02.NOV.18 | Posta Porteña 1965

Brasil analizando las consecuencias

Por varios/posta

 

Análisis truncos : Una izquierda sin rumbo

 

Raúl Zibechi /Brecha, 2-11-2018

 Si se busca comprender la situación política actual en Brasil, simplemente mentar al fascismo es un mal camino. Implica adjetivar la realidad, para no tener que analizarla. La inmensa mayoría de los análisis de los medios de izquierda eluden cualquier responsabilidad de la izquierda en el desenlace bolsonarista.

“Un troglodita radical, incapaz de comprender la vida más allá de su defensa inquebrantable de la violencia. Un ser totalmente desequilibrado, que merecería soporte psicológico urgentísimo”, concluye sobre Bolsonaro el corresponsal de Página 12 en Brasil. Tan sólo una de las tantas perlas de “análisis” que ofrecen algunos escribas izquierdosos sobre el próximo presidente.

Hay análisis más sofisticados, por cierto, en los mismos medios. Pero la gritería se lleva la palma. La pregunta es cómo va a actuar la izquierda en una sociedad partida al medio y con altas dosis de violencia racista y clasista.

En su primera entrevista luego de ser electo, Jair Bolsonaro repitió varios de sus dogmas, como liberar la posesión de armas y reducir la edad de imputabilidad penal a 14 años. Declaró la guerra a los movimientos sociales, al destacar que las ocupaciones de los sin tierra y los sin techo (MST y MTST) serán “tipificadas como terrorismo”, y que “se debe abandonar lo políticamente correcto” (Valor, 30-X-18).

Los cuadros políticos y los militantes de la izquierda se reclutan hoy entre los universitarios de clase media, aunque sus votantes provengan de los sectores más pobres. Aquellos tienen sus propios intereses, y en los intercambios preelectorales argumentaban que si ganara Bolsonaro pensarían en emigrar a países con mejores condiciones de vida. Esta es una de las principales limitaciones de las izquierdas progresistas. Haberse instalado en los despachos institucionales limita tanto su capacidad de comprender la realidad como de actuar en consecuencia.

A esos cuadros se les podría aplicar, casi íntegramente, la “Tesis XII” de Sobre el concepto de historia, de Walter Benjamin. El autor alemán consideraba que la socialdemocracia era la gran responsable de la derrota ante el nazismo porque había minado la fuerza espontánea de las clases oprimidas. En apenas tres décadas había borrado el nombre de rebeldes ejemplares, como Blanqui, y adjudicado a la clase trabajadora “el papel redentor de las futuras generaciones, cortando así el nervio de su mejor fuerza”, que había consistido en “su odio y su espíritu de sacrificio”, que “se nutren de la imagen de antepasados esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados”.

 

Hijo de la gran duda

 

Con el sociólogo y economista Marcelo Medeiros

Daniel Gatti / Brecha 2/11/18

Especializado en temas de desigualdad y pobreza en su país, Marcelo Medeiros duda enormemente acerca del margen con que contará Jair Bolsonaro para implementar una línea “a la Donald Trump”, con quien el ultra brasileño tiene tantos puntos de contacto.

Es una incógnita todavía cuál será la política económica de Jair Bolsonaro. Las alianzas que estableció son de lo más variadas, porque estaban sobre todo sustentadas en la defensa de lo que él presentaba como valores “morales”. Se sabe, sí, que tendrá un apoyo sólido de las fuerzas armadas, pero en el plano económico le manifestaron su respaldo tanto sectores fuertemente estatistas como otros identificables como neoliberales. Es una combinación muy confusa, contradictoria. Él no ha dado ningún mensaje claro en ese sentido. Su partido, el Social Liberal, no tiene consistencia ideológica. Es un partido que se presenta como antisistema, anti-establishment, en la línea de las manifestaciones de 2013

Las propias pautas de Bolsonaro han sido más bien negativas: contra el sistema político, contra el gobierno existente y los anteriores, en la dirección de un Donald Trump. Pero es tan antisistema como Trump…

— ¿No tiene peso acaso en las bancadas de las llamadas “tres B” (la bala, la Biblia, el buey), esas que están imbricadas con los sectores social y económicamente dominantes?

—Sí y no. Va a tener un gobierno muy pragmático, obligado por las circunstancias incluso. En la bancada de la bala, formada por militares y nostálgicos de la dictadura, sí, sin ninguna duda tendrá apoyo. Los militares tendrán enorme influencia en su gobierno. La bancada de la Biblia también lo respaldará, pero los legisladores que la componen están allí porque comparten valores conservadores, no tanto intereses económico. Y en la del buey, la de los dueños de la tierra, habrá que ver: el agronegocio le ha dado apoyo en la campaña, pero los intereses del agronegocio no van necesariamente por el mismo lado que los de la industria, y algunos de los más poderosos industriales también le manifestaron su respaldo. Habrá que ver cómo se revuelve entre esos dos frentes, cómo negocia, qué prioriza, y allí se podrá saber si la bancada del buey termina apoyándolo o no.

Hay que tener en cuenta que la emergencia de la bancada del buey fue de la mano con la profunda desindustrialización que vivió Brasil en los últimos 30 años. La industria pasó de pesar 35 por ciento del PBI hace tres décadas a un 8 por ciento ahora. Nadie pudo frenar esa tendencia porque tiene que ver con el auge de China. Algunos países compensaron esa desindustrialización con un sector de servicios de alto nivel, pero no ha sido el caso de Brasil, como tampoco el de Argentina, los dos países con mayor nivel de industrialización de América del Sur.

(Lo que sigue son extractos de las respuestas del entrevistado.)

En la campaña se escuchó a Bolsonaro criticar duramente a China, en esa línea que manejó de alinearse en todo sentido (ideológico, político, económico) con Donald Trump. Pero no lo podrá sostener estando en el gobierno. China es un socio comercial importantísimo para Brasil. Estados Unidos tiene tal vez condiciones para mantener una guerra comercial con Pekín, pero Brasil no las tiene en absoluto. Trump lo hace para defender la industria nacional, pero Brasil no podría: la mayor parte de su principal producto de exportación, la soja, va a China. De alejarse de China, Bolsonaro perdería de inmediato el apoyo del agronegocio sin poder compensarlo por el lado de la industria.

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Vi en Twitter comentarios de algunos uruguayos de que esta elección brasileña podría ser buena para países como Uruguay. Nada menos claro. Uruguay y Brasil compiten en la producción de soja, por ejemplo, y en otros rubros agrícolas. El tamaño de la economía favorece obviamente a Brasil, y Bolsonaro es un tipo profundamente nacionalista que no va a hacer ningún esfuerzo político para compensar a los países más pequeños. No le interesa.

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Hay que entender que el fenómeno Bolsonaro fue posible porque se dieron condiciones especiales que tienen que ver con la falta de representatividad de la dirigencia política “tradicional”. Partidos tradicionales que creyeron que propiciando la salida de Dilma se verían beneficiados perdieron en toda la línea, como el PSDB, que resultó destruido. Y el PT, a pesar de todo, tuvo un resultado impresionante: sigue siendo el de mayor peso parlamentario, aun cayendo

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El hecho de que no tenga mayoría parlamentaria obligará a Bolsonaro a negociar mucho más que quienes lo precedieron en su cargo y hay una incertidumbre absoluta sobre su capacidad para maniobrar.

Manejemos un dato que no es menor: después de Fernando Collor de Mello, es el presidente electo con el menor número de votos. Y en porcentaje de votos tiene menos respaldo que el que tuvieron Fernando Henrique Cardoso y Lula en sus dos mandatos, y Dilma Rousseff en el primero. Bolsonaro y sus partidarios son muy ruidosos, pero él no tiene la misma legitimidad que esos antecesores, y el propio sistema político brasileño, tremendamente fragmentado, lo limitará aun más.

Bolsonaro puede proponerse hacer una serie de reformas ultraliberales que si dependieran sólo de él, concretaría. Todo lo que haga y le dejen hacer sin duda irá en un sentido conservador, pero habrá que ver en qué grado, porque se abre un período de mayor, y no de menor, inestabilidad política que antes.

Reformas como la de las pensiones, que se proyecta hace tanto tiempo en diversos sentidos, no se han podido llevar a cabo ni siquiera bajo gobiernos con mayor base de sustento que la que tendrá Bolsonaro. No pudo hacerlo Lula, que no tenía un Congreso tan polarizado como el que tendrá Bolsonaro, no pudo tampoco Cardoso.

Reformar en Brasil el sistema de pensiones es imposible sin afectar las pensiones de los militares. Y él depende brutalmente de los militares.

¿Qué va a hacer con el funcionariado público, al que tanto atacó? La tecnocracia forma parte de esos funcionarios, y él se va a apoyar en ella. Además, es uno de los pocos sectores con fuerte peso de los sindicatos, que le van a plantar mucha resistencia.

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Si deberá o no recurrir a un Mensalão más jugoso que en el pasado se verá. Aquí hay otro mito: él se presenta como un abanderado de la lucha contra la corrupción, pero los principales dirigentes de su partido están implicados en casos de corrupción, aunque no hayan sido condenados

La renovación vino por la extrema derecha

Grandes cambios en el sistema político brasileño

 

La renovación vino por la extrema derecha

Esther Solano/ Brecha 2/11/16

Los brasileños dejaron varios mensajes contundentes en las urnas. Tal vez el más claro de todos fue un pedido de renovación. Grandes nombres de la política nacional desaparecieron del mapa parlamentario en estas elecciones, y con ellos la centroderecha. Un Poder Legislativo altamente fragmentado supondrá un desafío para la gobernabilidad.

Jair Bolsonaro ganó las elecciones presidenciales brasileñas con 55,13 por ciento de los votos. Con ocho segundos diarios para sus spots de campaña electoral en la televisión, y un partido desconocido, este resultado sería por sí solo histórico, pero la onda bolsonarista no acaba allí.

El bolsonarismo ha conquistado no sólo la presidencia, sino también el Congreso brasileño y algunos de los más altos mandos políticos en los estados de la federación. Simultáneamente con las elecciones presidenciales, Brasil también escogía a los nuevos diputados estatales y federales, senadores y gobernadores, y en esto los brasileños han mandado varios recados contundentes en las urnas. Pero tal vez el más claro de todos fue: queremos renovación. Caciques históricos de la política brasileña se quedaron por primera vez sin escaño

Grandes nombres de la política nacional desaparecieron del mapa. Un caso emblemático es el de Romero Jucá, actual presidente del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), vicelíder de la coalición de gobierno de Fernando Henrique Cardoso, líder de las coaliciones parlamentarias de los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff, y ministro fuerte de Michel Temer. Se presentaba a su reelección como senador por el estado de Roraima. Se quedó fuera, como tantos otros, incluida la propia Dilma Rousseff, cuya candidatura a senadora por Minas Gerais se frustró, lo que supone una amarga derrota para el PT por todo el simbolismo que rodea a la ex presidenta, víctima de un impeachment muy polémico.

Paradigmático también es el caso de los candidatos de la familia Sarney en el estado de Maranhão, que tampoco obtuvieron escaños, lo que supone un golpe insospechado para una de las más importantes dinastías del nordeste brasileño, símbolo de la vieja política feudal.

Los políticos que no han sido reelegidos perderán sus fueros, y como no pocos de ellos están siendo investigados por corrupción es probable que dentro de un tiempo comencemos a verlos desfilar en dirección a las prisiones brasileñas.

RECAMBIO PARLAMENTARIO

El Senado y la Cámara de Diputados tendrán la mayor renovación de las últimas décadas, gracias al grupo de Bolsonaro, el Partido Social Liberal (PSL), que pasa de unos insignificantes ocho escaños a 52, la segunda mayor bancada parlamentaria después de la del Partido de los Trabajadores, y concentrando algunos de los diputados más votados de la redemocratización brasileña: Janaina Paschoal –la abogada que protocoló el pedido de impeach­ment contra Dilma Rousseff– fue electa para la Asamblea Legislativa de San Pablo con más de dos millones de votos, y Eduardo Bolsonaro, con ninguna otra distinción en su historial político más que ser el hijo de Jair Bolsonaro, fue el diputado federal más votado, con más de 1,8 millones de votos.

Otros casos simbólicos de esta renovación bolsonarista son los nuevos gobernadores de los estados de Rio de Janeiro y Minas Gerais, dos de los más importantes de Brasil. En Rio, el ex juez Wilson Witzel, del Partido Social Cristiano (PSC), superó con 59,87 por ciento de los votos a Eduardo Paes (MDB), que fue alcalde de la ciudad de Rio por ocho años. En Minas Gerais, un empresario del Partido Nuevo, Romeu Zema, atropelló con un impresionante 71,80 por ciento a un histórico candidato “tucano” (del PSDB), Antonio Anastasia. Ambos gobernadores electos son totalmente desconocidos, pero los dos contaron con la bendición de  Bolsonaro.

LOS “TUCANOS” AGONIZAN

El gran perdedor de estas elecciones fue el grupo político que tradicionalmente ha representado a la centroderecha en Brasil: el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). A nivel presidencial, la polarización política brasileña siempre ha sido entre el PT y el PSDB, pero esta vez el candidato tucano, Geraldo Alckmin, acabó en la primera vuelta con un irrisorio 4,76 por ciento de los votos. La centroderecha ha sido barrida del mapa y una nueva polarización está en curso: PT versus PSL, o sea, centroizquierda versus extrema derecha.

En estas elecciones el PSDB pasa de tener 49 diputados a tener sólo 29, y de ser el tercer grupo parlamentario más importante a ocupar el noveno puesto. El partido que representaba a la socialdemocracia brasileña, y que cuenta entre sus fundadores a figuras tan emblemáticas como el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, ha sido rechazado por los electores.

El candidato más fuerte del PSDB, João Doria, ex alcalde de San Pablo y elegido nuevo gobernador del estado de San Pablo, ha dado un fuerte viraje ideológico al distanciarse de la tradición socialdemócrata y acercarse a una línea más próxima a la derecha más dura. La campaña de Doria parecía mucho más la de un candidato del PSL que la de uno del PSDB, tanto que él mismo llegó a denominarse “Bolso Doria” y a utilizar la imagen de Jair Bolsonaro en su propaganda electoral. La elección de Doria, nuevo hombre fuerte del PSDB, ha provocado una enorme fricción interna en su partido, tanto que, después de su victoria, ni Fernando Henrique Cardoso ni Geraldo Alckmin lo llamaron por teléfono para felicitarlo. Ninguno de ellos quería que ganara, ya que saben que Doria puede destruir ideológicamente al PSDB –que surgió inspirado en la socialdemocracia alemana– para transformarlo en un partido satélite de Bolsonaro.

La misma tragedia se abate sobre el MDB, el partido del actual presidente, Michel Temer, que pierde varios de sus líderes regionales y pasa de 66 diputados a 34. Además, durante el período anterior a la segunda vuelta Michel Temer pasó a ser formalmente investigado por la Policía Federal por corrupción, organización criminal y lavado de dinero, en un mega esquema de pago de sobornos en el sector portuario.

FRAGMENTACIÓN EN EL CONGRESO

Junto con esta renovación el Congreso brasileño sufrió una atomización: 30 partidos políticos obtuvieron representación. Según dispone la legislación electoral, los partidos que no hayan alcanzado un determinado nivel de votación se quedarán sin financiamiento estatal (por más que hayan conseguido representación parlamentaria), lo que en la práctica obligará a sus diputados a migrar hacia otros partidos. Para conseguir financiamiento, los partidos deben alcanzar 1,5 por ciento de los votos para la Cámara, distribuidos en nueve estados y con un mínimo de 1 por ciento de los votos en cada uno de ellos, o bien conseguir que sean electos al menos nueve diputados de su partido, distribuidos en nueve estados. Esta matemática puede afectar a 13 partidos, por lo que finalmente la gobernabilidad dependerá de la articulación del gobierno con una veintena de partidos.

Este panorama anuncia una política muy fragmentada que supondrá un contexto de negociación difícil para el nuevo presidente. Es importante recordar que Brasil tiene un sistema de presidencialismo de coalición. El primer mandatario es una figura importante, pero en la práctica está muy comprometido por un Congreso con amplias potestades, y que suele tomar las riendas de la política.

LAS LIMITACIONES DE BOLSONARO

Igualmente merece señalarse que aunque Bolsonaro ha sido diputado durante casi 30 años, siempre fue una figura irrelevante en Brasilia, que quedaba fuera de los grandes acuerdos y negociaciones nacionales.

Su perfil autoritario, intransigente, no combina con la negociación continua necesaria en Brasilia. La renovación del Congreso ha sido grande, pero la mayoría de los diputados continúan perteneciendo a la vieja política profesional. Uno de los primeros desafíos del nuevo gabinete es el nombramiento del presidente de la Cámara de Diputados. Probablemente este será un momento de tensión entre Bolsonaro y los diputados de los grupos políticos clásicos. Por tradición, el diputado más votado –en este caso Eduardo Bolsonaro– asumiría este papel, pero esto significaría que la familia Bolsonaro tendría mucho poder, relegando los partidos tradicionales a un segundo plano, algo que quizá no estén dispuestos a aceptar.

Onyx Lorenzoni, diputado federal desde 2003 y futuro ministro de Relaciones Institucionales en el gobierno de Bolsonaro, será el encargado de las negociaciones con el Congreso. Lorenzoni es diputado por el partido Demócratas (DEM), que representa a la vieja política profesional de Brasilia y que Bolsonaro deberá enfrentar.

La renovación vino por la extrema derecha. Veremos cómo se enfrenta a la vieja política

 

“Bolsonaro desprecia los derechos humanos”

 

Entrevista a Jair Krischke, del Movimiento de Justicia y DDHH brasileño

Krischke señala que a partir del 1º de enero, cuando asuma el nuevo presidente, van a tener que trabajar con la gente humilde, los sindicatos y las organizaciones sociales para garantizar un espacio democrático.

Desde Porto Alegre Gustavo Veiga  Página 12 -20 oct 2018

Jair Krischke tiene 80 años y una vida curtida por la militancia. Es el presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos brasileño (MJDH) que durante los años ‘70 ayudó a muchos exiliados a hacer más tolerable su vida afuera del país. Por su solidaridad internacional, recibió amenazas de muerte en Uruguay de un denominado comando Barneix, que lleva el apellido de un general acusado por haber participado en el terrorismo de Estado. El militar se suicidó en 2015. Ahora se prepara para lo que viene y dice que tendrá demasiado trabajo, dialogué con él en su antiguo despacho del centro de la ciudad, a metros de la peatonal Rúa da Andrada.

– ¿Qué opina del desenlace electoral que vivió el domingo su país?

Fue la crónica de una muerte anunciada. En Brasil vivimos hace tiempo un fenómeno importante: el antipetismo. La gente no votó a Bolsonaro, se pronunció en contra del PT. Yo digo que nosotros votamos con el hígado y pasó esto. No se midieron las consecuencias de esta opción. El perfil político–ideológico de los brasileños es muy bajo. No se dieron cuenta que votando así lo hicieron por un candidato con un discurso furioso contra todo lo que significan las conquistas democráticas. El nuevo presidente desprecia los derechos humanos, trata a los familiares de los desaparecidos de una manera brutal, a las mujeres, a los negros… Esto tendrá un costo altísimo para la sociedad. Pero me imagino que no va a llegar al final de su mandato.

– ¿Por qué lo dice?

–Porque él pertenece a un partido muy chico y que juntó a su alrededor gente que no tiene capacidad para gobernar el país y, lo más preocupante, es que el Congreso se renovó para ser peor. Tenemos treinta partidos. Esto es imposible de manejar.

–Bolsonaro expresó el descontento de fuerzas reaccionarias como el bloque ruralista o las iglesias neopentecostales, pero convive con militares que no necesariamente adhieren al libre mercado. ¿Cómo hará para amalgamar esos intereses?

–Es falso imaginar que Bolsonaro representa el pensamiento de los militares. Está vinculado al grupo más reaccionario, que son todos jubilados. Pero de los que están activos no vi ninguno que se manifestara a su favor. Al revés. Me enteré de que hubo una reunión en Brasilia con los altos mandos del ejército, la aviación y la marina y sé que están muy preocupados. Porque cuando Bolsonaro dice que representa a las fuerzas armadas puede meterlos en una situación bastante complicada. Él pasó nada más que ocho años en el ejército y veintiocho en el Congreso Nacional. Los milicos no lo reconocen como uno de los suyos. Además, lo echaron. Incluso su vicepresidente Mourâo es un general. Y un capitán no lo va a mandar a un general.

– ¿Cuál de los factores de poder que acompañaron la candidatura de Bolsonaro le provoca más preocupación?

–El de las mal llamadas iglesias evangélicas, que de evangélicas no tienen nada. Son iglesias de negociados y que tienen el poder. Esto sí que es preocupante. Más que los militares. Tienen una influencia impresionante en Brasil y usted no se imagina cómo trabajan en la formación de cuadros para insertarlos en las carreras del Estado. En las legislaturas, fiscalías, en las fuerzas armadas, ellos preparan a la gente joven basados en un proyecto de poder. Y eso es gravísimo. Llegaron con Bolsonaro que tiene más vínculos con ellas que con los militares. 

– ¿Cómo analiza el rol que le tocará cumplir a la oposición y en especial al PT?

–Es otro tema complicado. La posición política de Ciro Gomes que públicamente declaró que no iba a apoyar a Haddad fue porque ya estaba jugando a ser el gran referente de la oposición. Fue claramente una jugada política. Y en el ámbito del PT dudo quién será la figura que intentará ejercer un liderazgo. La tarea de la oposición será fundamental. Porque debería ser el freno para posibles locuras de un presidente que no está absolutamente preparado para el ejercicio del poder.

– ¿Cómo ve el papel de Brasil en el damero internacional con Estados Unidos como fuerza omnipresente y el acercamiento a Israel que pretende llevar adelante Bolsonaro?

–Ese es otro tema delicado porque Paulo Guedes el futuro ministro de Hacienda dijo que el Mercosur no será una prioridad. Eso es gravísimo. La relación con Estados Unidos será bastante más fuerte y en cuanto a Israel, diría que desde el gobierno de Dilma Rousseff ya había negocios de tecnología militar y acercamiento a nivel económico. Esto se comprobó con algunos ejemplos. Varios aviones Cazas F5 de la fuerza aérea brasilera fueron repaginados en Israel. Durante la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos la tecnología israelí ya había sido utilizada por el gobierno del PT. O sea que eso ya existe. Aunque por supuesto, esa relación se profundizará si Bolsonaro cumple su promesa de trasladar la embajada a Jerusalén. 

– ¿La diplomacia de Itamaraty tendrá una tarea que se insinúa muy complicada?

–Yo creo que la diplomacia es un sector del funcionariado público brasileño muy bien ubicado y pienso que impedirá las barbaridades que Bolsonaro está anunciando. Itamaraty siempre fue muy competente y va a lograr frenarlo.

–Por último, ¿qué sensación le quedó después de la frase del nuevo presidente sobre las minorías, que deben inclinarse según él ante la mayoría? 

–En una reunión de nuestro Movimiento de Justicia y Derechos Humanos, la semana pasada yo les advertí a los compañeros que debemos garantizar un espacio democrático en el país. A partir del 1º de enero vamos a tener mucho trabajo. Pero es la sociedad que debe resistir y nosotros trabajar con la gente humilde de las favelas, organizaciones sociales y sindicatos con esta visión: garantizar ese espacio democrático porque si no la cosa se va a poner muy fea


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