06.JUN.21 | PostaPorteña 2209

LA BUENA GENTE QUE LOS PARIÓ

Por R.J.B.

 

La gente necesita de sueños y en el empeño, se embandera, apuesta sus esperanzas en alguna causa y termina idolatrando. Así, la gente -la buena gente- se apasiona con algún personaje, lo sigue incondicionalmente y con entusiasmo, lo catapulta hasta lo más alto del firmamento político, olvidando que hasta ayer, esa persona no era más que un tipo común, un ciudadano como cualquiera.

Suele ocurrir entonces que esa persona, ya devenida en descollante figura y con una masa de seguidores que legitima sus pretensiones, olvida su papel de mero representante de la voluntad de otros y se obstina en creer que lo que piensa y decide, se corresponde con las necesidades y deseos de aquellos que le han proclamado.

Así, pasa a asumir que su condición le exime de explicaciones y se permite determinar -por sí solo- el rumbo que se le antoja. Dirige, ordena, aprueba o desecha alianzas, dirime disputas y, en definitiva, reina como un monarca medieval.

Sabe que la gente -“su” gente- es noble e ingenua a la hora de analizar; que está dispuesta a seguirlo y hasta perdonar algún desliz, si el discurso es correcto y se formula adecuadamente, como para seguir alimentado la ilusión de prosperar.

De esta manera, todo se presta para que la figura de este líder continúe creciendo: la eficaz promoción de su imagen de hombre común; la benevolencia con la que es tratado por la mayor parte de la Prensa; el accionar de las fieles estructuras partidarias; la complacencia de los sectores más poderosos de la economía -al comprobar que no son afectados-; el reconocimiento internacional y el fervor de sus seguidores, que, a la hora de sostenerlo, eligen comportarse como barras bravas de un equipo de fútbol.

Al leer esta descripción, muchos pensarán que aludo a un determinado personaje y aunque es inevitable que piense en Mujica, sin embargo, digo que el disfraz le queda bien a muchos.

Muchos que han pasado -o están pasando- y pasarán con más pena que gloria a la hora de escribir la Historia de este ajetreado continente. Todos -y todas- aferrados a un estilo de conducción populista que muy pocos resultados positivos ha dejado para nuestros pueblos.

Y es que a la hora de ensayar un balance serio y desprovisto de adhesiones, uno se pregunta cuánto realmente se avanzó con el accionar de estos gobiernosprogresistas” o autoproclamados de “izquierda”, que terminaron por ser meras caricaturas de otros a los que descalificaban con ferocidad.

Como si fuese un calco de lo que antes existía, pudimos encontramos con dudosos negociados; tráfico de influencias; coimas;  enriquecimientos ilícitos; manejo irresponsable, -cuando no fraudulento- de los dineros públicos; humillantes concesiones a las empresas transnacionales; incapacidad para gestionar; falsedades y un tratamiento preferencial y benevolente  para con ciertos empresarios que, a cambio de habercontribuidoen las campañas electorales, gozaron de total impunidad para someter a sus empleados a condiciones de trabajo humillantes.

Ponéle un moño y llevále el paquete”, solía bromear un amigo que ahora vive en Canadá.Igualito pero distinto”, proclamaba el inefable Darío Riani, quien ya no está entre nosotros. 

Como decía al principio, la gente es buena y necesita soñar. Proyecta sus esperanzas en la figura de un conductor y le idolatra.

Yo no; mis últimos ídolos se pierden en la memoria de una juventud lejana. No hay para mí referentes ni guías y, en todo caso, sólo existe mi “tribu”; la de los postergados de siempre, la de aquéllos a los que quiero y que siempre serán titulares en el cuadro de mis sentimientos.

R.J.B.


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