todo el territorio ruso se ha proclamado propiedad del Estado. 

—Al parecer —objetamos— ese debiera ser el sentido y la interpretación oficial de lo legislado. Pero nosotros sabemos que actualmente se especula en grande sobre tierras y sobre esas propiedades; que se hacen contratos privados entre los actuales poseedores y los nuevos adquirentes; que se realizan transacciones de bastante cuantía sobre esos valores, con lo cual parecen no interpretarse en el sentido se nos afirma las disposiciones oficiales. 

—Es posible que exista ese comercio privado, nuevo aspecto de la especulación; pero en nada influye en la política sovietista, y no puede ser motivo de un retorno a lo pasado, 

—Sin embargo—-objetamos—la seguridad con que esa gente obra no es motivo que nos tranquilice para lo futuro. 

— ¿Podría darnos—preguntamos—algunos datos estadísticos de las organizaciones. Comunas o Dominios comunistas, ¿que el Estado Soviético o los particulares cultivan? ¿Y en qué condiciones de relación se mantienen unos y otros, y si disminuye o aumenta el cultivo de tierras? 

—Con mucho gusto. Las cifras que le vamos a dar referentes a los Dominios y Comunas son oficiales. Fuera de ellas quedan aún muchas organizaciones, pero nosotros solo podemos dar las que figuran en nuestras estadísticas como oficialmente reconocidas por el Gobierno. Las del cultivo de las tierras repartidas no se las podemos proporcionar, porque no han podido hacerse.  

— ¿Ni aproximadamente? 

—No; sólo les daremos datos sueltos. 

—En este caso, lo que nos interesaría saber es si aumenta o disminuye el cultivo de la tierra y a qué causas puede atribuirse. 

El cultivo de la tierra ha disminuido desde la revolución hasta ahora en casi un cuarenta por ciento, según los datos que en este Departamento obran. Las causas de esta disminución son muy complejas y variadas; obedecen a fenómenos diferentes. Así, por ejemplo, hay regiones donde los campesinos no cultivan la tierra por falta de elementos para hacerlo. Escasean las semillas, que son consumidas a causa de la escasez de productos; y antes de pasar hambre las destinan a la alimentación del pueblo. Escasean también los animales para ayudar al campesino. El caballo, sin el cual el campesino ruso se halla impotente para el cultivo, disminuye considerablemente

Hay regiones donde está a punto de desaparecer. De máquinas y otros utensilios mecánicos para la labranza, abonos inclusive, inútil decir que escasean en absoluto. 

Antes de la guerra, Rusia era tributaria de los países de Europa en ese ramo; el bloqueo nos ha privado por completo de abastecernos y renovar y ampliar los que había. Otra de las causas, y acaso la más grave, es la resistencia pasiva del campesino a cultivar la tierra. La trabaja, pero sólo en cantidad suficiente para el sostenimiento de los suyos. Opuesto el campesino a la requisición forzosa, hace cuanto puede por sustraerse a ella. No es aislado, sino muy frecuente, el caso de campesinos que hacen silos en el monte, en lugares escondidos y apartados para ocultar los productos recolectados y sustraerlos a la requisición. Como cultivan lo justo para el sostenimiento de la familia, si no adoptaran estas precauciones les faltaría; pues al tomar el Gobierno la parte que le correspondiera, les faltaría a ellos para llegar de una cosecha a otra. 

— ¿Y cómo es que habiendo legalizado el Gobierno Sovietista la posesión que de la tierra hizo el campesino en el curso de la revolución, se niegan ahora a ayudarle? 

—Es por egoísmo y especulación. El campesino quiere tener la libertad de vender sus productos a quien quiera y como quiera. Cambiarlos o tasarlos en valor según su propia voluntad. Lo que no quiere, lo que rechaza y detesta con toda energía es la intromisión gubernamental en sus asuntosEs el criterio pequeñoburgués que se manifiesta [5].

—¿No será más bien el deseo de vivir en plena libertad, de arreglar las cosas según su criterio, de organizar la producción y consumo a base de un comunismo libre y no de un comunismo estatal como el que se le impone? 

—No; lo que quiere es ganar dinero. Sacar el mayor provecho a su trabajo. Obtener el máximo beneficio de lo que produce, y no otra cosa. Olvidan ustedes que el campesino ruso es analfabeto y muy ignorante. La vida en él es casi una sensación instintiva, rudimentaria, animal, sin ningún destello de idealidad. Sumido en la barbarie por muchos siglos de esclavitud y tiranía; viendo cómo sus explotadores gastaban en lujos desenfrenados y orgías escandalosas lo que él consideraba indispensable para vivir; envilecido, escarnecido y despreciado, el temor al hambre y a las miserias pasadas ha despertado en él sentimientos de avaricia. Ansia ganar mucho, mucho; cuanto más mejor para colocarse a salvo de las contingencias de la escasez. Es comunista; pero lo es por instinto, no por ningún sentimiento superior, Sabe, por experiencia, que el trabajo en común rinde más que el individual, de aquí su comunismo. Ahora, cuando ha conseguido la libertad del trabajo, quiere también la de disponer de lo que produzca para obtener mayores beneficios,

—Cierto que es muy complejo todo esto. 

El número de Comunas y el de Artels, que se nos dijo existían entonces en Rusia, era de quince mil, distribuidos entre las provincias centrales de Rusia. En Nizni Nóvgorod había diez y siete Comunas y ciento veintitrés Artels. En Astrakán diecinueve Comunas, quinientos noventa y un Artels, más quince grupos de afinidad. En Saratoff, sesenta y seis Comunas y doscientos veintiséis Artels. En el Gobierno de Smoliensky doscientos grupos de afinidad, noventa y ocho Artels y treinta y tres Comunas. 

La superficie de hectáreas de tierra atribuida a cada Comuna o Artel, así como a los grupos, variaba considerablemente. De los productos recolectados en los dominios comunistas y en los Artels se incautaba el Gobierno en su totalidad. El racionamiento y distribución de lo que correspondiera a cada componente de esas dos instituciones, se hacía por intermedio de los órganos oficiales apropiados y creados para ello. 

Fue sorprendente observar, dado el criterio centralista y uniforme predominante en toda la organización bolchevique, que no todos los Dominios Comunistas y Artels dependieran del Departamento de Agricultura. De él dependían dos mil ochocientos, y el resto del Consejo de Economía Nacional. Para coordinar la vida y desarrollo de los Dominios y Artels, además del Departamento de Agricultura de Moscú y de la sección establecida en el seno del Consejo de Economía Nacional para los que de él dependen, hay comisiones en cada provincia, que inspeccionan y vigilan la marcha de los mismos. La distribución de abonos, así como la de máquinas agrícolas, se distribuye con marcada preferencia. Las peticiones han de hacerse al Comité provincial Agrícola, que las ordena. Luego, cuando la distribución puede hacerse, se clasifican; en primer lugar los Dominios Comunistas, después las Comunas, en tercer lugar los Artels, y por último los grupos de afinidad. 

Otro caso típico, demostrativo de la poca voluntad con que los campesinos acogían las disposiciones bolcheviques que les concernían, se presenta en el abandono constante en que dejaban las instituciones oficiales —Comunas, Dominios y Artels— y emigraban para trabajar libremente. Quien nos proporcionó los datos que venimos citando, nos confirmó lo que por personas particulares sabíamos: que grupos de campesinos abandonaban las instituciones oficiales, o las tierras que les habían correspondido en el reparto, y se dedicaban al cultivo en común de terrenos yermos o que no pertenecían a nadie. Era el verdadero comunismo emergiendo por encima de todas las trabas oficiales

De estos grupos, nacían y se iban formando los grupos de afinidad y que, en algunas provincias, como en el Gobierno de Smolensky, eran de unos doscientos, según las estadísticas citadas. Y téngase en cuenta que la Siberia y la Ucrania, las dos regiones rusas más propensas al grupo de afinidad, como sistema de organización, no figuraban para nada en las estadísticas oficiales.

El caso de la República (?) de Chubasky es bien característico, y confirma plenamente cuanto decimos. Las disposiciones del partido gobernante, más que a mejorar o desarrollar las instituciones y el espíritu comunista del campesino ruso, vinieron a ser una traba, un estorbo, un obstáculo que impedía su pleno desarrollo y desenvolvimiento

No era un comunismo de cuartel o de convento, como el que imponían los bolcheviques desde el Poder, lo que quería y anhelaba el campesino ruso; era un comunismo libre, autónomo, independiente, salido de su propia voluntad y de su esfuerzo fecundo y creador, Y por haberle negado este derecho surgió la lucha, que costó miles de vidas y lagos de sangre

Soldados y delegados comunistas encargados de la requisición, muertos y bárbaramente mutilados, aldeas totalmente incendiadas y niños, mujeres y ancianos, cazados como fieras y sirviendo de blanco a las mortíferas ametralladoras: este es el balance de la política bolchevique

Cuando el campesino ruso se vio obligado a trabajar en condiciones onerosas, y vio todas sus instituciones propias, como los Artels y los Mires, modificados a capricho y antojo de un Gobierno que le confiscaba y arrebataba por la fuerza los productos que recolectaba, se sublevó y llevó la protesta y la resistencia al terreno de la violencia. Los bolcheviques son muy amantes de las estadísticas y de los gráficos; sienten por esa manera de exposición una verdadera flaqueza; sin embargo, o mucho nos equivocamos, o creemos que jamás dará una estadística de todos los asesinatos cometidos, de las aldeas arrasadas y quemadas y de las víctimas que han sido sacrificadas a esa política de errores. Al tiempo ponemos por testigo. 

Ángel Pestaña


[1]Si lo de requisicionar en el agro para alimentar las ciudades se hizo abiertamente, las exportaciones comerciales para financiar el propio aparato policial y estatal ruso fue sistemáticamente ocultado y es muy poco conocido.

[2] Por supuesto que todo lo que la historia oficial ha contado sobre “la ignorancia del campesinado ruso”, su supuesto egoísmo, es una mentira total del poder zarista y luego bolchevique: ese “bruto” al defender su tierra y su libertad defendía en realidad la resistencia de la humanidad contra el capital, fue contra esa resistencia que los bolcheviques aplicarán sistemáticamente el terrorismo de Estado.

[3] Pestaña le llama “comunista”, como ya lo hemos tratado en otras concesiones, haciendo una tremenda concesión a la ideología capitalista de los bolcheviques. Debiera saber y sabía que ese régimen de propiedad era lo antagónico al comunismo (¡que es la contraposición misma de todo Estado!) y que en realidad era estatista.  Más todavía, veía claramente que era estatista y capitalista, pero no lo dice claramente. Es una concesión típica del anarquismo sindicalista y socialdemócrata, que en vez de criticar al bolchevismo, al leninismo, por su defensa rabiosa del desarrollo capitalista, lo critica por ser “comunista” utilizando esta palabra como sinónimo de dictadura como hacía la burguesía mundial.

[4] La contradicción de clases es clarísima. Como en toda la historia del capitalismo, el Estado reprime toda apropiación directa y humana de la tierra, impone por el terror la separación absoluta entre los medios de vida y los seres humanos para someterlos al trabajo asalariado (constitución del “trabajador libre”) en beneficio del capitalismo y del Estado. En Francia, Inglaterra, Alemania…esa separación de los seres humanos de la tierra había llevado siglos y se basó en la persecución a sangre y fuego de los habitantes de la campaña (se le cortaba una oreja la primera vez que se lo encontraba buscando medios de vida sin trabajar, la segunda la otra y la tercera la cabeza); en Rusia el leninismo quiso hacerlo en unos pocos años concentrando el terrorismo de Estado y sometiendo a los seres humanos a los campos de trabajo, que con el tiempo rebautizaron como, campos de concentración.

[5] Esta inversión total de los términos burguesía/proletariado es sistemática en la historia de la socialdemocracia bolchevique: los intereses más elementales y profundos del proletariado en su propia sobrevivencia sería “pequeño burgués” y la política estatista y de defensa de la propiedad privada por parte del Estado sería “proletaria”


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