02.NOV.18 | Posta Porteña 1965

Algunas Reflexiones Sobre el Poder Estatal en América Latina

Por H Decarli /Libertario

 

La historia del poder estatal en América Latina se ha perfilado como de naturaleza disciplinaria dada la dureza de la dominación, amén de la corrupción estructural y la carencia de institucionalidad democrática

Humberto Decarli- El Libertario 28 oct. 2018

Es el devenir de la región luego de la secesión de los imperios ibéricos y el desplazamiento de las élites coloniales por sus sucesores criollos manteniendo incólume la relación de dominación sobre los demás estamentos sociales, existente desde que las metrópolis hicieron acto de presencia para ejercer la rapiña sobre estos territorios.

Fueron experiencias relativamente simétricas las vividas por la región en cuanto a la génesis del Estado nacional en cada país. Excepción de Haití, una revolución donde la africanidad se impuso al eurocentrismo, toda la región fue una réplica inacabada de las propuestas ideológicas y culturales del viejo continente. Nacían bajo la égida doctrinal de las ideas europeas y fueron presas del otro colonialismo mucho más poderoso, el británico. Hasta Simón Bolívar terminó sus días proponiendo una confederación de las naciones latinoamericanas bajo protectorado británico

Siempre se discutió si éramos parte de la cultura occidental, tesis sostenida por el eurocentrismo como herederos de la hispánica. Era algo cuestionable porque, a pesar de la imposición de la lengua, las costumbres y la religión europeas transmitidas a la nación separada de la metrópolis por los criollos, había cierta mixtura mimetizada en el mainstream. José Vasconcelos pensó en la “raza cósmica” como una entidad diferente, Simón Bolívar trato de dar una identidad a los moradores de estas tierras y Samuel Huntington en su conocido texto Choque de Civilizaciones presenta a los latinoamericanos como una civilización diferente a la europea.

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Las naciones herederas del colonialismo español se formaron en el contexto del mayor autoritarismo. Las élites criollas se identificaron con Europa, aparte del idioma y la religión impuestos, con la cultura del viejo continente a pesar de no ser estrictamente europeos. Además, el material humano empleado por España para invadir la región fue de lo peor. Como lo ha sostenido el Dr. Francisco Herrera Luque, los andaluces y extremeños llegados acá venían de un proceso bélico muy fuerte con los islámicos por ocho siglos. Incluso, algunas costumbres venían de la ideología musulmana porque tantas centurias de dominación árabe en la península ibérica no podía pasar inadvertida; era un catolicismo sincrético y un personal proveniente de las prisiones hispánicas ganando su libertad a cambio de vivir la aventura de un viaje sin garantía de nada

El arrase de los soldados a la orden de Colón se expresó en la violencia sexual ejercida en las islas del Caribe a donde arribaron. Una vinculación a la fuerza fue la razón de un mestizaje bastardo con imposición de la mentalidad española como eje del nexo, con su idioma, religión, hábitos culturales, racismo, costumbres, usos y la óptica hispánica predominantes

Adicionalmente la estructura administrativa colonial estableció rivalidades entre las colonias, fueran capitanías generales, real audiencias o virreinatos, y los conflictos entre esos gerentes, a la postre los criollos reemplazantes de los españoles, dictaminaron las diferencias entre las diferentes sociedades y por ello surgieron múltiples Estados muy centralizados en lo interno, a contrapelo de lo ocurrido en los Estados Unidos con un Estado confederal al inicio y luego federal y el caso brasileño donde se concentró en un solo Estado la herencia monárquica lusitana.

Realmente era difícil plantearse una unidad regional porque no era como sostenía Gabriel García Márquez en su obra El general en su laberinto, de no haberse comprendido el criterio de unión bolivariana, sino que las diferencias eran una realidad indubitable. Una idea voluntariosa no podía pasar por encima de prácticas sociales heredadas de la colonia, esto es, el fraccionamiento de las áreas administrativas generadoras de diferencias irreconciliables entre ellas incapaces de elaborarse vínculos pero si distancias profundas muy difíciles de superar

Además, las élites locales, aprovechando la coyuntura de la invasión napoleónica a la península, asumieron el poder político porque ya tenían el económico. Pero lo hicieron a la fuerza y si bien esas oligarquías fueron quienes dieron el paso secesionista, los caudillos populares participaron en la toma del poder político y lo hicieron en función de sus intereses por haber ganado la guerra, asumiendo la dirección política de las nuevas repúblicas. Habían nacido promovidos por la violencia y en el entorno de la ausencia de institucionalidad.

El Estado en la zona es fundamental y mantiene un férreo control de la sociedad. Los organismos del aparato de dominación constituyen el eje de la vida cotidiana y el funcionario que lo dirige o gerencia es quien decide por todos. No están muy reglados y dependen de la voluntad de la persona administradora. Adicionalmente, el poder es concentrado para dinamizar la tutela social. El culto a la personalidad en la vida política es frecuente porque se depende de un líder y no de una organización o idea.

La guerra fría coloreó a Latinoamérica y los militares y golpes de Estado fueron la apuesta de Occidente. Los uniformados gobernaban en muchas naciones como Leónidas “Chapita” Trujillo en República Dominicana, François Duvalier en Haití, Anastasio Somoza en Nicaragua, Alfredo Stroessner en Paraguay, Manuel Odría en Perú, Rojas Pinilla en Colombia, Pérez Jiménez en Venezuela, Dersi Bouteser en Surinam, las élites castrenses en Brasil, Argentina, Uruguay y Pinochet en Chile, fueron los encargados de protagonizar el esquema fáctico. Frente a ellos se alinearon como propuesta alterna los caudillos civiles como el denominado Club del Caribe donde dirigentes conocidos, Pepe Figueras de Costa Rica, Manuel Muñoz Marín de Puerto Rico, Prío Socarrás y Graü San Martín de Cuba y Rómulo Betancourt de Venezuela, configuraron una clase política cuya fachada era menos severa que la castrense y se exhibieron ante los Estados Unidos como garantes del establecimiento sin apelar a la conducta cuartelera.

En la medida que transcurría la Guerra Fría, el Departamento de Estado hizo una apertura y comenzó a apoyar a los civiles a los cuales ayudó con el programa social Alianza para el Progreso, destinado al quiebre de los conflictos internos. Con el tiempo los gobiernos fácticos dejaron de tener sentido y se impusieron los otros.

Norberto Bobbio, en una obra llamada Derecha e Izquierda, sostenía que era una categoría cambiante porque todo dependía del contexto. Así, los comunistas en los albores de la desaparición de la Unión Soviética eran eminentemente derechistas porque defendían el statu quo por estar situado en el vértice de la estructura de sumisión de esa nación mientras que los renovadores podían ser evaluados como izquierdistas

El problema no es estrictamente ideológico porque conforme a la tradición política se entiende a la izquierda como el sector renovador de la sociedad mientras a la derecha como el conservador. Empero, existe una entidad construida por una relación social, el poder. No es una entelequia sino un nexo entre los humanos mediante el cual una élite domina al resto de la sociedad que solo le queda obedecer las órdenes emanadas desde el sanedrín. Es un fenómeno con mucha vigencia en el presente y ha sido estudiado extensamente. El posestructuralismo francés (Michael Foucault, Giles Deleuze, Félix Guatari, Jack Lacan, Lyotar, Derridá y compañía), fue una de las escuelas que lo ha investigado a plenitud, así como pensadores como el coreano Byung-Chul Han y su tesis sobre lo igual y lo distinto y el posanarquismo de la mano de Tomás Ibáñez, Saúl Newman, Lewis Call y Todd May

El poder estatal en América Latina ha sido una estructura heredada de los colonialismos europeos y ha sido una praxis muy abigarrada, cerrada y autoritaria, como hubo de serlo por su secuencia histórica.

Adicionalmente, las cúpulas criollas sucesoras del grupo colonial fueron tan autoritarias o más que las europeas y forjaron Estados nacionales militaristas y arbitrarios. En muchos casos el mantuanaje tuvo que coexistir con los caudillos guerreros nacidos al calor de su potencia y se coaligaron para dominar al país. Fue el caso de Venezuela donde esos mantuanos tuvieron que aceptar a un líder de origen popular como José Antonio Páez pero con criterios tan despóticos como sus pares excluyentes. Esas tendencias rígidas y conservadoras se han potenciado en la historia republicana de la zona.

Como antes lo aseveramos, cada país mutatis mutandi, ha devenido en ascenso de la arbitrariedad y del despotismo. Ni siquiera la división formales de los poderes, manera de administrar la dominación, se ha practicado porque primero está el funcionario, luego la centralización, después el armamentismo y en la cúspide el caudillo. Ninguna institucionalidad democrática ni autonomía de los organismos ni de las funciones.

Esta dirección política se ha visto acompañada de una orientación económica similar en tanto se dirige a la dependencia y la mono producción. Las cúpulas han aceptado de forma indubitable la división internacional del trabajo, esto es, seguir incondicionalmente las directrices de los centros mundiales de dominio. Se traduce en haber el subcontinente atravesado la senda de la producción de materias primas en beneficio de las transnacionales y los países de desarrollo sostenido sin dar pasos hacia las industrias del futuro, la ciencia, la tecnología, la investigación, el conocimiento, la inteligencia y el arte. La educación ha sido entendida como incluyente pero ineficaz. No existe una docencia al servicio de saltos cualitativos como la investigación y nexos con la robótica, la microelectrónica, la biotecnología y demás expresiones futuristas.

Adicionalmente en materia política se ha construido unos regímenes formales donde se cumplen con el sufragio como un rito en el contexto de la mayor duda por el ventajismo y las martingalas propias de las mentalidades de las organizaciones políticas. Ni siquiera se ha trascendido las llamadas democracias electorales porque la legitimación de desempeño brilla totalmente por su ausencia. La praxis democrática se expresa esencialmente en la cotidianidad, en el día a día donde se ponga de manifiesto los vasos comunicantes entre la gente y los intermediarios que dicen representarla.

América Latina, por las anteriores razones históricas, no ha logrado llegar a niveles de democracia. El origen de la legitimación, las elecciones, se cumple con mucha dificultad por no haber fair play en su funcionamiento. Y el desempeño o ejercicio de la praxis de gobernanza claramente no alcanza ningún estadio limpio dada la arbitrariedad inherente a las autoridades sin reglas ni normas por las cuales orientarse, dando rienda suelta a decisiones asumidas caprichosamente. Para obtener unos planos mínimos democráticos, hay que poner una pica en Flandes para llegar a metas políticas sinceras. Es una tarea titánica para las nuevas generaciones de luchadores por la libertad para saldar esta frustración histórica creada por las élites incompetentes y de mala fe existente en la región, aupada por los factores internacionales cuya orientación es hacia el mantenimiento del statu quo dado que les ha servido plenamente a sus intereses.


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