13.OCT.20 | PostaPorteña 2154

Argentina: LA CRISIS COMO DESAFÍO Y COMO OPORTUNIDAD

Por Jorge Castro

 

La Asociación de la Cadena de la Soja Argentina  (ACSOJA) y la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) le presentaron al gobierno una propuesta de inmediata implementación como respuesta a la crisis provocada por el supercepo en las últimas semanas, que a través de una brecha cambiaria del 100% entre el dólar oficial y los dólares alternativos ha paralizado las exportaciones de granos, en especial las de soja.

Según los datos del Ministerio de Agricultura de la Nación, los productores tienen en su poder más de 18.3 millones de toneladas de soja sin vender -las cámaras estiman que son 26 millones de toneladas las acopiadas en silobolsas-, además de que 8 millones de toneladas del grano estrella del mercado mundial ya fueron vendidas, pero con precio a fijar. Lo que esto significa es que quedan sin liquidar granos por más de U$S 12.000 millones de la campaña 2019/2020.

Esto sucede cuando el precio de la soja acaba de superar U$S 400 la tonelada, el mejor valor de los últimos 2 años y ese notable incremento del precio del grano en el mercado de Chicago se debe fundamentalmente a la reaparición en gran escala de la demanda china, que tras haber superado la fase recesiva que experimentó en el 1er. trimestre del año (-6.8% t/t / -17% anual), desatada por la pandemia del coronavirus, se apresta ahora a recuperar el boom de consumo de los últimos 10 años.

La propuesta de las cámaras del sector consiste en el establecimiento de un cambio diferencial para los productores sojeros por un plazo determinado (1 año / 7 años). Implica reducir las retenciones a la soja del 33% al 20% anual; y esto garantiza el ingreso de U$S 8.600 millones (dólares genuinos provenientes de exportaciones verdaderas) en el periodo 2020/2021.

El mantenimiento de este sistema en los próximos 7 años significaría el ingreso de U$S 30.415 millones hasta 2027; y la producción de soja pasaría de 53.1 millones de toneladas en el ciclo 2018/2019 a 68.5 millones de toneladas en 2027. Es un salto productivo de 29% en sólo 7 años. Esto acarrearía 573.000 fletes adicionales, y un incremento de la recaudación tributaria – vía retenciones - de U$S 500 millones. Este cálculo habría que multiplicarlo por 7 en el periodo previsto.

La crisis cambiaria tiene 3 componentes:

a) una brecha del 100% entre el dólar oficial y los alternativos ($74/$78 $150); b) la profunda fractura del equipo económico entre el presidente del Banco Central, Miguel Pesce –impulsor del supercepo ante la desaparición vertiginosa de las reservas liquidas, puesto que quedan U$S 6.000 millones que representan menos de 2 meses de importaciones -  y el Ministro de Economía Martin Guzmán; y c) una honda crisis de confianza, cada vez más aguda, de inequívoca raíz política.

El sistema político argentino es hiperpresidencialista por necesidad. Es un sistema débil, con instituciones escasamente representativas, que enfrenta una sociedad intensamente movilizada, donde todos los sectores sociales tienden a llevar sus reclamos a la vía pública, usualmente fuera de las instituciones.

En el sistema de poder gobernante desde el 10 de diciembre, el poder político –decisiones básicas – está en manos de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que lleva adelante exitosamente su propia agenda personal / judicial. Esto coloca al presidente Alberto Fernández en una posición de subordinación y creciente irrelevancia.

El resultado es que esto tiende a anular el hiperpresidencialismo propio del sistema político argentino, que como  es estructuralmente débil concentra su escaso poder en el Presidente de la Nación. Si éste no lo ejerce,  se torna un ente carente de contenido y la consecuencia es un creciente vacío de poder, acompañado de la completa paralización del gobierno, que es la situación actual y la causa directa de la crisis cambiaria.

La economía mundial ha vuelto a crecer en el 3er. trimestre del año. EE.UU se expande a una tasa de 30% anual en este periodo, según la Reserva Federal de Atlanta; y China ha recuperado en plenitud el boom de consumo que la transformó en el eje de la demanda mundial, por encima de EE.UU.

El coronavirus ha sido un shock absolutamente externo al proceso de acumulación capitalista, que está intacto en términos orgánicos. Su fenomenal recuperación es financiada por las de interés más bajas de la historia (0%/1% anual). Nunca ha habido más capitales disponibles para proyectos redituables que en este momento. Puede haber un ingreso de más de U$S 8.000 millones en 2 años provenientes de exportaciones de soja a un precio de U$S 400 la tonelada o más.

 Simultáneamente, el sector agroindustrial argentino, el más competitivo del mundo, capaz de producir con los menores costos y de la forma más sustentable del sistema global, integrado por 42 entidades de base agropecuaria, y en  alianza con la Unión Industrial Argentina  (UIA), que nuclea a la industria manufacturera del país, presentó una “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora Inclusiva, Sustentable y Federal”, para el periodo 2020/2030.

La única condición que reclama esta estrategia agroindustrial + UIA es “…un programa de estabilidad fiscal y financiera a 10 años”, sinónimo de una macroeconomía consistente y estable capaz de unir en forma coherente  los principales indicadores de la actividad económica.

Por eso la prioridad absoluta de esta estrategia es el aumento sostenido de las exportaciones en el largo plazo, no solo de las agroalimentarias, sino de todas ellas, y en 1er. lugar las manufactureras, lo que implica su reconversión, hasta  lograr el nivel de productividad y de innovación de la más avanzada, que es la agroindustrial.

La razón de esta premisa esencial es que la principal restricción de la economía argentina –el núcleo de su estancamiento y la raíz de la crisis nacional- es la carencia de dólares genuinos producto de ventas suficientes en el exterior.

De ahí la crisis crónica del sector externo, “el estrangulamiento de divisas”, con las consiguientes devaluaciones masivas, fuga de capitales, desaparición de la moneda nacional, y recesiones profundas y periódicas, que hacen retroceder sistemáticamente el ingreso per cápita de su población.

La raíz de la crisis del sector externo  es estructural y reside en 2 factores: el 1ro., y fundamental, es que las exportaciones son escasas en relación al producto (la Argentina exporta entre U$S 50.000 y U$S 80.000 millones anuales, con una población de 44 millones de habitantes que dispone del mayor nivel de ahorro per cápita del continente: son U$S 440.000 millones los que  los argentinos tienen en el exterior o en cajas de seguridad, mientras que Chile con una población de 18 millones exporta 3 veces más); el 2do. es que hay un sólo sector significativo que vende al exterior, que es el agroalimentario (+ de 2/3 de los bienes exportados provienen del complejo agroindustrial, lo que significa que 2/3 de la industria y los servicios no lo hacen)

De ahí que un rasgo característico de la economía argentina es que la demanda es ampliamente superior a la capacidad productiva; y como la regla que rige el PBI nacional es 3x1 (por cada punto que aumenta el producto, las importaciones deben aumentar 3). Esto desata periódicamente y por necesidad la crisis crónica del sector externo, que se produce periódica e inexorablemente a partir de 1974 (la última ocurrió en abril de 2018).

El problema económico fundamental de la Argentina se manifiesta en el orden de los factores: no hay incremento de las exportaciones sin equilibrio macroeconómico   (estabilidad fiscal y monetaria en 1er. lugar) y no hay equilibrio macroeconómico posible  sin los cambios estructurales que lo sustentan. Esto implica que no hay macroeconomía estable sin un aumento sistemático de la productividad, que sólo surge del cambio tecnológico y de las modificaciones estructurales necesarias.

En definitiva, todo concluye en que el papel del Estado es esencial  como orientador y guía del desarrollo económico. Para eso se necesita un Plan, que es ante todo una estrategia, que establezca el rumbo, el sentido, la dirección de la política económica, y defina nítidamente la inserción de la Argentina en el siglo XXI, que es el de la revolución tecnológica, la integración digital del capitalismo y una competencia global exacerbada, dentro de un sistema hipercapitalista  volcado a la 4ta. Revolución industrial.

Lo esencial del plan es la dirección (sentido/rumbo de los acontecimientos), no la secuencia de las medidas.  Y este rumbo solo lo puede fijar quien tiene la autoridad política para hacerlo, que el Presidente de la Nación, libre y legítimamente elegido para hacerlo.

 El problema central de la Argentina no son sus tremendos desequilibrios macroeconómicos sino el vacío de poder. Y allí donde está el mal está la respuesta. La conclusión es nítida: la política es lo primero. Hay que definir, como una necesidad vital de los argentinos, hacia adónde orientar la acción. Solo puede responder a esta pregunta  existencial el Presidente Alberto Fernández, el mandatario legal y legítimo de los argentinos, lo que implica dejar de lado el intento de Cristina Kirchner de conducir al país, porque es un designio que no tiene final y que es sinónimo seguro de crisis de gobernabilidad, que es la imposibilidad definitiva de crecer en las condiciones del siglo XXI

JORGE CASTRO

6 oct 2020/ Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales - UCES -


Comunicate