08.NOV.18 | Posta Porteña 1967

Mapa de un Engaño (cap. XXI)

Por Álvaro Diez de Medina

 

El lado Oculto de la Trama Tupamara

Libro de Álvaro Diez de Medina

 

Capítulo XXI : En el pantano

El sombrío 6 de agosto llegó a su fin en medio de una ciudad sobre la que convergían efectivos policiales convocados de los puntos más distantes del país, a efectos de practicar búsquedas, o “rastrillajes”, de los secuestrados manzana a manzana y casa por casa, así como establecer barreras al tránsito o efectuar revisaciones personales en toda la capital. La secretaría de la Presidencia había ratificado ese día, en todos sus términos, el comunicado del Ministerio del Interior. Se había ofrecido una recompensa el 5 de agosto, equivalente a un millón de pesos, a quien acercara a las autoridades pistas que condujeran al rescate de los secuestrados, (252) sembrando una semilla que daría un impensado fruto con el tiempo.

 Las autoridades establecieron un centro de recepción de informes, con independencia de los canales policiales hasta entonces empleados, universalmente juzgados como inseguros, en vista de la capacidad desplegada por la sedición para infiltrar el aparato estatal. Este efecto secundario del llamado “Plan Satán” evolucionaría, con el tiempo y a medida en que los actos sediciosos fueran exasperando más a la opinión pública, en un desarrollo que terminó por tener gran impacto en la lucha antisubversiva: el “Satán” movilizó a un importante sector de esa opinión pública hacia la colaboración con las autoridades

* * *

Y ahora, vayamos al inolvidable 7 de agosto. Por la mañana, un comando sedicioso (253) secuestró, en la sede de la Dirección de Suelos y Fertilizantes del Ministerio de Ganadería y Agricultura, ubicada en Avda. Garzón, esquina Carlos María de Pena, en el barrio de Sayago, al técnico agrícola Claude L. Fly (1905-1991). Fly era un agrónomo experto en suelos, nacido en Fulbright (Texas) y graduado de la universidad estatal de Oklahoma. Fue en este estado que había dado comienzo a su carrera como profesor de química. Entre 1935 y 1952, cubrió varias posiciones como experto en conservación de suelos del Departamento de Agricultura de los EEUU, tras lo cual sirvió en el sector privado y en carácter de consultor internacional, hasta regresar al Servicio de Investigaciones Agropecuarias del USDA. En 1963 ya estaba establecido en Fort Collins (Colorado) como un reconocido consultor privado, con especialización en recursos de agua y conservación de suelos, en cuyo carácter había precisamente sido contratado por el gobierno uruguayo. Lo que no podía saber aquel estadounidense de 65 años y nulo castellano entre sus destrezas, es que ese día comenzaría un viaje que, según después dijera, lo llevaría al corazón del “terror y la soledad”: (254) si la condición de policía de Mitrione les daba a los sediciosos una hoja de parra detrás de la cual esconder sus propósitos, el agrónomo Fly, a quien el 11 de agosto un comunicado aseguró que se “ejecutaría” en caso de que las autoridades dieran con su paradero, no podía cumplir similar propósito. Era, apenas, un técnico agropecuario. Ello no le salvó, empero, de la tortura psicológica. Ya en el segundo día de su cautiverio cuatro jóvenes sediciosos comenzaron a responsabilizarlo por el hecho de ser ciudadano de un “país imperialista”, en el que existía segregación étnica, y que le había enviado a Uruguay, “la primera democracia real de América del Sur, pretendiendo que su gobierno pudiera ayudarnos a resolver nuestros problemas”

Fue apenas el comienzo. En el curso de los siguientes días, el cautivo fue regularmente sacado de la jaula en la que se lo mantenía, a fin de recibir una “salva de preguntas e insultos”, incluyendo la afirmación de que los sediciosos tenían en su poder pruebas de que era “líder de un grupo de espionaje estadounidense en Uruguay, la CIA”, y responsable, como tal, de la invasión de “un país indefenso, como Vietnam”, así como de “equipar a dictadores militares y oligarquías en América del Sur a fin de que gobiernen y opriman a las masas, mientras las grandes empresas nos roban nuestros recursos para embolsarse grandes ganancias”

Por la noche, y ocultos por una cortina azul, los sediciosos le leerían a Fly extractos de los manuales de suelos que habían robado de su escritorio el día del secuestro, murmurando cada tanto en castellano: “¡Es de la CIA!”, mientras cargaban y descargaban sus armas, para mayor aprehensión del cautivo (255)

De ahí en más, le aguardarían a Fly días aciagos. Sus captores, en su mayor parte jóvenes “de secundario”, lo retuvieron en dos locales: uno, y donde transcurriera más tiempo, probablemente fuera el llamado “Complejo” de Avda. Lezica, a cargo de Aldrighi Cavani y Constanzo Ruiz, o la casa de Juan José Noueched, en el barrio de La Blanqueada, en tanto el otro lo era un pequeño apartamento, en el que debió transcurrir su prisión encerrado en una estrecha y sofocante carpa, montada en uno de sus dormitorios. Para su horror, los sediciosos que allí vivían lo hacían con dos niños: uno de pocos años y un bebé, que permanentemente lloraba, muy probablemente por falta de alimentación, según anotara Fly en su libro

Encerrado, una media docena de veces, en el hueco de un escondrijo mientras se llevaban a cabo redadas policiales en las inmediaciones de sus lugares de captura, Fly pasaría buena parte de su confinamiento en los extremadamente calurosos meses del verano de 1970/1971 tras una reja de alambre y en un cubil en el que “el calor era omnipresente, el tufo a transpiración, ropa húmeda y embebida en sudor, y comida rancia, hacían difícil el respirar”

 * * *

Mientras su secuestro se perpetraba en Sayago, las autoridades allanaban, en procura del paradero de Mitrione, el Hospital de Clínicas de Montevideo, dependiente de la Universidad de la República: una operación que insumiera casi todo el día, al tener que aguardar las fuerzas de seguridad por tres horas la llegada de la correspondiente orden judicial. El vicepresidente Abdala se había comunicado en la temprana mañana con diplomáticos estadounidenses a fin de trasmitirles que sus fuentes le permitían ser moderadamente optimista respecto a la suerte de Mitrione: aún no sabía del secuestro de Fly. En las redacciones de los periódicos, en tanto, ya se insistía en que el presidente Pacheco estaba sometido a presiones políticas que podrían llevarle a renunciar antes de finalizar el día. Lo que los mentideros no trasmitían, sin embargo, era que, antes de que el presidente se reuniera en un almuerzo de trabajo con sus colaboradores, las fuerzas policiales habían asestado a la sedición uno de sus golpes más impactantes: una “ratonera” preparada en un apartamento de la planta baja del edificio ubicado en Almería 4630 había permitido la captura de Raúl Sendic, prófugo desde 1963, el favorito de las crónicas policiales Raúl Bidegain Greissing, el peligroso Jorge Candán Grajales, Efraín Martínez Platero, Alicia Rey Morales, Edith Moraes Alves, Asdrúbal Pereira Cabrera, Graciela Jorge Pancera y Diego Picardo Estévez, representando así la caída en manos policiales de toda la dirección del MLN, con excepción de Lucas Mansilla, quien lograra huir del lugar. El golpe a la sedición había sido impactante: los delincuentes, con la excepción de Candán Grajales, estaban a punto de asistir por primera vez a aquel local, por lo que no le fue difícil a las autoridades policiales irlos deteniendo a medida que llegaban a la reunión. Fernández Huidobro calificaría la operación de Almería como una “brillante acción de pesquisa policial”

En realidad no lo había sido tanto. Un anónimo informante había alertado telefónicamente, días antes del allanamiento, sobre la presencia en el local de Edith Moraes Alves: en medio de la avalancha de datos que por entonces se recibían, su denuncia fue dejada de lado, por lo que la misma persona se puso en contacto telefónico con el Departamento 4 de Inteligencia y Enlace. Esta vez tuvo más suerte, y el funcionario que recibiera su llamado promovió el envío de dos agentes policiales de civil a fin de vigilar el inmueble: no solo comprobaron el ingreso al edificio de Edith Moraes, sino también la presencia en sus cercanías de Candán Grajales. Una tormenta de errores y malas decisiones se abatiría ese día sobre los sediciosos

La Policía allanó en primer lugar el apartamento, reteniendo en él a sus ocupantes, Asdrúbal Pereira y Edith Moraes. Al ver la señal de alarma en el local, Candán equivocadamente decidió permanecer en la esquina, a fin de alertar a los demás concurrentes a la reunión sobre el operativo. Ya identificado por los funcionarios policiales, fue de inmediato perseguido y herido. Al llegar a la puerta del edificio en una camioneta, en tanto, Picardo y Bidegain se toparon con un joven armado, al que tomaron por uno de sus cómplices en necesidad de ayuda: era un policía, que arrambló con ellos al interior de la “ratonera” (256)

Sendic y Martínez Platero, en tanto, al ver abandonada la camioneta del par, imaginaron que un operativo “rastrillo” estaba en andamiento, por lo que se apresuraron a ingresar al apartamento a fin de alertar a sus ocupantes. Alicia Rey y Graciela Jorge, en tanto, procuraron hacer la requerida llamada telefónica que les franqueara el paso al local: como la Policía había bloqueado el teléfono, naturalmente pensaron que estaba fuera de servicio, por lo que también tomaron la decisión de ir directamente al apartamento(257)

Apenas Lucas Mansilla, alertado por los movimientos que observara en la cuadra a su llegada, tuvo el tino de alejarse de allí, lo más rápidamente posible. La caída del local de la calle Almería representó un cambio importante en la estrategia de ambas partes: en tanto la sedición se vio empujada a darse una dirección provisoria en manos de Mansilla y los no tan experimentados Manuel Marx Menéndez Olivera (a) Marxito, el peluquero Juan José Domínguez Díaz y el periodista de BP Color Samuel Blixen García (a) Guzmán o Bolita, la administración Pacheco robusteció su determinación, tanto frente a la violenta andanada que ahora esperaba de la jaqueada organización sediciosa, como frente a los gobiernos extranjeros que, según lo procurado por la sedición, previsiblemente aumentarían su presión sobre la cancillería uruguaya

* * *

En el caso de Brasil, la sutileza diplomática empleada con el gobierno uruguayo había sido inferior a la estadounidense. Si bien oficialmente el gobierno Garrastazu Medici había suscrito la línea oficial del gobierno uruguayo en cuanto a no negociar con la sedición, lo cierto es que las autoridades uruguayas pronto pudieron constatar que los secuestradores, y en clara dicotomía con lo ocurrido con la embajada de los EEUU, mantenían frecuentes contactos telefónicos con la representación diplomática brasileña, atizando el fuego de la injerencia. Producido el secuestro de Dias Gomide, la prensa brasileña recordaba que hacía apenas semanas, el 11 de junio de 1970, el grupo sedicioso brasileño Vanguardia Popular Revolucionaria (VPR) había secuestrado en Rio de Janeiro al embajador alemán en Brasil, Ehrenfried von Holleben (1909-1988), a cambio de cuya vida había exigido la liberación de cuarenta sediciosos presos. Entre el secuestro y la llegada a Argelia del contingente de presos liberados habían transcurrido cuatro días: 23 horas después, von Holleben había sido liberado (258)

Lo que tal vez el gobierno uruguayo no supiera por entonces, o intuyera, es que el grupo que así había logrado un golpe de suprema audacia no era sino una sigla en descomposición, con no más de diez adherentes, limitada en su dirección a un joven de 23 años a quien le costara liberar al diplomático por la insólita razón de no contar siquiera con un vehículo para hacerlo. Fue la liberación de presos dispuesta por el gobierno brasileño la que diera al VPR cierta estatura política.

No era así, sin embargo, como analizaba la situación el ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Mário Gibson Barbosa dos Santos (1918-2007), ni el editorialista del periódico Jornal do Brasil: en tanto el primero pedía negociar con los tupamaros a fin de procurar una solución que lograra preservar las relaciones entre los gobiernos y facilitara la resolución de inexistentes “problemas fronterizos”, el segundo refería a sus lectores que Brasil había dispuesto suspender el préstamo de diez aviones T-6 a la Fuerza Aérea uruguaya

 * * *

Almería, se lanzó de lleno a ejercer mayor presión aún sobre el gobierno: los “comunicados” #8 y #9 advertían en contra de cualquier maltrato en la persona de los dirigentes subversivos apresados, en tanto anunciaban la “ejecución” de Mitrione para el mediodía del 9 de agosto(259)

Ese día, por tanto, Montevideo amaneció sumido en una extrema agitación. Mientras las calles eran recorridas por efectivos policiales y militares, y la actividad claramente menguaba, se sucedían los rumores: que si el ministro del Interior, Gral. Francese, había mantenido una reunión con el detenido líder sedicioso Raúl Sendic, que si este lo había hecho con el mismo presidente Pacheco, que si lo había hecho con el juez de Instrucción en lo Penal, Manuel Díaz Romeu. Lo cierto es que, después de haber dispuesto una postergación del crimen, los sediciosos que lo retenían, sedaron en la madrugada del 10 de agosto a Mitrione en la “cárcel del pueblo” que empleaban con ese propósito, ubicada en Avda. Centenario 4115, tras lo cual lo subieron al asiento trasero de un vehículo robado: un Buick cupé descapotable, modelo 1948

Ejecutando la orden dispuesta por Mansilla, Blixen y Menéndez, y dando cumplimiento a un plan diseñado por Blanco Katras, Mas Mas tomó asiento junto a un atontado Mitrione, en tanto en la parte delantera del vehículo iban el conductor, Aurelio Fernández, y su acompañante, Rodolfo Wolf. Mas Mas llevaba consigo un revólver calibre 38, que le había sido entregado con anterioridad por parte de Henry Engler y Jorge Pereira Mena (a) Alejandro en la esquina de Bvar. Propios y Avda. Gral. Flores, con el propósito de asesinar a Mitrione. Fue con esa arma que, durante el trayecto, Mas Mas disparó a Mitrione cuatro balazos: uno en la sien, otro en el oído, otro en la espalda y otro en el tórax (260) Al llegar a la esquina de Lucas Moreno y Coronel Lasala, los ocupantes del vehículo lo abandonaron, huyendo del lugar a pie. Unos quince minutos después de hacerlo, un transeúnte observó un charco de sangre bajo el vehículo abandonado, alertando a la Policía

* * *

Una carta hallada por la Policía en el local de la calle Almería recoge algunos de los comentarios que, entre los sediciosos, despertaba el posible asesinato de Mitrione. El balance que allí se traza es para ellos positivo. La muerte de Mitrione, a ojos de su autor (muy probablemente Julio Marenales 261), contribuía al “aislamiento de Pacheco”, y no sería de extrañar que ahora “sectores que quieren traer cierta estabilidad al país sobre la base de negociaciones con los Tupamaros”, y que se mantenían “ajenos a los pasos y objetivos” del MLN, se vieran inclinados a buscar nuevos contactos con la sedición. Y el supuesto beneficio no sería apenas interno, sino internacional: las “presiones extranjeras” ayudarían a “aumentar las contradicciones en el gobierno”. Otro sedicioso, que firma simplemente como “Mariano”, (262) y con toda probabilidad se trate de Raúl Sendic, va más allá. “El tiempo”, ratifica, “está de nuestro lado”. La operación Mitrione debe, pues, juzgarse “en el largo plazo” y dentro de una estrategia general: pretender que el secuestro era, apenas, un castigo a Mitrione por su invocada participación en sesiones de tortura era un argumento “sin importancia”. De lo contrario, razona, “no se hubiera ofrecido el canje”. El asesinato de Mitrione es visto, por lo demás, como un “acto de responsabilidad hacia otros movimientos revolucionarios en América Latina, para preservar la herramienta” del secuestro(263)

El ya apagado “ideólogo” de la guerrilla urbana, Abraham Guillén, tendría un punto de vista diferente respecto al caso. La muerte de Mitrione significaba a su juicio, en primer lugar, “un revés publicitario”, y hubiera sido mucho más productivo para la sedición el haberse decidido a enviar las grabaciones de su interrogatorio a grupos o dirigentes liberales estadounidenses, como el senador J. William Fulbright (1905-1995). Haber procedido como se procediera, concluyó Guillén, exponía al MLN a “parecerse (sic) a una mafia política”

* * *

 El análisis que el manuscrito de Amodio hace del llamado “Plan Satán” es de crucial importancia en nuestra narración, desde que explica algunos de los temas a partir de los cuales irá distanciándose de sus compañeros de dirección. La pág. 36 del manuscrito comienza refiriendo el secuestro de Dias Gomide y Mitrione, así como el intento fallido de secuestro de que fuera blanco Gordon Jones (es el único al que menciona de los dos diplomáticos que lograran huir de sus captores). Según Amodio, un intercambio de comunicaciones entre la dirección sediciosa y los presos del Penal de Punta Carretas había puesto en conocimiento de estos que el golpe del viernes 31 de julio no sería el último, sino que sería seguido por otros, destinados a plantear el canje de los diplomáticos “por la totalidad de los presos (...) ya que se especula con que las presiones de EEUU y Brasil serán lo suficientemente fuertes como para que un nuevo secuestro incline la balanza hacia el MLN y si esto no sucede, los secuestros se inscribirán dentro del plan de hostigamiento al gobierno”. Este punto de vista, sin embargo, da inicio a una ronda de discrepancias entre los detenidos, integrantes del “equipo de dirección en Punta Carretas (...) que tenía (...) nada más que facultades dentro del penal”, sin perjuicio del peso que representaba como voz de los cerca de doscientos sediciosos presos.

Los discrepantes, según se narra, habrían tenido por voceros a Amodio y Manera, quienes alertaran sobre varias debilidades en lo actuado.

 En primer lugar, el hecho de que tanto Washington como Rio cobraran consciencia de que una liberación masiva de presos representaría “la caída de Pacheco” y, por ende, ello “amortiguaría” el impacto del buscado cerco diplomático. En segundo lugar, resultaba para ellos evidente que el ejemplo brasileño no era aplicable a Uruguay, desde que los sediciosos presos aquí representaban la totalidad de los dirigentes del MLN y algunas de sus figuras operativas más importantes, en tanto los canjeados en Brasil habían sido, en la mayor parte, procesados por “delitos muy menores”. Esto habría llevado a Amodio y a Manera a proponer que la oferta de canje por los secuestrados se limitara a “un lote seleccionado” de sediciosos.

En la misma línea, los disidentes planteaban que la posición negociadora de la sedición no podía partir de la demanda de un canje, sino del hostigamiento: el presidente podría no estar en posición negociadora alguna, y ello convertiría, por ende, la exigencia de un canje en “un objetivo fracasado”. Finalmente, plantean un tema crucial: excluir del proceso de negociación la amenaza de muerte de los secuestrados. El fracaso de un canje en ese marco llevaría, según esta interpretación, a que ambas partes transitaran un camino “irreversible”. “Es preferible”, concluyen, “plantear el canje y si éste no es aceptado, transformarlo en un objetivo a largo plazo”

 * * *

En este punto, el autor del máster opta por cortar toda amarra con la narración de Amodio. El editorialista que obviamente hay en él le lleva a interpretar el momento político precipitado por los secuestros en tonos dignos de un Walpurgisnacht wagneriano: “el ‘clima’ (264) que buscábamos”, escribe exaltado, “había alcanzado su punto culminante. El Uruguay entero (sic) era una pira inflamable, a la que solo faltaba que le acercásemos un fósforo para que comenzara a arder (manuscrito interlineado: la bomba política estaba armada, pronta para estallar”. “Sendic”, escribe, “contra la opinión de la Dirección (interlineado: paralela) que funcionaba en la cárcel (...) plantea al gobierno el canje”(265)

 Para el autor del “libro” la exigencia del canje “no estaba en los planteos del secuestro y podía llevar al Movimiento a un callejón sin salida, como realmente sucedió cuando el gobierno rechazó las negociaciones (interlineado manuscrito: luego de la detención en masa de toda la Dirección clandestina)”(266)

 Dando un paso más, afirma que “había sido discutido antes de llevarse a cabo los secuestros, y la dirección (interlineado: la) había rechazado (testado: la posibilidad)”. “El objetivo (interlineado: inicial) del Plan Satán fue presionar al gobierno sin plazos perentorios, de manera tal que en caso de que se mostrara renuente a sentir los impactos, el Movimiento no perdiera la libertad de acción para intensificar la coacción (interlineado: con estos nuevos secuestros). Sendic (interlineado: no ignoraba esto. Pero una vez más) actuó por su cuenta, manejándose como si las decisiones del MLN fuera (sic) cosas de índole personal suya” (267) (Fontana, 123). Nuevamente, el autor del máster soslaya el tratamiento de los temas que Amodio comentara en su manuscrito.

No son, obviamente, los suyos, ya que hacen relación con discrepancias operativas de fondo que probablemente desconozca. Mirado el texto en retrospectiva, el autor del máster emerge mejor encaminado que Amodio en cuanto a su apreciación de las posiciones oficiales y el contexto internacional en el que se daban. Una vez más, su presentación contribuye a formar el cuadro de lo que parece una mera disidencia vanidosa de Amodio: el insoslayablemente importante Manera es totalmente excluido de la narración

 * * *

 “El miércoles 5”, escribe Amodio en su manuscrito, “parece que el gobierno transa y se advierte un verdadero vacío de poder”. De dónde infiere este hecho es difícil determinarlo: ese día, un vocero de la presidencia de la República anunció, informalmente, lo que la secretaría de la presidencia repetirá al día siguiente, en el sentido de ratificar el comunicado del Ministerio del Interior del 3 de agosto(268)

El indicador del invocado “vacío de poder” tal vez lo fuera, a ojos de la sedición, una solicitud aparentemente formulada por Wilson Ferreira Aldunate y Manuel Flores Mora a fin de mantener un encuentro con la dirección sediciosa en la clandestinidad, el que se frustra con la caída de Almería, el 7 de agosto. Ya hemos anotado la distorsión que el autor del “libro” hace de este episodio: presenta una supuesta reunión, celebrada el 5 de agosto con Alicia Rey y Graciela Jorge, en la que los legisladores habrían hecho un planteo que incluyera la posible renuncia del presidente de la República, el llamado a elecciones, así como el dictado de una amnistía a la sedición, sujeta a que esta depusiera las armas.

* * *

¿Cómo distorsionan el o los autores del “guion Marius” y el máster este episodio?

El manuscrito de Amodio refiere que el 5 de agosto de 1970, y en tanto se propone el canje de sediciosos detenidos por extranjeros secuestrados por la sedición, “(Wilson) Ferreira Aldunate/Manuel Flores Mora solicitan entrevista (sic 269) con la dirección, que (sic) no se concretan porque la dirección es detenida el viernes 7 (de agosto)”, en la redada de la calle Almería.

Oigamos al “guion Marius”: “El miércoles Ferreira Aldunate y Flores Mora solicitan entrevistas con el Comando Ejecutivo clandestino para analizar la caída legal de (Jorge) Pacheco (Areco), apoyando siempre y cuando no halla (sic) golpe de Estado”. Amén de incluir una falta de ortografía, de las que no se detectan, por cierto, en los escritos de Amodio, y de referirse al “ejecutivo” en términos nada característicos de un integrante del movimiento subversivo (“Comando Ejecutivo clandestino”), el texto da contenido concreto… a un encuentro que nunca tuviera lugar. Oigamos ahora al autor del máster: “Cuando Alicia y Graciela Pancera (270 sic) estaban informando al Ejecutivo de los términos planteados por Ferreira Aldunate y Flores Mora para normalizar la situación cayó el local de la calle Almería (interlineado: en el barrio de Malvín) donde sesionaba el Comité Ejecutivo (sic) aquella tarde (manuscrito: para discutir, sin eufemismos, sobre el destino del país que se entregaba en las man … ) y con el local cayó toda la dirección del MLN”. “La situación”, concluye, “daba un viraje fatal. Pacheco, pocas horas antes, estaba analizando su renuncia (manuscrito: que le había impuesto la mayoría de los partidos políticos) presionado desde todos los flancos (texto ilegible) su imagen de implacable luchador contra la sedición” (271)

La versión que se conoce públicamente desde 1995 como el “libro” de Amodio, omite en este punto un párrafo incluido en el máster que se encuentra en el Archivo Cámpora. Tal omisión arroja, por lo demás, luz sobre el objetivo y prisma ideológico de quien escribe este texto. “El Plan Satán”, escribe, “había caminado, hasta ese momento, sobre rieles. El MLN estuvo a pocos centímetros (sic) de lograr los objetivos fundamentales que (interlineado manuscrito: se había propuesto: nada menos que el derrocamiento del gobierno constituido) pero lo que sin duda fue un descuido imperdonable de los mínimos requisitos de seguridad para (manuscrito: un) momento (interlineado: tan delicado) sin que pueda imputársele el error a ningún miembro de la dirección –fue un desliz colectivo (interlineado: no haber agotado las precauciones para haber previsto una reacción (¿?) provocada por la (ilegible)– había (manuscrito: en definitiva) echado por tierra una coyuntura inmejorable para desarticular al gobierno más nocivo y (ilegible) de las últimas décadas”

----

252 En su manuscrito, Amodio anota que el MLN dispuso el 6 de agosto la “ejecución” de “delatores identificados” en casos anteriores, las que no se llevaron finalmente adelante, en atención al exitoso secuestro de Claude L. Fly

253 Muy probablemente perteneciente a la llamada Columna 15

254 Claude L. Fly, No hope but God, Hawthorne Books, 1973

255 Quien anota, en un apunte del clima de agitación que, al tiempo, construían los medios de comunicación de izquierda: “mi terror hubiera sido mayor aún de haber sabido que en esa precisa semana los tupamaros habían publicado en un periódico de izquierda de Montevideo que habían comprobado que yo era el líder de los espías de la CIA, y que Dan Mitrione había confesado esto en una grabación hecha antes de ser asesinado –ejecutado por un tribunal popular” (Fly, pág. 23)

256 En el vehículo, la Policía encontró una metralleta perteneciente a la Guardia Metropolitana, uno de los fusiles robados del Centro de Instrucción de la Marina, así como un “fichero fotográfico completo, que registraría los rostros de todos los integrantes activos de la organización” (Hugo Fontana, La piel del otro, 2.ª edición, pág. 139, probablemente citando a la prensa de la época). Se trató de un desliz de los integrantes de la llamada Columna del Interior a cuyo cargo se hallaba la camioneta, que nos refiere, de inmediato, a la elocuente insinuación hecha por Mujica a Miguel Campodónico en el sentido de que “después, hilando más fino, tuve elementos de sospecha como para pensar que antes (de su captura, Amodio) tuvo alguna connivencia con el enemigo”, antes de citar precisamente el caso de la captura del archivo fotográfico sedicioso por parte de la Policía en agosto de 1970. En poder de Picardo, la Policía encontró el pasaporte de Mitrione y tarjetas de Fly, en tanto el anillo matrimonial de Dias Gomide se hallaba en el local allanado. El servicio de documentación de la Columna del Interior estaba por entonces a cargo del subversivo Augusto Gregory Souto

257 Ambas venían de intentar, sin éxito, mantener sendas entrevistas con Manuel Flores Mora y Wilson Ferreira a fin de, supuestamente, “recabar información acerca de la posición del gobierno” en referencia al eventual canje de presos por la vida de los secuestrados. Como se verá más adelante, en tanto Amodio anota en su manuscrito que las entrevistas no llegaron a concretarse, el autor del máster sugerirá, por el contrario, que sí, y que Rey y Pancera se hallaban en tren de informar sobre las mismas, cuando la dirección sediciosa fuera sorprendida por la Policía en el local

258 Elio Gaspari, A ditadura escancarada, pág. 201.

259 En agosto de 2010, nueve documentos fueron librados al público por parte del Archivo de Seguridad Nacional (NSA) de los EEUU en referencia al caso Mitrione. El más importante de ellos es un cable secreto del secretario de estado William P. Rogers (1913-2001), por el que se instruye al embajador Adair el sugerir a las autoridades uruguayas que se amenace con “matar a Sendic y otros dirigentes claves del MLN” para el caso de que Mitrione resultara asesinado. El embajador estadounidense, en tanto, dio respuesta inmediata a la instrucción, informando a su superior que el ministro Jorge Peirano Facio le había informado que “este tipo de gobierno no permite estas acciones”, y que él estaba al tanto de que, por canales indirectos, se había hecho una “amenaza a estos prisioneros en el sentido de que un ‘escuadrón de la muerte’ tomaría represalias contra familiares de los detenidos” de resultar muerto Mitrione. La historiografía tupamara ha pretendido, naturalmente, presentar este intercambio como una confirmación escrita tanto de la existencia de los “escuadrones”, como de la connivencia de las autoridades estadounidenses con ellos. De nuevo, se les hace aseverar a los textos lo que no aseveran, y con solo leerlos se comprueba que lo que Washington propone es el empleo de la amenaza de muerte como último recurso para salvar la vida de Mitrione, el que es, por lo demás, expresamente rechazado por el gobierno uruguayo, en conocimiento de amenazas ya proferidas por anónimos “escuadrones” que, de todos modos, no intentaron siquiera ejecutarlas, tras el homicidio

260 Bien retrata a Mas Mas la anécdota referida a María Urruzola (Eleuterio Fernández Huidobro. Sin remordimientos…, pág. 143) por parte de un anónimo tupamaro participante de un asalto en 1991, al procurar la muerte del “gambusa” o delincuente común que delatara la acción a la Policía. Tras disparar cinco veces sobre el vehículo de su presa, el rapiñero recuerda: “Allá voy, para hacer como me decía el gallego Mas Mas: `hay que asegurarlos´, y les daba en la cabeza…”

261 A cargo de las comunicaciones escritas de los presos con el exterior, hasta que esa función le fuera encargada a Amodio, tras la caída del local de la calle Almería. Fue designado, naturalmente por ser el más reciente de los arribados al Penal de Punta Carretas y, por ende, el que estaba más informado sobre las circunstancias de la acción subversiva en el exterior. Desde esa posición, tendrá un papel importante en la reestructuración interna del MLN que se improvisa entre agosto y setiembre de 1970

 262 En su manuscrito, Amodio refiere que, en oportunidad del lanzamiento del llamado “Plan Satán”, “el ejecutivo (aún en libertad y antes de la caída de Almería), en carta escrita por Sendic y firmada ‘Mariano’ contestó en forma desmesurada (a las objeciones de Amodio y Manera respecto a la forma en que eran conducidas las negociaciones relativas al canje de los secuestrados), no aceptando las sugerencias, y alrededor del 4 de agosto se lanza la propuesta de canje por todos los presos, pero sin dar plazos para aceptar la propuesta, y utilizando una frase muy ambigua donde se dice que ‘de no aceptarse la propuesta se hará justicia’”

 263 De estos textos se infiere el grado de mayúscula ofuscación en el que incurre Eleuterio Fernández al comentar el homicidio en la biografía que le ofrendara Gerardo Tagliaferro, Fernández Huidobro. De las armas a las urnas, Ed. Fin de Siglo, 2011: “fue un golpe político duro para el MLN, que abortó la corriente de simpatía que despertaba en amplios sectores”. Es una típica afirmación de Fernández: no se refiere directamente al punto que se le plantea, sino que lo presenta desde otra perspectiva, más favorable al sigiloso desliz de la coartada moral que busca: el homicidio de Mitrione fue un “golpe (...) duro”, pero para el MLN. En la misma línea la insostenible afirmación de Efraín Martínez en Clara Aldrighi, El Caso Mitrione: “de ninguna manera pensábamos ejecutar (sic) a alguien”

264 El “clímax”, según reza el máster del Archivo Cámpora.

265 En su manuscrito, Amodio había dejado bien en claro que la discrepancia se había dado con un grupo de dirección en el Penal “que tenía (...) nada más que facultades dentro del Penal”

266 Incorrecto: el comunicado del Ministerio del Interior es del 3 de agosto, y la caída de Almería ocurrió el 7 de agosto, de 1970

 267 Aquí, el autor hace una de cinco numeraciones en la misma página (XXXXII –sic–, 42, 47), correspondientes a sendas notas que, obviamente, pretendía referir a textos que aspiraba a agregar, y no llegó a hacerlo, sin que conozcamos el motivo

268 Ese día se rumoreaba que el ministro de Relaciones Exteriores había sostenido conversaciones reservadas con abogados de los militantes presos, y ello tal vez haya alimentado la interpretación de que se hace eco Amodio.

269 Se solicitaron separadamente.

270 El error en la referencia a Graciela Jorge surge, según se comentara, ya en el esbozo de los “guiones” Marius y Queirolo, y desde ellos llega a la versión final, revelando que quien controla el proceso editorial es la misma persona, ajena a la organización sediciosa

271 Aquí se inserta la última de las seis referencias numéricas que el autor no desarrolla en nota alguna.


Comunicate