20.MAY.21 | PostaPorteña 2205

Chile, a la izquierda de las izquierdas

Por Diosnara Ortega

 

La noticia más importante de la semana en la región estuvo protagonizada por Chile con su histórica votación del fin de semana pasado, donde se celebraron, en dos jornadas, tres importantes elecciones:  las municipales de alcaldes /alcaldesas y concejalas/es, las de Gobernadores/as Regionales, y las elecciones de constituyentes a la Convención que redactará la nueva Carta Magna. Estas dos últimas, nuevas en la historia electoral y constitucional chilenas. Conversemos sobre una de ellas.

por Diosnara Ortega 20 mayo 2021 La Joven Cuba

 

¿Por qué es tan importante la elección de Constituyentes en Chile?

La elección de la Convención Constituyente marca un hito en la historia del constitucionalismo nacional y mundial y en la tradición política de Chile. En primer lugar, mediante ella se redactará una nueva Carta Magna que pondrá fin a la Constitución de 1980 y sus más de cincuenta reformas.

El hecho de que el mecanismo sea mediante una Convención Constituyente, con plebiscito de entrada y salida, le otorga la mayor legitimidad democrática en la historia de las constituciones chilenas. Por otro lado, la promulgación de la Ley 21200, el 23 diciembre 2019, permitió modificar ampliamente las condiciones para la reforma constitucional, especialmente en lo referido al procedimiento en tal sentido y a la conformación de la Convención Constitucional o Mixta. 

Los tres principales logros fueron: (1) la paridad de género dentro de la Convención, que la convierte en el primer órgano constituyente que logra este requisito dentro del constitucionalismo a nivel mundial. (2) Se lograron 17 escaños reservados para los pueblos originarios, que es un conflicto central dentro del Estado chileno y su sistema de representación política. (3) Se aprobó la existencia de listas de candidatos independientes, dentro y fuera de listas/pactos y partidos.

Todo ello ha sido consecuencia de un conflicto social entre ciudadanía, gobierno y fuerzas políticas partidistas —tanto oficialistas como de oposición—, que puso al país, en octubre de 2019, en una situación de crisis política e inseguridad inéditas desde el fin de la dictadura. El estallido social del 2019 tuvo como incentivo inmediato el alza en treinta pesos al pasaje del metro en horario punta, pero su origen fue la acumulación de treinta años donde la desigualdad social creció, el Estado se mantuvo y fortaleció como un Estado subsidiario.

Cabe mencionar que veintitrés años de estas tres décadas estuvieron bajo los gobiernos de la Concertación (1990-2010) y la Nueva Mayoría (2014-2018), las izquierdas oficialistas chilenas.

La elección de Constituyentes fue el resultado de una salida institucional y democrática a una situación de conflicto social y político bajo un estado de excepcionalidad constitucional, decretado por el presidente de la República el 19 de octubre de 2019. El Acuerdo por la Paz y la nueva Constitución, firmado el 15 de noviembre del propio año por partidos políticos, tanto de derecha como izquierda, así como por diputados a nombre individual, posibilitó no solo la desescalada del conflicto, sino abrir en modo histórico la opción de refundación política del país.

Estas son dos de las enseñanzas que Chile deja a la democracia: (1) cómo ante la agudización del conflicto, llegados a un nivel de militarización y de suspensión de los derechos constitucionales, la política y la institucionalidad siguieron siendo una vía de resolución. (2) Se trata sí, de una política en que las partes están dispuestas al diálogo y la negociación, donde no se excluyan y donde los partidos siguen teniendo un rol central en el curso de la sociedad. «La calle» marcó una ruta, el gobierno dispuso la suya, pero los partidos salvaron al país de ambos extremos.

Si se tienen 155 constituyentes elegidos democráticamente, 48 de los cuáles obtuvieron sus escaños organizados en listas de independientes, esto es, sin afiliación partidista; se debe fundamentalmente al rol que tuvieron los partidos, que se la jugaron la larga noche del 15 de noviembre de 2019.

Es un dato que no podemos menospreciar y que permite: 1- no sobredimensionar el liderazgo de los/as independientes; 2- no minimizar el peso que continúan teniendo los partidos en la política dentro del país, aun cuando se trate de partidos en crisis, con problemas serios de liderazgos, de recambio generacional y corrupción, entre otros. Pero son partidos dispuestos a negociar entre extremos.

Un resultado no menor, fue que el Partido Demócrata Cristiano —partido bisagra en la transición a la democracia y que gobernó durante toda la década del noventa—, logró solo 2 escaños dentro de la Convención, uno de ellos el correspondiente a Fuad Chaín, su presidente, quien acaba de renunciar a la jefatura del Partido la noche del pasado 18 de mayo.

Por otro lado, el Partido Socialista consiguió 15 constituyentes de los 25 escaños alcanzados dentro de la Lista del Apruebo, que nucleó a los partidos de izquierda, menos al Partico Comunista (PCCH), al Frente Amplio (FA) y a la Federación Regionalista Verde Social (FRVS) (Lista Apruebo Dignidad), esta última con 28 escaños.

Listas, pactos y partidos: una fórmula más democrática

Uno de los aprendizajes que Chile nos deja en estas elecciones y su proceso constituyente, es la posibilidad de reinventar fuerzas y fórmulas que salven a la democracia, incluso cuando ello implique poner en crisis a ciertas instituciones o actores. La historia demuestra cómo la democracia y los derechos colectivos deben estar al centro de la vida política y la institucionalidad, y no viceversa. Se puede y se debe sacrificar al Partido pero no a la Democracia. Se puede y se debe sacrificar el Programa pero no el Proyecto.

Las réplicas que estamos observando tanto dentro de los partidos de la derecha, como de la izquierda y la centro- izquierda, evidencian la efectividad de estas nuevas fórmulas para incluir nuevos actores y lograr que las instancias decisoras se parezcan más al país real. La Convención ha instalado con fuerza constituyentes jóvenes, acorde con quienes lideran el recambio político en Chile (15 escaños lo ocupan jóvenes entre veintiuno y treinta años, y 62 escaños están en el rango etario de treinta y seis a cuarenta y cinco) y con una presencia de casi el 50% de mujeres.

La opción de producir listas y pactos que permitieron la inscripción de candidatos/as constituyentes tanto desde los Partidos como independientes de estos, dio cabida a una ciudadanía que no se reconoce dentro del esquema duopólico de la política ni tampoco dentro de terceras fuerzas, por el principal hecho de que el «partidismo» acumula un descrédito social importante.

Se suma a ello el hecho sociológico de que, en contextos de grandes movilizaciones políticas, los movimientos sociales y demás actores emergentes que suelen identificarse simbólicamente como «la calle», se constituyen como ese actor de resistencia expresión pura del pueblo. Pero ojo, es solo un momento, como dice la canción.

Optar por la vía de la institucionalidad política representativa o de «la calle», es siempre una actitud excluyente, en la que uno de los polos es negado a priori por el otro. Chile cuenta con una larga trayectoria de polarización y de sus costos. La vía chilena al socialismo, aun cuando radical para los sectores que promovieron su desaparición, fue precisamente un ejemplo de esa izquierda que buscó —por la fórmula democrática, pacífica y del diálogo/negociación con sectores ideológicamente diversos —, la refundación del pacto social.

Los resultados de las Listas, Pactos, Partidos y Constituyentes independientes dentro y fuera de ellos en las pasadas elecciones, muestran un pluralismo político que evidencia la crisis de los partidos políticos, no así de la pluralidad de pensamiento y proyectos políticos y sociales.

Chile se coloca nuevamente en la historia dando cuenta de cómo la salida democrática es posible ante el antagonismo y la polarización extremos. Vuelve a decirle a esa izquierda dura, que abrirse a las demandas sociales y políticas de la ciudadanía, de movimientos y organizaciones de base, puede poner en riesgo la institucionalidad política, y de hecho lo hace, pero no al campo político. No todos los pobres son democráticos y no todos los ricos son autoritarios, no todos los independientes son de izquierda y no todos los constituyentes asociados a Listas y pactos con base en los partidos traicionarán «la calle».

La política hace mucho desbordó a los partidos. Solo insisten en la fórmula de crear más partidos aquellos países donde tienen una deuda con ello, pero la verdad es que la política se juega ya hace mucho desde otras canchas.

Las izquierdas que insisten en la fórmula del partidismo como única vía, o peor, del Partido único, deberían escuchar si, como Chile, quieren sobrevivir al terremoto que tarde o temprano se impone. Lo peor/mejor en todo caso no es el terremoto, son las réplicas que siguen.

DIOSNARA ORTEGA -  Dra. en Sociología. Académica Escuela Sociología UCSH. Directora Revista Temas Sociológicos


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