25.JUN.19 | Posta Porteña 2028

A 100 AÑOS DE LA CONTRARREVOLUCIÓN RUSA (24)

Por ColectivoFanniKaplan

 

ÁNGEL PESTAÑA “70 días en Rusia, lo que yo vi”

 

La visita de Pestaña a Kropotkin nos produce una profunda tristeza porque deja en evidencia toda la tragedia de la derrota de la revolución social en el mundo, provocada también por el estrepitoso fracaso del “anarquismo” aburguesado, socialdemócrata, frentista, progresista, sindicalista…  La falta de perspectiva, la resignación y el sometimiento a la contrarrevolución bolchevique de Kropotkin y Pestaña, es total a pesar del orgullo pretensioso de Kropotkin de no “someterme (se) a los mandatos de esa institución”. Ninguno de los 2 tiene un proyecto realmente contrapuesto, ninguno de los 2 líderes históricos del “anarquismo”, ve posibilidades de pelear contra la contrarrevolución leninista, ninguno de los 2 entiende realmente que el leninismo no es revolucionario, sino capitalista y contrarrevolucionario, ninguno de los 2 ,con sus entreveros ideológicos socialdemócratas, se inscriben en la lucha misma del proletariado que se está desarrollando en ese mismo momento (en nombre de la revolución social, del anarquismo, del socialismo revolucionario) contra el capital y el Estado, ante sus propias narices.

Cómo si en vez de ser grandes líderes del proletariado, como sin duda habían sido considerados en el mundo entero, fueran simples espectadores en un mundo que les pasa por arriba. Solo constatan la miseria, el autoritarismo, el triunfo del leninismo capitalista y estatista. Ni siquiera piensan en publicar un llamado, en organizar la resistencia o reiniciar el movimiento “anarquista”, cuando están masacrando y torturando a sus propios compañeros en todas partes, en todo el país. 

Ello mismo, estaba señalando que la contrarrevolución mundial había triunfado, que la fracción bolchevique de la socialdemocracia había logrado su objetivo de canalización de la energía proletaria contra la revolución misma, reimponiendo en Rusia el capitalismo crudo y brutal, asesino y concentracionista, liberticida y explotador

Claro que esta es nuestra lectura, a un siglo de esa famosa visita y teniendo en cuenta lo que luego se verificó, no solo como la contrarrevolución rusa, sino como la contrarrevolución mundial, que liquidaría por muchas décadas al proletariado revolucionario internacional. Tal vez, en aquella época, nos hubiese chocado más, el servilismo de las relaciones humanas dentro del “anarquismo” ideológico internacional, el culto a la personalidad que luego será achacado “solo” a Stalin, la sumisión cuasi religiosa a los jefes y grandes figuras con cartel (¡que hacen insignificante a todos los anarquistas cualquiera!), que ni siquiera tiene en cuenta (o mejor dicho soslayando expresamente) que también Kropotkin había traicionado completamente a la revolución social y al anarquismo con su adhesión al lado “democrático” de la guerra imperialista. Como dice el propio Pestaña, no es que no estuviera al tanto, ni únicamente que no quería hablar del tema por su salud, sino porque para Pestaña alguien seguía siendo anarquista y revolucionario, aunque hubiera renunciado prácticamente a todo eso al participar del lado burgués, estatista e imperialista en la guerra mundial.

COLECTIVO FANNI KAPLAN

 

Una visita a Kropotkin 

 

El pensamiento de Kropotkin, acerca de la revolución rusa, se desconocía en Europa por entonces. Al silencio que el maestro guardaba, débase le variadas interpretaciones. Para unos, era señal de conformidad y adhesión al régimen bolchevique; para otros, su actitud frente a los acontecimientos desarrollados en Rusia, era la única procedente y lógica. ¿No era natural que intentásemos, ya que la ocasión nos era propicia, conocer su pensamiento? 

Aparte de esta circunstancia, muy tentadora, por cierto, quedaba la satisfacción íntima, personal y particularísima de conocerle, de tratarle, de conversar con él unos momentos. Íbamos a escuchar la palabra de una de las más recias y respetadas mentalidades de Europa y del mundo.

Facilitó nuestro deseo el amigo y camarada Souchy, Delegado de los sindicalistas alemanes, que se encontraba allí? en viaje de estudio y de información. Él fue quien nos presentó a Sacha Kropotkin, la hija de Pedro, que vivía en la calle Leontyesky. De acuerdo con Souchy y Sacha, hicimos una visita a ésta y quedamos de acuerdo para ver a Kropotkin en Dimitrov. 

No recordamos bien si fue un domingo de fines del mes de julio o de principios de agosto cuando partimos temprano. La estación estaba lejos; llevábamos algunos paquetes de provisiones que los camaradas del Club anarquista nos habían dado para Kropotkin y el tiempo era justo. Buscamos, pues, un vehículo y por cinco mil rublos se nos condujo a la estación. 

En la estación hubimos de guardar fila para tomar billete. Algunas personas, las que ocupaban los primeros puestos, esperaban turno desde el día anterior. Se habían pasado la noche en la estación. Si formábamos nosotros en la fila era más que probable que no saldríamos hasta la tarde. Sacha nos dijo entonces que hiciéramos valer nuestra personalidad de delegados ante la Comisión extraordinaria de la estación, con lo cual lograríamos partir en aquel tren. Siempre nos han repugnado esas preferencias y solo hemos acudido a ellas en casos verdaderamente excepcionales. 

Vimos, pues, al presidente de la Comisión. Todo esto pudo haberse evitado pidiendo en el Hotel un pase de viaje a Dimitrov, pero quisimos prescindir de la concesión oficial para obrar con más libertad. La cuenta, como se ve, nos salió? al revés, aunque al final el resultado fuera el mismo. Presentada al presidente de la Comisión extraordinaria nuestra carta de delegado, al instante se nos entregó los billetes. Además, se nos acomodó en el coche de la Comisión extraordinaria. En marcha el tren, entablamos conversación con algunos de los viajeros, valiéndonos de Sacha como intérprete. 

Nuestro principal interlocutor era un soldado, que nos hablaba con entusiasmo de la misión casi mesiánica que había de realizar el Ejército rojo. Según él, se completarían los cuadros del Ejército lo más fuertemente posible; se les proveería del mejor y más perfeccionado armamento, y así? equipado, por enseña la estrella roja y por lema “muerte a la burguesía” el Ejército Rojo ayudaría a implantar el comunismo en todo el mundo. Era el poseído, el místico, el fanático de una idea que no conoce ni comprende, pero que está sugestionado por razonamientos ajenos, puramente subjetivos y sin valor. Producía tristeza aquella dialéctica de boletín del Ejército rojo que así? influía y desviaba mentes vírgenes y sin ideario de ninguna clase. 

Sus profecías, sus afirmaciones sobre la inminente marcha irresistible del Ejército rojo a través del mundo, saludado y recibido por los aplausos y vítores de los pueblos conquistados, y las apoteosis con que los pueblos lo recibirían, parecían más los del Apocalipsis que razonamientos de persona con un adarme de sentido común. 

La conversación decayó? pronto. No quisimos seguir al neófito comunista en su marcha triunfal a través del mundo, y menos viajando en un tren que apenas si marchaba a veinte kilómetros por hora. Observando a los demás viajeros, nos fijamos en un soldado que llevaba al cuello un “pendentif” de señora. La cadenita que lo sostenía era de oro, y el “pendentif” de perlas, con un diamante en el centro. Aquella alhaja era, indudablemente, producto del saqueo. El soldado era hijo de unos humildes aldeanos, cerca de Dimitrov a donde se dirigía a pasar una temporada. El mismo desenfado con que lo llevaba probaba que no conocía ni el uso ni el valor del adorno. 

Las sesenta verstas que separan a Moscú? de Dimitrov, parecían multiplicarse fantásticamente, pues ya llevábamos más de tres horas de tren y aun no se acercaba el momento de echar pie a tierra. El tráfico de viajeros de unos coches a otros era continuo. Todos buscaban, en vano, mejor acomodo. Como Dimitrov era estación límite del tren que nos conducía, los numerosos viajeros se extendieron rápidamente por los andenes apenas paró. Siempre guiados por Sacha, tomamos un camino o calle que conduce al centro del pueblo; mas antes de llegar a él, dejándolo a la izquierda, continuamos recto y tomamos por una pendiente. Habíamos andado unos cuarenta pasos, cuando torcimos a la izquierda y nos metimos por una calle que se extendía entre jardines, en el centro de los cuales se alzaban chalets a estilo de los que existen en algunos cantones suizos. Al promedio de la calle, Sacha se dirigió? a una puerta diciendo: “Ya hemos llegado. Como no sabe papá qué día vendríamos a verle, no ha salido a recibirnos. Pero es igual. Le cogeremos de sorpresa y estará? más contento.” Así fue. 

Avanzamos por un espacioso jardín, todo abandonado, hacia un palacete que se veía al centro, y cuando ya estábamos a pocos pasos, la madre de Sacha nos recibió?. Madre e hija se abrazaron cariñosamente. Después de la presentación de rigor, la inseparable compañera de Kropotkin, que se había convertido en horticultora para subvenir a las necesidades de la vida, estrechó nuestra mano fuertemente, mostrando su viva satisfacción por la visita. Mientras cambiábamos la compañera de Pedro y yo algunas palabras, Sacha entró en la casa a saludar a su padre y anunciarle nuestra llegada. Pronto apareció?, encuadrada en el marco de la puerta, la figura grandiosa del maestro. Estaba algo demacrado, reflejándose en su rostro ese rictus irónico que imprimen los sufrimientos morales. Ante la aparición de aquella figura de renombre universal, a la que daba aspecto de apóstol la barba blanca que cubría su rostro, sentimos una profunda emoción. Mientras la compañera de Kropotkin nos preparaba sillas en un amplio mirador que servía de acceso a la vivienda, Pedro se nos acercó y abrazó estrechamente. La emoción nos invadía.

Nos hallábamos ante una de las más recias mentalidades del pensamiento europeo, y el exacto conocimiento de nuestra insignificancia nos sobrecogía como unos niños. Kropotkin, que conocía bastante bien el movimiento anarquista y sindicalista español, solicitó que ampliáramos sus últimas noticias. Hablamos largo, explicándole detalladamente la intensidad del movimiento anarquista durante los últimos cinco años, mas soslayando toda alusión respecto a la actitud suya frente a la guerra. Sacha nos lo había encargado sobremanera. Los ataques cardíacos a que era propenso se producían en cuanto se acaloraba en una discusión. Y como al discutir sobre la actitud suya en la guerra habríamos de entrar en una discusión acalorada, lo mejor era obviarlo. [1]Y aunque Pedro insinuó? la cuestión, procuramos desviarla diciendo que habíamos adoptado una posición opuesta por creerla más en concordancia con nuestro criterio anarquista. 

Pasamos todo el día en compañía de aquella familia, que solo atenciones y miramientos tuvo para nosotros. Regresamos a Moscú? por la tarde. 

Dos veces más vimos a Kropotkin; una en Dimitrov, adonde fuimos a visitarle, y la otra en Moscú?, en casa de Sacha. Había venido a Moscú?, a pesar de las dificultades y molestias del viaje, para visitar a Lenin y hablar con él. Pero Lenin no le quiso recibir. A pretexto de ocupaciones perentorias, no quiso distraer unos minutos en escucharle. Verdad es que envió? a su secretario particular para que se informase de lo que Pedro quería, pero fue una desatención de ensoberbecido no recibir a aquel hombre que iba a pedir no se consumara un crimen horrendo. Digamos que no se consumó gracias a la intervención de Kropotkin. Se trataba de la pena de muerte que el tribunal sovietista quería aplicar a diez cooperatistas denunciados por un agente de la Cheka como conspiradores contrarrevolucionarios. La fantasía de aquel agente había imaginado un terrorífico complot, en donde solo había la sorda protesta de unos descontentos. Por lo que Kropotkin mismo nos dijo, pudimos saber que los procesados, para quienes se pedía pena de muerte, se hallaban un día en su local social conversando amigablemente. De derivación en derivación, llevaron la conversación al terreno político y alguno aventuró la idea, que los demás confirmaron, de que sería precisa una conspiración de todos los descontentos con el régimen bolchevique para destruirlo. Estas palabras llegaron a oídos del chequista y las trasmitió? a la Comisión extraordinaria, la que ordenó el arresto y procesamiento de los diez individuos. Conocedor Pedro de como habían pasado las cosas, al saber que iban a ser juzgados y de que el acusador soviético pedía pena de muerte, quiso hablar con Lenin para decirle que “el fusilamiento de aquellos diez hombres sería la vergüenza mayor, la mancha más negra que el bolchevismo se echaría encima”. Y consiguió? su intento. Los libró de la muerte; aunque no de los diez años de presidio a que cada uno de ellos fueron condenados. 

De lo que hablamos durante nuestras conversaciones con Kropotkin, omito todo en atención a la calidad de estas páginas, pero quiero hacer constar que fue muy interesante. El concepto que a Kropotkin merecía la revolución era muy rico en matices y en enseñanzas para todos, aunque más particularmente para nosotros los anarquistas. La complejidad del movimiento revolucionario ruso (sic)[2] hallaba en su privilegiada mentalidad el intérprete más sincero y más verídico. ¡Lástima que Kropotkin no haya vivido unos años más, para que su pensamiento hubiera sido concretado en algunas páginas! De los bolcheviques no decía gran cosa. Los consideraba Como a babeufistas consumados. Para él Lenin y sus teorías, como el comunismo de Carlos Marx y de todos los marxistas, no era otra cosa que las teorías de Babeuf barnizadas con algunos modismos de actualidad[3]. Un día nos preguntó si de regreso a España escribiríamos algo sobre Rusia. 

—Si escribís un libro hablando de Rusia, tituladlo «Comment on fait pas une révolution»(“Cómo no se hace una revolución”). Porque toda la critica que se haga de los bolcheviques y de su modo de interpretar la revolución debe tender justamente a demostrar cómo no es posible hacer una revolución adoptando sus sistemas y premisas

Acuciado por el deseo de conocer cuáles fueran las cuestiones de su predilección en aquel momento, nos dijo contestando a preguntas nuestras: 

—Temeroso de que los bolcheviques inutilicen lo que pueda escribir de la revolución, nada escribo sobre ella; tomo apuntes nada más. Estamos también demasiado cerca de los acontecimientos y de sus hombres para que el pensador no sea influenciado excesivamente por los unos y por los otros. Esta es la principal razón de mi abstención. 

Pero para no perder el tiempo, escribo sobre ética, pues leyendo una página de Bakunin me sugirió? la idea de hacerlo, y a ello consagro mis horas y mis días; mas el trabajo me resulta penoso. La falta de relaciones con el mundo intelectual exterior y las dificultades que el régimen establecido y mi salud acumulan, hace que no pueda avanzar con la rapidez debida, y que solo tras inauditos esfuerzos pueda lograr lo que me propongo. 

Inquirimos acerca de su situación económica, que no resultó ser muy desahogada. Vivía, más que de la ración que le tenía asignada el Comisariado de Abastecimientos (ración de sabio), de lo enviado por los camaradas de todos los confines de Rusia. 

—Vivo mal —nos dijo— pero aun puedo considerarme dichoso. Millones de rusos viven muchísimo peor que yo. 

— ¿No desearíais volver a Inglaterra o a cualquier otro país? —Ardientemente —contestó. 

— ¿Por qué no lo solicitáis del Consejo de Comisarios del Pueblo? 

—Porque no quiero recibir una respuesta negativa de la Cheka, de esa vergüenza que deshonrará al régimen bolchevique, que es la dueña y señora de las acciones de todos los rusos. 

Sólo las personas gratas a la Cheka, aunque fueran miserables bandidos en el régimen zarista, pueden obtener el permiso de salida al extranjero. Prefiero morir en Rusia, consumirme en esta inacción, soportar el hambre y el frío, antes que someterme a los mandatos de esa institución

Debíamos marcharnos. El samovar, que con su forma panzuda se erguía sobre la mesa lanzando hacia el techo los vapores del agua hirviente, proyectaba una pequeña sombra entre los dos. Declinaba el día. El crepúsculo ponía una nota de tristeza en sus palabras. ¿Presagiaba su próximo fin? El invierno pasado había sido muy cruel para Kropotkin. Sin leña, casi sin luz y sin alimentos, las privaciones habían quebrantado su organismo, minado también por los años. El que se acercaba sería aún más cruel. 

La situación económica de Rusia se hacía más grave y difícil cada día. ¡Bien lo notaba Kropotkin! La generosidad de los compañeros, la solidaridad y apoyo que éstos le prestaban enviándole lo que podían, era el barómetro que señalaba un notable descenso. Los envíos se espaciaban, se hacían más intermitentes. A veces, una carta de disculpa los acompañaba. “Hubiéramos querido enviarte antes estos pequeños obsequios —le decían—, pero no hemos podido. ¡Si supieras Pedro, las dificultades que tenemos para aprovisionarnos en este pequeño rincón!...” 

Con estas palabras disculpaban aquellos generosos compañeros, perdidos en alguna aldea de la inmensidad rusa, el no poder ayudarle más eficazmente, y ellas acusaban las privaciones a que se habían sometido para cumplir un sencillísimo deber de solidaridad. Al despedirnos del Maestro, estrechamos fuertemente su mano; nos abrazamos y recibimos su beso fraternal. 

—Saludad en mi nombre —nos dijo— a todos los anarquistas de España, de quienes conservo afectuosos recuerdos. Mirad — añadió? mostrando un hermoso reloj de oro—. No sé si recordaréis... 

—Sí, sí nos acordamos —interrumpimos. 

—Decidles que aún lo conservo. Que no olvidaré nunca este hermoso rasgo de los anarquistas españoles, debido a la iniciativa de los camaradas de La Coruña. 

La inscripción que lleva en el interior de su tapa: (“A iniciativa de los anarquistas de La Coruña, a Pedro Kropotkin, en sus bodas de plata”) será? siempre para mí un grato recuerdo de los camaradas españoles.

Ángel Pestaña


[1]Por más buena onda y comprensión que tenemos con respecto a un veterano que puede morirse si se enoja y hasta podamos decir “comprendemos humanamente que Pestaña no podía tocar el tema” nosotros vemos en esta predominancia de una actitud familiar, frente a una actitud programáticamente clara, una confirmación del anarquismo ideológico como familia corrupta y sin ningún principio. Así como Bernstein selló su pacto con el capitalismo y el imperialismo con su famosa consigna “el movimiento es todo, el fin no es nada” los diferentes grupos anarquistas corruptos y colaboradores, con los Estados y el imperialismo, afirmaban su familia proclamando que más importante que los hechos, que objetivamente los separaban, era la IDEA de la “anarquía”.

No nos consta en absoluto, que Pestaña, aunque no haya sido de “los 16”, haya tenido una verdadera actitud revolucionaria durante la guerra, y que haya formado parte de quienes verdaderamente lucharon contra esta claudicación total del anarquismo ideológico, sirviendo al imperialismo mundial y su guerra. La consolidación delanarquismo como IDEA, como más allá de la práctica social, era también una brutal manifestación, de la contrarrevolución mundial que seguía destruyendo revolucionarios. Precisamente la IDEA cada vez más separada de la realidad y la defensa a cualquier precio de esa familia ideológica, mostraba la liquidación misma del movimiento comunista, del anarcocomunismo como potencia social. 

[2]“Complejidad”, dice y sin embargo, era muy simple. Todo lo que describe Pestaña, en esta visita a Rusia, muestra claramente el papel contrarrevolucionario de los bolcheviques, desde la primera hasta la última página todo lo que Pestaña muestra que a la revolución rusa ya fue totalmente liquidada por el terrorismo de Estado leninista, que en 1920 el proceso contrarrevolucionario es total(desde esas fechas los mayores movimientos de resistencia proletaria e incluso del balance de la contrarrevolución rusa se producirán dentro de las cárceles y campos de concentración que Lenin y Trotsky habían creado). ¿Cómo puede seguir hablando del “movimiento revolucionario ruso”? Por la mismísima razón que sigue considerando, que Kropotkin es “anarquista”. Lo que haya hecho no importa, lo que importa al anarquismo ideológico de Pestaña es que Kropotkin siga considerándose anarquista en ideas, que siga considerándose parte de la misma “familia”. Vemos así otra característica central de esa ideología “anarquista”, no importa lo que se hace en la práctica sino lo que se expresa en la idea: por eso siguen afirmando que el poder del Estado ruso, sigue siendo parte del “movimiento revolucionario ruso”, lo que de paso es un desconocimiento adicional del verdadero movimiento revolucionario ruso que está siendo brutalmente reprimido, masacrado, encerrado, exilado, torturado…

[3]Esto mismo muestra la incomprensión total que tenía el anarquismo ideológico del bolchevismo. Comparar Lenin a Babeuf es considerarlo como “revolucionario”, como emergente de la lucha revolucionaria y solo luego criticarlo por los excesos del terrorismo y el despotismo. Es como si nunca se hicieran la pregunta básica ¿qué estaba haciendo Lenin en ese entonces con los revolucionarios sino matarlos, hacerlos torturar y encerrarlos en los campos? ¿Porqué seguir insistiendo en comparar a Lenin con a los revolucionarios? ¡Porqué en Lenin no ven otro problema que el autoritarismo! No comprenden en absoluto que ese “autoritarismo” en sí no es el problema, sino que se trataba de una autoritarismo capitalista y estatista, que socialmente no se revolucionaba absolutamente nada, sino que al contrario el bolchevismo había consolidado el capitalismo y su progreso. Esa aceptación de Kropotkin y Pestaña de que el bolchevismo era “revolucionario” a pesar de su autoritarismo era una brutal distorsión de la realidad, una concesión que llevará a ese anarquismo ideológico a seguir coqueteando con el poder del Estado y en última instancia a colaborar con ellos en el frentismo (y el frentepopulismo) que ya se está gestando (Pestaña aceptará ese mismo año la integración de la AIT en la Internacional Sindical Roja).


Comunicate