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29 de Mayo de 1969 : Se cumplen 50 años del CORDOBAZO (2)

Por Gustavo Sierra

 

Bastones largos en la Kaiser: los días de agitación, revueltas y muerte que desembocaron en el Cordobazo

A partir de la Noche de los Bastones Largos, las luchas de los estudiantes se multiplicaron en todo el país. En Córdoba el epicentro estuvo en el barrio Clínicas, donde dos años después tuvieron lugar las manifestaciones que terminaron en el Cordobazo. A 50 años de uno de los episodios clave de la historia argentina del siglo XX, un repaso por sus antecedentes en el segundo de una serie de artículos especiales

Gustavo Sierra 9 de mayo de 2019

Especial para INFOBAE América

Exactamente un mes después del golpe militar de Juan Carlos Onganía que derrocó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia, el 28 de julio de 1966 la dictadura decretó la intervención de las universidades. Algo que unas horas más tarde desataría La Noche de los Bastones Largos, una de las más negras de la educación argentina.

Hasta ese momento, las universidades públicas de todo el país estaban regidas por la Reforma Universitaria que establecía la autonomía del poder político y el cogobierno tripartito de docentes, graduados y alumnos. Esto era algo intolerable para los militares que, al día siguiente, el 29, enviaron a la Infantería de la Policía Federal a que desalojara las facultades de la Universidad de Buenos Aires que estaban tomadas.

La represión fue particularmente violenta en Ciencias Exactas y Filosofía y Letras. La policía ordenó la salida de los estudiantes y profesores con las manos en la nuca y cuando iban pasando los golpeaban brutalmente con sus bastones de combate. Hubo 400 detenidos y se destruyeron laboratorios y bibliotecas importantes. 

Desmantelaron equipos y programas pioneros como el que había diseñado y operaba a Clementina, la primera computadora de América Latina, y que estaba integrado por unos setenta miembros del Instituto de Cálculo de Ciencias Exactas. También cerraron el Instituto de Radiación Cósmica que estaba haciendo investigaciones de vanguardia mundial. Profesores y estudiantes de los doctorados no tuvieron más remedio que emigrar. Unos 300 profesores universitarios salieron al exilio.

Cuando reabrieron la universidad, en Córdoba, veinte días más tarde, la Federación Universitaria de esa provincia comenzó a trabajar en un plan de lucha contra la dictadura. Lo primero que hicieron los estudiantes fue salir a las calles para repartir volantes donde denunciaban lo ocurrido y condenar la intervención a la Universidad.

La policía volvió a la carga y acorraló a un grupo de la facultad de Medicina que estaba haciendo un piquete en la puerta del Hospital de Clínicas. Un chico del segundo año, Alberto Cerda, catamarqueño y militante de la Juventud Comunista, fue arrestado. Cuando un sargento lo estaba trasladando a un patrullero apareció otro estudiante del mismo año de Medicina, Domingo Mingo Mena, -que se iba a hacer famoso como jefe guerrillero del ERP y que en ese momento pertenecía a un grupo estudiantil denominado Espartaco-, empujó al policía y le gritó a Cerda que empezara a correr. Salieron como una exhalación hacia la esquina de Santa Rosa y Chubut, en el barrio Clínicas.

Un policía que estaba de civil vio la acción, sacó su pistola y disparó cuatro veces. Tres de los tiros dieron en el muslo y las piernas de Cerda. Mena logró escapar. Unos médicos que también pudieron ver todo lo sucedido levantaron a Cerda y lo llevaron a la guardia del hospital enfrentándose a la policía que lo quería trasladar herido a la comisaría.

Los practicantes del Clínicas, enfermeras y médicos decidieron ocupar el hospital en repudio a lo ocurrido. Pronto se le sumaron cientos de estudiantes que salieron de todas las facultades. Hasta que apareció un juez fuertemente custodiado por la Infantería que ordenó el desalojo. Detuvieron a unas trescientas personas y golpearon a todos, al estilo de lo sucedido en la UBA.

Los centros de estudiantes llamaron a la resistencia, se armaron unas cuantas barricadas, se encendieron fogatas, y convocaron a una marcha hacia el Rectorado, al lado de la facultad de Derecho, en el centro de la ciudad. La manifestación, una vez más, sufrió una dura embestida por parte de la policía. Hubo más detenidos y heridos. Se declaró la primera gran huelga universitaria contra la dictadura de Onganía. Y desde ese momento se sucedieron las movilizaciones y la agitación con epicentro en el barrio universitario de Clínicas que desembocaron dos años más tarde en el Cordobazo.

Abel Bohoslavsky, un profesor guevarista que después también integró el PRT y combatió en Nicaragua, estuvo en esos días en Córdoba y lo recordó así durante una charla que dio a los estudiantes de la Universidad de La Plata en el 2005.

"Esto se sucede hasta el 7 de septiembre, en que la huelga está en una situación difícil, porque ya venían muchos días de paro y el riesgo de desgaste. Entonces para el 7 de septiembre del '66 se convoca a una gran movilización, todo en forma ilegal, todo el mundo organizado al margen de la legalidad que existía hasta hace dos meses antes; esta organización multitudinaria hacia el centro de la ciudad, tiene un gran eco, una gran resonancia, y en ese momento, el 7 de setiembre, la represión pega un saltito más y un policía, en la avenida Colón al 300, en pleno centro, frente al monumental edificio del Cinerama, que era un cine de grandes pantallas, que era el único que había en Córdoba y no sé si había muchos en el país en esa época, en pleno centro, ahí un cana que se baja del patrullero No. 8, balea a un estudiante que cae con un tiro en la cabeza perdiendo el conocimiento en forma instantánea, y va a morir cinco días después el 12 de septiembre, internado en el Hospital de Urgencias. Se llamaba Santiago Pampillón, era estudiante de ingeniería y además era obrero de la fábrica Káiser o IKA Renault. Era obrero de la fábrica más grande de Córdoba y además era subdelegado de su sección laboral, en el SMATA, el Sindicato de Mecánicos", señaló.

Pampillón pasó a ser un símbolo de las manifestaciones a partir de entonces y se convirtió en "héroe" de los hechos que terminaron en el gran levantamiento de la provincia. Los estudiantes fueron a pedir ayuda a los sindicalistas y proponerles un plan de lucha conjunta. El primero en recibirlos y abrirles las puertas del Sindicato de Luz y Fuerza fue Agustín Tosco, un dirigente clasista sin afiliación partidaria. Se producía así la tan mentada "convergencia obrera-estudiantil" con la que se llenaban la boca los militantes en las discusiones de café.

Tres meses más tarde se produjo la primera gran huelga en Córdoba que fue protagonizada por los trabajadores de la fábrica Káiser (IKA-Renault) que se manifestaron frente a la sede de la CGT local al grito de "¡Kaiser y Onganía, la misma porquería!". La CGT nacional, con las diferentes vertientes colaboracionistas y rupturistas con el régimen militar, se encontraba en una pelea interna y desoyó la presión de las bases. Dejaron que Córdoba fuera un asunto de los cordobeses. El líder del gremio de la Construcción, Rogelio Coria, el textil José Alonso y el metalúrgico Augusto Timoteo Lobo Vandor, propiciaban un acercamiento al gobierno. La mayoría de los gremios medianos y pequeños eran más combativos y se oponían a esa posición de los jefes cegetistas. Onganía respondió a las huelgas con un clásico cambio de ministro de Economía. El empresario aceitero Jorge Salimei fue reemplazado por Adalberto Krieger Vasena. La política económica y la represión se endurecieron.

Finalmente, la CGT llamó a un congreso "normalizador" sin prever que los gremios más combativos habían adquirido una fuerza que no tenían hasta entonces. Se rompió el poder sindical y se crearon la CGT Azopardo, donde quedaban los gremios más cercanos a los militares, y la De los Argentinos (CGTA), liderada por Raymundo Ongaro de la Federación Gráfica Bonaerense. Allí convergieron peronistas de izquierda con radicales, social-cristianos y delegados comunistas. También se unió Tosco, a pesar de que Luz y Fuerza Nacional se encolumnaba en la CGT de Azopardo.

El peronismo ya estaba dividido en diferentes facciones y Juan Domingo Perón, en el exilio de Madrid, había pedido "desensillar hasta que aclare". Las 62 Organizaciones, la referencia del Partido Justicialista en el sindicalismo, estaba intervenida y fraccionada. Onganía había prometido a los gremialistas afines que iba a lanzar un programa económico populista que nunca concretó. Se desataron huelgas de varios sectores, desde los azucareros de Tucumán, hasta los obreros de la carne del sur del Gran Buenos Aires.

El 1º de mayo de 1969, la policía impidió en Buenos Aires que se realizara el acto central de la CGTA en conmemoración del Día Internacional del Trabajo. En Córdoba, a pesar de la prohibición, se llevó adelante un acto en el comedor universitario al que asistieron unos 600 estudiantes; en el cierre habló Agustín Tosco, que ya era una figura muy destacada en los círculos de izquierda de todo el país. Pidió la unidad de los trabajadores y los estudiantes, en el medio de una ovación generalizada. Esa misma noche, en la sede de la CGT cordobesa se hizo un asado al que asistieron casi todos los referentes políticos radicales y peronistas de la provincia. Otra muestra de unidad muy buscada desde hacía mucho tiempo.

En Buenos Aires, dos días más tarde, detuvieron a Ongaro y los agentes de inteligencia del Ejército intentaron involucrarlo en las investigaciones del foco guerrillero de Taco Ralo, en Tucumán. El lunes 5, por la presión de diversos sectores, desde la Iglesia hasta los sindicalistas participacionistas, los militares se vieron obligados a liberarlo sin cargos. Onganía estaba en Córdoba presidiendo una reunión nacional de gobernadores en el Sierras Hotel de Alta Gracia.

El clima social en la provincia se mantenía muy pesado. La CGTA sacó un comunicado en el que decía que esa cumbre de mandatarios provinciales era "la expresión de un neo-corporativismo trasnochado". Los colectiveros lanzaron un paro sorpresivo de 24 horas y los trabajadores metalúrgicos los imitaron al día siguiente en protesta por un proyecto que mantenía las llamadas "quitas zonales" -reducía los salarios en algunas provincias aplicando descuentos a los convenios colectivos negociados a nivel nacional con los sindicatos-, así como la eliminación del "sábado inglés" por el que se pagaban cuatro horas extras a la semana que no se trabajaban.

El diario La Voz del Interior aprovechó la visita de Onganía para publicar un editorial en el que hacía una fuerte crítica a la línea de "participación" impulsada por el gobierno y reclamaba la plena vigencia del sistema democrático, la reapertura del Congreso y el llamado a elecciones. "El pueblo argentino está maduro para manejarse a sí mismo, sin tutores ni hombres providenciales", sostenía el diario más influyente de la provincia.

El lunes 12 de mayo el Poder Ejecutivo Nacional sanciona la Ley 18204, que unificaba la jornada legal de trabajo de 48 horas semanales. Esto implicaba la derogación de otra ley provincial que establecía el sábado inglés. El SMATA cordobés de los trabajadores metalúrgicos, los principales perjudicados por la medida, convocaron para el día siguiente a una asamblea general del gremio. Se reunieron a las cuatro de la tarde en el Córdoba Sport de la calle Alvear, un miniestadio con capacidad para casi cinco mil personas. El recinto quedó chico y miles de trabajadores tuvieron que escuchar desde la calle por altoparlantes el discurso del secretario Elpidio Torres, un peronista legalista.

Se acordó un paro de 48 horas a partir de esa medianoche con el apoyo del sindicato nacional dirigido por Dirck Kloosterman. La policía montada cordobesa no entiende de sutilezas y apenas recibió la orden de despejar la calle donde estaban los trabajadores, lanzó sus caballos contra la multitud mientras pegaba sablazos de canto. La infantería apareció por detrás para lanzar gases lacrimógenos sin contemplación. En el interior del estadio quedaron atrapados miles de trabajadores que tuvieron que romper el techo de fibrocemento para poder respirar y sobrevivir. En la esquina de Alvear y Avenida Olmos se produjo una batalla campal entre la policía y un grupo de choque del gremio. Los dirigentes lograron calmar la situación por unos minutos y comenzaron a marchar hacia el centro de la ciudad donde volvieron a enfrentarse con la Infantería policial. Incendiaron un camión que había traído los caballos de la Montada y rompieron varias vidrieras. Un obrero fue alcanzado por un balazo en un hombro y otro perdió un ojo por la explosión de una granada de gas. El viernes 16, Córdoba quedó en silencio con una huelga general en repudio a lo sucedido, apoyada por todos los gremios y los estudiantes universitarios.

Ese fin de semana se registraron protestas y manifestaciones de estudiantes en Rosario, Corrientes, Chaco, Tucumán, Buenos Aires y Córdoba. En Rosario, murió el estudiante Adolfo Bello. La Federación Universitaria Argentina, presidida por Jorge Rocha, decretó un paro nacional universitario para el miércoles 21 y otro para el jueves 29. Los rectores decidieron el cierre de las principales universidades del país.

El ministro del Interior, Guillermo Borda, habló por cadena nacional y culpa de los desórdenes estudiantiles a "elementos de extrema izquierda" y "algunos políticos". En la iglesia del Pilar, una construcción de 1772, en la esquina de las avenidas Maipú y Olmos, los curas progresistas que luego se agruparían en el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo celebraron una misa por los estudiantes muertos. A la salida del oficio y con los sacerdotes a la cabeza, se inició una manifestación que se dirigió hacia la Avenida Colón, a la altura del Cinerama, donde había sido asesinado dos años antes el estudiante Santiago Pampillón. Policías provinciales y federales los interceptaron a la altura de la calle Alvear. Otra vez, gases, corridas, palazos, mordidas de perros policiales. Los agentes acordonaron todo el barrio Clínicas y lo patrullaron sin cesar. Los estudiantes los apedreaban desde las azoteas de las pensiones de la calle 9 de Julio. Cuando se difundió la noticia de que habían detenido a Agustín Tosco, los activistas bajaron de las azoteas y prendieron fogatas en las esquinas. La policía se replegó para no provocar más incidentes, aunque selló el barrio para que nadie pudiera salir o entrar esa noche.

En los tres días siguientes se sucedieron las manifestaciones y los enfrentamientos de estudiantes y policías en Rosario, Tucumán, La Plata, Buenos Aires y Córdoba. Se realizaron "marchas del silencio" en todo el país. La mayoría de las protestas terminaron con heridos. El gobernador cordobés, Carlos José Caballero, un admirador del fascismo que en su juventud había marchado por las calles de la ciudad junto a los "camisas negras", se reunió con Onganía para pedirle un refuerzo de seguridad. A la salida de la Casa Rosada aseguró a los periodistas que todo "es obra de elementos extremistas de filiación marxista que hay que neutralizar". Le enviaron un destacamento de la Guardia de Seguridad de la Policía Federal. Esa noche liberaron a Agustín Tosco que había sido "interrogado" durante 48 horas en el departamento central de la policía provincial.

En Salta, los estudiantes lograron llegar hasta el Club 20 de Febrero, donde estaba cenando el gobernador y varios de sus ministros. La policía no pudo impedir que ingresaran al lugar y comenzaran a destrozar mesas y sillas. Para poder sacar al gobernador, la policía disparó al aire, pero esto no intimidó a los manifestantes que amenazaron con incendiar el lugar. La tensión fue extrema hasta que apareció un camión del Ejército cargado de soldados que lograron disolver la turba.

Esa misma mañana, los que salieron a la calle fueron los estudiantes secundarios. En Tucumán, los del Instituto Técnico dependiente de la Universidad Nacional de la provincia; en las refriegas terminaron con heridas de bala dos chicos de 13 y 16 años. En Córdoba, resultó herida de gravedad la estudiante de 17 años Elba Rosa Canelo, del Colegio Jerónimo Luis de Cabrera, a la que le estalló una granada de gas lacrimógeno en la cara. Rosario fue declarada zona de emergencia bajo control militar después de que las fuerzas policiales fueron desbordadas por el movimiento estudiantil. La gobernación quedó a las órdenes del general Roberto Fonseca, comandante del Segundo Cuerpo del Ejército, quien declaró que tenía la intención de imponer la pena de muerte en la provincia. Lo pararon desde Buenos Aires. Pero logró poner en funcionamiento tribunales militares para juzgar a los estudiantes.

La situación de violencia comenzaba a preocupar también en el exterior. En Estados Unidos se estaban llevando a cabo las audiencias de confirmación del nuevo embajador en Argentina. Habían elegido a un ex actor y ex gobernador de Conneticut, John Davis Lodge, para ser el representante en Buenos Aires.

Frente a los senadores en el Capitolio de Washington Lodge hizo gala de su absoluto desconocimiento de la realidad argentina. Dijo que ignoraba que el gobierno de entonces hubiera surgido de un golpe militar y que "creía que Onganía había ganado las elecciones de 1965". Esas declaraciones fueron reproducidas por la prensa argentina y crearon una verdadera conmoción entre los militantes de todo el espectro político del centro a la izquierda que endilgaban a "los yankis" todos los males del país. La ignorancia de Lodge les venía a confirmar la nula importancia que siempre tuvo Argentina para el establishment estadounidense.


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