29.JUN.19 | Posta Porteña 2029

María Asunción Artigas: DESAPARECIDA

Por Uy Press

 

Un golpe a la pared. Del otro lado en el calabozo del frente, Eduardo empieza a contar los segundos. Otro golpe. Eduardo deja de contar. Un golpe a la pared contra el calabozo del fondo. Carlos empieza a contar cuánto dura el intervalo entre una contracción y otra

MONTEVIDEO (Uypress) -28.06.2019

Así estuvieron toda la noche y parte del día veinticinco de agosto para que Mary quedara lo menos posible a merced de los secuestradores. En ese momento ella y Adriana compartían el mismo calabozo de ese edificio de tres plantas y líneas modernistas en la intersección de las calles Siciliano y Vernet, el tristemente célebre Pozo de Banfield.

La noche que trajeron a Adriana, la misma Mary había estado un buen rato con mucha paciencia dando golpes del otro lado del muro. Insistió hasta que Adriana temerosa de que fuera alguna trampa, se animó y respondió. De a poco pudo enseñarle ese morse casero con el que podían comunicarse y aprender rápido. En ese infierno por lo menos en esos días era vital y así saber que con el pequeño pedacito de alambre de cobre que les dejaban en el baño a los nuevos, podían abrirse las esposas. Aliviarse así por lo menos de ese tormento que se cerraba con cada movimiento y de paso levantarse la venda en las penumbras de la celda dibujada por la escasa luz, que se filtraba a través de las ventanitas tapiadas.

Al poco tiempo y con un poco de práctica se hablaban muy de prisa, no necesitaban ni siquiera completar las palabras. Se mandaban mensajes entre los calabozos más alejados, jugaban un ajedrez imaginario y se contaban películas. Casi siempre, de presos que se escapaban.

Mary hablaba mucho con Alfredo, Fredy, su marido. A los dos los habían secuestrado ese mismo fatídico treinta de diciembre.

Se conocieron en Montevideo, cuando él siendo un pibe se mudó desde su Argentina natal a una casona sobre la calle Bacigalupi donde vivía solo y se juntaba toda la barra del liceo diecisiete.  Al principio no se animaba a decirle a Oscar, un obrero de Ancap y padre de María porque iba tanto a la casa. Prefería simular que su insistente presencia se debía a su amistad con los hermanos y no a esa morocha decidida y resuelta, unos años más grande que él.

Fredy era generoso y solidario al extremo."Más bueno que el pan" como se dice acá, "lo que tenía lo compartía" dicen quienes lo recuerdan y quizás por eso se sentía tan bien en la modesta casa en el barrio obrero de La Teja de Mary, donde lo trataban como a uno más de la familia aunque muchas veces la plata no alcanzara. Cuando las cosas se pusieron bravas le habían ofrecido la oportunidad de irse a Europa pero prefirió quedarse junto a los suyos.

El pozo, Campo de Mayo, la Esma, Automotores Orletti, infiernos grandes y chicos. Los más de seiscientos Centros Clandestinos de Detención (CCD) que funcionaron en Argentina durante la dictadura tenían tiempos propios, tenían olores, ruidos, sus propios métodos de horror, su propio sadismo de verdugos miserables con seudónimo, pero también tenían grandes gestos de amor, de solidaridad y de coraje entre los seres humanos, los secuestrados.

Mary era una mujer valiente. Lo había demostrado fuera infinidad de veces, como cuando se enfrentó a Gavazzo y a los que vinieron por uno de sus hermanos y también lo siguió siendo dentro del chupadero.

En una oportunidad se las había arreglado para armar un gran alboroto hasta que vinieron los guardias, el día que a uno de los compañeros lo habían dejado tirado en el corredor, esposado a un radiador ahogándose en el suelo con una fuerte crisis de asma. Insistió hasta que dejaron que María Antonia otra detenida que era médica pudiera verlo. Otra vez luego de hablarlo con todos los detenidos para que apoyaran la iniciativa, logró que llegaran a oídos de un oficial los continuos acosos sexuales a las mujeres para que cesaran las constantes intimidaciones. Fue muy importante para todos. En el chupadero no se era nadie. 

Trataba de ser siempre optimista, la habían secuestrado con un embarazo de poco más de dos meses y rigurosamente le cantaba a su bebé. Cantaba una canción de Viglietti, cambiándole algo la letra:

Niño, mi niño,
vendrás en primavera,
te traeré.
Gurisito mío,
lugar de madreselvas
te daré.

Y aunque nazcas (preso),
te traigo también:
se precisan niños
para amanecer.

"Clemencia para los vencidos, curad a los heridos, respetad a los prisioneros" es una de las enseñanzas más memorables de nuestro padre de la Patria, José Artigas. Sin embargo María Asunción Artigas aguantó el frio penetrante, la falta de higiene, los maltratos, las torturas, la ausencia de atención, el hambre sin tregua, la sopa fría y el pan duro que eran su único alimento.  Aguantó las convulsiones, cuando el único alivio era la mano de Adriana. Incluso aguantó que en mayo se llevaran a Fredy.

Cuando creyeron que las contracciones eran cada cinco minutos sus compañeros avisaron a los carceleros y vinieron a buscar a Mary. Todos se acostaron en el piso de baldosones, expectantes, con una oreja contra el suelo atento a cualquier sonido hasta que al fin se oyó, fuerte y claro, el llanto del bebé. Supieron al rato por un guardia que se trataba de una niña. 

Mary volvió ocho horas más tarde, sin su hija, con un poco de algodón y un frasco de espadol. Le contó a Adriana que la había mirado mucho, tenía el cabello y los ojos oscuros, se sobresaltaba con cada ruido y tenía las cejas de su padre. Le había dado pecho a pesar de que se lo habían prohibido. A la pequeña María Victoria se la llevaron envuelta en un gamulán.

Trescientas nueve personas fueron secuestradas en el pozo de Banfield. Entre ellos hubo varios uruguayos, más de veinte mujeres embarazadas, ahí llegaron los jóvenes estudiantes de secundario la Noche de los Lápices. Muchos continúan desaparecidos como Mary de veintiséis años junto a Alfredo de veintitrés.

En enero de 1988 gracias a una valiente maestra que decidió no ser indiferente y a las Abuelas de Plaza de Mayo con las que sus abuelas Enriqueta y Blanca supieron dar vuelta a la plaza luciendo el pañuelo blanco anudado al cuello, encontraron a María Victoria. La había registrado como hija propia el hermano de un comisario a cargo de la Brigada de San Justo. María Victoria Moyano Artigas es la nieta recuperada número cuarenta y ha dedicado gran parte de su vida tratar de esclarecer los secuestros y desaparición de sus padres y de muchos otros. Cuando habla de Mary y Fredy les dice mamá y papá.

En cambio Aníbal si habla de su hermana le dice: la nena. Así le decían en casa a Mary porque era la única niña de los cuatro hermanos. Alberto el mayor, luego María Asunción, Aníbal y Dardo. Ella lo había llevado a las primeras manifestaciones y era siempre la que lo defendía de alguna merecida  bronca de su madre.

Aníbal Artigas lee mucho, a veces hasta muy tarde. Por las noches se le alborotan los demonios dice. No necesita imaginar las peores cosas, él las vivió en carne propia durante cinco años a merced de la saña y la impunidad en el penal de Libertad. Recuerda que al tacho donde le sumergían la cabeza hasta que casi le estallaran los pulmones, Gavazzo lo llamaba "la fuente de la verdad".    

Aníbal le escribe una carta a su hermana en cada cumpleaños. La extraña. No quiere sus restos. Cree que está descansando con sus compañeros. Imagina que se fueron juntos de la mano, Mary y Fredy. Juntos como siempre.

Hace cuarenta y un años, cinco meses y veinticinco días que Artigas, espera justicia.

 Muchos no nos resignamos a que sigan desaparecidos casi dos centenares de uruguayos. Los retratos con sus rostros han encabezado a lo largo de los años las manifestaciones reclamando Verdad y Justicia.

Son seres humanos, mujeres y hombres con familias, amigos, compañeros, historias e ideales. Es lo que aspiramos a reflejar en cada una de estas notas.


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